Chispas en la hoguera

jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo 8: La niña de los dedos rotos

Nota de la autora ~> ¡Hey people! :D Este capítulo contiene algunas escenas un tanto sádicas no aptas para los más sensibles, muojojojo.
Para lo que no hayan leído la entrada anterior, os diré que voy a hacer muchos cambios en el comienzo de El último Guardián. Os lo resumo diciendo que Scarlett y Larissa vivirán en el Submundo desde el principio.
Cambios que afectan a este capítulo: en un momento dado, llamarán a Scarlett granjera. Esto es porque ella antes de convertirse en Guardiana era campesina.
¡Disfrutar con la lectura!

Todo va de acuerdo al plan. Gales ha escapado.
¿Cuáles son las nuevas órdenes, mi señor?
Ahora que la Oráculo está muerta, nuestro Elementar del Agua irá a buscar al nuevo enviado del Mundo de los Espíritus.

La voz que salía de la esfera morada hizo una larga pausa, pero ella no interrumpió, calló y aguardó en silencio.

Ya sabes lo que debes hacer, ¿verdad?
Para encontrar a una presa mayor hay que seguir a la pequeña.—contestó, una respuesta que ya sabía acertada.
¿Y por qué sigues aquí?

La niebla volvió a cubrir el Revelador y el demonio peliazul se lo metió dentro de la ropa.
Azotó con un látigo la grupa de su montura, un gigantesco corcel negro, que relinchó exasperado y se puso a galope tendido, directo al encuentro.
Llegó la entrada de la aldea y frenó de golpe a su montura. Echó un vistazo para tener la situación controlada y pudo divisar a cuatro jinetes en la cima de una colina, los cuatro encapuchados y totalmente inmóviles.
No necesitó ni girarse para saber que había otros tres detrás suyo. Se sentía su presencia como una sombra pesada en el ambiente, una especie de contaminación de la que no te podías librar.
Aferró con fuerza las riendas y habló sin mover ni un solo músculo.

¿Comenzaremos la recolección de almas en esta aldea?

Dos de los jinetes la adelantaron por los lados y uno de ellos habló. Con una voz grave, profunda y escabrosa.

No. Este lugar será el comienzo de la carnicería.

Heline no pensó siquiera en asentir. Apretó las espuelas contra el costado del caballo y este aceleró, trotando para adentrarse en la pequeña aldea.
Las casas estaban muy juntas unas de las otras y en ninguna había luz. Todos los habitantes estaban durmiendo plácidamente en sus camas. Bajé de un salto y soplé a una antorcha apagada para crear una llama y que se encendiera. Al parecer, los jinetes ya venían con ellas prendidas.
Conocía esta técnica.
Ni ellos ni yo nos dignaríamos a entrar en las casas una por una: serían ellos los que tuvieran que salir o morir ahí dentro.
Alcé mi antorcha en alto y comencé a pasearme por el pueblo, prendiendo fuego hogar por hogar, mientras los Siete hacían lo mismo desde sus corceles negros.
Íbamos en silencio, aunque duraría poco.
El primer grito rompió el aire como una cuchilla afilada.
Heline atrapó al hombre justo después de que pusiera un pie fuera de la puerta, lo agarró por la cabeza y dio un solo giro brusco a su mano, rompiéndole el cuello.
El hombre se desplomó en el suelo de un golpe.

¿Abuelo? ¿Qué está pasan...?—la voz de la muchacha se cortó cuando vio el cadáver tirado en la tierra.

Heline la dejó gritar para llamar la atención de los jinetes y acto seguido sacó una daga del cinto, cogió a la chica por el pelo mientras ella intentaba pedir auxilio. Nadie contestaba.
La demonio le acercó el arma al cuello y le clavó sus ojos rojos durante un segundo, inflexible, fría como un témpano.

Grita.—y ella obedeció: gritó y lloró. Tenía el vestido empapado con las lágrimas y la frente recubierta de sudor por el fuego que inundaba toda su aldea—Nadie vendrá a ayudarte. Estás sola.

La muchacha la miró sorprendida, como si se acabara de dar cuenta de una gran verdad.

P-por...por la D-Diosa...no...no me hagas daño...—Heline arqueó una ceja, aburrida—S-si me matas...¡por favor hazlo rápido! ¡Por favor!

Patético.

Me temo que no.

Separó un poco la daga de su cuello, para luego introducirla poco a poco desde abajo por la barbilla, rajando carne, cartílago y hueso. La sangre le salpicó en la cara, mas el demonio no se inmutó.
La quitó de un rápido movimiento y la limpió en las ropas de la aldeana.
A esas alturas todos los habitantes estaban en pánico, corriendo esparcidos como tontos corderos directos a la boca del lobo.
Los Jinetes cabalgaban al galope, decapitando a todo aquel que encontraran a su paso.
Un estúpido humano caminó sigilosamente hacia Heline, la cual podría percibir sus pasos incluso con los oídos tapados. Alzaba un hacha sobre su cabeza. Un buen hacha.
La peliazul viró y encaró a su nueva presa con un rostro sin expresión alguna.

¡Muere, monstruo!

Dejó que el hacha descendiera lo justo para agarrarla con las palmas de las manos un segundo antes de que la tocara y hacerla cambiar de posición. Poco a poco, la hoja ya no apuntaba a su cabeza, si no a la del hombre.
Heline se permitió una pequeña sonrisa antes de que la cabeza del aldeano fuera cortada en dos por su propia arma. Luego, recogió el hacha y derribó de una patada la puerta de la casa más cercana.
Un humano de mediana edad fue el primero en encontrarla. Detrás de él había una puerta, donde se debería esconder el resto de la familia.
Llevaba una espada, cosa novedosa, por lo que lo más seguro es que fuera un soldado del reino de Regardezt.
Ella desenvainó también su propia espada y sin más dilación, atacó a su oponente.
El hombre resistió el primer golpe y lo devolvió con fuerza.
Heline quiso atacar de nuevo, sin embargo, un jinete irrumpió en el lugar con una enorme maza girando en su mano. El acero chocó contra el acero un momento, antes de que con un giro de muñeca, la maza volara por el aire clavándose en el pecho del hombre y destrozándolo por completo con sus afilados pinchos.

<<¿Acaba de robarme una muerte?>>

La demonio de ojos rojos ignoró al híbrido y destruyó a hachazos la puerta que el humano estaba protegiendo antes de morir.
Detrás de ella, tal y como esperaba, se encontraba una niña pequeña y una mujer que la abrazaba y protegía con su cuerpo...un cuerpo demasiado grande y desproporcionado. Estaba embarazada.
Un chillido atronador en lengua demoníaca alertó al jinete, que dio la vuelta y marchó aprisa a por los suyos.
Heline observó a la niña con detenimiento. Tenía las piernas largas y no parecía muy desnutrida. Sus manos se veían callosas, típicas de alguien que pasaba horas trabajando en el campo. Sería una buena mensajera.
Apartó su mirada de ella y alzó el hacha contra la mujer, que soltó el grito más desesperado que había oído en la noche.
En un principio le costó distinguir lo que decía, porque al parecer los Jinetes Negros actuaban con rapidez y toda la aldea se encontraba ya en llamas, repleta de caídos.

¡¡¡Traigo un bebé!!!—le pareció oír que gritaba entre el humo.—¡Santo cielo, os lo suplico, piedad! ¡No me importa mi vida, pero la de mi hijo...!

Heline habló en la lengua común.

Tu vástago vivirá.—siseó, aunque su hacha siguiera en lo alto—Mas no el de tus entrañas.

La hoja ya cubierta por la sangre de otras muertes bajó con fuerza y velocidad hacia un único objetivo: el vientre de la humana. La niña cayó al suelo cuando fue salpicada por la sangre y los intestinos de su propia madre, con los ojos abiertos como platos y la boca abierta aterrorizada, tragando algo del líquido escarlata para sí.
El hacha traspasó piel, músculo y llegó hasta el embrión, rompiendo la bolsa que lo contenía de una forma lo suficientemente salvaje y calculada como para que lo partiera en dos pedazos y con él, a su progenitora.
Los dos trozos partidos de lo que en algún momento fue el cuerpo del bebé en formación cayeron al suelo, esparciéndose y manchándolo todo.

Ma...m-madre.—susurró la pequeña abrazándose las rodillas mientras se cubría la cara con una mano, un intento inútil por protegerse.
¿Quieres vivir?—preguntó Heline de nuevo en la lengua común. La agarró por la barbilla clavándole las uñas en la carne, para que se viera obligada a mirarla.

La niña asintió, con las pupilas dilatadas, sin poder apartar sus ojos de los de la criatura del Infierno.

Es muy sencillo.—le acarició sus tirabuzones dorados, manchándolos de sangre a su vez—Solo deberás entregar un mensaje al rey de Regardezt. Le dirás que los soldados de Ozirian han atacado tu aldea y matado a todos, sin excepción, tanto hombres como mujeres y niños. Convendría que llores, aunque dudo que te sea una ardua tarea. No hablarás con nadie que no sea el rey o su heredero, ¿lo has entendido?

La chiquilla balbuceó cuatro palabras incomprensibles, mirando al cuerpo de su madre y lo que iba a ser su futuro hermano de reojo.
Heline le giró la cara de una bofetada para que volviera a prestarle atención, grabándole la silueta de su mano en la mejilla.

Pensé que tenías más aprecio por tu vida.
¡L-lo he entendido!—hablaba entre el llanto, agarrándose la mejilla por el dolor—U-unos soldados de Ozirian atacaron la aldea...m-mataron a todos...¡tengo que llorar! Sí...¡y hablar con el rey! ¡Solo con el rey! Y-yo...lo he entendido...
Bien. Una última cosa—le entregó un papelito de pergamino enrollado en la mano—Si te encuentras a una muchacha de cabello rojo, una Guardiana, dale esto y márchate.

Soltó la barbilla de la cría, mas cuando salía corriendo a tropezones por la puerta, extendió el brazo y la agarró por la muñeca.

Espera—la niña se giró lentamente, temblando—¿Cuántas manos hacen falta para entregar un mensaje?


                                                                            ***


El marinero rió a carcajadas y volvió a llenarle el vaso de vino.
Era un barco con un inmejorable ambiente, esa noche todos celebraban la victoria en la Costa Acantilada.
Aquellos hombres no provenían de los cuatro reinos, si no que eran mercenarios del Norte, donde no reina el linaje de sangre, si no las doradas monedas.
No eran la mejor compañía del mundo, pero tenían sentido del humor y habían accedido a llevarlo hasta el puerto más cercano.

¿Y como dices que te llamabas, forastero?—preguntó un marinero de poblada barba negra y ojos felinos.
No lo he dicho.—respondió Gales, bebiendo un trago y sonriendo para sí.
¡Vaya, vaya, muchacho! ¡Qué impertinente!—lo fulminó con la mirada y al segundo siguiente empezó a carcajearse entre eructos por el alcohol—¡Sí, amigos, eso se busca en un buen mercenario! Un hombre hecho y derecho, no como esas nenazas gritonas que hay en el Este...¡agh, en mis tiempos...!
Y otra vez empezaba a contar la historia de cómo había derrotado a toda una flota real con solo aparecer. Según él se habían meado en los pantalones al ver al terrible John Sinpierna y habían salido corriendo despavoridos.
Una muchacha pelirroja le tendió la bandeja con una jarra de cerveza hasta los topes y una mirada arrebatadora y pícara.
Su pelo era de un tono anaranjado, como las zanahorias, pero aún así le recordó demasiado a ella.
La chica hizo una seña con la cabeza, señalando la puerta y sonrió.
Gales se sintió tentado de aceptar su propuesta, ya que llevaba demasiado tiempo alejado de una mujer de verdad y esa era bastante agraciada.
Sin embargo, en el último momento rechazó el ofrecimiento y se retiró de la estancia, subiendo a trompicones las escaleras para ir a la cubierta.

¡Ohhh, han rechazado a Margareth! ¡Ven aquí hermosa, yo no me resisto!—gritó uno de los hombres.
¡Quita de ahí, merluzo! ¡Por una vez que hay un joven apuesto en el barco...!—suspiró la mujer.

Gales soltó una risita por lo bajo y se sentó encima de unas redes, mirando al cielo estrellado mientras oía el batir de las olas.
Se preguntó qué diría su viejo amigo Kira al verlo en esa situación. Echaba de menos a ese tunante, aunque era un alivio saber que la estaba cuidando.
¿Seguiría cumpliendo su promesa...?
Una promesa que hicieron hacía tanto tiempo...
Sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos de su mente.
No podía permitirse distracciones. Había salido de su prisión con un único objetivo: encontrarla.


                                                                           ***


Scarlett miró a Julian frunciendo el ceño.
El estupendo general había dictado que ya que los dos eran Elementar, lo más lógico sería que cuando tuvieran un duelo para entrenar, ambos pudieran utilizar sus poderes.
Un mini-huracán la golpeó en el estómago y salió volando unos metros hacia atrás, cayendo con un ruido sordo. Oyó las risas de los presentes y sus mejillas se encendieron.
Tuvo que controlarse para no mirar tanto a Septimus Walter como a Julian con rabia. Ambos sabían que no era capaz de producir ni una simple chispita.
Dáranir había tenido una larga charla con ella para que no se enfadara con el Elementar del Viento, pero este no se lo ponía nada fácil.
Escupió al suelo y se levantó tambaleándose.

¡Acaba con ese bastardo, Scarlett!

La pequeña rubia parecía una fiera enjaulada, dando saltitos de frustración con cada golpe que recibía y maldiciendo a gritos mientras amenazaba a Julian con el puño en alto.

Cierra el pico, Geneviev. Esto no es una cuadra, si no una arena de entrenamiento. Conviene que lo recuerdes.—sentenció el general con voz severa, cruzándose de brazos.
¿Tengo que seguir peleando, señor? Hace tiempo que la derroté—dijo Julian evitando mirarla.

Scarlett rechinó los dientes e hizo un último intento de ataque, corriendo hacia él con todo lo que tenía para darle una patada justo como le había aconsejado Chelsea en una de sus clases.
Julian arqueó una ceja y se echó a un lado, así que Scarlett no pudo frenar y besó el suelo, literalmente.

Sí, DuFrain, parece que está más que derrotada.
¿Alguien en serio pensó que podría acabar de otra manera?—dijo conteniendo la risa el muchacho de cabello negro llamado Strone.

Los que debían ser todos los presentes de la arena, con la excepción de María y Julian comenzaron a reírle la gracia a carcajadas que resonaban en los oídos de Scarlett como martillos.
María estaba intentando cerrarle la boca a Strone, pero la pelirroja no dijo nada y se levantó.
No podía seguirle el juego. Ya estaba harta.

Avísame cuando la madurez haya llegado a ti, Strone.

Se apartó el pelo de la cara con un gesto digno de Larissa y salió caminando dignamente hacia la salida, con paso seguro y medio desmoronándose por dentro.

¡Chevalier, vuelve aquí ahora mismo!

Scarlett se giró y lo taladró con la mirada.
Todos estaban callados, mirando la escena atónitos.

¡Volveré cuando aprendáis a respetar a los que consideráis inferiores, general!—contestó y por la cara de Septimus Walter, parecía que lo acababan de abofetear.
Nunca serás una Guardiana, niña.

Ella volvió a girarse, temblando y apretando los puños.

Creo estar en lo correcto al decir que eso lo deciden los capitanes de cada Casa, no vos, general.

Los murmullos recorrieron la multitud airados. Una nueva persona acababa de llegar, el líder de la Casa Gris.

Esta granjera nunca llegará a convertirse en una verdadera Guardiana. Que tenga el don del fuego es una desgraciada coincidencia, si es que lo tiene, claro está. Porque no ha sido capaz de demostrarlo ni una sola vez. Empiezo a pensar que es una embustera.—dijo el general, encarando a Dáranir.
¿Le ponemos la cara a juego con el pelo?—rió uno de los más jóvenes del grupo, un chico alto de pelo castaño.

Cogió un tomate de una caja llena hasta el borde de ellos y la lanzó con tan buena puntería, que cuando Scarlett iba a girarse para contestarle hecha una furia, le impactó en el rostro, pringándola de un asqueroso jugo rojo.
Ya no aguantaba más, no era capaz. Salió corriendo sin escuchar lo que le gritaban por detrás y sin saber quiénes lo hacían. Ella solo quería irse de allí cuanto antes.
Corrió hasta llegar a la entrada del castillo, donde se desplomó en las escaleras de piedra.
Le pidió a una criada que pasaba un poco de agua del cubo para limpiarse y esta se la ofreció e incluso le ayudó a limpiarse. Scarlett le dio las gracias y la criada sonrió.
Hacía tiempo que nadie le sonreía.

¡Scarlett!—se dio la vuelta para mirar quién la llamaba y vio acercarse corriendo a su capitán con cara preocupada. Se sentó a su lado y suspiró—Lo siento. Yo...no puedo disculparlos ni a ellos ni a su comportamiento, pero quiero que sepas que confío en ti, pequeña.

La pelirroja soltó una risa apagada y se encogió de hombros.

En realidad puede que tengan razón, ¿sabes? No hay precisamente material de Guardiana en mí...

De repente, Dáranir le pasó un brazo por los hombros y la acercó hacia él, murmurando.

Si tuviera que elegir entre cualquiera de esos chicos rápidos, poderosos y fuertes o tú, apostaría por ti sin dudar.—la obligó a mirarla y le limpió una pequeña lágrima que empezaba a caerle por la mejilla—Creo que tu fuerza es de otro tipo, Scarlett, y algún día te darás cuenta. No tienes que volver al campo hoy si no quieres, yo me encargaré de hablar con Septimus.

Se le escapó otra lágrima más, la cual se limpió con furia y rapidez.

Dioses...soy una idiota...
Llorar no te convierte en una idiota, pequeña—sonrió y se levantó, ayudándola a levantarse también—Te convierte en humana.
Yo...creo que volveré al entrenamiento.—dijo Scarlett, soltándose con delicadeza de las manos de su capitán.

Dáranir la miró con aprobación.

Ese es el tipo de fuerza al que me refería.

Dio media vuelta y se marchó, entrando al castillo. Scarlett se puso en camino de nuevo a la arena hasta que un pequeño cuerpecito impactó contra ella.
Agachó la vista y vio a una pequeña niña de tirabuzones dorados manchada de lodo y cenizas, temblando y con ojos nerviosos que no cesaban de mirar a todas partes.
Dos guardias venían detrás de ella gritándole que no podía pasar.
Scarlett no dudó ni un momento, cogió a la niña en brazos y actuó con tranquilidad.

Está conmigo. ¿Algún problema?

Los guardias pusieron expresiones contrariadas al principio, mas luego asintieron y marcharon por donde habían venido al reconocer a la muchacha.
La niña la miró con los ojos como platos e hizo una pregunta con su trémula voz.

¿Eres una Guardiana?—parecía desesperada porque contestara que sí.
Bueno...podría decirse que...¿sí?—ni ella estaba muy segura.
¡T-toma!—le entregó un papelito y salió corriendo escaleras arriba—¡Tengo que ver al r-rey! ¡Tengo que ver al rey!

Por supuesto, los otros dos guardias que estaban en la puerta volvieron a pararla, cruzando las lanzas para que no pudiera pasar.

¿Qué ocurre? ¿Por qué necesitas ver al rey?—preguntó Scarlett subiendo hasta donde estaba la niña.
¡M-mi aldea! M-muertos...todos muer-muertos...los soldados de O-ozirian...—se tapó la boca asustada, como si acabara de decir algo que no debía—¡Necesito ver al rey!

Scarlett habló un rato con los soldados, intentando negociar la entrada de la niña, pero parecía que no iban a dar su brazo a torcer.
A la quinta o sexta vez que lo propuso, procurando argumentarlo, le dijeron que lo pensarían, aunque Scarlett sabía que era un rotundo no.
Una de las veces en las que la niña dio un saltito para poder ver qué había tras las grandes puertas, la Guardiana se fijó en su mano.

¿Tienes los dedos rotos?—inquirió sorprendida. La chiquilla soltó un gritito asustadizo y negó con la cabeza—Tranquila. A mí también me los rompie...me los rompí hace poco. La hierba de Ayelendith es muy buena para eso, calma el dolor.
¡Pelirroja!

Scarlett miró hacia abajo.
Kira le hacía señas para que bajara.

Me tengo que ir, ¡espero que tengas suerte!—le dijo a la pequeña y marchó.

Mientras bajaba cogió el papel que le había entregado y lo desdobló para leerlo.

Volvemos a encontrarnos.
H.

Paró en seco, releyendo una y otra vez las tres palabras y la última letra. En ese momento, una clara imagen le vino a la cabeza: los dedos rotos. Claro que ella también se los había roto, fue en el Inframundo, cuando esa demonio de cabello azulado había decidido torturarla un poco. Al parecer, compartía el mismo destino que la niña.
<<¡La niña! ¡Heline!>>
Scarlett dio media vuelta para detenerla y hacer que le explicara todo, sin embargo, solo pudo ver como la muchachita entraba al castillo corriendo y se perdía por la inmensidad de los pasillos.

Pelirroja, admiro tus ataques psicóticos, pero me estás empezando a preocupar—comentó Kira levantando las cejas.

Scarlett bajó los escalones de tres en tres para llegar hasta él y lo empezó a zarandear por la camisa.

¡Ella está aquí! ¡La niña de los dedos rotos! ¡Ella los rompió! ¡No sé cómo pero ha llegado al Submundo, Kira! ¡¡¡Está aquí!!!—lo soltó de golpe, agarrándose a la barandilla para no caer—Y sabe dónde me encuentro. El rey...¡va a inculpar a Ozirian!
¿De quién fue la brillante idea de inyectarte la droga?
¡Kira, no es gracioso! ¡Heline está aquí!

Los dos quedaron en silencio, solo interrumpido por la incontrolada respiración de Scarlett.

¿Cómo has dicho?

Scarlett cogió aire intentando no perder la poca cordura que le quedaba.

Había una niña justo ahí—señaló las escaleras—que tenía los dedos rotos y me recordó a cuando Heline me los rompió a mí. Decía que quería hablar con el rey porque los soldados de Ozirian habían matado a todos en su aldea. ¡Y me dio este papel! ¡Mira, lee!

Cuando quiso darle el trozo de pergamino, este se convirtió en llamas violetas y luego, en pequeñas motas de ceniza que flotaban en el aire. Kira retiró la mano al quemarse con el fuego, pero Scarlett ni lo notó.

¡Fuego Yaneblo! Reconozco este hechizo, mantiene el material intacto durante cierta cantidad de tiempo hasta que esta se agota y se incendia. Así que Heline ya está aquí...eso echa por tierra todos mis cálculos. No tenemos ni la mitad del tiempo que esperaba.
¿Tiempo para qué? ¡Bueno, no importa! ¡Debemos decirle al rey Richard que es todo una farsa! ¡Inculparán al reino de Ozirian!
Relájate, princesa, me temo que no es tan fácil como parece—Kira la agarró de la mano para que no se fuera. Scarlett quiso soltarse con rabia, pero era obvio que si el híbrido no quería soltarla, por mucha fuerza que ella hiciera no lo conseguiría—Supongo que July te habrá hablado sobre la historia que no está en los libros, ¿verdad?

La chica asintió, con los nervios a flor de piel e impacientándose.

Hace aproximadamente treinta años hubo una guerra, mucho menor a la Guerra entre Mundos, entre dos países: Ozirian y Regardezt. Tenían desde siempre una gran rivalidad y esta fue pasando de generación en generación, de padres a hijos. Al final ganó aquel que tenía más experiencia bélica: Regardezt. Se vieron obligados a trazar un acuerdo de paz, aunque después de todos los años que llevo en este mundo, puedo asegurarte que la paz nunca es duradera. Tarde o temprano este tratado pacifista estará obligado a romperse...y parece que mi hermano pretende que sea más temprano que tarde.—echó un vistazo a Scarlett, que lo escuchaba atenta, pero seguía nerviosa—¿Crees que el rey se tragará tu versión de demonios que deberían estar muertos o la de esa cría? Heline no es tonta, se ha asegurado de que tú y solamente tú, entres en pánico conociendo la verdad. Y entre tanto, su Alteza estará más que satisfecho pensando que por fin tendrá una excusa para volver a derrotar a un viejo enemigo.
¡De alguna forma entrará en razón! El rey debe escucharnos...—dijo Scarlett.
Debe, pero no lo hará.
¿Y qué hacemos, entonces? ¿Quedarnos de brazos cruzados? ¡Ha muerto gente por culpa de esos diablos!

Kira se rascó la barbilla y asintió.

Avisaremos a los de nuestro círculo: Dáranir, Chelsea, María y Julian. Ellos son los únicos que te tomarán en serio. Si es cierto lo de la masacre en la aldea, llevarán a algunos hombres a investigarlo y comprobar que no quede nadie con vida. Podemos intentar escabullirnos e ir también, así podríamos buscar pruebas que demuestren la verdad. A pesar de todo...conozco a Heline y sé cómo trabaja: no dejaría ningún rastro a seguir.
De acuerdo.—cogió una bocanada de aire nueva y soltó un gran suspiro.
Por cierto.—Scarlett alzó la mirada. Kira le dirigió una sonrisa de oreja a oreja que le pareció más sádica que burlona—Incluso con la cara llena de tomate estás preciosa, pero si veo que uno de esos intentos de Guardián te toca de nuevo, le rebanaré el cuello mientras duerme.


                                                                            ***

La oscuridad se cernía sobre ella. Podía distinguir dos siluetas femeninas justo en frente de ella, esculpidas por los dioses, como ángeles...ángeles diabólicos.
La mujer entre las sombras la miró con sus ojos felinos.

Era muy fácil, Anya.—dio una calada a su tabaco y le echó el humo en la cara—Muy fácil. Tenías que separar a Kira de esa Guardiana, ¿y qué hiciste? Inmiscuirte donde no te llaman.
Mi señora, no sabía que en la cacería iba a estar ella...
¿He dado órdenes de que salvarais a dos elfos que fueron entregados para la ceremonia de cacería?—preguntó con voz melosa a la otra mujer que había en la sala.
No, mi señora.—respondió esta saboreando las palabras.

Anya la miró con rabia.

Como parece que te llevas tan bien con la última Chevalier que has olvidado tu propósito inicial, creo que será mejor que te lo recuerde—hizo una seña con la mano y la otra sierva de la mujer entre las sombras empujó a alguien, tirándolo al suelo de una patada.

Anya tuvo que morderse el labio para no pronunciar su nombre.
Ahí tirado, su hermano sangraba casi por todos los poros de su cuerpo, respirando con dificultad y mirándola con ojos implorantes.

¿No hicimos un pequeño trato tú y yo? La vida de tu hermano por tu esclavitud. ¿Ya no quieres que siga respirando?
¡Sí quiero!—se le escapó el grito con más desesperación de la que pretendía.
Lo sé.—dijo la mujer oculta en la oscuridad—Aunque te cueste creerlo, no disfruto matando humanos, solo quiero hacerlo cuando no es más que estrictamente necesario. Sin embargo, toda lealtad tiene un precio. Recuerda cuál es el tuyo.

Anya agachó la cabeza, molesta, pero sin poder hacer nada al respecto.

¿Cuál es vuestra siguiente orden, mi señora?
Atacaremos a esa niña donde más le duela—Anya juraría haberla visto sonreír en ese instante—Si quiere saber la verdad sobre la muerte de su familia, la sabrá...a nuestra manera.



martes, 26 de junio de 2012

Novedades y futuros cambios

¡Muy buenas, gente!
Veréis, tengo que informaros de varias cosas, algunas más importantes que otras.


Primero: Voy a hacer muchos cambios el comienzo de El último Guardián, que seguramente publique en el blog, pero necesito reestructurar toda la historia. ¡Los primeros capítulos cambiarán TOTALMENTE! Y sé que os va a resultar raro, pero necesito hacerlo para que me resulte más sencillo introducir todo el Submundo. 
Por ejemplo: Scarlett no vivirá en la Tierra, es más, creo que nuestro mundo ni se mencionará. Por consiguiente, Larissa tampoco. Las dos vivirán desde el principio en el Submundo.


Segundo: Recordad que lo que voy publicando en el blog es una especie de borrador y que tengo intención de algún día publicarlo (¡Quién sabe cuando...!) por eso muchas de las cosas que lees hoy puede que mañana sean distintas. Nada es seguro, aviso por si las moscas.


Tercero: ¡Estoy escribiendo! Lentamente, muy lentamente...pero lo hago. Me está costando mucho ya que ando falta de inspiración. Como muestra fe buena fe :3 os dejaré un adelanto del Capítulo 8 al final de esta entrada.


Cuarto: Para que os entretengáis mientras esperáis por el capítulo, os dejo un nuevo test con que el que podréis saber con qué chico de Crónicas del Submundo encajáis ;)


Click aquí para ir al test



Capítulo 8
La niña de los dedos rotos

Todo va de acuerdo al plan. Gales ha escapado.
¿Cuáles son las nuevas órdenes, mi señor?
Ahora que la Oráculo está muerta, nuestro Elementar del Agua irá a buscar al nuevo enviado del Mundo de los Espíritus.

La voz que salía de la esfera morada hizo una larga pausa, pero ella no interrumpió, calló y aguardó en silencio.

Ya sabes lo que debes hacer, ¿verdad?
Para encontrar a una presa mayor hay que seguir a la pequeña.—contestó, una respuesta que ya sabía acertada.
¿Y por qué sigues aquí?