Nota de la autora ~> Son las 3:38. Me estoy muriendo de sueño. Creo que ya veo borroso y todo jajajajaja. No me hago responsable de qué narices está escrito más abajo hasta que lo revise mañana. Así que si encontráis faltas, fallos tontos, etc... todo culpa de mi horario nocturno. Siempre publico a las tantas de la mañana, no lo entiendo. ewe
¡¡¡POR FIN!!! Se me ha atragantado este capítulo. Tarde muchísimo en escribir la primera mitad y la segunda la escribí toda seguida en una noche. Creo que me ha salido muy corto y que la acción pasa mucho más rápido de lo que me gustaría. Por eso me pone nerviosa escribir escenas con mucha acción, porque siempre tengo la sensación de que hago que todo pase muy rápido y que no tenga sentido. En fin. u_u
Vuelvo a empezar los exámenes esta semana, así que tampoco sé cuánto tiempo tendré para escribir, pero ya sabéis, nunca abandono. Tardo milenios, pero sigo aquí. No entiendo cómo queda gente que me lee, soy como...la escritora-en-entrenamiento más irresponsable que hay. Pero gracias♥
¡Ah! Dedico este capítulo a Sarache. (Cuando acabes de leerlo Sarah, sabrás por qué~)
PD: Un pequeño recordatorio: Selendre es la abuela materna de Scarlett.
Quizá después de este capítulo...bueno y de muchos capítulos anteriores, os quedasteis como... ¿¿¿??? en ciertas escenas porque no se entienden los diálogos, como que falta información. Es porque siempre pongo a personas hablando y no se explica a qué se referían hasta 10 capítulos o incluso un libro después. Así de maja soy. Esta trilogía habría que leerla dos veces mínimo para en la segunda lectura ver todos esos detalles y saber a qué se referían. Pero pereza máxima, ¿verdad? Os entiendo. VALE YA OS DEJO.
Perdón por la tardanza, como siempre. TwT
Scarlett ya estaba dentro de la barca, remando hasta el
centro del lago junto al resto de Guardianes de la segunda ronda. Las manos que
sujetaban los remos temblaban, sabedoras de lo que les deparaba la prueba.
Los cuchicheos sobre ella se extendían por las gradas, pero
ella no podía oírlos, tenía sus cinco sentidos puestos en el agua, esperando el
más leve de los movimientos. Hablaban de su inferioridad en esa prueba, era
casi un chiste: la Elementar del Fuego en un lago con monstruos marinos.
Scarlett sabía que no era una prueba imposible, solo
difícil, y tenía un plan trazado desde antes de montar en la embarcación. Ya
desde que los Salvatores les dieron las pistas, había supuesto que se trataría
de alguna bestia acuática a la que tendrían que enfrentarse (los colmillos
venenosos) y después de la prueba de María y Julian, otra sospecha le había
venido a la mente. Si querían igualar la dificultad no podían tratarse de
serpientes comunes.
No pudo evitarlo y echó un vistazo hacia el público. Cuando
empezara la acción no tendría tiempo para distracciones y si no lo hacía ahora
se arrepentiría luego. Al fin y al cabo, a pesar de no ser la prueba mortal,
los jueces habían dejado claro que podían perder la vida, y tras ver los pocos
que salieron del lago en la primera parte…
Primero miró hacia el árbol donde sabía que estaba Kira.
Desde tanta distancia no podía distinguir su rostro, pero sabía que estaba
devolviéndole la mirada. Le daba seguridad que alguien sin ataduras a las leyes
estuviera allí presente, aunque Scarlett tenía sus dudas de que fuera a
intervenir.
Justo cuando iba a buscar a Dáranir y Chelsea, un golpe seco
en la parte inferior de su bote hizo que se girase alarmada. El chico que tenía
al lado frunció el ceño y se alejó de ella remando con precaución.
Scarlett se puso nerviosa. Los ataques tendrían que empezar
en algún punto, pero la opción de que ella fuese la primera en ser atacada le
parecía casi surrealista. Notó como se le tensaba todo el cuerpo cuando escuchó
un segundo golpe, esta vez más fuerte, en un lateral.
Se aseguró de que tenía a mano las Sagittae Ignis, las flechas de fuego que le habían entregado sus Salvatores y siguió remando. No
tenía los poderes de Julian ni la fuerza y agilidad de María: necesitaba estar
lo más cerca posible de la orilla contraria antes de conseguir la cabeza.
Algunos Guardianes siguieron su ejemplo, otros se quedaron
quietos como estatuas a la espera de lo inevitable, quizá asustados, quizá
expectantes.
Y entonces se desató el caos.
No fue como en la primera parte, donde las serpientes fueron
saliendo una por una, cada una a por un adversario, sino que esta vez salieron
dos de los gigantescos reptiles y atacaron un bote lejano al suyo.
Scarlett no llegó a ver qué le sucedía al desdichado chico
al que acababan de atacar, porque en ese mismo momento otras dos serpientes le salieron al paso interponiéndose en su camino. A su alrededor podía escuchar
gritos, pero ella ya no veía nada más que el monstruo al que tenía delante. El
miedo hizo presa de ella. Porque era su monstruo.
En ese instante, no era parte de un equipo, no tenía compañeros, familia o
amigos que la fuesen a ayudar. Estaba sola.
El monstruo lanzó un chillido que le heló la sangre de las
venas y se estiró para aumentar su tamaño. Entonces Scarlett se dio cuenta de
algo más a parte del miedo. Algo que ya había sospechado.
No eran dos
serpientes.
Dos cabezas, dos cuellos…pero un cuerpo.
Era una hidra.
El que sus sospechas fueran acertadas le dio un impulso a su
valor. Pero eso no hacía más fácil su misión. Cada vez que cortas la cabeza de
una hidra, le salen el doble en número y al doble de velocidad. Así que no
solo tenía que preocuparse de cortarle una cabeza, sino que debía darse prisa
en llegar al otro lado del lago antes de que la otra cabeza la atrapase y la
recién cortada se multiplicara.
Tuvo que dejar sus maquinaciones a parte cuando uno de los
monstruos empezó a perseguir su bote. Al principio intentó hacer lo que parecía
más obvio: remar, pero pronto se dio cuenta de que no podía superar la
velocidad del animal por mucho empeño que pusiese y que tarde o temprano
acabaría atrapándola. Así que dejó los remos dentro del bote y se quedó de pie,
espada en mano, encarando a la criatura que cada vez estaba más cerca. Notaba
como las gotas de sudor caían por su frente y su cuerpo se volvía más pesado,
como si fuera a quedarse petrificada en el sitio y las piernas no le fueran a
responder. Pero le respondieron. Justo cuando la serpiente abrió las fauces
para devorarla de un mordisco, Scarlett se dejó caer en el suelo del bote y
levantó la espada, clavándola en el cuello escamoso y anchísimo del enemigo.
Por supuesto, no fue suficiente para cortarle la cabeza ni mucho menos, pero sí
para hacerle una herida importante que provocó que el animal se retorciese y se
alejara de ella.
Aunque también provocó que volviese a la carga con más
cólera que antes.
Scarlett no estaba segura de que el animal fuera tan tonto
como para que la misma estrategia funcionara dos veces, así que cogió una de las
flechas de fuego y se la metió en una bota, mientras agarraba otra con la mano
izquierda, pues la derecha estaba ocupada empuñando la ligera espada.
Justo en ese instante pasó lo que menos quería que pasara:
otra hidra chocó contra su bote mientras luchaba con un guardián y la tiró al
agua. Estaba en una mala situación, muy mala.
«El agua no es mi elemento» pensó irónicamente.
Su propia hidra se dio cuenta de la situación y emitió unos
extraños gruñidos que se parecían demasiado a una risa. Acto seguido, hundió su
gigantesco cuerpo al completo en el agua y desapareció. Scarlett maldijo entre
dientes e hizo un esfuerzo por subir de nuevo al bote antes de que la cogiese
por sorpresa desde abajo. Lo consiguió, pero seguía sin haber rastro del
monstruo. Scarlett se preocupó, estaba segura de que estaba acechando y no
verla la ponía nerviosa. Justo entonces otra hidra salió del agua con un hombre
en la boca, y con varias sacudidas violentas de cuello, lo fue desmembrando.
Scarlett se apartó a tiempo antes de que un trozo de brazo humano le cayese
encima. Se le encogió el estómago del asco y notó náuseas, pero se tragó el
vómito que estaba a punto de expulsar. Se miró a sí misma: no estaba herida, y sin
embargo, a su alrededor se veía una danza de cadáveres. Oía gritos, no gritos
de dolor, ni de miedo, sino gritos de guerra, gritos de personas esforzándose
por luchar y sobrevivir, y eso le dio coraje. En cuanto vio las dos cabezas de
su serpiente asomar a la superficie, soltó la espada y se clavó la punta de la
flecha de fuego en la palma de la mano, dibujando una línea de sangre en ella.
Al hacer contacto el metal con la sangre, su mano se incendió inmediatamente. Hizo
lo mismo con la otra mano. La serpiente se detuvo un momento, sorprendida por
el repentino fuego. Sin embargo, era muy poco. Necesitaba más. Scarlett hizo
otro corte, esta vez más profundo, se hizo repetidos cortes en las manos, lo
más rápido que pudo y con toda la fuerza con la que era capaz de herirse a sí
misma, hasta que sus puños se volvieron dos llamaradas intensas y la sorpresa
de la hidra pasó. La flecha cayó a un lado. Necesitaba las manos libres. El
fuego no le dolía, tan solo notaba un agradable calor que contrarrestaba el
daño de los cortes.
La hidra atacó y Scarlett apuntó un puñetazo a su ojo
derecho, pero falló. Intentó agarrarse al hocico para poder llegar hasta los
ojos, pero la hidra se la sacudió de encima y la lanzó volando contra el bote,
que se rompió con la fuerza de la caída. Un trozo de madera perforó la pierna
de Scarlett y se le clavó. Scarlett soltó un grito de dolor. Había sido en el
mismo sitio en el que Strone Walter le había clavado la flecha. La hidra no le dio
tregua y se abalanzó de nuevo sobre ella. Scarlett, desesperada por defenderse,
sacó el trozo de madera de su pierna sin miramientos y lo introdujo en la boca
de la bestia en vertical, impidiéndole que la cerrara. El contacto de la madera
con sus manos la había prendido en fuego, pero la serpiente no parecía herida,
más bien molesta por no poder devorarla. La saliva y el agua apagaban el
pequeño fuego de la madera. La pierna de Scarlett comenzó a desangrarse a
niveles preocupantes y la chica, temerosa de perder el conocimiento, aprovechó
la oportunidad y, teniendo a la hidra tan cerca, le propinó un puñetazo con
todas sus fuerzas en el ojo derecho. La serpiente quiso apartarse de ella, pero
Scarlett se deslizó por el lateral izquierdo corriendo e incendió también con
sus manos un ojo de la otra cabeza. Las dos cabezas chillaron al mismo tiempo y
levantaron sus cuellos, retorciéndose de dolor y chocando entre ellas por la
confusión de perder parte de la visión.
Entonces, Scarlett aprovechó la confusión para coger la
espada. Le escocían las palmas de las manos por el contacto de las heridas
abiertas con la empuñadura, pero ignoró el escozor y bajó la hoja múltiples veces
sobre uno de los cuellos. Sus puños se habían apagado debido al chapoteo
furioso del monstruo al verse medio ciego.
Le estaba resultando muy difícil cortar la cabeza porque la
hidra no paraba de moverse, movimientos que eran como espasmos y que amenazaban
con tirarla del bote en cualquier momento. Scarlett tuvo que saltar, agacharse
y correr procurando no caerse al agua mientras el monstruo daba cabezazos y
lanzaba mordiscos sin ver muy bien a su agresora. Si tan solo el cuello no
fuese tan grueso o las escamas tan duras…
Al ver a María le había parecido más sencillo de lo que era
en realidad. Ella no podía depender de su fuerza física, necesitaba otro plan.
Entonces se le ocurrió. Podía cortar el cuello al mismo tiempo que lo hacía
cicatrizar para que no saliesen nuevas cabezas.
Esquivando por los pelos un golpe de cola, sumergió la
espada en el agua del lago y la sacó rápidamente. A tientas para no perder de
vista a la hidra, consiguió una de las Sagittae
Ignis que había dejado en el bote y puso en contacto la punta de la flecha
con el metal mojado. No estaba muy segura de que fuese a funcionar, pero para
su suerte, funcionó. Una lengua de fuego se extendió por la hoja, cubriendo el
arma de llamas.
La hidra siseó al ver de nuevo la luz que la había cegado y
se encogió sobre sí misma, enfadada pero asustada. Scarlett no perdió la
ocasión y volvió a dejar caer la espada sobre uno de los cuellos, ahora no solo
cortándolo, sino incendiándolo. El fuego ayudó a acabar de destruir la carne, y
por fin, la cabeza cayó al agua, hundiéndose en las profundidades del lago.
Scarlett soltó una maldición. ¡Necesitaba la cabeza! Tanto trabajo para nada. Al
menos no volvería a crecer, las llamas habían hecho su función y taponado el cuello.
No obstante, el cuerpo de la hidra y la otra cabeza seguían
vivos. El animal había comprendido que cada vez que la humana conseguía el
fuego, ella salía herida. Así que, ahora conscientemente, dio un golpe de cola
en el agua que mojó la espada y a Scarlett. La única flecha que le quedaba, la
que guardaba en una de sus botas, hizo contacto con el cuero mojado y se
incendió. Las botas empezaron a arder y Scarlett cogió la flecha y tiró su
calzado al lago antes de que incendiara la embarcación.
Scarlett tenía que mantener su última flecha encendida para
atacar a la hidra y conseguir la cabeza, puesto que las Sagittae Ignis convertían en fuego cualquier líquido al tocarlo, pero solo funcionaban una
vez.
La hidra tenía otros planes. Demasiado dolorida y con un
instinto asesino y defensivo, se tiró sobre el bote y sobre Scarlett con todo
su peso, hundiendo todo hacia el abismo.
El agua dulce entró por la boca y los orificios nasales de
Scarlett antes de que se diera cuenta de que ya no estaba en suelo firme. Fue
todo demasiado repentino, en un abrir y cerrar de ojos veía todo oscuro a su
alrededor y sentía un frío intenso y húmedo penetrándole en los huesos. También
sentía dolor. Al principio solo supo que algo era doloroso, lo notaba en todo
su cuerpo. Luego lo notó por zonas: estaban aplastándole las costillas, los
pulmones. Había un peso demasiado grande sobre ella que la empujaba hacia el
fondo con una fuerza desbordante y a gran rapidez y la dejaba sin oxígeno. La
vista empezó a nublársele, le costaba mantener los ojos abiertos y con los
párpados entrecerrados solo distinguía un gran ojo amarillo frente a ella, y
una masa deforme, gigante y verdosa.
La cabeza le iba a explotar de un momento a otro. De eso
estaba segura. Entonces el poco aire que le quedaba se agotó y sintió una
quemazón en el pecho que nunca antes había sentido.
«Aire.» pensó. En realidad no habría podido pensar en otra
cosa aunque quisiera. Su único deseo era poder respirar. « ¡Aire!»
Empezó a perder la consciencia. Cada vez era más complicado
mantener los ojos abiertos. Quería cerrarlos, quería dejar de sentir. No tener
tacto, no ver, no oír. Si con eso podía
dejar de sentir aquella angustia y dolor, morir no le parecía tan malo.
Así que cerró los ojos al mismo tiempo que unas fauces
plagadas de afilados dientes se abrían y la engullían. Y ya no sintió nada.
«Ah… ¿así que esto es morir?»
Le resultaba casi cómico como su cuerpo había dejado de
funcionar pero aún era capaz de pensar. Había sido mucho más rápido de lo que
había esperado. Humanos, entes…todas las criaturas conscientes de que están
vivas tienen miedo a la muerte, temen morir más que a cualquier otra cosa en el
mundo. ¿Por qué? Si era sencillo, rápido y te libraba del dolor y el
sufrimiento.
«Sí…¿por qué tendría yo…miedo a morir?»
La imagen de una mansión de piedra gris le vino a la mente.
Caras borrosas. Un hombre amable, explicándole con paciencia
que era una Guardiana. Todos lo miraban con admiración, también ella.
Un joven en una biblioteca, enfadado y gritando. Luego, el
mismo joven, bailando con ella en un hermoso salón y sonriendo.
Una mujer batiéndose en duelo en el patio de aquella casa,
venciéndola una y otra vez, pero siempre ayudándola a levantarse tras cada
derrota.
Una chiquilla abrazándola, con una sonrisa que iluminaba la
habitación entera. Luego, llorando frente a una tumba.
Una mujer de piel y cabello verde, trenzándose el pelo y
charlando con ella frente a una granja. Ambas paseando por un bosque mágico. Y
después, la que parecía otra mujer, rubia, humana, pero que le producía la
misma sensación, sentada a los pies de su cama, entregándole un frasco de algo
y sonriendo con tristeza.
Un jinete recogiéndola y llevándola a su lado. Un hombre
joven riendo en una taberna, mientras una mujer lo regañaba. Ella y el mismo
hombre sentados en la copa de un árbol, rodeados de criaturas luminosas. Una
criatura negra y desfigurada, horrible. Su propia mano tocando la mejilla de
aquella criatura, y volviendo a ver de nuevo al hombre joven.
«Creo que…ya recuerdo…» tenía los ojos cerrados, pero aún
así podía percibir una luz cálida tras ellos. Algo encendiéndose. Un calor
agradable.
No quería dejar de ver esas caras, esas personas. Dejarse
llevar y dormir para siempre aliviaría el dolor, pero le quitaría lo único que
realmente importaba. Quiso llorar de impotencia, si antes lo único que quería
era poder respirar, ahora necesitaba volver a ver las caras de los que amaba
más que el propio aire.
El dolor regresaba. Pero Scarlett sonrió. Porque sabía que
era precisamente el poder sentir dolor lo que le indicaba que estaba viva.
Oyó un ruido atronador. Hubo mucha luz. Y luego, todo se
volvió negro.
***
— ¡Dioses, no! ¡No! ¡Scarlett! ¡No, por favor! —gritó María
horrorizada, presenciando una escena atroz.
Pammond deBlanc y Kai, dos supervivientes de la segunda
prueba, la sujetaban contra su voluntad para que no hiciese ninguna locura.
María estaba histérica, pensaba que había sido preparada para observar aquel
tipo de cosas sin inmutarse. Los Guardianes se instruyen sabiendo que en
cualquier momento pueden perder la vida por su reino. Es conocimiento común y
es un honor morir por tu rey. Pero había sido todo palabrería.
Acababa de contemplar como Scarlett era devorada por una
hidra.
— ¡Dejadme ir a ayudarla! ¡Aún puedo salvarla, no importa
que pierda la prueba!
— ¡Geneviev, cálmate!
María le habría dado un puñetazo de buena gana si pudiera.
Mas por mucho que forcejeaba, no la soltaban.
—Van a descalificarte como sigas comportándote así. —dijo la
insufrible voz de Strone Walter, cruzado de brazos a su lado mirando hacia el
lago sin expresión en la cara.
— ¡Al diablo con la prueba! ¡Que me descalifiquen!
¡¡¡Dejadme ir con ella!!!
Strone Walter ni se molestó en mirarla, solo suspiró como si
estuviera siendo paciente con un niño.
—Abre los ojos, Geneviev. Tu amiga está muerta.
María estaba desesperada. Buscó como loca alguien que la
comprendiese, alguien dispuesto a ayudar a Scarlett. Porque no estaba muerta.
Se negaba a creerlo.
— ¡Julian! ¡Julian, haz algo! ¡¡¡Julian!!!
Julian no respondía. De hecho, apenas se movía, no se sabía
si estaba respirando siquiera. El muchacho no había despegado la vista del
punto donde la criatura se hundió con Scarlett para no volver a aparecer.
Vio por el rabillo del ojo salir a dos concursantes del lago, victoriosos, con
las cabezas y sonriendo, con el puño alzado en señal de triunfo. El público,
que hasta hacía unos momentos había chillado en horror ante la muerte súbita de
la chica Chevalier, ahora silbaba y aplaudía a los que sí consiguieron salir
con vida.
Julian estaba sintiendo demasiadas cosas al mismo tiempo.
Por una parte, no era capaz de procesar lo que acababa de ver, pero la amargura
de saber que era real lo estaba destrozando. Por otra, quiso hacerlos
desaparecer a todos. ¿Qué derecho tenían los demás a vivir si ella no lo hacía?
¿Por qué la gente seguía riéndose y celebrando? ¿Qué había que celebrar sin
ella? ¿Cómo se atrevían a sonreír sabiendo que ella estaba…estaba…?
Apretó los puños tan fuerte que se clavó las uñas y sangró.
Escuchaba una voz débil diciéndole algo, pidiéndole ayuda.
Aunque él no podía hacer nada. ¿O sí podía? De pronto volvió a la realidad.
— ¡Julian, por favor!
La voz débil se transformó en la voz de María. La miró
durante unos segundos, confuso y entonces comprendió qué tenía que hacer. Si
había la más mínima posibilidad de que Scarlett estuviera viva, la encontraría.
Se preparó para adentrarse en el lago y buscarla. Removería todas las aguas con
un huracán si hacía falta, pero la encontraría.
También oyó otra voz, una voz molesta y fuerte en el fondo
de su mente, que le advertía que no podía romper las normas. Todos sabían a qué
se enfrentaban, en las pruebas siempre había muertes, y no pocas. Intentar ser
un Guardián era sinónimo de buscar tu propia condena. Lo sabía. Lo sabía
perfectamente. Por eso odiaba relacionarse con otras personas. Al final, todos
aquellos a quienes amaba se iban. Primero su madre, luego su padre, su mejor
amigo y ahora…ella. También ella. La había querido y eso la había contagiado.
Sabía que no había tenido nada que ver y aún así ya se sentía prácticamente su
asesino.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no se movía? ¿Tanto miedo le
tenía a las leyes, a los códigos, a lo que otros definían como honor? Él nunca
rompía esos códigos, jamás se dejó llevar por sus sentimientos antes que por la
razón y sus principios. ¿Lo iba a hacer ahora? Quería hacerlo. ¿Pero era capaz?
¿Desatar el caos, rebelarse, dejar el deber a un lado?
Antes de que pudiese decidir o actuar, las circunstancias
actuaron por él: hubo una explosión ensordecedora que vino de las entrañas del
lago. Las aguas se abrieron de pronto formando olas enormes que destrozaron
parte de las gradas y empaparon a los espectadores y jueces. Los que estaban
más cerca de la orilla fueron echados hacia atrás violentamente por la fuerza
de las olas.
Cundió el pánico, nadie entendía qué estaba sucediendo.
***
Kira no se había alterado al ver que la hidra hundía a
Scarlett. Se había puesto tenso, no podía negarlo, pero tenía confianza en
ella. Lo había sorprendido gratamente el ingenio y arrojo que había demostrado.
No había dudado ni un segundo en herirse a sí misma con tal de conseguir sus
objetivos. Esa ambición, el ganar a cualquier coste, le provocó una sonrisa.
Era una característica muy atractiva para él. Pudo ver en eso cierta similitud
con él mismo.
Aún así… «Siempre será mejor persona que yo» pensó. Scarlett
se había esforzado demasiado en que las flechas no tocasen el lago. Sería una
forma rápida de ganar, incendiando toda la superficie del agua, así quemaría a
las hidras y a ella no le afectaría, por ser la Elementar del Fuego, pero sí a
los demás participantes…
Porque lo había hecho pensando en el bien de los demás… ¿no?
¿O estaba pensando en no romper las normas para que no la descalificaran?
Conociendo a Scarlett, la primera. Pero…
Kira sonrió con malicia. Le habría gustado ver a una
Scarlett fría y calculadora.
La imagen de una mujer muy parecida a Scarlett se le pasó
por la cabeza. De pelo anaranjado, más alta y sin pecas…y con una mirada
gélida. Kira frunció el ceño. Odiaba que esa mujer se inmiscuyera en sus
pensamientos sin permiso tan a menudo.
Volvió a echar un vistazo hacia abajo. Ni rastro de
Scarlett. Kira empezó a revolverse en la rama del árbol. Llevaba mucho tiempo
hundida, esperaba que ya hubiera salido. ¿Qué estaba pasando?
Según pasaban los segundos se ponía más y más nervioso. Se
incorporó para ver mejor. En la orilla, María estaba gritando, sujeta por dos
Guardianes y Julian parecía petrificado.
—Selendre…
El nombre se escapó de sus labios antes de que se diera
cuenta.
—Selendre, no te atrevas a abandonarla…—estaba susurrando,
pero según pasaba el tiempo y Scarlett no aparecía, hablaba más alto— ¡Maldita
sea, Selendre, no la dejes sola!
En cuanto Kira se decidió a bajar hasta el lago y sacarla de
allí él mismo, se oyó una explosión y unas olas gigantescas se levantaron y
barrieron toda la orilla y parte de las gradas.
Cuando la marea que se levantó volvió a bajar y las aguas
volvieron a su cauce, pudo verse lo que habían dejado a su paso: múltiples
trozos de carne calcinada de hidra y una figura humana con la ropa hecha
jirones y una maraña de pelo rojo cubriéndole el rostro. Poco a poco, la figura
se levantó temblando y el gentío comenzó a comprender qué había sucedido.
Kira, apoyándose en el tronco del árbol, se echó a reír a
carcajadas.
—No me lo puedo creer…aún sigues prefiriendo montar un
espectáculo a que me acerque a tu familia, ¿eh?
Por supuesto, nadie contestó. Kira siguió riendo y aplaudió
con ganas a su pelirroja favorita.
***
Scarlett creía que se había roto todos los huesos del cuerpo.
Se sentía extremadamente débil, y al mismo tiempo, más fuerte que nunca. Olía
la tierra pegada a su cara, y también olía la carne quemada de la bestia que
había intentado engullirla. Escuchaba muchas voces a su alrededor y no era
capaz de distinguirlas, pero le daba igual. Cuando se incorporó a medias y
abrió los ojos, se sintió más viva que nunca. Dos personas, cuyas caras para
ella aún eran un borrón deforme, la ayudaron a erguirse y la cubrieron con una
manta. Oyó aplausos.
— ¡Eres…eres...! ¡Oh, por todos los Dioses, si vuelves a
darme un susto como este te mato, Scarlett Chevalier! ¡Te mato!
Scarlett hizo algo parecido a sonreír. Reconocía esa voz
aguda y chillona. María la abrazó y ella devolvió el abrazo sin fuerzas.
—No amenaces de muerte…a alguien…herido…
María se rió entre lágrimas.
—Y hace bromas…—murmuró entre hipidos—Ay…voy a matarla…
Todo se hizo mucho más claro. Ya podía ver con claridad. Vio
los ojos hinchados y llorosos de María, con la cara roja y llena de rasguños y
heridas, pero con una expresión de alivio y felicidad. El público se había
levantado y estaba muy revuelto, y los jueces pedían orden, aunque eran
ignorados. No fue capaz de encontrar a Dáranir ni a Chelsea entre la multitud,
y Kira había desaparecido del árbol donde estaba al principio. Entonces,
alguien más le cogió el rostro con suavidad y la obligó a mirarlo, pero con una
delicadeza que nunca antes había demostrado. Scarlett no puso resistencia y se
sintió dichosa cuando unos ojos castaños se cruzaron con los suyos. Iba a decir
algo, iba a saludarlo, a abrazarlo, a sonreír, pero no pudo hacer nada. Julian
no le dio tiempo. Antes de que Scarlett supiera cómo reaccionar, los labios de
él estaban sobre los suyos.
Julian no se apartó inmediatamente. La siguió besando, de
una forma que ella jamás hubiera esperado del rudo, áspero y serio Julian. Era
cómo siempre había imaginado que sería su primer beso: dulce, tierno y suave.
El Elementar del Viento le acarició con delicadeza el pelo,
la mejilla, y luego posó su frente contra la de ella.
—Gracias…por volver.