Chispas en la hoguera

martes, 4 de septiembre de 2012

Capítulo 11: Reencuentros con el pasado


Nota de la autora ~> En cierta parte del capítulo encontraréis una canción. Es la que escuchaba yo mientras escribía ese trozo. Podéis ponerla o no, yo lo dejo como una opción para intentar meteros un poco más en los sentimientos de Scarlett.
¡Espero que os guste el capítulo mis queridos Submundianos! :'D


Los primeros rayos del alba asomaron tímidamente por la ventana de piedra, creando luces rojizas y rosadas para los primeros en despertarse...o los que no se habían acostado aún.
La almohada de plumas había acabado tirada en el suelo, echa una especie de ovillo contra la cómoda de madera de roble. Las mantas estaban apiñadas en los pies de la cama y solo las sábanas cubrían sus dos cuerpos.
De pronto, ella asomó la cabeza y una maraña de pelo castaño salió a la superficie, enredado y echo un desastre, después de una agitada noche. Iba a sacar un pie fuera, pero unos brazos la agarraron por la cintura, estrechándola contra otro caluroso cuerpo y soltó un jadeo.
Debo irme—susurró, notando como la piel de su abdomen se erizaba ante el contacto de sus manos—Pronto amanecerá.
A modo de respuesta recibió un pequeño mordico cariñoso en la oreja y como si fuera una pluma, él la obligó a girarse para que se miraran a los ojos.
En serio, tengo que marcharme—hizo un vano esfuerzo por escapar, aunque ella misma no tenía ningunas ganas de irse. El capitán la agarró de las muñecas y le plantó un repentino beso en la boca que la dejó sin respiración. Soltó otro jadeo y sus lenguas comenzaron una excitada competición por ver quién podía introducirse más en la boca del otro, hasta que abrió los ojos, casi riendo y lo empujó hacia atrás, haciéndolo caer sobre el remolino de sábanas—¡Dáranir! ¡Tengo que ir a escoltar a la reina Vitorea hasta aquí!
El aludido suspiró y resignado, la liberó de sus brazos. La Guardiana sonrió y le acarició la mejilla a modo de agradecimiento, enderezándose y empezando a buscar su ropa, que debía estar dispersa por toda la habitación.
No deberían pedirte eso, no eres Guardiana de Arkiria—comentó Dáranir pasándose las manos por el pelo—Además, es un poco ofensivo teniendo en cuenta el por qué la han citado.
Chelsea le echó una mirada de reprimenda y recogió sus medias de una butaca.
Precisamente. Después del ataque a la aldea, las sospechas recaen sobre Ozirian, pero el rey Richard parece que se niega a aceptarlo, lo cual nos beneficia. Quiere mantener la paz y sabe que Arkiria siempre ha sido un gran aliado y confidente de nuestro reino—recordó que quería tratar un tema delicado, así que evitó mirarlo y siguió con su búsqueda de prendas—Y...bueno, ya que estamos en el tema, ¿has hablado con tu padre?
Se hizo el silencio por completo. Un segundo después, el capitán gruñó algo intangible antes de responder.
No—respondió—No más de lo estrictamente necesario.
Chelsea cogió aire pensando en lo que tenía que decir a continuación. Dejó de recoger su vestimenta y se sentó al borde de la cama, acariciando la colcha para distraerse.
He estado pensando que quizá ya es hora de que los dos tengáis una larga conversación...a solas. No puedes evitarlo para siempre.
Ya veremos.
La joven guerrera levantó la mirada clavando sus ojos marrones en él, algo enfadada, pero manteniendo la calma.
Es tu padre. ¡Y no va a dejar de serlo por mucho que lo desees!—objetó, apretando los repliegues de las mantas azules.
Sí, pero yo no soy su hijo. Ya no—terqueó Dáranir devolviéndole una dura mirada—Debió haberlo pensado dos veces antes de tomar una decisión por mí que me cambiaría la vida para siempre. Por no hablar de sus puntos de vista hacia ciertos temas, me repugna en algunos sentidos.
La Guardiana bajó la mirada al escucharlo, pues sabía que en parte tenía razón y que ella estaba involucrada en ello. Rodeó con sus brazos a su líder, acercándose hasta casi fundirse con él, cuerpo contra cuerpo, sin nada que se interpusiera entre su contacto y le dio un leve beso en los labios.
Hizo mal, mas no sabía que estaba cometiendo un gran error, solo quería lo mejor para ti. Deberías hablar con él, Dáranir. Piensa en cómo todo sería más fácil si...
¿Si...?—Dáranir no podía ser rudo con ella cuando la tenía a su lado, pegada a él y abrazándolo, pero eso no evitaba lo mucho que le molestaban sus palabras—Nada sería diferente. Incluso si llegáramos a un acuerdo y me volviera a integrar en la familia retomando mis antiguos cargos, estaríamos separados por nuestras respectivas clases sociales. Eres de una casa noble, Chels, pero no de la realeza. Aunque mi matrimonio con la princesa Nirelia fuera anulado, encontraría a otra para desposarme.
Chelsea se imaginó volver a tener que ceder a su hombre a otra mujer y lo abrazó más fuerte, empujándolo hacia el colchón y situándose encima de él, tirando de forma brusca una manta por encima de ellos. Sus piernas se enredaron alrededor de Dáranir, pegándolo a ella y empezó a besarle el pecho con pasión y fiereza, descendiendo hasta llegar a zonas peligrosas. Disfrutó cuando este no pudo evitar un gemino de placer y cambiaron puestos casi sin que ella se diera cuenta, quedando él encima, mientras con una mirada salvaje y lujuriosa le recorría cada centímetro de su piel, haciéndole sentirse indefensa e impetuosa a la vez.
¿Intentas seducirme para que hable con él?—murmuró Dáranir, acercando sus rostros hasta quedar casi rozándose. Podía sentir su aliento y eso solo lo excitaba más.
Puede—respondió Chelsea también en un murmullo, preguntándose por qué en vez de hablar no utilizaba su boca para otras funciones—¿Funciona?
Mucho—dijo él, recorriendo con un dedo la perfecta línea que había en el medio de sus pechos—Hablaremos, sin embargo, no te prometo que nada vaya a cambiar.
Me vale—se apresuró a contestar Chelsea, casi sudando por la impaciencia.
Buscó con vehemencia sus labios y los encontró. La ropa volvía a estar tirada por el suelo, pero ya habría tiempo para eso más tarde.


                                                                              ***


Anya echó los restos de la noche pasada a los cerdos, que los devoraron con ansia sin apenas masticar, tragando nada más tocar esa mezcla acuosa y marrón que algún día fue un guiso, o algo parecido. El olor en la pocilga era muy fuerte y ella, que estaba acostumbrada al fresco aroma de los pinos y el viento del bosque, se sentía un tanto incómoda en ese ambiente, pero lo soportaba.
Su señora le había ordenado ir a la antigua granja donde hacía un año, vivía y trabajaba Scarlett Chevalier. No comprendía qué diantres tenía que hacer allí, a parte de servir como una esclava para la vieja gruñona dueña de la casa. Llevaba unos días trabajando y lo hacía bien, no podía tener quejas, mas no, esa bruja siempre tenía algo que criticar.
Un pequeño cerdito la empujó con su hocico rosado, pidiéndole más comida.
Ya ha sido suficiente por hoy. Acaba de empezar el día, no seas tan glotón—le reprendió, acariciando sus orejitas con ternura. Un grito agudo y estridente la devolvió a la realidad—Por el dios Ignis, esa anciana va a volverme loca. ¡Voy!
Corrió por la huerta, atisbando los tomates aún verdes y los repollos a punto de empezar a crecer. Se paró para recoger unos cuantos pimientos que estaban bien grandes y dobló su delantal, para meterlos allí y hacer una especie de cesta provisional.
Abrió la puerta que ya estaba entrabierta con la cadera y se apresuró para llegar a la encimera de la cocina para depositar su carga. Como sabía que la dueña se enfadaría si dejaba los pimientos ahí encima, empezó a abrir puertas para buscar los platos. Todavía no se había acostumbrado.
Mientras Anya inspeccionaba las alacenas, oyó como la vieja granjera le daba la bienvenida a dos visitantes con voz molesta.
¡Goul Boonzadi! ¿Qué horas de llegar son estas? Oh, más te vale haberme traído esa maldita paja, mis caballos se mueren de hambre.
Fue otra voz la que contestó, parecía pertenecer a un hombre mayor, quizás un poco más joven que la señora de la casa, pero igualmente un anciano. Se oyó un suspiro y a alguien dejarse caer en una silla.
¡Dame un respiro, Palia! He llegado justo al amanecer y además, si me retrasé un poco fue porque llevaba a un pasajero...
Una tercera voz intervino, sin embargo, esta era mucho más jovial, con un tono serio y maduro, pero suave.
Disculpad el retraso, señora. Fui yo quien le pedí al señor Boonzadi que me llevara, ya que no tengo destino fijo y necesitaba avanzar pronto. Si iba a pie me llevaría siglos—comentó el desconocido.
Anya sintió curiosidad y se giró despacio, para que no se dieran cuenta de su presencia y poder observar al joven con detenimiento. Sin duda la mujer entre las sombras sabía cosas que los simples mortales no podrían saber, pues ya la había advertido de que si esperaba con paciencia, una pieza muy importante del rompecabezas aparecería, vistiendo las pieles de un joven hombre de cabellos dorados y ojos color hierba.
¿Era aquel el Elementar del Agua? Sin duda parecía un tipo raro, tenía algo extravagante que no eras capaz de apreciar a simple vista. Y era noble. Eso seguro, poseía ese aura que tienen en la nobleza de saber lo que están haciendo a todo momento, como si fuera a mantener la situación controlada pasara lo que pasara. Por lo que parecía, acababa de llegar al reino, así que no tendría noticias sobre la aldea arrasada, ni las sospechas sobre Ozirian que habían corrido como un rayo entre la plebe, ni los misteriosos avistamientos de jinetes negros...
Recordaba su papel: divulgar rumores falsos para crear la discordia. Empezaba la misión.
Cogió tres vasos un tanto deformados por el tiempo y los llenó de leche fresca de vaca, colocándolos en una bandeja y yendo a ofrecérselos a los visitantes.
Muy amable por tu parte—dijo el joven con una sonrisa.
Anya sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: calidez. De veras era extraño aquel sujeto, pues solo con su voz conseguía calmar el ambiente y caldearlo. Le devolvió la sonrisa.
No es nada—musitó, entregándole su vaso al anciano—¿De dónde venís?
¡Niña! ¡Nadie te ha pedido que hagas preguntas! ¿Has terminado ya tus tareas?—riñó con una mano alzada a modo de reprimenda insistente la vieja Palia.
Anya alzó una ceja, suspirando. Tenía que controlarse.
Vengo desde muy lejos—respondió el muchacho, dando un sorbo a la leche.
Oh, es mejor que no hubiérais estado por aquí en estos tiempos...dicen que hay un asesino suelto y quién sabe qué aldea se le ocurrirá masacrar ahora...—apretó los puños. Estaba inculpando a alguien que la había abandonado, pero aún así había sido la mejor persona que conoció en su vida cuando estaban juntos—Dicen que monta en un caballo negro...
Goul intervino dando un puñetazo a la mesa de imprevisto y la señora se alarmó, pegando un chillido.
¡Esa masacre no fue obra de un simple asesino! ¡Fueron los hombres de Ozirian, siempre con sus ansias de venganza!—soltó un taco con cara de malas pulgas y rechinó sus dientes, o los pocos que le quedaban.
Estamos en tiempos de paz, ¿para qué querría Ozirian atacarnos?—razonó la anciana.
Y escuché que no es un simple asesino, si no que utiliza las artes oscuras, brujería...incluso algunos opinan que no es de este mundo—Anya se sintió bastante satisfecha al ver que Gales mantenía la atención en ella—Pocos que lo hayan visto han vuelto...se rumorea de su aspecto, que tiene los ojos azules como el hielo, capaces de petrificarte y el cabello negro como la noche y los cuervos. Aparenta ser un apuesto muchacho, pero en realidad es...
¡¿Qué te he dicho de andar con chismorreos, niña?!
La interrupción fue molesta, pero ya no importaba. El Elementar del Agua lo había escuchado todo y sacaría sus propias conclusiones. Solo faltaba el golpe final.
Sintió una punzada de dolor en el estómago. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero la vida de su hermano y la de muchos de los rebeldes dependían de ello, así que no cabía la opción de tener ética.
Yo solo espero que deje de matar mujeres a su elección. Cada noche eligiendo a una distinta, para después acabar con ella...creo que hoy pondré una rejilla en mi ventana—la anciana puso los ojos en blanco y Gales se levantó de su asiento. Anya cogió aire sin que se notase—Juraría que la última en caer fue una muchacha pelirroja.
Gracias por traerme hasta aquí, estoy en deuda con vos—murmuró el joven de cabellos dorados, irguiéndose y estrechándole la mano al transportista. Hizo un cordial saludo hacia las dos mujeres presentes—Tengo que irme. Por cierto, ¿podéis darme la localización de la aldea que fue atacada?


                                                                               ***


Habían intentando que fingiera ser un Guardián por un escasísimo tiempo, pues los riegos eran demasiado altos y podrían descubrirlo.
Su segunda opción había sido intentar actuar como un sirviente de la Casa Gris, pero al parecer su arrogancia sobrepasaba los niveles incluso de la realeza y ser insolente con el príncipe del reino no era lo habitual en un criado. Así que, vaya, una menos.
Y ahora, estaban fingiendo que era una especie de guardaespaldas de los tres Guardianes que serían puestos aprueba, véase Scarlett, Julian y María.
No tenía ningún problema en estar pendiente de las dos chicas, pero tener que cuidar de July...uh, eso le tocaba un poco más la moral. Sobre todo si el señorito bufaba cada vez que daba un paso en su dirección. A pesar de que ya fuera bastante martirio, no se libraba de tener que limpiar el barro del patio, ni cepillar a los caballos de las cuadras. Pero bueno, tenía su lado positivo.
Sentado en las gradas observaba con ojos felinos como entrenaban poco después del alba los intentos de Guardián, capitaneados por el general Walter, que estaba especialmente furioso por la liberación de la pelirroja gracias a Dáranir.
En esos momentos se dedicaban a hacer duelos con la espada uno contra uno y los ojos del híbrido fueron como una flecha hacia uno que le interesó: Strone Walter contra Scarlett Chevalier.
Interesante...
Había fichado a ese chico desde el principio, era como su padre. El pelinegro era hijo del general y lo demostraba con cada gesto y palabra. Sabía por lo que María le había contado que le tenía una manía considerable a las excepciones femeninas en la Guardia, así que la tenía tomada con las chicas. El combate comenzó.
A Kira le sorprendió ver lo mucho que había mejorado la pelirroja en la lucha, era bastante buena y devolvía los golpes con fuerza y determinación, aunque era rápida y ágil en sus movimientos, su oponente pesaba unos cuantos kilos más y lo mismo podía aplicarse con la altura. Era más fuerte que ella por lo tanto también la embestía con más brutalidad haciéndole perder el equilibrio. La pelea terminó rápido acabando con Walter hijo como ganador. Scarlett se apartó el pelo despeinado de la cara respirando entrecortada y se retiró hacia otro duelo que terminaba en ese momento, aunque en este la ganadora había sido la pequeña rubita. A Kira se le escapó una sonrisa por esa niña que aunque no lo aparentaba tenía tanta fuerza.
Al parecer el chico no se conformaba con su victoria, pues fue directo hacia ellas con las claras intenciones de burlarse.
¿Te retiras ya, plebeya?—siseó clavando su espada en la arena y mirándolas con una ceja alzada, desafiante.
Oh, sí, no te merezco—ironizó la pelirroja, dándole la espada.
Kira observaba la escena desde las alturas de las gradas, en silencio y preparado para intervenir, como un depredador al acecho, mas no hizo falta.
Strone iba a obligarla a girarse tirándole del hombro, pero la mano de Julian lo frenó, haciendo que se diera la vuelta.
¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?—gruñó, soltándolo con un empujón para que se apartara de las chicas.
Strone se recompuso y colocó sus ropas en su sitio con aires de grandeza. El Elementar del Viento clavó la mirada en su nuca, totalmente serio hasta que se hubo marchado bien lejos. Luego, se giró hacia las dos muchachas y frunció el ceño.
¿Estáis bien?
María le dio un puñetazo amistoso en el hombro y echó la lengua.
Siempre es un placer que nos saques a la basura de delante, July—dijo.
Julian puso los ojos en blanco apartándole los mechones que seguían cubriéndole los ojos a la pelirroja, dándole una ligera caricia en la mejilla. Scarlett ni se sonrojó, solo le dedicó una sonrisa deliciosa y dulce, apoyando el rostro en su mano.
Kira estaba más que nada, sorprendido. Sorprendido por ver como podían ser tan sinceros el uno con el otro, sin ningún tipo de máscara en la que ocultarse, sin mentiras ni secretos. Frunció el ceño.
<<Sinceridad...algo que yo nunca podré darle a nadie>> pensó, recostándose en los asientos de piedra sumido en sus reflexiones internas, pero sin perder de vista a los tres de abajo.
Su vida estaba compuesta por secretos y mentiras, así había nacido y así moriría, era un destino del que no podía librarse. Era fácil dedicarse a poner una sonrisa de seguridad ante el mundo y hacer creer que nada le importaba, cuando lo difícil era empezar a entender que ciertas cosas importaban, cosas que hasta ese momento consideraba irrelevantes.
Volvió a echar un vistazo con ojos fríos hacia el patio viendo como Scarlett se sentaba en un banco al lado de él con sus manos rozándose, sin inmutarse.
Su mente trabajaba a toda máquina para intentar buscar una explicación a por qué con Julian podía estar cerca sintiéndose cómoda mientras que con él se alejaría a toda prisa y la imagen de la muchacha gritándole a la ninfa para que se alejara le vino de repente. Algo encajó en su cabeza, como una chispa que aparecía y segundos después se había ido. Echó una última mirada y no pudo evitar soltar un pequeño suspiro de resignación.
<<Así que es mutuo, eh...>> susurró para sí mismo jugando con la empuñadura de sus armas. De pronto cayó en la cuenta de que se sentía abatido y de lo estúpido que era eso, así que pasó sus dedos por las hebras de su cabello color ébano, echándoselo hacia atrás y se levantó, poniendo rumbo a las almenaras.
Desde que llegó al castillo había sido uno de sus lugares preferidos, ahí podía estar solo sin nadie que lo interrumpiera si controlaba los horarios de los vigilantes. Por las noches siempre había algún guardia y por las tardes también, pero cuando eran las primeras horas del día, se turnaban cada sesenta minutos para vigilar, por lo que a veces las almenaras quedaban vacías y podía ir a contemplar la ciudad, abarrotada del gentío y los típicos olores humanos, como el reciente olor muy conocido que le acababa de llegar desde atrás.
Es peligroso que estés aquí—comentó girándose y quedando apoyado con los codos en la roca gris que formaba la torre. Una mujer de mediana edad, cabello negro ensortijado y ojos oscuros le devolvió la mirada, quitándose la capa que la cubría—Incluso para una bruja.
¿Acaso no es peligroso que estés tú, niño?—dijo Cidy estirándole una mejilla con cariño. Kira la miró divertido y dejó que jugara un poco con su cara, así que ella terminó por componer una sonrisa cansada—Ya no tengo a dónde volver.
Eso dejó confuso al medio demonio y la mujer siguió hablando, con los hombros gachos. Parecía mucho más mayor de lo que era por culpa de su expresión alicaída.
Han cerrado la posada. Argumentan que es un tugurio de entes borrachos que no tienen donde caerse muertos.
¿Quiénes? ¿Debo emprender una carnicería salvaje?
Guardianes—contestó Cidy mirándolo con un significado oculto tras sus próximas palabras—Y no deberías comentar esas cosas tan alegremente. He tenido un presagio...
Kira elevó los ojos al cielo.
La última vez que tuviste un presagio dijiste que sentías que pronto una lluvia de ranas nos invadiría. No eres adivina, brujita gruñona.
La bruja le lanzó una mirada asesina y con un chasquido, la boca de Kira desapareció.
Ah, no has cambiado, sigues siendo el mismo impertinente de siempre—criticó con los brazos en jarras—Claro que no soy adivina, ese poder solo está al alcance de los Oráculos. Pero mis corazonadas me dicen que puedes estar en peligro...noto una vibración de trampas y engaños en el aire y tiene que ver contigo. Aconsejo cautela, amigo mío.
El híbrido asintió con el semblante serio y mudo, pues seguía sin tener boca para contestar.
Cidy se pasó una mano por los ojos, cansada.
También me han quitado la casa...—al ver la sorpresa de Kira, siguió explicando—La posada era lo único que me daba ganancias, sin ella no puedo pagar mis deudas a la vez que los impuestos. Los Guardianes se quedaron con todo el edificio como pago. He estado durante una semana en casa de unos hechiceros, viejos amigos míos, pero no puedo quedarme indefinidamente. Vine al único lugar donde me siguen acogiendo como hacían antaño. La Unión Rebelde ha encontrado un hueco para mí en sus filas...
Kira, sin poder contenerse más, aplicó su propia magia oscura para deshacer el hechizo.
¿En sus filas? ¿Acaso están planeando atacar a los cuatro reinos?—inquirió, sin salir aún de su asombro. El asentimiento de la bruja solo lo dejó más impresionado—Esto es una locura. Regardezt cree que Ozirian ha eliminado del mapa a una de sus aldeas, si la Unión ataca ahora...Cidy, te envié un halcón para avisarte de la amenaza que viene desde el Inframundo. Sabes que apoyé en su momento los ideales de la rebeldía, pero ahora más que nunca el Submundo debería estar unido.
La bruja negó, poniéndose la capucha de la capa ocultando casi del todo su delgado rostro.
Solo venía a informarte y a ver cómo te encontrabas. Me alegra ver que estás bien—se acercó y le dio un leve beso en la frente, teniendo que ponerse de puntillas. Al dejar de rozar su piel con los labios le echó una mirada fulminante—Y maldita sea, o tú no has parado de crecer en tus trescientos años o yo he encogido. Por cierto, quizás hay más brujas a tu alrededor. Hoy he sentido una poderosa fuente de magia ancestral provenir de un cuerpo...bah, tonterías mías. Cuídate, Kira. Presiento que volveremos a vernos.
Kira sonrió asintiendo y después de un pestañeo, la hechicera ya no estaba allí.


                                                                            ***


Se lavó la cara en la fuente de los jardines del castillo hasta que tuvo la certeza de que estaba inmaculada. Miró su reflejo, absorta en la imagen que le devolvía el agua.
Sus mil veces contadas pecas situadas a los lados de su rostro, el cabello echo un desastre y mal peinado, con una trenza deshecha, la piel ligeramente morena cubierta de cierta cantidad de arena a causa de los entrenamientos. Después de estar toda la mañana y gran parte de la tarde sudando por la testarudez del general de que debían esforzarse al máximo ya que las pruebas serían dentro de muy poco, estaba hecha un desastre. Le dio un manotazo al charco y su imagen se dispersó.
Al marchar para entrar en el alcázar vio como dos soldados giraban la manivela del puente levadizo para dejar paso a un lujoso carruaje tirado por cuatro caballos blancos.
El carruaje paró en la mitad del patio central, el cual estaba después del de entrenamiento, y de él bajó muy apresurado un lacayo, para abrir la puerta a una niña de unos doce años con el cabello castaño perfectamente recogido en un bonito moño bajo, vestida con un largo vestido con bastante volumen con tonos mezclados de rojo y dorado. Tomó de la mano a la otra pasajera y la ayudó a bajar.
Scarlett vio como llegaban por los costados nueve jinetes, uno de ellos Chelsea.
Madre, hemos llegado antes de lo acordado—manifestó la niña alisándose las faldas del vestido.
A Little Princess // La Princesita 8Cierto. Bueno, es una lástima que tenga que dejarte ir a jugar con los príncipes, ¿verdad?—contestó la reina sonriendo.
Scarlett contuvo el aliento. Aquella mujer le imponía respeto a la vez que le otorgaba una cálida sensación de sentirse segura.
La princesa salió andando con prisa hacia el castillo, procurando contener su felicidad infantil y caminar dignamente, aunque le resultaba un poco difícil porque parecía  muerta de ganas por lanzarse a correr.
 La pelirroja sonrió, quería ir a hablar con la reina, pero le daba un poco de congoja acercarse, si había venido a Regardezt desde Arkiria tendría asuntos importantes que atender. Mas como habían llegado temprano, fue la propia reina la que apoyada en su bastón tanteando al suelo, se acercó con lentitud hacia la dirección donde estaba ella. Bajaron dos jinetes, Guardianes, a ayudarla, pero se los quitó de encima con un simple gesto y cuando llegó a estar en frente de Scarlett, se paró en seco.
B-buenas t-ta...—sacudió la cabeza, pensando que actuaba de una manera inmadura e hizo una reverencia—Buenas tardes, Alteza.
¿Eres la pequeña Chevalier?—preguntó la reina Vitorea con una sonrisa, intrigando a Scarlett, que se preguntaba como sabía quién era si no la podía ver—Buenas tardes. Uhm...¿qué te parece si me acompañas a dar un paseo? Me han contado sobre tus investigaciones y creo que tenemos cosas de las que hablar...
Scarlett se irguió al instante, tendiéndole su brazo para que se apoyara. Luego se dio cuenta de que si había rechazado el resto de la ayuda rechazaría la suya también, pero la reina aceptó y se encaminaron por el camino de pequeñas piedras blancas que trazaba parte de los jardines.
Caminaron entre los cerezos y manzanos calladas, hasta que Vitorea rompió el silencio.
Me han dicho que en tu búsqueda de información sobre cierto demonio del mundo antiguo, has estado indagando sin resultados sobre tu familia, ¿me equivoco?
Scarlett contestó que sí. La verdad es que estaba algo desesperada, pues nadie respondía sus dudas.
Supongo que ha sido poco, por no decir nada, lo que has encontrado...—sus pasos eran lentos y seguros y sus ojos ciegos parecían saber más de lo que aparentaban. Era una mujer hermosa, de una belleza frágil y elegante—Tal vez yo puedo ayudarte. Tu madre y yo éramos muy buenas amigas, tanto de pequeñas, como cuando crecimos. Aunque también diferentes, muy difirentes. Yo siempre fui la más tranquila y si me lo permites, sensata, de las dos, mientras que Rouna era un caso perdido, todo el día en busca de aventuras y metiéndose en líos. Oh, si solo fuera así de niña...tu madre era un espíritu libre, le encantaba explorar y era curiosa hasta límites que rozaban la falta de cortesía. Por favor, no creas que te estoy hablando mal de ella, para nada. Yo la adoraba. Me hacía reír hasta cuando quería llorar y si se lo pedía, escapaba de su casa por las noches para venir a verme porque había tenido una pesadilla.
Scarlett sonrió, emocionada y sintiendo una especie de nostalgia en su interior. Apretó un poco más fuerte el brazo de la reina pensando en que hace algunos años, su madre también la habría tocado.
Contadme más, por favor. ¿Cómo era mi padre? Solo me han hablado de mi abuela, Selendre, porque era una famosa Guardiana en su época además de la Elementar del Fuego.
Es normal que te hablaran de tu abuela, se había ganado su fama bien merecida. Era una mujer de acero, dura como ella sola y sabia, oh, sabia como ninguna. He oído que te pareces mucho a ella. Debió ser cosa del destino que sus poderes te fueran transferidos a ti.
¿Eso creéis?—desde que descubrió que era una Elementar y sabiendo que los Elementar al morir pasan su don a otro humano al azar de entre todas las tierras existentes, era curioso, como mínimo, que hubiera heredado el poder de su abuela.
Sí. Sobre tu padre, él era como una tila para Rouna a la vez que la animaba a cometer locuras. Era en parte su sentido de la responsabilidad y por otra parte, su cómplice. Era muy serio cuando se trataba de un asunto importante, pero solía tener un carácter socarrón que personalmente, conseguía sacarme una sonrisa. Y era muy guapo, cuando tenía dieciséis años estuve un poco enamorada de Jeffro...
Scarlett abrió los ojos como platos y tuvo que morderse el labio para no soltar una risita de incredulidad.
Al final entendí que él amaba a Rouna y era recíproco, así que los tres continuamos con nuestra extraña amistad incluso después de que yo fuera coronada. Tu padre pasó a formar parte de mi Guardia y tu madre se convirtió en una de mis damas de compañía—la reina sonrió nostálgica y Scarlett la ayudó a sentarse en un banco. Vitorea la observó con esos ojos que no podían ver—¿Sabes? En realidad te pareces muchísimo a tus abuelos. Eres idéntica a tu abuela materna, pero tus gestos y tu forma de ser es como la de tu abuelo paterno, Durius. Era y es hasta la fecha la persona más amable que conocí, aunque al principio era un poco tímido con los desconocidos. También tu hermano se parecía bastante a él...
¿Mi hermano?—interrumpió la Guardiana, con el corazón palpitante en el pecho.
La reina le apretó la mano con un gesto simple, pero tierno.
Fue el primero en llegar. No lo vi nacer porque estaba en un viaje de negocios fuera del reino, me habría encantado. Se llamaba Aiden. Era un niño encantador y muy fuerte, estaba empeñado en que algún día sería un Guardián como su padre. Y debo decirte que cuando naciste tú, unos años después, fue como un segundo padre, era tan responsable contigo...
Scarlett notó como los ojos empezaban a humedecérsele. Era tan estúpido sentirse así por unas personas a las que no podías ni recordar. ¿Le dolía la pérdida de ellos o no ser capaz de visualizar sus caras? No estaba segura, solo tenía la certeza de que la angustia que sentía en su interior no podría ser reemplazada nunca.
Vitorea calló y fijó sus ojos blancos en ella.
¿No quieres que siga? Lo entenderé, es cruel que yo haya vivido tanto tiempo con ellos y tú tan poco...
¡No!—gritó Scarlett. Se tapó la boca con las manos y se calmó—No, por favor, continuad. En serio, me encanta escucharos. Así que...¿yo era la hermana pequeña?
Había otra—la pelirroja repitió esas palabras en su mente al menos cinco veces—Minna fue la última, era una pequeña que no paraba de llorar, pero cuando lo hacía, se reía y sonreía a todo el mundo. También ella era pelirroja, ¿sabes?
La reina se levantó poco a poco, enderezándose con delicadeza. Recogió un pequeño rizo castaño que se escapaba de su recogido y besó en la frente a Scarlett, sorprendiendo a esta última.
Tengo algo más que contarte. Es sobre el día que naciste—su tono se había vuelto mucho más suave y bajo, como si estuviera contando algo muy personal.
¿Sí?
El día de tu nacimiento, estuve presente—eso no se lo esperaba, así que la muchacha sonrió, algo intimidada por esos momentos que no conseguía recordar, sin esperarse para nada lo que venía a continuación—Tus padres...me nombraron...tu madrina.
El corazón volvió a latirle con premura.
Entendería que no quieras aceptar ser ahijada de una prácticamente desconocida, pero, si se diera el caso de que...
Mi madrina—susurró Scarlett—¿Vos...sois...mi madrina? ¿Ahijada? ¿Yo? ¿Vuestra? ¿De la reina? ¿¡Mi madrina!? Oh, Dioses, por supuesto que no me importaría. Es que es demasiado sorprendente, yo...no me esperaba para nada esto y...es demasiado, es un honor, ¿es legal?
De repente estaba preocupada de que pudiera venir alguien y decirle que de ninguna manera la reina de Arkiria podría tener algo que ver con ella.
¡Claro que es legal!—rió—Y por favor, querida, soy Vitorea. No tienes que tratarme de vos.
Vitorea...—murmuró, algo avergonzada.
Eso está mucho mejor. Si me disculpas, ahora tengo que ir a tratar ciertos asuntos con el rey y a rescatar a los príncipes de las garras de mi hija. Antes de irme, querría darte un pequeño consejo, no de reina a Guardiana, si no de madrina a ahijada—le dio un ligero toquecito con un dedo en la nariz—Es inteligente no confiar en todos, pero también estúpido no confiar en nadie. Quienes eran o son tus amigos no van a dejar de serlo tan fácilmente. Cuando tengas que elegir a quién creer, recuérdalo.
Vitorea se marchó sin más ayuda que su bastón, dejando a Scarlett pensativa sobre lo que acababa de decir, pero con una persona rondando en su mente.
Pues aunque no quería admitirlo, la echaba de menos.