Nota de la autora ~> ¡HA LLEGADO LA PRIMERA PRUEBA! Este es un capítulo con mucha acción pero también con mucho sentimiento, en especial al final. Quiero dedicárselo a Sarah, porque era la que más ansiosa estaba por que llegase la prueba y bueno...por ciertas cosas Juliett que suceden en este capítulo. ¡Disfruta, Sarah!
*La Mayor Santa Anya: Las iglesias son denominadas Mayor o Menor.
Aviso que el capítulo es larguillo. ¡Besos!
Nunca
se había visto tal magnitud de gente reunida en un mismo
lugar.
El
Coliseo parecía poder llegar a acoger a por lo menos todos los
habitantes de dos de los cuatro reinos y las gradas estaban inundadas
por una muchedumbre de hombres y mujeres gritando, levantándose,
aplaudiendo y riendo, felices de ver su esperado espectáculo.
Cuanto
más cerca de la arena se estuviera, mejor sería la
visualización, así que en los puestos más altos
se situaban las gentes de menos clase social, la mayoría
campesinos a los que sus señores les habían otorgado el
permiso de asistir o artesanos, entre los cuales se encontraban
zapateros, herreros, sastres...
En
los asientos del medio, estaban los otorgadores de beneficios, como
comerciantes, mercaderes o banqueros y la baja nobleza, sobre todo
condes y marqueses con sus respectivas familias.
Ya
próximos al terreno, estaban los de la alta nobleza: duques,
parientes de las familias reales, damas de compañía de
las reinas, consejeros reales, predicadores supremos de la fe a los
Dioses...
Justo
en el medio de estas primeras gradas, estaban dos agrupaciones de
asientos privilegiados que se separaban del resto. El primero era
para los reyes y reinas y el segundo para los jueces. Estos últimos
siempre eran cuatro, tantos como reinos: un rey o una reina, un
príncipe o una princesa (en el caso de que fuera hija de la
regente de Narendil o Arkiria, ya que si no fuera así no se
permitiría que una mujer ocupara el puesto), el capitán
de la guardia del reino en donde se celebraran las pruebas y un
sacerdote.
Ese
año los elegidos como jueces habían sido la reina
Vitorea de Arkiria, el príncipe Rickard de Regardezt, el
capitán Sheen Lubert y el clérigo Azam de la Mayor
Santa Anya, proveniente de Narendil.
Cuando
los diez equipos pasaron las puertas y el último de ellos se
arrodilló ante los soberanos como saludo, los ojos de la reina
jueza se juntaron con los de Scarlett hasta que esta apartó la
mirada. El bullicio que creaban los espectadores se acalló
cuando el rey Richard de Regardezt se puso en pie para tomar la
palabra.
—Quiero
daros a todos la bienvenida a las Pruebas Guardianas. Este año
se me ha otorgado el honor de ser el anfitrión elegido y tanto
yo como todo el reino nos sentidos enormemente agradecidos por poder
teneros aquí, a nuestros futuros protectores, a los cuáles
me dirijo ahora—el monarca procedió a dejar de hablar hacia
el público y enfocó su vista en ellos. Tenía
unos gestos severos y serios, pero aportaba confianza y ánimo
a los que serían probados—Habéis oído muchas
cosas acerca de estas pruebas, incluso puede que estuvierais
presentes en algunas, no obstante, permitidme un pequeño
consejo: los desafíos varían con cada generación,
así que no os guiéis por habladurías y rumores
varios, solo un limitado grupo de personas sabe con certeza qué
encontraréis y en qué momento. Ahora cedo la palabra al
consejero real, que os explicará con más detalle la
primera etapa de vuestro recorrido. Que la Diosa os ampare.
Los
jóvenes, expectantes en la arena y petrificados como estatuas,
escuchaban con una atención casi devota, rectos y con la
cabeza erguida, como soldados esperando órdenes. Entonces el
consejero, un hombre viejo y encorvado, tomó la palabra.
—Como
os habréis fijado, rodeando las arenas del Coliseo se
encuentran siete puertas. Habéis entrado por una de ellas, la
más grande, que ahora permanece cerrada, mas las que os deben
importar en este momento son las seis restantes—mientras hablaba,
los muchachos volteaban la cabeza para mirar a su alrededor y ver
que, efectivamente, estaban rodeados por entradas, más que
puertas, con una ligera forma redonda de las que se podía ver
que salían unos barrotes en la parte superior, quizá un
mecanismo para cerrarlas rápidamente—El modo de ganar esta
prueba es sencillo: el equipo debe pasar por una de esas puertas,
cualquiera. Sin embargo, atención ahora. Es obligatorio que
todos los miembros del equipo, sin excepción alguna, crucen la
puerta, ya que si no, se contará como fallida para el grupo
entero. Bien. Por si no lo habíais notado, hay seis puertas,
sí, pero...diez equipos. Cuando un equipo al completo logra
pasar la línea que separa la arena de la puerta elegida, esta
se cerrará, por lo tanto será imposible para los otros
participantes intentar pasar por ahí. Puesto que no habrá
tiempo, la prueba finaliza cuando seis equipos consiguen cruzar al
otro lado. Los cuatro restantes que queden en la arena, serán
eliminados y no podrán pasar a la siguiente fase.
La
primera prueba no será mortal, así que cualquiera que
cause la muerte a alguno de sus contrincantes, será expulsado
para siempre y jamás podrá entrar en la Guardia,
siendo, por supuesto, arrestado de por vida, excepto determinados
casos puntuales, como accidentes, en los que serán los jueces
quienes decidan la inocencia o culpabilidad del acusado. Tenéis
a vuestra disposición, colgadas en las paredes aleatoriamente
y esparcidas por el suelo, armas con las que defenderos de los otros
concursantes...y de cualquier otra circunstancia que pueda surgir.
Al
toque del cuerno, comenzará la prueba.
Buena
suerte y que los Dioses os amparen.
Antes
de que el buen señor acabara de explicarse, el público
volvió a rugir de nuevo, emocionado y ansioso por ver el
espectáculo. En cambio, los Guardianes parecían
nerviosos.
—¿A
qué se ha referido con “cualquier otra circunstancia que
pueda surgir”?—preguntó Scarlett a Julian en susurros.
Este
se encogió de hombros, visiblemente tenso.
—Ni
idea. Oye, escúchame bien: nada más empezar, quiero que
corras lo más deprisa que puedas hacia la puerta que tenemos
detrás, ¿entendido? Nosotros iremos detrás de ti
por si a alguien se le ocurre atacar o por el contrario, tenemos la
puerta libre—ni si quiera la miraba, parecía absorto
paseando la vista de un lado a otro, buscando algo.
Scarlett
elevó ambas cejas, algo sorprendida.
—Así
no podré ayudaros, además, creo que es mejor que
vayamos todos juntos. Pero tienes razón...¿cómo
es posible que algunos equipos vayan a tener las puertas libres por
pura coincidencia y otros no? ¡No sabemos qué están
pensando el resto y sería injusto!
Julian
le lanzó una mirada de reprimenda que decía “No
terquees y haz lo que te digo”
—La
moza tiene razón, DuFrain—apuntó su otro compañero,
Ruber—Esto es muy raro.
—Callaos
los dos ya, esto está a punto de empezar.
De
repente, les llegó el grave sonido que solo se podría
identificar como la llamada de un cuerno de Regardezt. Lejos de
perder tiempo, los participantes echaron a correr como poseídos
hacia una puerta concreta. Scarlett decidió hacer caso a
Julian y corrió hacia la entrada que tenían detrás,
con una distancia considerable de por medio. A pesar de lo que el
chico hubiera planeado, María corrió a su lado y si no
fuera por la velocidad que llevaban, juraría que le había
guiñado un ojo. Ruber se había quedado algo atrás
para ir a recoger una maza tirada en el suelo y Julian las seguía
sin quitarles la vista de encima.
Por
desgracia para ellos, otro equipo se dirigía al mismo sitio.
Uno
de los cuatro jóvenes enormes que los perseguían,
cargado con una lanza, fue a por Ruber, quien recibió el
ataque sin mucha sorpresa, conteniéndolo con facilidad. Los
dos tenían una constitución física parecida,
altos y corpulentos, así que sería un combate igualado.
Otros
dos avanzaron hacia la puerta, intentando ganarles terreno a María
y Scarlett, pero estas iban adelantadas, por lo que decidieron
arremeter contra ellas. Para que no se tuvieran que parar a pelear y
así retrasarse, Julian hizo un ademán ascendente con la
mano, como si estuviera ordenándole a algo invisible que se
levantase y acto seguido, un pequeño remolino barrió la
arena de la zona, echando hacia atrás a los muchachos y
cegándolos.
Ya
les quedaba poco para llegar a la puerta, cuando escucharon un
horrible rugido. María y Julian siguieron corriendo, pero
Scarlett vio de reojo como un gigantesco tigre salía de una de
las puertas a las que iba a entrar un equipo sin contrincante alguno
para frenarlos. El animal era un coloso, no un tigre normal y
corriente, por muy poco comunes que fueran ya de por sí.
—¡María!—oyó
gritar a Julian.
La
pelirroja volvió a girar la cabeza, alarmada pensando que
habían atacado a su amiga, cuando tuvo que reprimir un grito
de sorpresa al ver que tenía el pie del chico que había
quedado del otro equipo a escasos centímetros de su cara, en
lo que iba a ser una dolorosa patada si María no la hubiera
frenado con su muñeca, ahora algo enrojecida e hinchada por la
parada. Entonces comprendió que Julian había gritado
para avisar a la rubia de que parase el golpe que debería
haberle llegado a ella. María agarró con las dos manos
el tobillo del joven y lo lanzó por los aires, haciendo que
cayera con un horrible ruido pocos metros más allá.
Iban
a llegar por fin a la puerta, cuando de ella salió un gruñido
que no deparaba nada bueno.
—León...—dijo
Scarlett en susurros.
—¿Qué?—preguntó
Julian, el cual por fin las había alcanzado. Ruber se había
quedado algo atrás, aún luchando.
—¡León!—repitió,
esta vez gritando.
Sin
esperar a que Julian lo comprendiera, agarró su mano y tiró
de él. Este pareció entender la indirecta y corrió
primero a su lado, mas después quiso tomar la delantera y
guiarle él a ella.
El
león iba a salir sí o sí, así que María
había salido por patas también, para ir a ayudar a
Ruber.
Julian
la arrastró hasta una esquina de la arena, empujándola
con vehemencia hacia una roca negra que serviría como escudo.
Se tomó un momento para tomarla suavemente del rostro y
obligarla a mirarlo a los ojos.
—Volveré
cuando tengamos una puerta libre. No te muevas hasta que vuelva a
buscarte. Si viene alguien, grita y vendré corriendo a por ti,
¿vale?—parecía ansioso por que lo entendiera.
—¡No
puedo quedarme esperando sin más!—replicó Scarlett,
más ansiosa aún—Somos un equipo, trabajemos juntos...
Julian
simuló pensárselo un rato, hasta que finalmente negó
con la cabeza.
<<¿Eso
significa que no me ve como parte del equipo?>> se preguntó
Scarlett con tristeza. Una tristeza que se disolvió en un
segundo cuando vislumbró a un chico que blandía la
empuñadura de una espada con la intención de propinarle
un golpe en la espalda al Elementar.
Scarlett
supo que no era momento para pensar en la mejor estrategia, así
que hizo lo primero que se le ocurrió y arremetió
contra él sin portar arma ninguna, solo con su propia fuerza y
su deseo de proteger a Julian. El impulso los tiró a los dos
al suelo y empezaron a forcejear para conseguir la espada. El chico
la agarró de forma salvaje de la mandíbula y recogió
el arma, sin embargo, Scarlett le mordió con todas sus ganas y
este no pudo hacer más que soltarla y reaccionar por instinto,
dejándola caer de nuevo. Ella aprovechó el momento para
agarrarla y sin más miramientos, le estampó la hoja por
la parte plana en el vientre, haciendo que el joven se encogiera de
dolor, cayendo para retorcerse.
Julian
la miraba bastante asombrado por la repentina muestra de ferocidad
hasta que recobró la compostura y le obligó a agacharse
tras la roca otra vez.
—Quédate
aquí—fue lo único que dijo antes de lanzarse contra
otro equipo en solitario.
—¡De
nada!—le gritó Scarlett con rabia, apretando los puños.
Un
poco más lejos, vio a Ruber salir vencedor de una pequeña
pelea y encaminarse hacia una puerta libre, por la que antes de
entrar, buscó al resto del equipo con la mirada, mas no
encontró a ninguno a la vista. Dio dos pasos más y la
prueba terminó para él. Había entrado.
Desde
su posición podía ver todo con una buena perspectiva,
así que también observó como Julian había
encontrado a Ruber y volvía para buscarla.
Algunas
puertas se cerraron de golpe. Debían haber conseguido entrar
la mitad de los grupos ya.
Un
grupo la había descubierto y se dirigían hacia ella sin
buenas intenciones, así que Scarlett empezó a ponerse
nerviosa. No tenía para defenderse más que una espada
mellada y valor, un valor que parecía haberse disipado y que
necesitaba volver a encontrar.
De
repente, lo recordó. Sabía que podía recuperar
fuerzas si veía algo de apoyo entre todo ese público
que solo quería sangre y espectáculo. Buscó
desesperada unos ojos azules como la tormenta entre las multitudes,
pues sabía que solo necesitaba una sonrisa de lobo para
infundirle las agallas que ahora mismo sentía tan perdidas.
Buscó,
buscó y rebuscó, pero por más que encontró
caras conocidas, ninguna era la de Kira.
<<Debe
estar ahí. Me prometió que vendría>> se
dijo, convencida.
Antes
de que la atacaran, decidió levantarse pensando que aunque no
lo viera, estaba en alguna parte, y salió del escondite,
atacando a sus cuatro adversarios.
Cual
fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con el hijo del general
Walter, Strone.
El
muchacho de ojos oscuros sonrió saboreando el momento y por un
instante, Scarlett tuvo la esperanza de que les diría a sus
compañeros que quería luchar él solo, mas no fue
así.
Los
golpes de los cuatro se presentaron rápido, todos ellos
portando armas. A la muchacha le fue difícil contener la
presión del grupo, pero hizo lo que pudo y a pesar de ir
perdiendo terreno, los filos de las armas enemigas no consiguieron
tocarle un pelo. Sabía que no debía dejar que vieran su
miedo, así que aunque las piernas le temblaran y su corazón
latiera desbocado, se mordió los labios y al recibir el primer
golpe de un helado filo en el brazo, no gritó, si no que lo
ignoró y arremetió contra el líder, Strone, que
se apartó en el acto. Sin embargo, no se libró de un
corte poco profundo en la mejilla que dejaría una interesante
cicatriz.
—Tú...—dijo
Walter hijo, tocándose la carne cortada para descubrir que, en
verdad, sangraba—Sucia plebeya...
Scarlett
iba a responder, y no precisamente cómo lo haría una
señorita, cuando la tierra empezó a temblar ante la
carrera de una descomunal bestia de melenas doradas que se
balanceaban con el viento: el león que había salido de
la primera puerta.
El
grupo de Strone se disipó al ver al animal y Scarlett intentó
huir también, pues aunque en esos momentos se sintiera osada,
no era tan tonta como para enfrentarse a semejante fiera ella sola.
Julian,
bastante más lejos, vio a dónde se dirigía el
león y distinguió su presa: una chica de cabellera
roja. Él no podía ayudarla estando a tanta distancia,
no obstante, vio como María casi había cruzado la
puerta, así que, sabiendo que gritar de nada serviría,
se metió los dedos entre los labios y emitió un largo
silbido que ambos habían aprendido de pequeños gracias
a Mark.
Se
deshizo de unos contrincantes que lo estaban molestando y rezó
porque María lo hubiera escuchado y reconocido.
En
el momento en el que la pequeña chiquilla oyó la señal,
frenó en seco y buscó a Julian con la mirada. Este se
la devolvió y sin decirse nada más, María lo
entendió todo.
Se
forzó a sí misma hasta sus propios límites,
hasta que sus piernas dolieron y sin si quiera mirar, recogió
unas extensas cadenas rotas del suelo. Scarlett había
conseguido darse un poco de ventaja respecto a su enorme perseguidor,
pero la iba a alcanzar de un momento a otro.
María
tuvo que pegar un salto para encaramarse a la cola del león de
lo alto que este era y ni la notó, demasiado ocupado
persiguiendo a su presa.
Escaló
por su pelaje sin encontrar más oponente que la rapidez con la
que se movía el animal y las turbulencias que eso suponía
al estar justo sobre él. Necesitaba las dos manos para
aguantar las cadenas y si no era ya una tarea ardua de por sí
con ellas como apoyo...solo le quedaba confiar en su sentido del
equilibrio.
Al
estar de pie encima del grueso cuello del león, se dejó
caer para sentarse como si fuera un simple caballo y lanzó las
cadenas, sin soltarlas por los extremos, a modo de riendas. Cuando
estas se hubieron cernido alrededor del pescuezo, las acortó
con precisión, hasta que por fin la bestia notó su
presencia y paró en seco, dándole tiempo a Scarlett de
escapar y casi lanzando a la chiquilla que tenía encima al
suelo. María se mantuvo firme subida encima y cerró sus
dedos sobre las cadenas, sin poder evitar que una leve sonrisa de
emoción asomara a sus labios.
El
público se dio cuenta poco a poco de lo que pretendía
hacer y estallaron en aplausos y gritos de euforia, levantándose
y literalmente, volviéndose locos.
María,
que en esos momentos debía parecer la más loca de
todos, hizo una imitación de reverencia hacia las gradas,
hasta les lanzó un beso, justo antes de que tres cosas pasaran
a la vez.
La
primera, sonó la cerradura de la cuarta puerta cerrándose.
Solo quedaban dos salidas.
La
segunda, vio a Scarlett detenerse, en vez de seguir corriendo hacia
su puerta, para ayudar a Julian.
Y
la tercera, el león comenzó a enfadarse.
Al
principio se limitó a correr, lo cual no fue una gran
ofensiva, pues por mucha velocidad que cogiera, su amazona se
mantenía sobre él sin inmutarse. Al ver que esto no
funcionaba, el animal se enfureció todavía más y
elaboró otro tipo de técnica para liberarse.
Emprendió
un endiablado galope pegándose cada vez más a las
esquinas del Coliseo. Las gentes se encaramaron para poder tener una
mejor visibilidad y vieron como el gran león empotraba su
propio lomo contra una pared de piedra, aplastando a María.
Hubo
unos cuantos gritos de horror que se disiparon al tiempo que la fiera
era sacada a la fuerza de la pared con un fuerte tirón en el
cuello, lo que la obligó a hacerse a un lado y apartarse.
Una
desastrosa y dolorida rubita volvió al juego sangrando por la
boca y la nariz, pero viva y con las suficientes fuerzas como para
sacarse una flecha del carcaj que tenía colgado al hombro y
clavársela en un costado al león. Este dio un bote al
notar el dolor y volvió a salir corriendo, esta vez buscando
una salida al ver que no era capaz de acabar con quien lo montaba.
La
primera que encontró fue justamente la puerta donde ya estaba
Ruber, esperándolos.
María
elaboró una sonrisa llena de sangre un tanto grimosa pero
cargada de alegría y se dejó llevar, preparada para
saltar cuando ambos, bestia y humana, entraran.
Delante
de ellos pudo ver a Julian, que luchaba contra uno de los últimos
contrincantes y Scarlett, que quería hacerlo también,
mas era echada hacia atrás constantemente por el Elementar del
Viento, quien se empeñaba en apartarla de la pelea y
protegerla.
María
tuvo una repentina idea e hizo de nuevo la señal que les había
enseñado Mark en su infancia, consiguiendo atraer la atención
de Julian el tiempo suficiente para que supiera lo que pretendía
hacer.
Cuando
el león paso por donde se encontraban la pelirroja y el
muchacho, María estiró su brazo con el carcaj ya sin
flechas en la mano. Julian se agarró a eso y Scarlett se
agarró a Julian.
Impulsados
con un soplo de viento, subieron los dos sobre el coloso dorado.
Los
espectadores parecían estar disfrutando más que nunca y
apenas se podían entender entre ellos con los gritos que
pegaban.
—¿Cómo
vamos a frenar?—preguntó Scarlett, rodeando a Julian por la
cintura para no caerse.
—No
vamos a frenar—respondió María, riendo y escupiendo
sangre a la vez.
—¡Ahí
está la puerta!—dijo Julian, señalando enfrente de
ellos.
Scarlett
buscó entre las gradas de nuevo, sin encontrar a quien quería
y abrazó más fuerte a Julian, pensando que todo
acabaría pronto.
De
improviso, una flecha zumbó en el aire y se clavó en la
pierna de Scarlett, perforando la piel y sacándole un grito
agudo de dolor. Junto a la flecha había pegada una cuerda y la
muchacha fue separada violentamente de Julian, que intentó
cogerla de las manos, tarde.
La
flecha, disparada desde una ballesta, la obligó a girar en el
aire y un horroroso chasquido de algo rompiéndose rasgó
el aire, salpicando de sangre la arena.
Scarlett,
con la pierna atravesada, aterrizó en el suelo con un golpe
sordo, mareada y sin apenas poder levantarse, con la piel ardiéndole.
Alzó la cabeza para ver quién la había atacado
de un modo tan preciso como cruel y se encontró justo con la
persona que esperaba: Strone Walter.
El
resto de su equipo ya había cruzado una de las dos puertas
restantes y él podría hacer lo mismo, pero algo lo
retenía allí con una estúpida sonrisa
victoriosa.
—Levántate,
mujer. Tengo un regalo que devolverte—anunció, señalándose
la mejilla.
Scarlett,
que hacía su mejor esfuerzo por no perder la consciencia del
dolor, buscó las fuerzas de donde no las había para
erguirse y sorprendentemente, lo consiguió. No sabía la
extraña razón que le impulsó a hacerlo, sin
embargo, quiso desafiarlo.
—S-si
quieres...—murmuró, intentando no caerse—te hago otra a
juego c-con esa...
Aprovechó
el descuido de Strone al sorprenderse para alzar la hoja de su espada
y propinar el golpe más fuerte que pudo, consiguiendo tan solo
una ligera herida en su pierna, lo suficientemente dolorosa como para
que soltara un chillido. Scarlett frunció el ceño,
enfadada por no haber conseguido nada más.
—Cómo
voy a disfrutar haciendo esto...—murmuró el muchacho.
Alzó
el puño y antes de perder el sentido por el golpe, Scarlett
echó un último vistazo a las gradas y vio que la
promesa se había roto. Ella caía y él no había
estado allí.
Walter
hijo le cruzó la cara con un puñetazo que le giró
la cabeza y la tiró al suelo, en un pequeño charco de
sangre que se había creado por la herida de su pierna.
—Yo
también voy a disfrutar haciendo esto.
El
chico se giró para ver quién había hablado y
recibió un puñetazo tan fuerte y con tanta rabia como
el que él había dado. Notó un dolor que ascendía
de su nariz al cerebro y se le emborronó la vista.
Si
Scarlett hubiera estado consciente, habría visto como Julian
la cogía en brazos y caminaba con ella apretada contra su
pecho, hacia la puerta donde los esperaban María y Ruber.
—Hemos
ganado—susurró Julian contra su pelo.
***
El
Consejo parecía estar más empeñado que nunca en
no terminar la reunión. Kira ya había informado de que
su misión había tenido un éxito a medias, pues
aún desconocía el paradero del libro y no quería
pasar ni un segundo más ahí. Tampoco podía
largarse sin más, en la Alianza había ciertas normas
que hasta él tenía que cumplir si no quería ser
echado a la calle.
Caronte,
uno de los centauros más venerados de la región, era
conocido por alargarse en sus explicaciones, siempre llenas de
enigmas y divagaciones.
Se
pasó las manos por el pelo, una manía que había
cogido en los últimos meses y suspiró
imperceptiblemente, esperando que el anciano acabara su charla.
Sintió como una presencia humana se le acercaba por atrás,
pero la ignoró.
—¿Por
qué tan nervioso?—inquirió Anya.
Kira
compuso una sonrisa lobuna, sin molestarse en mirarla.
—Tu
presencia me pone así, no puedo evitarlo.
—Mentiroso.
Por
obra de un milagro, el centauro acabó su charla. El híbrido
se irguió, dio la vuelta y se encaminó hacia su
montura, aliviado de haber terminado la tediosa reunión.
—Te
has vuelto impaciente, medio demonio—comentó Caronte,
clavándole sus ojos de caballo.
—Sí,
impaciente. Y testarudo—repitió otro centauro.
—Bueno—dijo
Kira, girándose y mirándolos de reojo por encima de su
hombro—Mientras no me vuelva más sanguinario creo que
podréis soportarlo.
Caronte
suspiró, como decepcionado.
—Si
vieras el futuro...quitarías sangre del presente.
Kira
asintió sin darle mucha importancia las habladurías
del viejo y subió ágilmente a Ecoh, sin apenas un
ruido. El corcel negro abrió los ojos al notar el peso de su
jinete encima y al escuchar las palabras que este le susurró
al oído, emprendió el viaje de vuelta a galope tendido.
Desde
Arkiria a Regardezt había un largo camino, pero con Ecoh era
mucho más rápido y sencillo. Pasar por el Muro podría
ser un problema, a no ser que ya estuviera recuperado (que lo estaba)
y pudiera desaparecer y volver a aparecer al otro lado.
No
tuvo problema para pasar con la teletransportación, aunque
acabó algo cansado. Ese maldito hechizo consumía mucha
energía.
Llegó
al castillo al atardecer, apenas frenó a Ecoh bajó del
caballo con él todavía en marcha. Esperaba que las
pruebas aún no hubieran finalizado y tenía el corazón
en un puño.
—¿Habéis visto a Scarlett Chevalier?—preguntó a una criada.
—¿Chevalier?
¡Oh, sí, mirad, sale ahora mismo!
Kira
levantó la cabeza y su mirada se cruzó con la de ella.
Sus ojos verdes se clavaron en los suyos transmitiéndole
demasiadas cosas a la vez. Desconcertado, se acercó con una
sonrisa que no recibió de vuelta.
María
y Julian iban a su lado, cada uno de ellos con una mano entrelazada
con las suyas, los tres juntos. La más pequeña reía
feliz, diciendo algo para molestar al Elementar, el cual caía
en la trampa y se enfadaba. Scarlett era la única que parecía
ajena a todo eso, no había agachado la mirada, seguía
fija en él, frunciendo el ceño. Pasó a su lado
sin decir palabra y Kira esperó a que se soltara y fuera a
hablar con él, a pedirle explicaciones, a...a cualquier cosa.
Cualquier cosa sería mejor que su silencio.
—¡Pelirroja!—dijo,
agarrándola con suavidad del brazo.
Scarlett
se tensó.
—¿Estabas
allí?—preguntó.
Kira
quedó confundido, no esperaba una pregunta tan directa. De
pronto se fijó mejor en ella: tenía la pierna muy
herida, tan solo con unas vendas mal puestas y cortes recientes por
todas partes. Quiso preguntarle qué había pasado
exactamente, pero sintió que debía responderle primero.
—No—volvió
a intentar hacer que se girase y Julian soltó un bufido de
indignación—No pude venir a tiempo...llegaré la
próxima vez.
—¿Qué
ocurrió?—dijo Scarlett, girando tan solo la vista, lo
suficiente para que Kira viera que aún tenía esperanza
en que él le diera una buena excusa.
En
ese momento, también se dio cuenta de que no podía
excusarse. La Alianza era un secreto absoluto que no podía
revelarle aún. Lo echarían y entonces todos los planes
se arruinarían.
Sin
embargo, quería contarle la verdad. Se moría por
hacerlo. Estaba harto de las mentiras.
—¿Y
bien?—lo apresuró Julian.
Kira
fue el primero en bajar la mirada esa vez. Apretó los puños
y cuando volvió a levantarla, tenía una leve sonrisa y
se encogía de hombros.
—Lo
siento. En realidad lo olvidé.
—Yo
no—susurró Scarlett, justo antes de soltarse de María
y Julian e irse sola.
El
Elementar miró con decepción como se marchaba y fue
tras ella, antes parándose a decirle una última cosa.
—¿Sabes
qué es lo más gracioso de todo esto?
—Sorpréndeme.
—Pensé
que era molesto que estuviera todo el tiempo buscándote entre
los espectadores, pero...cuando llegó el momento de luchar y
ni si quiera estabas allí como apoyo, se sintió
realmente bien poder protegerla por una vez sin ti de por
medio—estaba siendo tan sincero que hasta él mismo parecía
sorprendido. El joven Guardián sonrió y soltó un
suspiro, para luego encararlo, orgulloso—Espero que sigas siendo un
cobarde, porque voy a pelear por ella. No te deprimas, te quedan el
resto de mujeres del Submundo para ti.
—¿Qué
demonios...?—María también estaba con la boca
abierta—Julian...¿a ti...Scarlett...de verdad?
Julian
respondió a su compañera pero sin dejar de mirar al
medio demonio a los ojos.
—Sí.
Estoy enamorado de Scarlett.