Nota de la autora ~> ¡Pequeño malentendido! Culpa mía. ¿Recordaís que Anya fue a la granja donde vivía Scarlett con la anciana? Pues esa granja está en Ozirian. En capítulos anteriores la situé en Regardezt sin querer por una confusión.
Recapitulemos: Scarlett vivía con la vieja Pania en una granja de Ozirian. Gales llegó con el comerciante de paja hace unos 2 capítulos creo, a esa misma granja, donde estaba Anya. En Ozirian.
Así que Gales ahora está en Ozirian.
Bien, perdón por la confusión XD
¡Espero que os guste Submundianos!
Recapitulemos: Scarlett vivía con la vieja Pania en una granja de Ozirian. Gales llegó con el comerciante de paja hace unos 2 capítulos creo, a esa misma granja, donde estaba Anya. En Ozirian.
Así que Gales ahora está en Ozirian.
Bien, perdón por la confusión XD
¡Espero que os guste Submundianos!
E
l
castillo era un hervidero de gente cuyo movimiento no cesaba ni un
instante. Todos, desde el rey hasta los criados pasando por los
pajes, se estaban preparando para ser el reino anfitrión de
las Tres Pruebas, donde aspirantes de todos los reinos se reunirían
para competir por el título de Guardián.
Cuarenta
chicos, todos ellos procedentes de distintos reinos, andaban nerviosos de un lado a otro,
entrenaban por última vez, intentaban relajarse, oraban a los
Dioses o terminaban de formar sus equipos. Menos un grupo, los demás
ya se habían decidido.
—¿Por
qué nadie quiere venir con nosotros?—se lamentaba María,
mordiéndose las uñas sentada en un pequeño
banquito del jardín trasero.
Julian,
a su lado, leía un libro con las gafas puestas, ignorándola.
La
chica, indignada al comprobar que su compañero no le hacía
ni remoto caso, lo sacudió bruscamente por los hombros. Julian
reaccionó mirándola por encima de las lentes y cerrando
el libro, le dio un golpe con él en su mullida cabecita rubia.
—Quizá
no quieran estar con un incordio como tú.
Eso
la ofendió y se dispuso a robarle el ancho tomo de lectura,
pero el Elementar alzó el brazo, dejándolo fuera de su
alcance. María rechinó los dientes al ver que era
demasiado baja y se cruzó de brazos, enfurruñada y en
silencio.
No
fue hasta unos minutos después, en medio de su guerra por ver
quién hablaba antes, que vieron entrar en el jardín a Scarlett
y Kira, hablando entre ellos.
María
se dispuso a salir corriendo en su dirección, mas Julian la
paró antes de que la vieran.
—Quieta,
vamos a ver si mis prácticas sirven de algo...
Arrancó
una hoja del libro, una de las del final, en blanco y la dobló
habilidosamente hasta crear un barco de papel. Sopló sobre él
y murmuró unas palabras.
—Signaler
votre vol
El
diminuto navío emprendió el vuelo, cruzando el aire con torpeza
hasta llegar a un arbusto cercano a la pareja y detenerse. María
y Julian vieron como los dos sonreían, Scarlett le preguntaba algo
con aspecto intranquilo y Kira asientía, haciendo que ella se relajara en el acto. Luego, él marchaba y ella se quedaba quieta durante un
breve espacio de tiempo, observándolo.
El
barquito de papel, cumplida su misión, volvió a elevarse
directo hacia su dueño y cayó como un gato manso en las manos
de quien lo convocó. De él salió una especie de humo
violeta que asciende, dejando salir unas voces.
“Ahora
deberías irte, dentro de unas horas empiezan las pruebas. Eh,
¿a qué viene esa cara?”
“Oh...nada,
solo estoy un poco...nerviosa.”
“¿Acaso
no es lo normal? Estoy seguro de que te acabarás divirtiendo
pateándoles el culo como es debido. Tengo que marcharme...”
“¡Una
última cosa! ¿Vas a estar allí, entre el
público?”
“No
me lo perdería por nada del mundo. Te prometo que estaré
ahí.”
Scarlett
se giró y comenzó a andar hacia ellos, por lo que María
murmuró en bajo para que no pudiera oírla.
—Julian.
—¿Uhm?
—Cotilla.
El
libro volvió a caer raudo y veloz sobre la cabeza de la
rubita. Cuando la joven llegó hasta donde se encontraban, los
dos elevaron las comisuras de sus labios a la vez en una sonrisa que
pretendía ser inocente y encantadora. Por supuesto, no
funcionó.
Scarlett
los analizó de arriba a abajo, arqueando una ceja con
curiosidad.
—¿Qué
tramáis vosotros dos?—dijo. Al no recibir respuesta, suspiró
y lo pasó por alto—Seguimos sin tener un cuarto integrante y
nos queda poco tiempo para conseguirlo...Walter hijo no para de
recordármelo. Parece que le encanta hurgar en las heridas.
—Lo
único que le quedará para hurgar cuando acaben las
pruebas será el suelo que le haremos besar—comentó
María alegremente.
Scarlett
la miró extrañada.
—¿Cómo
puedes estar tan relajada?—viró la vista hacia Julian, que
observaba el cielo como si no tuviera ninguna preocupación—¿Soy
la única que está nerviosa o qué? ¡También
son vuestras primeras pruebas!
—Pero
tenemos a dos Elementar y a una encantadora rubita, ¿quién
se resiste a nuestro fabuloso trío?—respondió con
simpleza, encogiéndose de hombros.
—Tienes
razón—apoyó Julian para sorpresa de las dos chicas—A
pesar de la gran farsa con lo de encantadora, realmente nosotros dos
tenemos el potencial para ganar.
—¡Eso!—una
gran sonrisa se extendió por el rostro de María, hasta
que poco a poco se fue ensombreciendo—Espera, ¿qué
has querido decir con...? DuFrain, hoy te veo con más ganas de
morir que habitualmente.
Scarlett
no pudo más que rendirse con esos dos tercos en potencia y
marcharse sigilosamente mientras empezaban una discusión a
grandes voces. Llevaba todo el día de un lado para otro, igual
que todos en la ciudad y tenía los nervios a flor de piel. Le
gustaría conocer el truco que tenían sus compañeros
para poseer semejante confianza en sí mismos, pero suponía
que Julian confiaba en sus poderes con el viento y María solo
podía ganar, por la presión que ejercía en ella
su familia. Si perdía, quizá le sucedería lo
mismo que en un pasado le ocurrió a Mark: sufrir la
marginación de los Geneviev, una de las familias fundadoras
por no haber llegado al mínimo que se le exige a cualquiera
con sangre Guardiana y la marca de la media luna en el hombro.
<<Al
menos yo no puedo decepcionar a nadie>> pensaba, y sin embargo,
eso no la reconfortó en absoluto. Sí que tenía a
gente a la que decepcionar, tenía una especie de familia
extraña sin lazos de sangre construida a lo largo de casi seis
meses. Medio año en el que de alguna forma había tenido
dos mentores, una hermana pequeña y dos chicos que a veces
actuaban como hermanos y otras como las dos personas a las que más
aprecio profesaba en su vida actual.
Mientras
paseaba hasta salir de los jardines y entrar casi sin darse cuenta al
castillo, una sensación cálida al mismo tiempo que
ansiosa le recorría el cuerpo. Cuando llegó a las
puertas de la biblioteca bautizada como San Inary, tuvo la certeza de
lo que quería.
<<Haré
que se sientan orgullosos. Porque ahora son mi familia y no tengo
pensado defraudarlos>> decidió, sumergiéndose
entre las infinitas estanterías para comenzar de nuevo la
búsqueda con la que llevaban un mes.
Un
método para matar al demonio más poderoso de todos los
tiempos.
***
Kira
notó la mirada de la pelirroja clavada en su espalda hasta dar
la vuelta en una esquina y dirigirse a los establos. Tenía
unas pocas horas para cumplir el cometido que le habían
asignado. La verdad era que estaba bastante sorprendido, ni se le
pasaba por la cabeza que ellos pudieran tener tanta información
recopilada tras años de búsqueda y planificación.
Aunque
en parte le veía la lógica: él había
estado durante demasiado tiempo a las órdenes del Supremo
hasta que empleó lo que quedaba de su inmortal vida a
encontrar una forma de aniquilarlo, cosa que por ahora, le resultaba
imposible.
Chasqueó
la lengua disgustado y ensilló a Ecoh. Este se dejó
hacer con actitud tranquila hasta que Kira le puso la cabezada y
haciendo apoyo en el estribo izquierdo, subió encima.
Salió
directamente al galope de la cuadra esquivando a la multitud que se
aglomeraba por cada rincón y que al ver a su imponente
montura, se apartaban con temor a ser arrollados. Las puertas
delanteras del castillo estaban abiertas para dar paso a los
campesinos que iban a pagar con sus cosechas los impuestos o nobleza
dedicada a entusiasmarse por las cercanas pruebas. Pasó con
rapidez sin dejar tiempo a que los centinelas que vigilaban pudieran
preguntar a dónde iba y emprendió el viaje hacia
Ozirian.
Cuando
los caminos se fueron haciendo cada vez más estrechos sin ni
un alma recorriéndolos y el bosque que cercaba la capital de
Regardezt pareció más cercano, Kira susurró al
oído de su caballo y él empezó a aumentar el
tranco de sus pisadas, triplicando la velocidad. Pronto los dos
estuvieron internos en la frondosidad, pasada apenas una hora.
El
bosque era amplio y tupido por lo que la única luz que dejaba
pasar era la que reflejaba el sol al introducirse por los huecos
entre hoja y hoja. Así, el suelo estaba iluminado en su justa
medida para pasar desapercibido si se quería y continuar
viendo la dirección en la que ibas.
Kira
recordaba la ruta que debía seguir, después de
trescientos años vagando por el Submundo, todos sus valles y
sendas eran conocidas como la palma de su mano. Había visto
los Cuatro Reinos de arriba a abajo llegando a inspeccionar zonas que
ni los monarcas conocían pues estaban infestadas de entes en
estado salvaje, criaturas primitivas y muy agresivas.
El
silencio de una tarde primaveral lo acompañó durante un
buen trecho, hasta que cayó en la cuenta de que en un lugar
como aquel, una tarde soleada de primavera, silencio es lo que menos
debería haber. Cerró los ojos un instante, dejando que
Ecoh fuera el guía y se concentró en sentir los cuerpos
vivos que lo rodeaban.
Los
pájaros se habían ido, los animales de tierra estaban
escondidos y quietos en sus madrigueras y los pequeños
depredadores de la zona se mantenían alejados, temerosos de
algo.
Abrió
los ojos y alentó al animal a incrementar el galope.
Lo
estaban siguiendo.
<<Demonios
rastreadores>> pensó, sin volver la vista hacia atrás
<<Al parecer no solo son los ciudadanos de Regardezt los que
parecen brotar del suelo...los diablos están agrupándose...y
siguen órdenes>>
Sus
perseguidores eran rápidos, quizá tres o cuatro y
pretendían que su presencia no fuera visible. Pero ni eran tan
veloces como Ecoh, ni Kira tan ciego para no verlos. Aún así,
el tiempo en el que podía ser temerario y divertirse con
cualquier adversario jugando con él antes de terminarlo había
acabado, ahora debía actuar con raciocinio y ser muy prudente.
Reflexionó
durante un minuto: podía llevarles bastante ventaja pero no
conseguiría despistarlos.
Cogió
ambas riendas con la mano derecha y quitando el guante negro de la
izquierda, invocó una pequeña llama de fuego verde que
crepitó débilmente en su mano hasta que echó un
soplo sobre ella, murmurando en demoníaco.
—Émavell,
avell, émavell...
Súbitamente,
la llama creció hasta rodearlos por completo y tan rápido
como se había elevado, desapareció y con ella, el
jinete y su montura.
Reapareció
en medio de un campo de cultivos aún montado en Ecoh, que bufó
enfadado por el repentino mareo que producía en cualquiera que
no fuera uno de su especie o poseedor de magia las transportaciones.
Aunque Ecoh era un animal nacido en el Inframundo, seguía
siendo un animal y no lo llevaba con tanta naturalidad como él.
A
pesar de que se encontrara perfectamente, podía notar como las
fuerzas lo abandonaban para dar paso a la ligera debilidad en la que
queda cualquier demonio después de una transportación.
Analizó
el entorno.
Se
hallaba en el campo, al lado de un pequeño huerto propiedad de
una granja de donde se podía ver el humo salir de la chimenea.
Le hizo señas al caballo para que lo esperara y avanzó
hasta la puerta de crujiente madera mellada por los años. Tocó
varias veces.
—¡Va,
va!—gritó una voz cascada desde dentro.
Se
oyó como iba abriendo los múltiples pestillos hasta
lograr abrirla. Apareció una anciana de corta estatura, llena
de marcadas arrugas en una expresión de hostilidad y
cansancio. Se rehízo torpemente el moño de pelo canoso
y limpió las manos en su delantal.
—¿Quién
sois?—preguntó, desconfiada.
—Un
viajero extraviado, señora. No busco cobijo, solo un poco de
agua y un mendrugo de pan para calmar mi sed y recuperar fuerzas—le
sonrió con simpleza, poniendo cara ingenua.
Seguía
mirándolo con recelo, mas terminó por dejarlo pasar.
Kira
entró y nada más poner un pie en la casa tuvo por
certeza que la información que le habían dado sobre el
lugar y su principal habitante era verdad. Inspeccionó sus
alrededores, encontrando lo que era habitual en una casa de campo:
un sitio de espacio reducido, lleno de cestas de hortalizas y frutas,
con poca carne en la cocina debido a su precio y madera vieja, pero
buena, en los muebles. La chimenea estaba encendida aunque no hiciera
frío, quizá debido a que la edad de la anciana le
hubiera ocasionado varias enfermedades.
<<¿O
no es eso lo que cualquiera creería?>>dijo para sí
mismo.
—Aquí
tenéis pan y un buen trozo de queso, ahora traigo el
agua—rosmó, metiendo las narices en una alacena para llegar
hasta los vasos—Vienen muchos viajeros perdidos últimamente.
Eso
tomó por sorpresa a Kira.
—¿Ah,
sí? ¿Y quiénes?
—Un
tipo—respondió secamente, dándole el vaso de agua.
Kira comió un trozo de queso y alzó el vaso, sin
apartar la mirada de ella—Era alto y educado.
Resignado
por tan poca información, se centró en beber y cuando
acabó lo dejó sobre la mesa. Iba a levantarse cuando se
fijó un poco mejor. El vaso tenía tres líneas
onduladas unas encima de otras formando lo que parecían olas.
<<La
marca de Unda, Diosa del Agua...¿qué diantres?>>
—¿Sabéis?
En realidad busco algo, un libro—comentó sosegadamente como
si le diera poca importancia—Es un libro muy especial, habla sobre
Dioses y mitos.
—Hay
muchos libros así y en esta casa ninguno, puesto que no sé
leer—contestó la vieja.
Kira clavó los ojos en los suyos, con una sonrisa de lobo
extendiéndose poco a poco.
—Como
ya he dicho, este es especial. Creo que lo tenéis vos y si no,
sabéis su paradero. Hay un mito en concreto que habla de la
forja de una espada con unas propiedades muy interesantes. ¿Lo
recodáis ya, tal vez?—la anciana parecía un tanto más
nerviosa que antes, pero se mantenía firme. Negó. Kira
suspiró—Supongo que no me has entendido. He dicho que quiero
ese libro.
—Pues
buscad en una biblioteca—respondió, dándole la
espalda y ocultando las manos.
El
híbrido tuvo un mal presentimiento y desenvainó las dos
espadas que pararon a tiempo un cuchillo de carnicero el cual le iba
directo al pescuezo.
—Me
alegro de que empieces a dar la cara—ronroneó, acercándose
con la lentitud de un felino que acecha a su presa—¿Así
que Norian mandó a un demonio inferior para tener controlada a
la pequeña pelirroja desde su más dulce infancia? Qué
enternecedor.
La
anciana le devolvió la sonrisa, ensanchándose tanto que
casi parecía que iba a salírsele de la piel.
—Lamento
decirte que soy de un nivel superior, engendro.
Kira
alzó las cejas algo impresionado y luego soltó una
carcajada.
—Bien.
Intenta no aburrirme.
***
—¡Vamos,
vamos, vamos! ¿¡Qué diablos haces, Yaren!?
¡Vuelve ahora mismo con tu equipo maldito descerebrado! ¡Quedan
diez minutos, ni uno más así que como vea que falta
alguien, cuando lo encuentre va directo a la picota!
El
general Walter parecía estar de peor humor que nunca y lo
único que conseguía era poner más nerviosos de
lo que ya estaban a los aspirantes a Guardianes. Los grupos se
encontraban oficialmente formados menos uno y todos estaban
presentes, delante de la descomunal puerta de entrada para los
jugadores del Coliseo, menos una persona.
—¡Eh,
vosotros! ¡Geneviev, DuFrain, os estoy hablando!—María
dio un brinco sobresaltada y ambos se giraron para atender a Septimus
Walter—¿Dónde está Chevalier? ¿Se ha
perdido o es que no tiene valor suficiente?
—¡Solo
está...ausente por ahora!—protestó María,
aunque en realidad no tenía ni idea del paradero de su amiga.
—Vendrá
pronto—prometió Julian.
—Más
le vale.
Scarlett
no estaba muy lejos de allí. Había escapado de la
multitud, pues nunca le gustaron las grandes muchedumbres y había
encontrado una sala entre las muchas del Coliseo, el lugar público
donde celebraban los espectáculos en cada reino. Solo las
personas de clase alta podían entrar, pero aún así
muchos plebeyos curiosos se juntaban en la entrada para poder
vislumbrar aunque fuera a los aspirantes antes de sus pruebas. Eso
solo la incomodaba más y a esas horas, con tan poco tiempo por
delante, ya tenía un horrible nudo en el estómago a
causa de la tensión.
Quería
poder decirles a todos que lo pararan, que no quería continuar
con esa locura. Salir ahí, delante de todas esas personas que
aplaudirían o abuchearían como si fuera lo último
que hacer en esta vida, con todos los ojos fijos en ella...cada vez
que lo pensaba el nudo del estómago le pegaba un puñetazo
con toda la mala intención.
La
sala en la que se encontraba estaba vacía, absolutamente
vacía. Estaba sentada en el frío suelo de una esquina
pensando que tenía que marcharse ya o llegaría tarde.
De
repente, la puerta se abrió, sobresaltándola.
—¿Scarlett?—preguntó
una voz conocida.
Su
primer impulso fue levantarse como un resorte.
—¿¡Sí!?—contestó,
más alto de lo que pretendía.
—¿Un
ataque de pánico?—dijo Chelsea entrando y mirándola.
Su mirada no mostraba crítica, pero tampoco compasión.
Simplemente...era como si la comprendiera.
—No,
solo son los nervios—se dio dos palmadas en las mejillas para
espabilarse—Saldré ahí ahora mismo, no te preocupes.
Chelsea
miró afuera y cerró la puerta, yendo hasta ella. Cogió
un poco de aire y empezó a hablar.
—Escúchame
bien porque lo que te voy que decir es importante—Scarlett asintió,
toda oídos—Tú no eres inferior, ni superior a
cualquiera de los cuarenta que entraréis hoy a la arena. Sois
todos iguales. Sé que piensas que te superan en fuerza física,
velocidad, resistencia y habilidad con las armas y tienes razón.
Sin embargo, esas no son las cualidades que definen a un buen
Guardián. ¿Sabes nuestro lema, verdad?
—Honor,
valor, lealtad—recitó Scarlett.
—Exacto.
Creo que con el tiempo que hemos pasado juntas, me puedo permitir
decir que conseguí conocerte bastante bien. No sé tú,
pero yo he conocido a una chica valiente, honorable y leal.
Scarlett
se ruborizó y apartó la mirada, frunciendo el ceño.
—Una
chica valiente...—repitió, con ironía para sí
misma al recordarse que estaba allí dentro aún.
Chelsea
frunció el ceño y le agarró las mejillas
estirándolas hasta que llegó a ser un tanto doloroso.
Scarlett puso una mueca de dolor y luego rió.
—Hay
algo muy infravalorado en nuestra sociedad, hasta tú lo
menosprecias. Se llama bondad. Un Guardián necesita
ciertas actitudes físicas, por supuesto, pero lo que lo hace
pertenecer verdaderamente a la Guardia en sí, como se creó
hace casi tres siglos, es su capacidad de sentir compasión—Scarlett
alzó las cejas, extrañada, preguntándose de qué le serviría la compasión contra una espada—La compasión no se
muestra solo internándote en un convento y ayudando a los
necesitados. La compasión de la Guardia se muestra luchando día
a día por aquellos que lo necesitan. Nuestro mayor deber es
proteger. Te pueden decir que proteges principalmente a tu rey, pero
no los escuches, si sientes que eres un Guardián, estás
protegiendo a todo el Submundo. Muchos salen ahí fuera para
ganar fama, porque su familia le obliga o porque no saben qué
más hacer con su vida. Cuando salgas, quiero que pienses en
cómo te sentiste en la Ceremonia de cacería. No pienses
en que si ganas conseguirás un título. Piensa en que si
ganas, conseguirás cambiar las cosas. Puede que no tengas el
poder de una reina, pero muchos granitos de arena pueden formar una
montaña.
Scarlett se había quedado tan atónita ante las palabras de Chelsea
que ni había pestañeado. Esta se dio cuenta de que era
mucha información para procesar y le dio un empujón
cariñoso hacia la puerta.
—Y
ahora, venga, ¡corre!
La
pelirroja sonrió a Chelsea con una mirada que lo decía
todo sin palabras y salió corriendo hacia la entrada del
Coliseo. Cuando llegó ya se escuchaba el clamor de la música
fuera y los gritos entusiasmados del público, impacientes
porque salieran los participantes. María casi se desmaya del
alivio al verla llegar.
—¡¿Dónde
estabas?!—gritó, abrazándola.
—No
importa—contestó Scarlett, apartándola con
suavidad—Lo importante es que ya estoy aquí. ¿Habéis
visto a Kira?
—No—respondió
María—Supongo que ya estará entre el público.
¡Por cierto, mira quién se ha unido a nosotros a última
hora.
Un
chico alto de pelo cobrizo la saludó.
—¿Ruber?—dijo
Scarlett—¿No estabas en el equipo de Strone?
—Sí,
estaba—dijo Ruber sonriendo.
Julian
la miró con un toque misterioso y arrugó el entrecejo.
—Al
parecer uno de nuestros salvator ya nos ha hecho un primer
favor.
—¡Están
abriendo las puertas!—chilló María.
Su
equipo era el último de la fila, así que fueron viendo
como entraban los de delante mientras la luz del estadio y los
aplausos del gentío resonaban en sus tímpanos. Cuando
llegó su turno, Scarlett, María y Julian se miraron
entre sí.
Dieron
un paso adelante y entraron en la arena.
***
Kira
escupió sangre una última vez y se limpió con la
manga de su abrigo que apenas varió de color debido a su
tonalidad negra. El demonio que poseía a la anciana no había
mentido: era un superior y le había dado bastante guerra.
Había perdido la noción del tiempo en la pelea y toda
la cocina de la granja estaba desordenada, con el suelo lleno de
sangre oscura y un cadáver degollado encima de las primeras
escaleras.
Subió
al segundo piso, comprobando habitación por habitación
buscando algún indicio del paradero del libro o el libro en
sí. Nada. Lo único que percibió fue un ligero
rastro que había dejado el olor de Scarlett tiempo atrás.
Se quedó un rato en esa estancia, maravillado por lo que le
agradaba el aroma a fresas, fuego y leña seca.
Se
llevó la mano a las costillas, dolorido y se mordió el
labio inferior, molesto. No podía volver a transportarse hasta
Regardezt en esas condiciones, en unas horas se curaría, pero
para aquel entonces no llegaría a tiempo...
Según
bajaba de nuevo por donde había subido, iba dejando salir de
las palmas de sus manos llamas que lo devoraban todo a su paso. Salió
de la casa, liberó a los animales de los establos, pocilgas y
gallineros, convocó un fuego más grande que los
anteriores y lo lanzó contra la entrada de la granja. El humo
siguió ascendiendo y con él las llamas.
Soltó
una maldición y se centró en caminar hasta Ecoh, que lo
esperaba fielmente tumbado en la hierba. Primero tenía que
informar de que había cumplido la misión, o al menos
parte de ella.