Chispas en la hoguera

viernes, 10 de agosto de 2012

Capítulo 10: El hechizo de una ninfa

Nota de la autora ~> Este capítulo es muy largo, espero que no os aburráis leyendo n_nU
Hay una parte en la que se relata el pasado de Scarlett y Larissa, espero que no sea muy tostón, era necesaria. Sobre esta parte, recordad que dije que los primeros capítulos de El último Guardián iban a cambiar totalmente, así que  es normal que no entendáis ciertas cosas.
Recuerdo que el lenguaje demoníaco se lee al revés, por cierta frase que encontraréis.
¡Espero que os guste!
¡Disfrutad con la lectura mis pequeños Submundianos!<3


Tu comida—dijo el carcelero, empujando entre el hueco de las rejas una bandeja con restos.
Sácame de aquí y comeré—pidió la muchacha.
El carcelero rió entre dientes palmeándose su enorme barriga con orgullo.
¿Crees que me importa si pasas hambre? Lo siento, señorita, pero solo cumplo órdenes del general Walter—y dicho esto, se fue a sentar a su puesto, unos metros alejado de la celda.
Scarlett bufó y unos mechones de pelo rojo que se le metían en los ojos volaron hacia atrás.
Después de su repentina demostración de Elementar del Fuego, incinerando medio patio de entrenamiento y un poco al propio general, este decidió que había cometido una agresión contra un superior siendo consciente de ello.
Por supuesto, Scarlett no lo había hecho a sabiendas, ni mucho menos. Solo estaba enfadada y quería desahogar su rabia y...bueno, la rabia salió.
Llevaba cinco horas encerrada y podía ver por la diminuta ventana de su cárcel que ya era de noche.
De repente, dos voces muy conocidas le llamaron la atención por lo que corrió a pegarse a los barrotes de hierro. Después escuchó un golpe seco y luego algo pesado caer al suelo.
La primera voz habló.
¿Era necesario dejarlo inconsciente, idiota?
Uhm...no. Es la costumbre.
Scarlett sonrió, sacando las manos entre las barras para que vieran donde se encontraba.
Julian y Kira aparecieron con el manojo de llaves y se apresuraron a abrirle y sacarla de la celda. Ella estaba realmente sorprendida, pues no se esperaba que la fueran a buscar juntos.
¡Chicos! Muchas gracias. ¿No os vais a meter en un lío por esto?—preguntó, preocupada.
Ahora que este estúpido casi mata al carcelero, puede.—respondió Julian enojado.
Venga, está perfectamente, solo fue un pequeño golpecito—dijo Kira revolviéndole el pelo a Julian que se apartó casi al instante—¿Qué os parece si nos vamos de aquí?
Scarlett asintió penensando contenta que esos dos se llevaban un poquito mejor y los tres salieron corriendo por las escaleras camino al salón principal. Había un montón de sirvientes correteando de un lado a otro, así que cada dos por tres tenían que esconderse en las esquinas y recovecos. Era bastante difícil huir sin que los viera nadie, pero se las apañaron bien hasta que un soldado los vio en un pasillo y fue tras ellos. Como Scarlett era la única que había visto al perseguidor, agarró a Kira y Julian de las manos y los empujó para que la siguieran. Ellos captaron el mensaje y huyeron.
¡Eh, vosotros! ¡Deteneos!—gritó el soldado.
¡Yo creo que no!—contestó Kira con una sonrisa socarrona.
Otro hombre apareció al fondo del pasillo por el cual escapaban. Estaban atrapados.
Definitivamente nos meteremos en problemas por esto—gruñó Julian
Justo cuando Scarlett iba a responder, una puerta se abrió a su costado, dejando entrever una figura que ocultaba su rostro con un velo dorado la cogió de la manga de su chaqueta empujándola dentro de la estancia, seguida de los dos muchachos. Cuando todos estuvieron dentro, cerró la puerta con pestillo, quedándose unos segundos delante para ver si alguien los había visto. Los cuatro se mantuvieron en silencio escuchando con atención hasta que oyeron varios pasos cruzar por el otro lado e ir en otra dirección. Solo entonces la misteriosa figura se quitó el velo y dejó al descubierto su rostro.
¡Lidia!—exclamó Julian
Así me llamo—respondió ella con una sonrisa amable. Luego su rostro cambió por una expresión más seria—Sabía que habían encarcelado a Scarlett temporalmente por una agresión involuntaria y me pareció injusto. Tenía que ayudarla.
Pero a Scarlett no le gustaron sus cuentos. Frunció el ceño y se cruzó de brazos, mirando hacia otro lado.
Nadie pidió tu ayuda.
Lo sé—y esta vez, hablaba solo para Scarlett—pero siempre que me necesites estaré ahí.
Kira y la pelirroja cruzaron miradas de sospecha, mientras que Julian no entendía muy bien la situación. Larissa se giró hacia él y por un segundo el medio demonio y la Guardiana pudieron ver un brillo de cazadora en sus ojos color miel.
Juraría haber visto al capitán Ahelod hablando con el general, así que supongo que todo esto quedará en una confusión. Por cierto, ¿podrías venir conmigo un momento, Julian? Tengo un libro muy interesante que enseñarte...
En ese instante a Scarlett le vino a la mente una conversación que había tenido con ella poco tiempo atrás.
<<¿Has visto cómo me miran? No merecen la pena, puedo asegurártelo...si tuvieran que elegir, solo tendría que chasquear los dedos y vendrían tras de mí.>>
<<Si es capaz de estar colado por una niña como tú, se enamorará de una mujer como yo>>
Scarlett se puso de puntillas para susurrarle a Julian al oído.
No vayas, por favor.
Las mejillas del Elementar se encendieron y también las de Scarlett al ver su reacción.
No...¡no es lo que piensas!—dijo, avergonzada—Creo que ella podría...podría...
¿Podría?—repitió el chico.
Podría intentar llevarte lejos.
¿Lejos? ¿Lejos de qué?
Scarlett lo miró impaciente y escupió las palabras en un murmullo.
¡Lejos de mí!
Kira puso los ojos en blanco y se sentó en una banqueta, expectante.
Julian le agarró las manos con dulzura y dudando un instante, las acercó a sus labios y las besó. La chica se quedó paralizada.
No habría absolutamente nada capaz de llevarme lejos de ti—respondió, también en un murmullo y luego soltó sus manos y se acercó a Larissa—Vamos, pero volvamos pronto, por favor.
Cuando los dos se fueron por una puerta pequeña trasera, Scarlett se dejó caer en la que debía ser la cama del espléndido dormitorio de Lidia Jowell, cansada.
Estaba preocupada, muy preocupada y también algo molesta. Molesta porque Julian se había ido con Larissa en vez de quedarse con ella.
¿También te preocupa que intente alejarme a mí de ti?—preguntó de pronto Kira con tono neutro jugando con un mechón de cabello pelirrojo que estaba esparcido por el colchón.
Scarlett se puso la almohada sobre la cara, sin saber qué contestar.
Escuchó una risa por lo bajo, cargada con una diminuta nota de dolor escondida.
Tranquila, boba. Era broma—vio como le daba un golpecito suave a la almohada—Aunque si sigues tirándote así en camas ajenas me entrará hambre.
Algo en el cerebro de Scarlett le hizo viajar tiempo atrás, muy atrás, cuando estudiaba sus lecciones con Mark y Julian en la Casa Gris, aprendiendo día a día sobre la cultura de su mundo.
Los miércoles y viernes trataban las criaturas mágicas, conocidas más comúnmente como entes, por orden alfabético, aunque a veces iban de un ente a otro ya que de alguna forma estaban relacionados. Como el día que tocaba la “B”. La criatura que salía primero en el listado era la Banshee, una mujer decrépita, habitante de los pantanos y ciénagas, que atraía a los hombres con sus lamentos, hechizándolos y cuando estos llegaban al hogar de la criatura, los devoraban.
Scarlett había visto cierto parecido con las sirenas, por lo que Mark le explicó que eran parte de lo que los humanos llamaban “Las tres devoradoras” Este grupo estaba constituido por banshees, sirenas y ninfas. De las tres devoradoras, las ninfas eran las más sociales y dóciles, todo con unos límites. Mientras que las banshees habitaban salvajes en sus ciénagas, al igual que las sirenas en el océano, las ninfas vivían en los bosques en colonias de su misma especie, siendo cautas y sigilosas, sin dejarse ver por los humanos, aunque de vez en cuando salían a cazar alguno, quizá por hambre, quizá por placer.
Hambre...—murmuró Scarlett. Se quitó la almohada de un manotazo y miró a Kira a los ojos—¿Qué comen las ninfas, Kira?
El híbrido se frotó el mentón pensativo.
Son herbívoras la mayor parte del tiempo—miró a Scarlett comprendiendo la situación—Aunque supongo que si una ninfa está muy lejos de su hogar, su instinto de supervivencia se activaría y comería lo que comían las de su especie hace siglos. Carne humana.
Kira no había terminado de hablar cuando Scarlett salió corriendo como una flecha por la habitación, abriendo la puerta por la que antes habían desaparecido Larissa y Julian.
No había nadie, era una sala vacía sin absolutamente nada a excepción de una pequeña mesa redonda con una cajita de madera encima. Los nervios se le pusieron a flor de piel, su preocupación crecía por momentos y rezaba a los Dioses por no haber llegado demasiado tarde, a pesar de que quizá fueran solo paranoias suyas y él no estuviera en peligro, le daba igual, si había alguna posibilidad de que le hicieran daño, ella tendría que destruir esa posibilidad.
Un ruido de algo cayéndose con gran estruendo la alertó. Vio otra puerta, al fondo de la sala, así que casi derrapó hasta llegar a ella, abriéndola con demasiado ímpetu. Estaba a punto de gritar su nombre, cuando lo que vio la dejó paralizada de la sorpresa.
Allí, frente a ella, Larissa se encontraba tirada encima de Julian, con las piernas entre las de él y sus caras a tan escasos centímetros que sus labios no se rozaban, si no que se pegaban como si fuera una unión irrompible. Los libros cubrían el suelo por doquier, pero Scarlett solo tenía ojos para esos dos, para ese beso.
Kira entró detrás un poco después y cuando vio la escena se le dibujó un amago de sonrisa, una mezcla de decepción y victoria.
Al parecer tanto Julian como Larissa estaban hablando muy apresurados, pues movían los labios ahora ya separados, aún tirados en el suelo sin embargo. Scarlett no sabía que decían y seguramente nunca lo sabría, ya que guiada por una furia bastante diferente a la que tuvo con el general, recorrió en tres zancadas la distancia que las separaba y empujó a la muchacha rubia al suelo, tirándola de nuevo.
¡Aléjate de él!—gritó, sin apenas poder respirar y con el corazón acelerado.
Después de esas palabras, todos se quedaron en silencio un buen rato. Hasta que Julian cortó el momento, siendo el primero en hablar.
Scarlett, no es lo que piensas—dijo, ayudando a Larissa a ponerse en pie—Estábamos leyendo algo que Lidia encontró, algo que nos será de mucha ayuda en nuestra búsqueda, cuando se nos cayó la estantería encima y acabamos así. Fue un accidente.
Scarlett lo ignoró totalmente.
Te lo advierto, Larissa, no te atrevas a volver a jugar con nosotros—le lanzó una mirada acusadora—Y no te acerques a Julian.
Kira estaba misteriosamente callado en una esquina, como si estuviera analizando la situación, pero no había perdido su leve sonrisa que porta aquel que sabe algo que no saben los demás.
¡Lo siento! ¡Fue un accidente!—sollozó la hermosa mujer, frotándose con cara dolorida el tobillo.
No tienes por qué disculparte—le dijo Julian, que luego fue hacia la pelirroja, agarrándola por los hombros—Cálmate, no ha pasado nada. Me alegra que te preocupes por mí, pero no tenías que empujar...
Scarlett vio por el rabillo del ojo como mientras el chico estaba de espaldas, Larissa le dedicaba una sonrisa maliciosa saludándola con toda la intención.
No es quien piensas—dijo, intentando calmarse—Ella no es quien tú crees y creo que intentará separarte de nosotros, ¡no puedes dejar que lo haga!
¿Qué? Oh, Scarlett, de veras que no te entiendo...
Otra sonrisa maliciosa. Larissa señaló con un dedo a Julian y luego a sí misma, como si indicara que era de su propiedad, como si dijera “Es mío”
¡Ha estado fingiendo ser una persona que no es!—aunque estuviera mintiendo y engañando a todos, no podía descubrir su verdadera identidad, no podía traicionarla de esa manera. Solo por el recuerdo de una vieja amistad, tal vez—Muestra una sonrisa y parece que es amable, pero solo intenta embaucar a todos y que estén a sus pies. Te usará cuando le seas útil y luego te echará a un lado, siempre lo ha hecho.
¿Siempre lo ha hecho?—dijo Julian—Hablas como si la conocieras desde hace mucho tiempo. Tienes que tranquilizarte, luego hablaremos...
¡Es una ninfa!—estalló Scarlett, dando un paso atrás. Cogió aire y lo repitió—Es una ninfa.
Larissa frunció el ceño, poniendo los brazos en jarras.
¿Qué soy qué? Está bien, de veras siento el accidente, fue mi culpa, me postraré de rodillas si es lo que deseáis, pero dejad de avasallar mi honor de esta forma, no merezco ser insultada de tal manera.
Eso es una acusación estúpida—dijo Julian alzando los ojos al cielo—Yo la veo totalmente humana.
Kira intervino por primera vez en la conversación, con voz tranquila y pausada, como si nada estuviera pasando.
Si Lidia no es una ninfa, no le importará subirse las mangas del vestido, ¿verdad?—ronroneó alzando las cejas con fingida curiosidad.
Para sorpresa de todos, Larissa asintió y sin más, se levantó las mangas de terciopelo con rapidez, dejando al descubierto la prueba defintiva: su piel tenía una tonalidad verdosa, no era carne humana lo miraras como lo miraras. El híbrido y la Guardiana miraron a Julian, esperando que dijera algo.
Este les devolvió la mirada, confuso.
¿Qué?
¿Es que no lo ves?—preguntó Scarlett—¡Su piel!
Julian puso los ojos en blanco.
Sí, una bonita piel blanca de lo más corriente.
¿Puedo irme ya?—dijo Larissa, bajándose las mangas con aire ofendido.
Sin esperar respuesta, se recogió sus faldas con dignidad y salió a grandes pasos con la cabeza alta, con el porte de una reina mientras Scarlett iba a intentar detenerla, siendo frenada por Julian. Ella miró a Kira en busca de apoyo y este habló.
Yo también veía su piel real, pelirroja. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Julian bufó, sentándose en una banqueta con aire resignado. Se pasó las manos por el pelo, cansado.
Ahora resulta que veis cosas que los simples mortales no pueden ver.
Por algún motivo ese comentario molestó de alguna forma a Kira, pues contestó con un tono bastante irritado, conteniéndose para no soltar algo más fuerte.
¿No eres tú el profesor? ¿Te suena de algo el hechizo de una ninfa? Espero que sí, por que si no estás perdido. Vamos, me siento espléndido, te daré una pista: El contacto promueve el conjuro, el beso lo inicia...¿recuerdas ya como se consuma o tu falta de inexperiencia en el tema también abarca este campo?
Julian captó la pulla escondida en el comentario final y se levantó cabreado a la par que confundido.
¡Sé perfectamente como funciona el hechizo! Y sí, tampoco he olvidado que finaliza con el apareamiento, para dar paso a la devoración de la víctima. Pero la señorita Jowell es humana, a no ser que tengáis alguna prueba a parte de vuestras alucinaciones.
Parecía que el Elementar iba a marcharse en cualquier momento, así que Scarlett, desesperada y en mayor parte, preocupada, fue detrás de él para detenerlo.
Él se giró irritado, pero calló al ver la mirada suplicante que tenía la muchacha.
Tienes que saberlo todo, oír mi versión. Si te cuento la historia, desde el principio, tal vez lo entiendas. Por favor.
¿Te das cuenta de lo que pasará si todo esto resulta ser una confusión?—la contempló por largo rato, fijamente—Es la única mujer a parte de las reinas que ha conseguido trabajar en un castillo sin contar a las sirvientas. Si corre el rumor, aunque sea falso, su reputación será dañada para siempre y le destrozarás la vida. Todo por lo que ha luchado se esfumará.
<<No ha luchado. Se ha dedicado a chantajear y manipular a cada persona que se cruzó en su camino y eliminar a aquellos que se oponían a ella. Solo está aquí por el poder, por saber que puede controlarnos a todos, porque siempre le ha encantado sentir que deben hacerle caso, ir bajo su mandato, seguir sus órdenes. No ha luchado. Luchó una vez, hace mucho años, con sinceridad y justicia, sin importarle lo que dijera el mundo sobre ello. Luchó una vez, cuando aún era una chica a la que yo podía llamar amiga y no la cosa en la que se ha convertido>>
Julian no parecía nada convencido ni con ganas de escucharla, de modo que tuvo que emplear su última carta.
¿Recuerdas lo que pasó con Vanessa?—dijo Scarlett, obligándolo a que la mirara a los ojos. Sabía que Kira los estaba mirando, seguramente algo enfadado por que sacara el tema, pero era su última oportunidad—Kira no confió en mí, la creyó antes a ella y cuando te enteraste, me dijiste que tú me habrías creído, te fuiste enfadadísimo a por él. Me acuerdo. Esto es lo mismo.
Scarlett sabía que Julian no permitiría que lo comparara con el híbrido, tenía que funcionar.
Me parece una locura—contestó—Pero te escucharé.
Volvió a sentarse en la banqueta. Scarlett sonrió con una pequeña esperanza de que todo terminara bien y atisbó como Kira salía de la estancia con sigilo.
Me quedaré de guardaespaldas en la puerta—parecía enfadado por algo—Os dejo intimidad.
Scarlett asintió y fue a sentarse en el suelo, en frente de Julian, dispuesta a relatarle entera su historia con Larissa y sus consecuencias. Empezó hablando de una niña perdida en un mar de hierba.
<<El último recuerdo que tengo de cuando era niña, es abrir los ojos una tarde de verano y ver todo verde y suave a mi alrededor. Me dolía el cuerpo en cada una de sus zonas, pues aunque mis heridas no eran graves, tenía muchas, algunas causadas por quemaduras y otras por cualquier otro motivo, no lo sé ni lo sabía en aquel entonces.
De mi familia o mi procedencia no recordaba nada, lo único que tenía era un medallón de plata y mi nombre rondándome en la cabeza. Scarlett Chevalier. Hasta mi ropa estaba destrozada.
Pensé que la noche llegaría de un momento a otro y si tenía suerte moriría allí de frío, así al menos podría dejar de sentir que estaba vacía por dentro. No obstante, una pequeña figura se acercó a mí antes de que el sol se pusiera y me recogió. Yo no veía muy bien, creo, porque siempre estaba borrosa. Solo sabía que tenía una bonita y dulce voz y manos suaves, las cuales me lavaban la sangre y la ceniza y me curaban los daños causados a mi cuerpo.
En algún momento, quién sabe cuándo, volví a recuperar mi vista y conocí a mi salvadora: era una niña, igual que yo, mas a la vez distinta. Su piel, su cabello y sus ojos eran verdes, vestía un precioso vestido a base de hojas y corteza de árbol que le quedaba como un guante y me sonreía.
Su nombre era Larissa.
Nos hicimos amigas casi al instante. Ella era muy curiosa y yo aún más, así que mientras ella me preguntaba sobre mi procedencia, mis padres o la causa de mi mal estado, yo le atosigaba con preguntas acerca de qué había más allá del bosque, donde me había llevado para cuidarme y por qué no me permitía salir.
Era poco lo que yo podía contarle, pues también era poco lo que sabía sobre mí, pero ella respondía con evasivas, comentando de vez en cuando que fuera había gente mala que querría hacernos daño y separarnos si nos encontraban, que en el bosque era libre y yo siempre estaría protegida.
A mí no me parecía mala idea, pues disfrutaba mucho de su compañía y aprendí a moverme por Verdellano, un bonito bosque que había en un valle, el cual yo juraría que estaba encantado.
Las dos crecimos juntas y llegó un día en el que me escapé para investigar y saciar la curiosidad que me estaba matando. Me puse una capa que Larissa me había traído y salí de mi hogar y protección, internándome en el mundo de afuera. Por casualidad llegué a una villa, justo donde se preparaba el Mercado Negro. Yo debía tener unos nueve años y ni idea de qué estaba haciendo tanta gente con tan misteriosos objetos. Por supuesto, era todo ilegal, pero de aquella no lo sabía.
Recorrí las calles oculta, feliz de ver tantas cosas nuevas y me acostumbré al barullo de la gente al hablar a la vez, al sonido de los vestidos cuando las mujeres caminaban y el olor de los puestos de comida. Había poca gente como yo, los que eran humanos se escondían y hablaban en susurros, escapando de los soldados que vigilaban las calles. Una vez cogieron a un hombre y se lo llevaron.
Sabía que no debía dejar que me encontraran, no entendía el por qué, pero me daba igual.
Volví bastante tarde, Larissa me estaba esperando.
Estaba triste, lo notaba, mas me sonrió y me dijo que le diera la mano y la acompañara a un sitio.
Fui con ella y me llevó hasta una casita de techo pintado de rojo, al lado de ella había una granja llena de todo tipo de animales y detrás, un pequeño huerto con lechugas, tomates y repollos.
Larissa me dijo que la señora de la casa buscaba a alguien joven que pudiera trabajar para ella, limpiando y cuidando a los animales, pues iba vieja y necesitaba ayuda. Supe que era hora de separarnos. Ella negó con la cabeza, asegurándome que nos veríamos muy seguido, pues me haría muchas visitas y que yo, cuando pudiera, tendría que ir al bosque de Verdellano también.
Ese fue nuestro trato y durante los siguientes siete años lo cumplimos.
La anciana para la que trabajaba me daba un techo, comida y agua a cambio de limpiar el polvo, ordenar las habitaciones, hacer las camas, cocinar y atender a los animales, dándoles su comida, limpiando su estiércol y mateniéndolos en forma. A mí no me parecía mal, era un poco gruñona y siempre estaba de mal humor, pero con tener donde vivir me conformaba.
Larissa vino a buscarme un día con un aspecto distinto, un aspecto humano. A veces cambiaba su forma para ir a otros sitios, a lugares donde no podría ir una ninfa, lo hacía para investigar y poder ver lo que de otra manera jamás podría. Aquel día vino para que bajáramos a la villa, ya que había mercado y quería comprar algo, no supe el qué. Me puse la capa que me había regalado y...>>
¿¡Fuiste con una ninfa al Mercado Negro tú sola!?—interrumpió Julian de repente—Viviendo en Ozirian...eras una Guardiana y rompiste unas doce normas en un solo día. Increíble.
Scarlett lo miró mal y continuó el relato.
<<...me puse la capa que me había regalado y fui con ella. Ese día las calles estaban increíblemente llenas, nunca las había visto tan saturadas. En un momento dado la perdí de vista y casi me perdí de camino yo también. La gente empujaba por doquier, así que me escabullí como pude y llegué hasta un callejón sin salida. Ahí me encontraron tres hombres lobo. Me defendí como pude, pensé que me acabarían dando un mordisco y todo terminaría así, cuando apareció un chico, mató a uno de ellos y los otros huyeron. Supongo que ya sabes quién era ese chico.
Al final encontré a Larissa y nos marchamos a casa: Kira se había esfumado.
Dos días después volví a la villa, esta vez sola, por la noche, pues la señora de la granja me había ordenado que fuera a buscar las herraduras nuevas para los caballos que el herrero acababa de terminar. Como parecía no poder esperar a mañana, bajé a buscarlas, pero aparecieron unos seres muy extraños. Aún hoy no sé que eran, solo que, cuando los vi, sentí el miedo en estado puro. Nunca antes me había sentido así.
Apareció un jinete y los espíritus se fueron. El jinete era Kira.
Iba a llevarme de nuevo a casa cuando nos encontramos con Chelsea y Mark, así que tuvimos que escondernos. Luego llegó Dáranir y ya conoces el resto de la historia.
Pasaron muchas cosas desde entonces, hasta que cuando volvimos de mi primera misión vimos a Larissa escondida entre los árboles. Kira te dijo que había Largass por el suelo y que deberíamos irnos ya, pero era una excusa. Fui a hablar con ella.
Estaba muy sorprendida de que yo fuera una Guardiana. Al principio no quería aceptarlo, decía que no era uno de los vuestros, que tenía que volver con ella. Intenté explicárselo, para mí era como haber encontrado a una familia. Se resignó y nos despedimos. Todo fue bien, prometimos volver a vernos algún día y...así fue.
El primer día que vi el Muro con mis propios ojos, Dáranir me presentó a una tal Lidia Jowell.
Era exactamente igual a la forma que tomaba Larissa a veces.
Pero su personalidad y su nombre habían cambiado, así que intenté convencerme de que todo era un error, una coincidencia. No lo era.
Cuando llegamos a la posada para hablar con la princesa Nirelia, tú y yo tuvimos una discusión precisamente por esa tal Lidia y me encontré a María en los establos. Hablamos durante un rato y se marchó. Yo iba a irme también, sin embargo escuché la voz de Larissa y me quedé.
Amenzaba a un hombre enano, le decía que quería algo y el hombrecillo intentaba huir. Ella se impacientó y le hizo un corte, ordenándole que lo tuviera para el día siguiente.
Cuando se hubo ido, encaré a Lidia y me confesó que la había descubierto, era Larissa.
Se rió de mí y de todos nosotros, haciéndome ver que para ella éramos como piezas de su ajedrez personal, a las que podía manejar a su antojo. En especial habló de Kira y de ti. Dijo que sería más que sencillo haceros caer en sus redes y yo...bueno, me enfade y le pegué.
Desde entonces quedó claro que lo que hubo de nuestra vieja amistad había desaparecido, pero una parte de mí no podía evitar seguir protegiéndola, por eso no dije nada a nadie, la matarían si lo descubrieran.
Y esto es...todo>>
Julian se quedó mirándola durante un largo minuto, en silencio, concentrado. Después, tras un suspiro, le puso las manos sobre los hombros a Scarlett con cara apenada.
Quiero creerte, Scarlett—dijo, sin mirarla directamente—Pero...pero no puedo. No sin pruebas.
¡Su brazo! ¡Era verde, por los Dioses!—bramó la chica, atormentada—¡Tú no lo ves porque estás empezando a caer en su hechizo!
Julian frunció el ceño y la miró exasperado.
¿Ahora además de ninfa es una bruja?
¡Agh! ¿Por qué te es tan difícil confiar en mí? A veces no solo tienes que ver para creer. ¡Fíate de mí, Julian! Créeme, por favor—imploró, desconsolada.
El Elementar del Viento le acarició la cabeza despacio, con paciencia y suspiró.
Voy a hacer como si no hubiera pasado nada y te aconsejo que hagas lo mismo. Hoy ya nos has metido en demasiados líos, aunque espero que Dáranir lo haya solucionado. Voy a hablar ahora con él, ¿vale?
Scarlett bajó la mirada, derrotada.
Como desees...
Julian salió de la sala. Cuando abrió la puerta cruzó una mirada de odio mutuo con Kira que entró antes de que se cerrara y se apoyó en la pared, cruzado de brazos sin perder la sonrisa.
Scarlett resopló al verlo así, como si los problemas no tuvieran nada que ver con él, o peor, que disfrutaba con ellos.
¿Cómo estás tan contento? Acabaremos perdiendo a Julian...
Kira se encogió de hombros.
No lo creo, pelirroja. Quizás estamos hablando con la persona equivocada—al ver que Scarlett no lo comprendía, siguió—El señorito DuFrain es demasiado testarudo, si lo tratas amablemente procurando explicarle la situación como hiciste tú, se sentirá incómodo y no la aceptará. Si lo haces a la fuerza, mucho peor. Es la típica cabezonería humana. Sin embargo, los entes tienen instintos animales, los cuales no pueden controlar constantemente a su placer, te lo puedo asegurar. Tal vez deberíamos centrarnos más en tratar con la ninfa y menos en el humano.
Scarlett vio que su teoría tenía sentido, pero negó con la cabeza.
Ya he intentado hablar con ella y es igual de testaruda. Se le ha subido el poder a la cabeza...—se levantó, agarrándose un pequeño trozo de pelo y lo soltó tras rizarlo—Está bien, hablaré con ella.
No—declaró Kira. Scarlett lo miró perpleja y este sonrió de oreja a oreja—Déjame a mí esta vez.



                                                                                    ***


Las cadenas cedieron ante el peso del hombre muerto y la cabeza del cadáver se tambaleó hasta que toda su espalda se encorvó y acabó haciendo una accidentada reverencia ante su asesino.
Norian notó como la atomósfera cambiaba, pues otro tipo de cadenas, unas invisibles, entraban arrastrándose en la cueva del trono, en la que hasta el momento solo se encontraban él y otro demonio, Reik.
Cuando el albino entró, habló directamente.
Encontrados mil demonios escondidos en el Submundo, todos ellos dispuestos a luchar por vuestra causa—dijo Cown.
Son muy pocos—siseó el Demonio Supremo, andando de un lado a otro, perdido en sus pensamientos—Muy pocos.
Más los cien mil del Inframundo—apuntó el peliblanco, sin expresión alguna.
Más los cien mil—repitió Norian—Y los Jinetes Negros, si Heline lo consigue...
Caminó hasta su trono de calaveras, pues en el centro había una gran bola morada, tapada por un ligero paño de sombras y humo. Hizo un gesto y el paño desapareció con lentitud, dejando al descubierto una de las cinco bolas reveladoras. La cogió entre sus pálidas manos y susurró unas palabras en demoníaco. Al instante, se le mostró el rostro de la mujer de cabellos azules y ojos rojos como la sangre, haciendo un leve inclinación a modo de saludo.
Informa—ordenó.
Los Jinetes aún no me aceptan como su Séptimo. Hemos asaltado una aldea, pronto haremos lo mismo con la siguiente e insisto para comenzar la recolección de almas, mas se niegan. Objetan que todavía es muy pronto.
¿Objetan?—preguntó Norian, elevando una ceja—Creo que no te deben haber entendido bien. No estoy pidiéndoles que recojan las mil almas, se lo estoy ordenando. Asegúrate de que les quede claro la próxima vez, y si alguno osa negarse, córtale el cuello y dáselo de comer a los cuervos. ¿Han vuelto a hablar de ella?
Heline asintió.
Sí, la llaman reina.
Norian dio un puñetazo de furia contra uno de los brazos, rompiendo en pedazos una calavera.
¿Reina? ¿Qué poder tiene? Ninguno. ¡Ninguno!—notaba una rabia infernal correrle por las venas, de pronto tenía ganas de matar a todos. Chirrió los colmillos y se calmó, haciendo círculos con un dedo en la frente—No hay tiempo. Tendrás que ganarte su liderazgo a base de la fuerza. Encuentra al antiguo Señor de los Jinetes Negros y mátalo. Si tampoco consigues esto, tendré que empezar a replantearme si tomé una buena decisión al matar a tu hermana en vez de a ti. No falles, es tu última oportunidad.
Heline hizo una reverencia, agachando la cabeza.
Érallaf on.
Las nubes sombrías volvieron a cubrir la bola adivina, dispersando el rostro de la mujer demonio. Norian chasqueó los dedos y un manto negro volvió a cubrirla.
Todo sería mucho más fácil si pudiera tomar una forma corpórea en el Submundo, pero la recolección de almas llevaría su tiempo y estaba acabándosele la paciencia.
Si los Guardianes encontraban el libro, sus posibilidades se reducirían. No podían saber dónde se encontraba, pues seguían buscando como idiotas en el reino de Regardezt, cuando las respuestas estaban mucho más lejos, al otro lado del Muro...en una casa de cenizas y recuerdos.
Largo de aquí, Cown. Llama a...
Señor—interrumpió el demonio llamado Reik, delgado hasta los huesos, con la piel amarillenta y los ojos grandes y negros como los de un cordero. Unos ojos que denotaban debilidad. Cuando se dio cuenta de que acababa de interrumpir a su amo, dio un paso atrás intentando ocultar su pánico.
Norian lo miró tranquilamente.
¿Sí?—al ver su contestación y que seguía con vida, casi suspiró de alivio.
Me...me preguntaba si la persona a la que el Oráculo le pasó sus poderes sabe de la existencia del Revelador. Quizá...quizá lo haya notado y sepa que está aquí.
Te haces muchas preguntas, Reik—abrió los ojos de par en par al oír su nombre—No deberías. Obedece y calla, así nos llevaremos bien. Pero para demostrarte lo gentil que es tu amo con sus vasallos, te diré que no, no lo sabe. No obstante, nosotros sí sabemos dónde está ella...
¿Por eso dejásteis escapar al Elementar del Agua?—se le escapó a Reik. No debía hacer preguntas, pero no podía evitarlo.
Norian asintió.
Pensé que mis subordinados tenían un mínimo de inteligencia, no me decepciones. Los Oráculos obtienen sus poderes del mundo espiritual, así que sus capacidades están muy ligadas a sus emociones y sentimientos humanos. Sería fácil capturarla y traerla hasta aquí, mas, ¿de qué nos sirve eso y al cabo de un tiempo se marchitará y sus poderes desaparecerán? Oh, no. Que sea feliz y viva alegre y tranquila, así su don crecerá con fuerza. Gales piensa que debe encontrarla y lo hará, ya lo creo...gracias a su promesa con el antiguo Oráculo, la protegerá y ella se sentirá protegida. Así nuestra valiosa recompensa se mantendrá con vida hasta el momento en el que yo pueda volver a mi legítimo gran reino, el Submundo. Mientras tanto, no debes temer...esa mujer entre las sombras piensa que mi mandato decae y mis súbditos abandonan, cuando es todo lo contrario—Norian sonrió—Tengo una espía infiltrada entre sus propias espías. Qué irónico. Nuestra informadora nos mantendrá al tanto de los presagios de la nueva Oráculo. Y ahora vete, quiero meditar sobre ciertos asuntos...que no son de tu incumbencia.
Reik, que mantuvo los ojos como platos durante todo el discurso, asintió muy lentamente, con la cabeza casi temblándole y sorprendido de lo bien que lo había tratado su Señor. Más le valía no hacer tantas preguntas, quizá la próxima vez no tuviera tanta paciencia.
Salió casi corriendo hacia la desembocadura de la cueva, evitando pasar por el río de lava, cuando escuchó el ruido de un aleteo, como si fuera un pájaro batiendo las alas y una daga le atravesó el cuello.
Cayó desplomado al instante.
Norian lo miró con ojos fríos, hizo un giro de muñeca y el cuerpo voló hasta las llamas de fuego, que lo tragaron, haciéndolo desaparecer para siempre.
No me interrumpas la próxima vez.




Kira se quitó la gabardina quedándose en un chaleco de cuero por encima de una camisa bastante ajustada que remarcaba ligeramente sus músculos. Abrió con calma el pomo de la puerta, entrando y calculando a la perfección los pasos que daba, felinos, engatusadores, sigilosos.
La biblioteca estaba completamente vacía, a excepción de la persona a la que ya esperaba encontrar allí. En un rincón, la bella mujer de cabellos dorados escribía con una fina pluma de búho en un pergamino, sin percatarse de su presencia.
Decidió sorprenderla por atrás, así que se acercó a su nuca y le dio un ligero mordisco repentino, que la hizo saltar del asiento, alarmada.
Disimuló una expresión de satisfacción intentando poner otra de sorpresa y timidez.
Hola...uhm...Larissa, ¿verdad?—ronroneó con voz automáticamente seductora.
Volvió a cambiar su expresión, esta vez fingiendo estar enfadada.
No. Soy Lidia y ya basta de juegos, por favor. Me voy—gruñó, recogiendo sus cosas.
Kira no la iba a dejar marcharse tan rápido. Sin más dilación, con un brazo empujó todas las plumas y los papeles tirándolos al suelo y cuando lo tuvo libre la agarró de la cintura, sentándola en la mesa y le abrió las piernas, colocándose entre ellas, poniendo sus caras a escasos centímetros.
Yo creo que no quieres irte tan pronto.
Era divertido ver como la ninfa apenas podía contenerse. Estaba deseando saltar a por él, en vez de quedarse quieta, rogando porque estuviera escenificando bien su vergüenza y desagrado, cosa que no hacía, porque el corazón le latía con fuerza, tenía las pupilas dilatadas y se mordía un labio, sin dejar de mirarlo a los ojos. Quería atacar, porque no estaba acostumbrada a que la sedujeran a ella.
Kira lo sabía y se aprovechaba de ello.
¿A qué esperas?—murmuró en voz casi inaudible contra el lóbulo de su oreja, el cual luego mordió con cierta lujuria.
Larissa no se resistió más y le rodeó el cuello con los brazos, atrayéndolo hacia ella con una mirada pícara, divertida y sensual. Kira le devolvió la sonrisa y se acercó.
 Cuando sus labios estaban a punto de tocarse el blanco de sus ojos desapareció, para dar paso a la oscuridad infinita, todo negro.
Dejó salir a los colmillos fuera de la boca, pero sin ir más allá.
Larissa se echó para atrás de forma tan salvaje que llevó un golpe en la espalda contra la ventana. Saltó de la mesa como una gata, echando a correr por los pasillos, pero Kira era mil veces más rápido, así que la agarró del vestido y la atrajo hacia sí, mirándola y riéndose.
¿Qué pasa, princesa? ¿Creías que era como July?—le pasó un dedo por delante de las narices, haciéndolo girar hacia los lados varias veces para darle a entender que no—No, no, no. Vaya, ¿sorprendida?
¡MONSTRUO!—gritó ella, realmente asustada. Esa era la reacción que quería. Ya no podía actuar, tenía que seguir su instinto y estaba casi seguro de que este le estaba aconsejando que huyera cuanto antes—¡SÉ LO QUE ERES!
Ambos somos monstruos, cariño. ¿Por qué intentas esconderlo? Uhm...juraría haber leído en alguna parte que los camaleones vuelven a su forma original cuando son presa del pánico. Curioso. ¿Las ninfas seréis iguales?
Larissa se rió en un intento por mostrar seguridad, lo cual no le salió bien, ya que fue una risa histérica.
No te tengo miedo. No me harás daño, Scarlett te odiaría.
Kira la miró suspirando y le acarició la mejilla, camino a acabar la caricia, le hizo un repentino corte en la cara, una pequeña herida, pero que escoció en el momento.
Comprobémoslo—su voz sonó amenazadora y hasta el propio Kira se asustó un poco al comprobar que en ese instante pareció la de su hermano.
Alzó la mano, simplemente por asustarla y su misión tuvo éxito. La ninfa chilló aterrorizada y su cabello, antes rubio, se volvió verde de golpe e incluso creció en tamaño, extendiéndose hasta la cintura. Sus ojos también cambiaron, volviéndose con una forma más felina y dejando la redondez de los humanos, cambiando su color dorado por el esmeralda.
Era la reacción de un animal cuando cree estar en peligro.
Kira, obtenido lo que quería, la soltó y se separó de ella un par de pasos, sin dejar de mirarla para dejarle claro que no podría escapar aunque lo intentara.
No te haré daño...hoy—dijo mirándose las manos despreocupado—Claro que no puedo mantener mi promesa toda la vida...al menos que me des una garantía. Ya sabes, hagamos un pequeño trato.
Larissa lo miró desconfiada.
No se deben hacer tratos con el diablo.
Oh, no te preocupes. Este te gustará—aseguró Kira, sonriendo con seguridad—Sin duda tendrás que alejarte de todos los Guardianes de la Casa Gris, incluídos Scarlett y Julian, por supuesto. Puedes seguir embaucando al rey y los demás cortesanos para mantener tu puesto y tu estatus, pero no influirás en las decisiones del reino y como tal, no formarás parte del consejo. ¿Entendido?
¿Y qué gano yo con todo eso? ¿Mi seguridad?—gruñó, mientras su pelo iba volviendo poco a poco a su falso color original—No es suficiente. Además, tú odias al ese Elementar, lo he notado y es recíproco. ¿Por qué protegerle a él también?
Sí, odio a ese Elementar, pero es nuestro Elementar. No soy tan estúpido como para deshacerme de un controlador del aire por una simple rivalidad, costaría años volver a encontrar al siguiente y prefiero tenerlo de nuestro lado y no detrás de ninfas de dudosa lealtad—dijo Kira, volviendo a su estado normal—Supongo que lo querías por algo en especial. Vamos, di qué necesitabas tan urgentemente para utilizarlo y lo conseguiré.
Larissa se cruzó de brazos y bufó.
No podrías conseguirlo.
Prueba.
El brujo enano que creaba la poción transformadora para mí ha muerto y nadie más en los cuatro reinos la fabrica. La necesito o iré directa a la horca cuando me descubran, por eso quería a vuestro querido Elementar.
Kira asintió.
Vale, la tendrás en dos días.
¿Cómo?—dijo ella, totalmente sorprendida.
¿Tan mal me explico? He dicho que en dos días estará en la ventana de tu dormitorio.
Larissa pestañeó, sin creérselo mucho, pero lo consintió con un asentimiento de cabeza.
Tendrás tu poción y seguridad garantizada, a cambio de que te alejes de los Guardianes y dejes de influir en las decisiones del reino. Ah, se me olvidaba, un pequeño detalle...
¿Qué más?
Creo que sabremos aprovechar tu posición social actual. Verás, tengo ciertos planes para un acontecimiento que ocurrirá en un futuro próximo...y tú me vas a ayudar.