¡Hola! ¡He vuelto! Parecía que tenía este blog abandonado...la verdad un poco sí. Me he centrado más en renovar El último Guardián porque lo inscribí al concurso Wattys 2015, pero qué narices. Me gusta llevar las dos cosas al tiempo. Aunque soy leeeeeeeeeenta, lo sé, mis disculpas. Pero he estado trabajando en algo más que escribir. Después de tres días dándome MUCHOS quebraderos de cabeza (el maldito HTML...) he conseguido subir a ESTE blog la banda sonora de Corazón de Fuego. No sé si lo sabéis, pero en el blog de El último Guardián también hay la suya propia. Si queréis oírla, está en la parte superior del blog. Cada canción hace referencia a un personaje, un grupo de ellos, una escena, una parte de la trama, etc. He puesto títulos a cada canción, también. No entenderéis todos, y es lógico, pues es la banda sonora de TODO el libro, y, por si tenéis curiosidad, os diré que vamos...más o menos....por la mitad. Más o menos. También intenté seguir un orden cronológico, aunque creo que no ha quedado del todo ordenado, así que no os fijéis demasiado en eso.
¡Ah! ¡Y otra cosa! Sé que dije que quería subir el capítulo 22 entero hace un par de días, pero no fue posible porque no me encontraba bien ni para escribir. Pero me pongo a ello en los ratos que estoy bien, así que espero tenerlo prontito. (Siempre digo eso...) Pero os dejo un adelanto para los que me pedisteis por Ask y demás redes sociales que subiera de una vez. Tengo MÁS escrito, pero tampoco quiero poneros medio capítulo aquí. De todas formas, aunque sea un adelanto, me encantaría recibir vuestras opiniones/críticas y toda la parafernalia. Ya sabéis, sin cortaros <3 (¿Si es que alguien está leyendo esto? O_O)
¡Aquí os lo dejo y gracias por aguantar a este intento de escritora TAN lenta! ♥
Capítulo 22: La proposición de Julian
A María prácticamente se le había desencajado la mandíbula
al ver el beso de Julian y Scarlett. Se había esperado todo menos eso. A esas
alturas todos conocían ya el amor que le profesaba el chico a la pelirroja,
pero nadie había creído que se atrevería a hacer algo al respecto, ni que ella se
daría cuenta.
Pero allí estaban. Mirándose el uno al otro demasiado juntos
para lo que se consideraría decoroso y rodeados de gente aplaudiendo y
silbándoles. María pensó en aplaudir también, o hacer algo, mas no fue capaz de
hacer nada. La situación le era demasiado extraña, demasiado ajena como para
querer sentirse partícipe.
Tras unos momentos en los que la pareja siguió en su mundo
privado, volvieron a la realidad y se separaron casi con agresividad,
entendiendo que tenían público, y mucho. Las mejillas de Scarlett no podían
estar más enrojecidas y, en un acto reflejo, le dio la espalda a Julian y salió
casi corriendo hacia lo primero familiar que vio: Chelsea.
Entonces María reaccionó. Tenía que felicitarla en
condiciones y debía celebrar que los tres hubieran pasado a la última ronda.
Sin embargo, en cuanto dio un paso, una mano de dedos delgados la agarró con
fuerza y la echó hacia atrás. Levantó la vista y se encontró con la intimidante
figura de su madre.
—Madre…
Sabía por la mirada de la mujer que no le esperaban palabras
amables. Y ya se imaginaba lo que iba a decir. No agachó la cabeza avergonzada
o con miedo, eso solo habría empeorado las cosas. Por el contrario, se quedó
mirándola, no a los ojos, lo cual habría interpretado como un símbolo de
rebeldía, sino a ningún punto en concreto de la cara.
—Explícate.
— ¿En qué debo explicarme, madre? —dijo, no de desafiante,
sino humildemente.
La mano en su hombro se apretó más.
— ¿Desde cuándo eres una cobarde, María?
Esa pregunta la pilló por sorpresa y la hirió donde más le
dolía.
—No soy una cobarde—era una de las pocas cosas de las que
estaba segura.
— ¿Entonces por qué le dejaste a la novata la prueba más
difícil? Y la que tenía más mérito. ¿Te imaginas que habría pasado si llega a
morir? Podrían incluso acusarnos de haber dado el golpe final a la familia
Chevalier. No solo eso, mira—le agarró el mentón y le obligó a girar la cara
hacia el lugar donde estaban reunidos Scarlett y el resto de miembros de la
Casa Gris. Chelsea tenía una mano sobre el hombro de Scarlett, de una forma muy
diferente a cómo la tenía su madre sobre ella en esos instantes. Todos sonreían
y a su alrededor se empezaba a formar un corro de curiosos—. Tienes que
competir contra dos Elementar, y se lo pones en bandeja para que te quiten
cualquier honor. ¿No te encantaba ser el centro de atención?
María frunció el ceño, confusa ante qué era correcto sentir
en esa situación. No contestó.
—Y la elegancia. Mira a Julian, ha sido impecable, ni un
movimiento innecesario, ni un cabello fuera de sitio… Para haber crecido juntos
no parece que se te haya pegado mucho de él—María iba perdiendo más las fuerzas
según su madre hablaba—. Tu padre se ha quedado a hablar con los regentes de
las familias Ingary y Dunem, pero apenas te han mencionado. Todos están como
locos con el Elementar del Viento y la Elementar del Fuego… aunque, esa muestra
de afecto, por llamarlo algo, ha sido
bastante vergonzosa. Espero no verte comportándote así nunca. María, ¿me estás
escuchando? María.
«Tan solo dímelo…por
una vez. Solo una vez. Dime…que he hecho un buen trabajo. Felicítame…»
—Por los Dioses, eres un caso perdido. Te entra por un oído
y te sale por el otro. Está bien, basta de tonterías, tu padre me espera.
Vuelve con los miembros de tu Casa y felicita a Julian y a la chica Chevalier
de nuestra parte. Han hecho un buen trabajo, aunque el de ella un tanto…sucio y
poco pulido. Pero aún es una novata—con una mirada gélida, le levantó el mentón
con un dedo—. Tú no tienes esa excusa. No quiero más errores. Quiero que hasta
los reyes hablen de ti en la próxima prueba, ¿me has entendido?
María asintió sin articular palabra alguna y Moria Geneviev
soltó un largo suspiro. Le dio un beso fugaz en la frente a su hija y se marchó
con aquellos pasos cortos y rápidos que la caracterizaban.
Scarlett fue cazada por un enorme
abrazo de oso de María. Las dos jóvenes rieron, desatando la tensión que había
ido creciendo en la prueba y, una vez más, volvieron a abrazarse. Dáranir
parecía estar conteniéndose para no unirse a la fiesta de abrazos y para
sorpresa general, Chelsea se reía. Quizá fuera por la adrenalina, pero Scarlett
no había sentido tanta felicidad en mucho tiempo. Solo le faltaban dos personas
para que aquel momento fuera perfecto. Con una de ellas apenas se hablaba y la
otra no daba signos de vida.
—Chicos, se aproxima el príncipe—advirtió
Dáranir.
En efecto, el mismísimo príncipe Rickard iba
directo hacia el grupo, escoltado por cuatro guardias altos como torreones e
igual de anchos.