Había
llegado la noche anterior al día de la prueba.
Los
Guardianes de la Casa Gris cenaban en uno de los comedores pequeños
del castillo. Dáranir en la cabecera, Chelsea a su derecha y Julian
a su izquierda. María comía con mala cara un plato de verduras
revueltas sentada al lado de Chelsea, y Scarlett, junto al Elementar,
le iba quitando estas del plato sin que los demás se diesen cuenta.
—...y
tenéis que recordar que la prueba no es mortal en el sentido de que
otros aspirantes a Guardián no os pueden matar, pero aún así
puede...
—Chelsea—dijo
Dáranir alzando las cejas con una sonrisa—No los pongamos más
nerviosos. Ya saben todo lo que tienen que saber. Ahora sería mejor
que se olvidasen de la prueba hasta mañana.
Chelsea
frunció el entrecejo algo frustrada, pero no continuó.
Scarlett
y María suspiraron con alivio. Llevaban aguantando discursos de la
segunda al mando todo el día, parecía más nerviosa que ellas.
María iba a pasarle sigilosamente más verduras al plato de la
pelirroja, pero el estruendo que hizo Julian al cerrar un monumental
libro que se caía a trozos la sobresaltó. Era el único que no
había probado bocado, estaba inmerso en lo que sin duda era una
lectura difícil.
Pasó
un minuto mirando la portada del libro en silencio, lo volvió a
abrir y cinco minutos después lo cerró de nuevo enfadado.
—¿Has
encontrado algo?—dijo Scarlett manifestando lo que todos querían
preguntar.
—Sí.
Todos
se miraron entre sí. Esperaban una negativa que explicara su enfado.
—¿Y...?—lo
incitó María.
—Esta
biblioteca no nos servirá de nada. Ni esta ni ninguna en los Cuatro
Reinos.
—No
me sorprende.—dijo Dáranir. Todos se giraron a mirarlo—En un
principio pensé que encontraríamos algo aquí. Pero cuando ya
llevábamos varias semanas buscando, abandoné esa esperanza. Si
seguimos en Regardezt es por vuestras pruebas, tendríamos que venir
sí o sí.
Julian
apartó el libro a un lado y comenzó a comer.
—Bueno,
pues en cuanto acabemos tenemos que irnos de aquí. La única
advertencia útil me sugería buscar en libros escritos por entes.
Todo lo que recolectaron los humanos es información falsa o inexacta
y la cantidad es ridícula.—dijo entre bocado y bocado.
—Tiene
sentido, los entes fueron los que se enfrentaron a los demonios en la
Guerra entre Mundos—dijo Dáranir—Los humanos apenas tenían
autoridad en aquella época.
—¿Crees
que el rey Tulio nos dará rienda suelta para continuar
buscando?—preguntó Chelsea a Dáranir.
El
capitán se rascó la barba pensativo.
—No
estoy muy seguro, pero creo que se ablandará si nuestros pequeños
aspirantes ganan las pruebas.—al ver como se tensaban, rió—¡Sin
presiones!
—Vamos
a ganar.—dijo María convencida.
—De
eso no hay duda.—cooperó Julian con una mirada confiada.
Scarlett
asintió algo cabizbaja.
—También
quería hacerte una petición, Dáranir.—dijo Julian.
—Adelante.
El
Elementar cogió aire y habló, sin mirar a Scarlett ni a María.
—No
quiero que el híbrido nos acompañe si conseguimos permiso para
investigar a los demonios con los entes.
—¿Qué?
¡Y eso por...!
—Espera,
María.—Dáranir se cruzó de brazos y se recostó en el respaldo
de la silla—Entiendo tu posición y tus dudas, pero yo he puesto mi
confianza en ese muchacho y me gustaría que tú lo hicieras también.
Julian
encaró a su capitán.
—Confías
en él porque no sabes qué es.
—¿Qué
te hace pensar eso?
Julian
y Scarlett lo miraron sorprendidos.
—¿Lo...sabes?—dijo
Julian sin poder llegar a creérselo.
—Sé
todo lo necesario sobre las personas que viven bajo mi protección,
sí.
Scarlett
empezaba a ponerse nerviosa. Cada vez ese era un tema que salía más
a menudo y aunque Julian ya lo sabía, la forma enigmática en la que
estaba hablando Dáranir no le gustaba nada. María y Chelsea se
revolvían inquietas en sus asientos, perdidas en la conversación,
pero sin interrumpir.
Julian
se levantó súbitamente.
—¿Desde
cuándo lo sabes? ¿Y por qué no has hecho nada?
Le
temblaban las manos, cerradas en puños. Parecía estar conteniéndose
con todas sus fuerzas.
Dáranir
seguía tranquilo, pero también se levantó, dispuesto a irse.
—Voy
a dar por finalizada esta conversación por el momento.—Julian iba
a interrumpir, pero el capitán le hizo un gesto para que se sentase.
Estaba calmado, aunque serio.—Nunca has dudado de mis decisiones,
Julian. No empieces ahora.
Dicho
esto, se marchó del comedor. Nada más cerrarse las puertas, María
comenzó a atosigar con preguntas a Julian. Este la ignoró y fue el
siguiente en irse, dirigiendo una mirada sin un significado muy claro
hacia Scarlett.
—Será
mejor que os vayáis a dormir.—les dijo Chelsea, llamando a una
sirvienta para que recogiera sus platos.
—¡Pero
Chelsea! ¿No te molesta? ¿De qué estaban hablando?
—¿No
has escuchado a tu capitán, María?—la reprendió—Se ha acabado
la conversación.
—¡Pero...!
Chelsea
les lanzó una mirada homicida. Scarlett se levantó y cogió a María
de la mano. Sabía que estaba enfadada porque Dáranir no la había
hecho partícipe del secreto.
—Vamos,
María.—le pidió—Estoy cansada.
María
refunfuñó un rato, pero le hizo caso y la siguió hasta la
habitación. En cuanto entraron, se cambiaron de ropa y se pusieron
el camisón. Scarlett, que soportaba mal el frío, se puso una bata
ligera por encima y cerró las ventanas. María, ya en cama, bostezó
y le preguntó a la pelirroja:
—¿Tú
sabes de qué hablaban?
Scarlett,
que no quería mentir a María, pero tampoco traicionar el secreto de
Kira, optó por contar una verdad que se podía interpretar de
diferentes maneras.
—No
sé a qué se refería Dáranir...me ha sorprendido tanto como a los
demás.
—Sí...pero
yo creo que Kira oculta algo.
Scarlett
se giró sorprendida al escuchar esto y se sentó a los pies de la
cama de su amiga.
—¿Por
qué dices eso?
—A
veces actúa raro...y dice cosas como si él supiera mucho más que
nosotros. Y me creyó cuando le hablé de las cosas que veo. Y...—se
calló, decidiendo guardarse lo del puerto de Dunkan para ella.—Ganó
a Chelsea en combate.
Scarlett
rió.
—¿Ganar
a Chelsea significa que oculta algo?
—Nadie
gana a Chelsea.
—No
te preocupes por eso.—Scarlett sonrió levemente al recordar una de
sus conversaciones anteriores con el medio demonio.—Estoy segura de
que si oculta algo, tarde o temprano nos lo contará. ¡Durmamos!
¡Mañana es el gran día!
María
iba a contestar justo cuando Scarlett le dio un apretón de ánimo en
la mano y su mente se puso en blanco. Fue muy repentino, vio un
rostro ya conocido de otras ocasiones como aquella. Tan rápido como
vino, la visión se fue.
—¿Ha
pasado algo?—dijo Scarlett.—¿Otra...?
María
asintió.
Scarlett
se acercó a ella con inquietud.
—¿Estás
bien?
—Era
el hombre rubio. Lo he visto antes.
—¿Hacía
algo malo?
—No,
no.—aseguró María. Ya empezaba a acostumbrarse a esa
sensación.—Me parece que es bueno. Duerme tranquila, no ha sido
una visión preocupante.
—Quizá
deberíamos contárselo a Dáranir y al resto...
María,
contenta de tener una visión que no se basara en sangre y gritos, se
arropó con las mantas.
—Si
Dáranir puede tener sus secretos, yo puedo tener los míos.
—Como
desees.—aceptó Scarlett.
Aún
así y a sabiendas de que debería ir a dormir temprano para estar
descansada al día siguiente, Scarlett no podía conciliar el sueño.
Dio vueltas en la cama incómoda y preocupada, hasta que escuchó
unos suaves toques en la puerta. Siempre dejaban un par de fanales
encendidos, así que se puso la bata por los hombros, cogió uno y
abrió la puerta. Delante de ella estaba Julian, en ropa del día a
día. No se había ido a dormir aún.
Se
quedaron unos segundos incómodos mirándose el uno al otro. Scarlett
esperando a que él dijese algo y él sin decir nada. Al final, fue
ella quien rompió la tensión.
—¿Quieres...quieres
pasar?—le invitó tímidamente.
Julian
asomó la cabeza y entró con pasos inseguros. Se le notaba nervioso
por estar allí. Nada más entrar, señaló la cama de María y
Scarlett susurró:
—Está
dormida. Mejor vayamos a la terraza.
Abrieron
las puertas del balcón y las cerraron tras de sí con cuidado de no
hacer ruido. Scarlett corrió las cortinas para que la luz de Líada
y Níada no despertara a María y se asomó a mirar los
jardines. Julian se situó a su lado, ambos mirando al cielo.
Scarlett
sonrió nostálgica.
—Hace
mucho tiempo que no me paro a mirar las lunas...antes lo hacía todas
las noches.
—Antes...—murmuró
Julian—¿En la granja?
La
muchacha asintió.
—¿Quieres
hablar sobre lo de la cena?
—No.—se
apresuró a decir Julian.
—Bien.
Yo tampoco.
Pasaron
un rato en reposado silencio hasta que Julian volvió a tomar la
palabra.
—Mañana...por
favor, tened cuidado.
Scarlett
lo miró de reojo. Tenía el semblante cubierto de muecas de
preocupación. No pudo evitar sonreír ante su angustia.
—Cuidaré
de María. Aunque lo más seguro es que sea ella la que acabe
cuidando de mí.—dijo con una pequeña carcajada.
Julian
frunció el ceño.
—No
pareces asustada como en la primera prueba.
—Oh,
lo estoy. Y nerviosa. Pero...después de salir a la arena, veo las
cosas desde una nueva perspectiva.—echó un vistazo hacia atrás,
aún sabiendo que las cortinas le tapaban la visión de la joven
durmiendo—María lleva un gran peso sobre sus hombros, tiene que
ganar como sea, por su familia. Llevo meses y meses conviviendo con
Guardianes, intentando entender qué significa y qué conlleva ser
uno de ellos y no obstante, hasta que no salí ahí fuera a luchar
por ser una más, no me sentí parte de nada.
Julian
puso su mano sobre la de ella y le dio un ligero apretón.
—Eres
parte de algo. Una de nosotros.
Scarlett
se sacó el medallón de plata y se lo puso en las manos al
Elementar. Julian lo acarició con las yemas de los dedos, rozando
las iniciales “S.C.”
—Y
una vez fui parte de otra familia, una de sangre.—lo miró con ojos
amables—Les debo todo, y si soy la última Chevalier con vida,
quiero hacer honor a aquellos que murieron. Eran...éramos una
familia fundadora, así que yo debería ser el último Guardián.
—Ese
es un pensamiento muy honorable. No conocí nunca a ningún
Chevalier, pero no todas las familias fundadoras son iguales. Quizá
ellos no te hubieran obligado a ser miembro de la Guardia.—Julian
le hizo una seña para que se girase. Le apartó el pelo hacia un
lado y colocó el medallón de nuevo sobre la piel bronceada de
Scarlett.—Me gustaría que fueses lo que quieras ser.
—Quiero
cambiar las cosas, estoy segura de que la situación actual del
Submundo podría mejorar mucho.
—Entonces
deberías entrar en la política, ¿no crees?
—No.—dijo
Scarlett con tono firme—Quiero hacer algo para cambiar las cosas
desde abajo, no desde arriba.
Julian
arqueó una ceja.
—Has
pasado de ideas honorables a ideas peligrosas.
Scarlett
notó que Julian se tensaba con ese tema y fue a abrir las cortinas.
—Ahora
sí que deberíamos irnos a la cama. Es tarde.
—Espera.
Fue
hacia ella desde atrás y posó sus labios en su mejilla. Le dio un
beso corto y rápido, pero fue suficiente para que la parte donde la
había besado empezase a arder. Scarlett posó su mano en la mejilla,
sorprendida pero contenta.
—¿Y...y
eso?
Julian
abrió las puertas algo torpe y contestó sin mirarla a la cara.
—Para
desearte suerte.—dijo con voz temblorosa.
Scarlett
se sentía algo avergonzada, pero ver a Julian siendo aún más
tímido que ella le hizo gracia y dejó escapar una corta risotada. El Elementar la miró cabreado y salió a prisas de la
habitación.
A
la mañana siguiente, Scarlett se despertó sobresaltada a una hora
terriblemente temprana por culpa del ruido. Levantó la cabeza de
entre las sábanas y vio a María en el suelo, con la ropa de noche
revuelta y los ojos desorbitados. Llegó a la conclusión de que se
había caído de la cama por un sueño e intentó seguir durmiendo.
Para su desgracia, en pocos segundos la muchacha rubia ya estaba a
los pies de su lecho, sacudiéndola para que se levantase. Scarlett
gruñó en bajo, miró en dirección a la ventana para comprobar que
apenas entraba luz y gruñó más fuerte.
—¿Qué
pasa?
—¿No
lo has notado?
—¿Te
refieres a que todavía no ha salido el sol? Lo he notado.
María
continuó zarandeándola.
—¿De
verdad no lo has notado?
—¿El
qué?
—¡Los
temblores!
—¿Cómo?
—¡Por
eso me caí de la cama!
—¿Qué
temblores?
A
Scarlett le costaba procesar la información a esas horas de la
mañana (o más bien noche) y María parecía cada vez más
frustrada. Rindiéndose con su amiga, salió al pasillo para
comprobar si alguien estaba reaccionando como ella. Estaba desierto.
Scarlett,
a quien se le empezaba a pasar el sueño, se acercó a ella
estirándose.
—María,
debió ser un sueño. Vuelve a la cama, aún nos quedan unas horas
para la prueba.
Algo
en las palabras de Scarlett hizo que María se calmase, o al menos,
entendiese algo de lo que no se había dado cuenta hasta el momento.
—Un
sueño, un sueño, un sueño...
Negándose
a volver a dormir, se puso a caminar de un extremo a otro de la
habitación y entre paseo y paseo Scarlett volvió a quedarse
dormida.
No
por mucho tiempo.
Un
par de horas más tarde, María volvió a despertarla, esta vez
completamente vestida con su uniforme a medida confeccionado en
concreto para las pruebas y una coleta alta que le apartaba hasta el
último mechón de pelo de la cara. Era un uniforme bonito, poco
parecido al práctico uniforme negro de la Guardia. Este nuevo era de
un cálido color granate, de dos piezas, superior e inferior y
botines marrones de cuero. Tenía la apariencia de ser muy ligero y
cómodo, aunque sin duda también actuaría como armadura. Llevaba
bordada una corona de oro atravesada por dos flechas, formando estas
una cruz dentro de la propia corona: el emblema de Ozirian.
Scarlett
quedó obnubilada ante la figura tan distinguida y respetable que le
parecía María en esos momentos. María lo notó y sonrió con
petulancia.
—Cortesía
de uno de mis Salvatores.
Scarlett
se preguntó si habrían dejado algo para ella también. Rápidamente
apartó esa idea de su mente, pues tampoco había demostrado lo
suficiente en la primera prueba y las flechas de fuego ya eran más
de lo que se habría esperado.
Decidió
ponerse la misma ropa que le habían prestado para la primera prueba:
botas altas de cuero curtido, pantalones blancos ligeros y un corpiño
ceñido que no dejaba huecos al aire libre donde exponer la piel.
Bajaron
juntas a desayunar y ya en el comedor se reunieron con el resto del
grupo. Solo faltaba Dáranir y, por supuesto, Kira, quien tenía
prohibida la entrada a palacio por haber ofendido al príncipe nada
más llegar al castillo. Scarlett aún se seguía preguntando qué
diantres le habría hecho, pero Kira no soltaba palabra.
Julian
tenía el mismo uniforme que María y cuando ambos se encontraron se
miraron de arriba a abajo entre ellos, luego a sí mismos. Pusieron
exactamente la misma cara de asco y se cruzaron de brazos. Scarlett
sonrió divertida por la escena y le puso a cada uno una mano en el
hombro.
—¿Seguro
que somos María y yo las que vamos en equipo?—preguntó con sorna.
—Seguro.—volvieron
a hablar a la vez.
Scarlett
rió más alto. Aquella pareja jamás dejaba de sorprenderla.
Comieron
bajo un ambiente de nerviosismo, pero de buen humor. Estaban bastante
tranquilos, incluida la misma Scarlett. Chelsea le echaba miraditas
de vez en cuando para comprobar que no entrase en pánico como la
última vez, pero no pasó nada.
Salieron
a la entrada del castillo, donde algunos participantes también se
estaban marchando. Dáranir estaba subido a lomos de su caballo y
Kira sujetaba a Phuria y a otros dos. Julian cogió al suyo por las
riendas y lo apartó del híbrido.
—¿Preparadas?—preguntó
Kira ayudando a subir a María.
—Será
un juego de niños.—respondió esta. Puso al trote a su montura y
cuando alcanzó la de Julian, se giró y gritó a Kira—¡Espero que
estés animándonos a mí y a Scarlett cuando ganemos!
Kira
hizo un gesto para ayudar a Scarlett, pero esta quiso subir sola. Una
vez arriba, intercambiaron miradas.
—¿Y
tú?
Scarlett
rió, quizá de una forma más histérica de la que pretendía.
—Pásame
las flechas, por favor.
Kira
le tendió el carcaj con las Sagittae Ignis.
—Si
pierdes...—Scarlett arqueó una ceja y Kira sonrió benevolente—Y
no digo que vaya a ser el caso...recuerda que siempre podríamos
irnos y continuar nuestra búsqueda y captura de Norian a nuestra
manera. Sin tanto protocolo.
—Qué
alentador.—dijo Scarlett sonriendo.
—Solo
era para que lo supieses.—se encogió de hombros—Tú y yo a la
caza de mi hermano. ¿No te resulta tentador?
Scarlett
lo miró fijamente durante unos instantes. Desde que se había unido
a la Casa Gris ni siquiera se le había pasado por la cabeza que le
negaran ser Guardiana. Y si no era Guardiana, sin familia a la que
volver, ni tierras ni posesiones...¿qué haría? De repente sintió
la urgente necesidad de saber con certeza si estaba hablando en serio
o no.
—¿Te
puedo...tomar la palabra?—dijo con dudas.
Kira
alzó la mirada ante el tono suplicante y formal de la muchacha.
Sintió algo extraño removerse por su estómago, un pinchazo casi
doloroso, pero que dejó un sabor dulce. No quería entusiasmarse
demasiado pronto, mas estaba casi seguro. Los ojos de Scarlett eran
demasiado sinceros y si se confiaba podría haber llegado a afirmar
que lo necesitaba. Y hacía mucho tiempo que nadie lo necesitaba.
Se
arrodilló en el suelo sobre una rodilla y puso el puño cerrado
sobre su pecho, justo encima del corazón.
—Jamás
te faltará cobijo y aliado mientras esté con vida.
Scarlett
nunca había visto a Kira hablando tan seriamente. Parecía demasiado
cumplidor para ser real. Algunos curiosos comenzaban a mirarlos y
Scarlett le pidió que se levantara.
—Tampoco
a ti.
Tenía
una sensación rara. Notaba que las palabras de Kira eran sinceras,
pero algo no encajaba del todo. Conocía a Kira. Sabía que eran
amigos, que confiaba (o eso esperaba Scarlett) en ella y que le tenía
aprecio en algún sentido, pero también sabía que el híbrido no
era alguien que fuese a dedicar su vida a proteger y ayudar a nadie.
Y sin embargo...Scarlett recordó como la salvó de los lobos cuando
se conocieron, y luego, casualmente, de los cadáveres
andantes...incluso había ido con el resto al Inframundo por
rescatarla. La manera en la que había hecho apenas hacía unos
segundos la promesa de ser su aliado mientras estuviera con vida...lo
había dicho como si fuera su deber.
Se
despidió de él y apuró a Phuria.
Por
el camino hablaron poco, la tensión empezaba a incrementarse. Fue un
trayecto más o menos silencioso en el que recorrieron un camino
serpenteante rodeados de la suave brisa del viento primaveral. Eran
una pequeña comitiva, algo dispersa, pero aún así se cruzaron con
Strone Walter. Este los adelantó sin prestarles atención.
Tras
una hora de apacible viaje, vieron en la lejanía cómo el camino se
terminaba al llegar a un gigantesco lago de aguas oscuras. Alrededor
del lago, la plebe, el grupo más amplio, se arrejuntaba gritando y
riendo, mientras que tras ellos los nobles se sentaban en unos
escenarios de madera que los elevaban un poco del suelo, lo
suficiente para estar por encima de las cabezas de la gente de a pie.
No eran unas gradas imponentes como las vistas en el Coliseo, pero
tenían asientos y una buena visibilidad. La más grande estaba
ocupada por los jueces, delante, y la realeza, detrás.
Según
se iban acercando, Scarlett distinguió a la reina Vitorea,
espléndida y distinguida, sentada y con su hija al lado. El príncipe
Rickard y el capitán de la guardia real de Regardezt, Sheen Lubert,
también estaban sentados, observando a los aspirantes llegar. El
único en pie era el sacerdote Azam, un anciano delgado, de cabello
ya teñido por la nieve y facciones afables. Al contrario que el
resto de los presentes en su tribuna, vestía humildemente, tan solo
una sencilla túnica verde de lana atada con una cuerda y sandalias.
Era poco común ver así a un miembro que ocupara un alto cargo en el
sacerdocio y posiblemente por eso fuera elegido como juez. Se notaba
a leguas que no era alguien que se dejase guiar por el dinero y la
avaricia.
Scarlett,
Julian y María bajaron de los caballos y Kira, en su papel de mozo
de cuadra, se los llevó, guiñándoles un ojo a las chicas antes de
desaparecer con los animales. Nada más poner pie en tierra, se
fijaron en el terreno. Ya los habían avisado de ante mano así que
el lago no les sorprendió en absoluto. Y siempre era mejor un lago
que el océano, porque los entes de agua dulce eran, en su mayoría,
más pacíficos que los de agua salada.
En
la orilla del lago había seis botes, cada uno equipado con sus dos
remos. Al lado de cada uno había los mismos objetos: una cuerda
gruesa, un arco y flechas, una espada corta, un bardiche y una
bolsita transparente con unos polvos en su interior.
El
grupo de aspirantes se reunió delante de la tarima de los jueces
esperando instrucciones. Scarlett buscó con la mirada a sus
conocidos. Vio a Dáranir y a Chelsea en una de las tarimas junto a
otros Guardianes. Iba a buscar a Kira cuando se topó la mirada feroz
de una hermosísima mujer rubia entre la nobleza. Larissa la saludó
con una sonrisa. Scarlett, que no se sentía capaz de girarle la
cara, hizo un gesto de reconocimiento con la mano. Y cuando ya creía
que sería imposible encontrar a Kira entre la plebe, lo vio subido a
un cedro. Sentado en unas de sus ramas, Scarlett no podía distinguir
su expresión, pero habría jurado que estaba sonriendo ante la
sorpresa de ella por su inesperado asiento privado. Scarlett recordó
que había cumplido su promesa de estar en la segunda prueba y le
dirigió una mirada de gratitud que seguramente no podía ver desde
allá.
La
multitud enmudeció cuando Azam levantó la mano en señal de tomar
la palabra.
—Sed
bienvenidos una vez más a las Pruebas Guardianas. Comenzasteis
siendo cuarenta fuertes aspirantes, pero las diferencias entre
vosotros fueron notables cuando solo veinticuatro pasaron hasta
llegar a hoy. Me gustaría deciros que todos los presentes pasaréis
a la tercera y última prueba, sin embargo, la experiencia me dice
que no será así. Antes de nada, y puesto que no soy partidario de
la violencia, os repito lo que sin duda ya os han comunicado: esta no
es la prueba mortal. Lamentablemente, esto no indica que no se pueda
perder la vida. Aunque esta prueba tiene un encanto especial: no solo
está terminantemente prohibida la muerte de un aspirante a manos de
otro, sino que no podréis atacaros ni entorpeceros entre vosotros.
Quien no haga caso a esta norma será expulsado sin más dilación,
de la prueba y de la posibilidad de unirse a la Guardia.—el anciano
sacerdote tomó aliento.—Dicho esto, tomará mi relevo el príncipe
Rickard para explicaros vuestra tarea con detalle.
Azam
se sentó y Rickard se puso en pie.
—En
vuestra segunda prueba no habrá tiempo límite. Tenéis todo el que
preciséis. El terreno de la prueba es el lago, no podéis salir
hasta que hayáis completado la misión. Si lo hacéis, seréis
descalificados. Podéis usar esos botes,—dijo, señalando a la
orilla donde estaban situados—uno por cada equipo en turnos de uno.
Vosotros elegís quién va antes y quién va después. Cuando los
primeros acaben su prueba, será el turno del miembro restante del
equipo. Hay unos objetos determinados al lado de los botes. Pues
bien, podéis escoger cada uno dos de ellos o llevar un arma u otro
objeto personal, tan solo en el caso de que os lo hayan proporcionado
vuestros Salvatores.
Scarlett
apretó con fuerza el carcaj de las flechas de fuego. Lo tenía
claro.
—Vuestro
objetivo es obtener un trofeo: una cabeza.—los participantes se
miraron confusos entre sí—Lo entenderéis en cuanto empiece la
prueba. Conseguid la cabeza, entonces, y solo entonces, salid del
lago. Sobre el orden del equipo, os puedo asegurar que tanto la
primera como la segunda posición tienen sus ventajas e
inconvenientes. Si el bote que usó el primero resulta dañado o
destruido, será reemplazado con otro, de eso no debéis preocuparos.
Os daremos diez minutos para que cada equipo vaya a un bote y
decidáis los objetos que queréis y el orden de participación.
Buena suerte a todos y que la diosa Unda esté con vosotros en el
lago.
En
cuanto acabó de hablar la muchedumbre se volvió ensordecedora.
Julian se acercó a las chicas para desearles suerte.
—No
me gusta que los Salvatores me hayan dado tanta ventaja.—comentó
algo molesto.—Es injusto.
—Pagan
con oro a la Corte y pueden ayudar a sus favoritos. Claro que no es
justo.—dijo María encogiéndose de hombros—Pero, ¿qué importa?
Ibas a ganar de todas formas.
—Lo
sé.
—¡Sé
humilde!—protestó María, aunque ella era igual.
—Es
una pérdida de tiempo negarlo. Voy a ganar y tú también, si no
haces muchas tonterías.
—Y
Scarlett también.—dijo María dándole un codazo cariñoso.—Por
cierto, si no te importa, prefiero ir yo de primera.
Julian
asintió.
—Sí,
será mejor.
—¿Estás
segura? Si voy yo primero podrás ver cuál es la prueba y te será
más sencillo luego.—dijo Scarlett.
—Por
eso mismo. Seamos prácticas: tengo menos años, pero más
experiencia, más fuerza y más habilidad. ¡Eh! No pongas esas
cara—dijo riendo—Estoy siendo objetiva. Llevo con una espada en
la mano y un arco en la otra desde que salí del vientre de mi madre.
Tú hace dos días ordeñabas vacas y limpiabas cuadras. En unos años
la Elementar del Fuego me dará mil vueltas, seguro, pero ahora es
mejor que vaya yo primero.
Scarlett
accedió sin poder discutir la explicación lógica de María y se
dispusieron a elegir los objetos. Julian también se marchó, aunque
siguió mirando con preocupación a Scarlett desde su posición.
Scarlett, sin darse cuenta de esto, eligió la espada corta. María
la miró sin entender por qué cogía la espada y no el arco teniendo
ya las flechas, pero Scarlett sonrió misteriosa y dijo que ya se lo
explicaría más tarde. María cogió la cuerda y el bardiche.
Pasados
los diez minutos, los primeros participantes de cada equipo entraron
en los botes y ayudados por los otros miembros, fueron llevando el
bote hasta que rozó las aguas del lago. Scarlett y María se
sonrieron la una a la otra y la chiquilla comenzó a remar junto a
los demás, adentrándose en el oscuro fluir del lago.
Nota de la autora ~> ¡Capítulo dedicado a Lorena! (LMDreamer) ¡Muchas felicidades, gracias por todo el apoyo y el cariño que siempre aportas! ♥ || Líada y Níada son los nombres de las dos lunas del Submundo. Si estáis leyendo la renovación de El último Guardián, veréis dentro de unos capítulos que se habla de ellas. || Bardiche es un arma medieval, una especie de mezcla entre una lanza y un hacha.
Esto es un bardiche o berdiche |