Nota de la autora ~> He actualizado la página de Árboles genealógicos, añadiendo el de los Chevalier. También añadí una banda sonora para CDF arriba en este blog. Si tenéis cualquier pregunta sobre las familias o quién es hijo de quién, o quién es este personaje qué sale a veces pero no recuerdo su nombre...comentario, MD, correo, Ask, estoy a todo, ya sabéis. Gracias a los que siempre estáis ahí comentando, tuiteando, en Facebook, en Ask y por email. Me ayudáis mucho porque sé que hay alguien leyendo y esa es la mayor motivación. Un libro está medio muerto hasta que alguien lo lee.
Acepto todo tipo de crítica, tomatazo, sugerencia, comentario, etc, etc. Gracias :)
A María prácticamente se le había desencajado la mandíbula al ver el beso de Julian y Scarlett. Se había esperado todo menos eso. A esas alturas todos conocían ya el amor que le profesaba el chico a la pelirroja, pero nadie había creído que se atrevería a hacer algo al respecto, ni que ella se daría cuenta.
Acepto todo tipo de crítica, tomatazo, sugerencia, comentario, etc, etc. Gracias :)
A María prácticamente se le había desencajado la mandíbula al ver el beso de Julian y Scarlett. Se había esperado todo menos eso. A esas alturas todos conocían ya el amor que le profesaba el chico a la pelirroja, pero nadie había creído que se atrevería a hacer algo al respecto, ni que ella se daría cuenta.
Pero allí estaban. Mirándose el uno al otro demasiado juntos
para lo que se consideraría decoroso y rodeados de gente aplaudiendo y
silbándoles. María pensó en aplaudir también, o hacer algo, mas no fue capaz de
hacer nada. La situación le era demasiado extraña, demasiado ajena como para
querer sentirse partícipe.
Tras unos momentos en los que la pareja siguió en su mundo
privado, volvieron a la realidad y se separaron casi con agresividad,
entendiendo que tenían público, y mucho. Las mejillas de Scarlett no podían
estar más enrojecidas y, en un acto reflejo, le dio la espalda a Julian y salió
casi corriendo hacia lo primero familiar que vio: Chelsea.
Entonces María reaccionó. Tenía que felicitarla en
condiciones y debía celebrar que los tres hubieran pasado a la última ronda.
Sin embargo, en cuanto dio un paso, una mano de dedos delgados la agarró con
fuerza y la echó hacia atrás. Levantó la vista y se encontró con la intimidante
figura de su madre.
—Madre…
Sabía por la mirada de la mujer que no le esperaban palabras
amables. Y ya se imaginaba lo que iba a decir. No agachó la cabeza avergonzada
o con miedo, eso solo habría empeorado las cosas. Por el contrario, se quedó
mirándola, no a los ojos, lo cual habría interpretado como un símbolo de
rebeldía, sino a ningún punto en concreto de la cara.
—Explícate.
— ¿En qué debo explicarme, madre? —dijo humildemente.
La mano en su hombro se apretó más.
— ¿Desde cuándo eres una cobarde, María?
Esa pregunta la pilló por sorpresa y la hirió donde más le
dolía.
—No soy una cobarde—era una de las pocas cosas de las que
estaba segura.
— ¿Entonces por qué le dejaste a la novata la prueba más
difícil? Y la que tenía más mérito. ¿Te imaginas que habría pasado si llega a
morir? Podrían incluso acusarnos de haber dado el golpe final a la familia
Chevalier. No solo eso, mira—le agarró el mentón y le obligó a girar la cara
hacia el lugar donde estaban reunidos Scarlett y el resto de miembros de la
Casa Gris. Chelsea tenía una mano sobre el hombro de Scarlett, de una forma muy
diferente a cómo la tenía su madre sobre ella en esos instantes. Todos sonreían
y a su alrededor se empezaba a formar un corro de curiosos—. Tienes que
competir contra dos Elementar, y se lo pones en bandeja para que te quiten
cualquier honor. ¿No te encantaba ser el centro de atención?
María frunció el ceño, confusa ante qué era correcto sentir
en esa situación. No contestó.
—Y la elegancia. Mira a Julian, ha sido impecable, ni un
movimiento innecesario, ni un cabello fuera de sitio… Para haber crecido juntos
no parece que se te haya pegado mucho de él—María iba perdiendo más las fuerzas
según su madre hablaba—. Tu padre se ha quedado a hablar con los regentes de
las familias Ingary y Dunem, pero apenas te han mencionado. Todos están como
locos con el Elementar del Viento y la Elementar del Fuego… aunque, esa muestra
de afecto, por llamarlo algo, ha sido
bastante vergonzosa. Espero no verte comportándote así nunca. María, ¿me estás
escuchando? María.
«Tan solo
dímelo…por una vez. Solo una vez. Dime…que he hecho un buen trabajo.
Felicítame…»
—Por los Dioses, eres un caso perdido. Te entra por un oído
y te sale por el otro. Está bien, basta de tonterías, tu padre me espera.
Vuelve con los miembros de tu Casa y felicita a Julian y a la chica Chevalier
de nuestra parte. Han hecho un buen trabajo, aunque el de ella un tanto…sucio y
poco pulido. Pero aún es una novata—con una mirada gélida, le levantó el mentón
con un dedo—. Tú no tienes esa excusa. No quiero más errores. Quiero que hasta
los reyes hablen de ti en la próxima prueba, ¿me has entendido?
María asintió sin articular palabra alguna y Moria Geneviev
soltó un largo suspiro. Le dio un beso fugaz en la frente a su hija y se marchó
con aquellos pasos cortos y rápidos que la caracterizaban.
Scarlett fue cazada por un enorme
abrazo de oso de María. Las dos jóvenes rieron, desatando la tensión que había
ido creciendo en la prueba y, una vez más, volvieron a abrazarse. Dáranir
parecía estar conteniéndose para no unirse a la fiesta de abrazos y para
sorpresa general, Chelsea se reía. Quizá fuera por la adrenalina, pero Scarlett
no había sentido tanta felicidad en mucho tiempo. Solo le faltaban dos personas
para que aquel momento fuera perfecto. Con una de ellas apenas se hablaba y la
otra no daba signos de vida.
—Chicos, se aproxima el príncipe—advirtió
Dáranir.
En efecto, el mismísimo príncipe
Rickard iba directo hacia el grupo, escoltado por cuatro guardias altos como
torreones e igual de anchos. Hicieron una reverencia.
—Os felicito a los tres en nombre de la
casa real de Regardezt. Habéis hecho un buen trabajo, capitán.
Dáranir forzó una sonrisa.
—Sus dones y habilidades no son nada
que yo les haya enseñado, Alteza, creedme.
—Os creo.
A ninguno de los Guardianes de Dáranir
les gustó el comentario, pero guardaron silencio, y él continuó la conversación
sin la más leve alteración en el rostro. El príncipe se dirigió a Scarlett.
—Me temo, señorita Chevalier, que hay
un pequeño problema con vuestra prueba. Pedíamos la cabeza y, bueno…—hizo una
seña a los trozos de carne desperdigados.
Dáranir no la dejó contestar.
—Y ella ha traído la cabeza. Juraría
que entera además. No solo eso, sino que ha traído el resto del cuerpo. ¿El
problema es que no se permite dar puntos a mayores? Dudo que Scarlett se moleste
por eso, ¿verdad, Scarlett?
Ella se apresuró a asentir. El príncipe
frunció el ceño, obviamente disgustado por la actitud del capitán.
—Pedíamos la cabeza de una sola pieza,
como hicieron el resto de participantes.
—No recuerdo haber oído nada de cómo debía ser entregada, mi señor.
—Sea como fuere, os informo de que esto
le resta puntos. No se descalifica su prueba, pero quedará en un lugar inferior
al resto de compañeros que entregaron el trofeo intacto. Es lo que los jueces
han decidido.
Dáranir se giró hacia ella.
— ¿Te parece bien?
Su mirada dejaba claro que a la mínima queja,
el capitán levantaría cielo y tierra por una victoria completa. Pero Scarlett
estaba complacida con la decisión de los jueces. El resto de Guardianes, a
excepción de Julian, habían superado la prueba con su propia fuerza. Ella podía
respirar en esos momentos solo porque un dios le había concedido una minúscula
parte de su poder. Desde luego, no era su pericia lo que la había sacado de
aquel apuro.
Una vez se hubo ido el príncipe,
Scarlett y el resto se dirigieron hacia la zona de curanderos, una parada
obligatoria para todos los heridos antes de emprender el camino de regreso al
castillo.
— ¿Alguien ha visto a Kira? —dijo
Scarlett mientras le vendaban las manos. Llevaba un buen rato haciéndose esa
pregunta.
Fue Julian quien respondió. Él no
estaba herido, pero supervisaba con ojos de halcón al servicio mientras
atendían a las dos chicas.
—Cuando acabó la prueba lo vi acechando
a una aldeana.
«¿Acechando?» Scarlett miró a Julian. De pronto, recordó el
beso que habían compartido y apartó la mirada. Julian también apartó el rostro,
aunque cuando Scarlett reunió valor para alzar la vista, pudo ver que las
orejas del muchacho estaban encarnadas.
En el momento, ni siquiera había tenido
tiempo a pensar, pero ahora, con la adrenalina prácticamente extinta, la
vergüenza y la ansiedad crecían a un ritmo descontrolado.
—Ah…—La súbita voz de María los sobresaltó
a ambos—. ¿Nos…vamos?
Tardaron demasiado en responder.
—O me voy yo. Sí, mejor me vo…
— ¡No! —gritaron Julian y Scarlett al
unísono, cogiendo cada uno de un brazo a la chiquilla para detenerla.
Julian fue el primero en recobrar la
compostura.
—Tienes razón. Ya habéis sido tratadas
así que podemos marcharnos. Vamos.
Sujetó la puerta de tela de la tienda
hacia un lado para que las chicas pudiesen pasar. Scarlett se sorprendió ante
el caballeroso gesto, pero le agradó.
El camino de vuelta fue más silencioso
que el de ida. Dirigiendo la comitiva iban los vencedores con sus mentores y
compañeros. Cabalgar junto a Strone Walter no era una tarea agradable, pero por
lo menos se mantuvo callado durante el trayecto. En el centro, escoltados por
soldados y Guardianes, estaban los jueces y miembros de las casas reales. Y al
fondo, separados del resto debido a la lentitud con la que los caballos y
carros cargaban los pocos cadáveres, aunque no siempre enteros, que habían
aparecido, se encontraban los derrotados y sus familias. Cuál sería el destino
del joven que sobrevivió pero no completó la prueba, se preguntaban los miembros
de la casa Gris, recordando a Mark y su expulsión de la familia Geneviev.
Una vez hubieron llegado al castillo,
subieron a sus respectivas alcobas para asearse y quitarse de encima el hedor a
hidra decapitada. Scarlett, cuando estuvo satisfecha con su olor corporal, dejó
a María dándose un interminable baño de sales aromáticas y fue a visitar a su
Évein.
El potrillo crecía a una velocidad
pasmosa y cada vez le faltaba menos para alcanzar el tamaño de un caballo
adulto. Teniendo como padre a una bestia del Inframundo, Ecoh, no era de
extrañar.
Al ver a su dueña, la criatura nevada
se apartó de su madre y fue en busca de caricias. Scarlett cepilló primero a
Phuria y, por un momento, creyó que todo había sido un sueño y que se encontraba
de nuevo en la granja, haciendo las tareas del día a día. Un relincho de Évein
la obligó a dejar de soñar despierta.
— ¿Qué ocurre, pequeño?
El potro golpeó la puerta con los
cascos. Una sombra negra invadió la ventana de la cuadra. Scarlett tardó unos
segundos en comprender que era un robusto caballo negro lo que pasaba por
delante.
— ¿Ecoh?
—Ese es el nombre que se me ha dado,
humana—contestó una voz profunda y lúgubre.
Scarlett cayó sobre sus cuartos
traseros del susto. ¿Le acababa de responder un caballo? Pero pensándolo
bien…era una criatura demoníaca. Bien podía saber hablar. Entonces, la misma
voz que había hablado empezó a reírse a carcajadas. Scarlett conocía muy bien
esa risa.
—¡Me has dado un susto de muerte, idiota!
Kira asomó la cabeza por debajo del
cuello de Ecoh, con pequeñas lágrimas en las comisuras de los ojos y una
sonrisa de diablo.
— ¿Te lo pasas bien? —dijo Scarlett con
los brazos cruzados sobre su pecho.
—Estupendamente.
Évein volvió a golpear en la puerta, y
esta vez, atrajo la atención de Ecoh, que metió su descomunal cabeza en la
cuadra. Scarlett sonrió, enternecida.
—Reunión familiar.
—Ecoh, etátrapa.
El animal se apartó al momento de oír
la orden.
— ¿Por qué los separas?
—Porque hasta ahora no ha reparado en
tu bonita yegua, pero en cuanto lo haga, hasta a mí me va a costar parar a este
semental—Kira le lanzó una mirada sugerente y Scarlett se puso algo nerviosa. —Y
no creo que la pobre Phuria aguante el parto de otro potro demonio. Ya se le ve
un poco más débil, te recomiendo que no la fuerces demasiado.
—Me encargaré de que descanse. Además,
parece que si sigue creciendo así, dentro de poco podré montar a Évein.
Kira susurró algo al oído de su caballo
y este se alejó. Algunos soldados apostados en las cercanías de los establos se
asombraron ante la obediencia de la bestia y comenzaron a murmurar entre ellos.
—Si puedes
montarlo, querrás decir.
— ¿A qué te refieres? Y por todos los
Dioses, Kira, deja de llamar tanto la atención. A estas alturas nadie debe
creerse que eres solo nuestro mozo de cuadras.
Apoyó los brazos en la puerta de la
cuadra e ignoró el último comentario de Scarlett.
—Este potrillo puede que sea difícil de
roer… es un híbrido al fin y al cabo. Parte de su sangre solo responderá ante
un demonio.
Scarlett sintió una repentina tristeza
al ver a Kira extender la mano hacia Évein.
—Conmigo se ha portado bien.
Kira sonrió.
—Puede que ahora parezca bueno, pero un
día podría descontrolarse y hacerte daño. No creo que llegue al nivel de Ecoh,
pero ten en cuenta que será mucho más rápido y fuerte que un caballo normal.
—Bueno, —dijo Scarlett, acercando con
lentitud el hocico de Évein hacia la mano de Kira—si me tira al suelo, me
levantaré. Soy una mujer paciente. Aprenderé a adaptarme a él, y él aprenderá a
controlarse.
Évein mordió la mano de Kira. Scarlett
se sobresaltó al ver sangre, pero Kira no quitó la mano, y poco a poco, el
potro fue aflojando su agarre hasta que lo soltó por completo. Tras eso, cuando
Kira intentó acariciarlo, le dejó.
— ¿Es…estás bien? Tu mano está
sangrando, Kira.
—Creo que esta pequeña bestia y yo nos
llevaremos bien.
—Pero si te ha atacado…
Kira negó con la cabeza.
—Solo quería asustarme. No lo ha
conseguido, y ahora tiene curiosidad. Pero a ti te ha aceptado como su
compañera, por lo que veo. Dudo que te haga daño a propósito.
Como para corroborar sus palabras,
Évein se acercó a Scarlett y se tumbó en el suelo, apoyando su cabeza en el
regazo de la joven.
Cuando salieron de los establos, a la
hora del crepúsculo, Scarlett recordó el comentario de Julian.
—Julian dijo que te vio “acechando” a
una pobre aldeana.
Kira, sin dejar de caminar, respondió
con sarcasmo.
—¿Y te dijo si ocurrió antes o después
de que te dejase sin aire en el cuerpo?
Scarlett se sonrojó. Tampoco es que la
hubiera dejado sin aire…
—No sabía que lo habías visto.
—¿Y quién no, pelirroja? —Frenaron su
paseo junto al estanque, un lugar que les gustaba a ambos—Fue toda una
sorpresa, la verdad.
Scarlett bajó la voz. Apenas había
gente paseando por allí porque empezaba a anochecer, pero los centinelas no
estaban muy lejos y no le apetecía que mitad de la corte regardeztsa se
enterase de sus asuntos privados.
—También para mí… nunca creí que Julian
se sintiese de esa forma hacia mí. Aunque puede que solo fuera la emoción del
momento, ¿no? Quizás estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
—¿Qué? Ah, no, no, no. No me
malentiendas. Los sentimientos de July eran obvios, y no solo desde hoy. Lo que
no me esperaba es que tuviese las agallas para hacer algo al respecto.
Scarlett se puso blanca como la tiza.
—¿Eran…obvios? ¿Cómo? ¿Desde cuándo?
Kira la golpeó con suavidad en la
frente.
—El cobarde y la idiota. Menuda
parejita.
—¡Oye!
Kira se tumbó a la orilla del estanque,
dibujando formas con los dedos en la superficie del agua.
—¿Y bien? ¿Qué piensas hacer tú ahora? —preguntó.
—¿Yo? ¿Qué se supone que debo hacer?
Scarlett estaba perpleja, y su tono de
inquietud era verdadero. El híbrido suspiró.
—A veces se me olvida que pasaste la
mayor parte de tu vida aislada en lo alto de una colina. Podrían escribir un
cuento sobre ti; la nueva versión de la princesa encerrada en su torre.
Había algo inusual en el comportamiento
de Kira. Scarlett no lograba descifrar qué era exactamente, pero notaba que no
era tan amable como de costumbre.
—Vamos, es sencillo. Incluso tú tienes
que saber cuándo te gusta un hombre.
Scarlett nunca se había enfrentado a
semejante situación antes. Pensó en Julian. De inmediato se le vino a la mente
una imagen del Elementar, sentado en una de las sillas de la biblioteca de la
Casa Gris, con las gafas puestas y una cara de concentración absoluta.
—Julian…—era vergonzoso decir su nombre
en alto—es…apuesto.
Kira arqueó las cejas.
—Venga ya. Si te gustase un hombre solo
por su atractivo, hace tiempo que beberías los vientos por mí.
Scarlett se quedó en silencio.
—¿Hmm? ¿Qué pasa?
—Tu humildad me ha dejado sin palabras.
Kira se giró con una sonrisa pícara que
anunciaba sus intenciones.
—Mi humildad no es lo único que puede
dejarte sin….
—¡Ah, de acuerdo, de acuerdo! Cambiemos
de tema.
—Aún no me has convencido de que te
gusta July.
—¿Cómo quieres que te convenza de algo
que no sé?
Scarlett resopló.
—Es amab…
—No digas que es amable. Julian DuFrain
no es amable. Es una pequeña alimaña rencorosa y huraña y lo sabes.
Scarlett le dio un puñetazo en el
hombro.
—Es amable a su manera. Se preocupa por
nosotros, le tiene mucho apego a la Casa Gris y quiere protegernos—Esa vez Kira
no la interrumpió, así que Scarlett dedujo que estaba de acuerdo con ella—. Y
ha cambiado. Ya no se parece en nada a aquel chico que amenazaba con cortarme
las manos si tocaba sus libros.
—Estás confundiendo las cosas—dijo Kira
con tranquilidad—Que haya cambiado cómo se comporta contigo no significa que él haya cambiado. Como has dicho antes,
eres una mujer paciente. Es fácil entender qué ve en ti: una persona capaz de
soportar su mal genio. Pero eso es un arma de doble filo, pelirroja. Las
personas así, cuanto más tiempo guardan su ira, con más fuerza acaban
estallando. Aunque eso haría que tuvierais algo en común.
—¿El qué?
—Las explosiones.
Scarlett empezó a reírse a carcajadas
incontrolablemente. Estaba muy confusa, pero al menos la había puesto de buen
humor. Aún seguía riéndose cuando vieron aparecer al sujeto del que estaban
hablando. Julian caminaba hacia ellos. Kira se irguió.
—Ahí llega mi señal de salida. Buenas
noches, pelirroja—había comenzando a irse, cuando giró sobre sus talones y, en
voz baja, dijo una última cosa a Scarlett—. A pesar de todo lo que he dicho,
creo que en el fondo es un buen tipo. Muy en el fondo.
Se fue. ¿Era su forma de animarla a
hacer algo? Recordó sus palabras.
«¿Y bien? ¿Qué piensas hacer tú ahora?»
Julian seguía aproximándose y Scarlett
no tenía respuesta a esa pregunta. Para cuando el muchacho hubo llegado hasta
ella, su mente se encontraba en blanco. Balbuceó un saludo. Julian no pudo
evitar fijarse en la silueta de Kira cruzando una esquina y desapareciendo,
pero no lo mencionó. Esperó a que Scarlett se levantara y le ofreció dar un
paseo por el patio interior.
Aquel patio de piedra añil era un sitio
bonito, teniendo en cuenta las funciones prácticas con las que había sido
construido el castillo. Y a esas horas estaba prácticamente desierto. Bien
podría decirse que eran los únicos presentes. Scarlett apretujó la tela de su
vestido, pero de poco sirvió para calmar sus nervios.
—Scarlett—la voz de Julian era serena—Te
pido disculpas.
Se había esperado todo menos eso.
Continuó hablando, explicándose.
—Lo que te hice esta tarde fue muy
descortés. No pretendía ser tan rudo e incivilizado, y no pretendo tampoco
ahora excusarme, solo quiero que sepas que me arrepiento.
—¿Te arrepientes?
Había sonado triste. No era su
intención, pero al ver como Julian se alarmaba por su tono, supo que así había
sido.
—No me arrepiento de que…pasase. Bueno,
sí. Pero no como tú piensas—le estaba costando un gran esfuerzo encontrar las
palabras adecuadas. Quedó en silencio unos segundos, meditando lo siguiente que
diría y ,por fin, siguió—. Siento haber sido tan brusco y preferiría que
nuestro primer beso hubiera sido consentido y no...así. No obstante, quería
besarte. Y ese deseo no es algo de lo que pueda arrepentirme, ni antes ni
ahora.
Scarlett seguía apretando su vestido,
pues sentía que en cuanto lo soltase, no sabría qué demonios hacer con sus
manos. ¿Estaba sudando? De pronto, Julian la miró, esperando algo, una
respuesta, una reacción. Así que ella dijo lo único que se le ocurrió en ese
momento:
—No fuiste brusco. Tan solo me cogió
por sorpresa.
Iba a añadir también que había sido
consentido, pero no estaba segura de que aquello fuese cierto. Apenas había
tenido tiempo a reaccionar a causa de la impresión. Aunque echando la vista
atrás, no sentía que le molestase.
Julian frunció el ceño. Seguía
arrepentido. Scarlett notó las comisuras de sus labios elevándose. Tan rudo
para unas cosas y tan delicado para otras, pero siempre serio.
Entonces, algo captó su atención. En
medio del patio, en el pequeño jardín iluminado tan solo por los rayos de las
lunas, un grupo de flores de colores se mecían con la brisa.
—Nunca me había fijado…hay tulipanes.
La invadió una fuerte sensación de
nostalgia. Aquellas flores le recordaban los días en la granja, con Larissa.
Julian se acercó al jardín y arrancó un pequeño tulipán rojo. Aún de espaldas a
ella, empezó a hablar.
—¿Recuerdas los tulipanes que aparecían
en tu ventana? De aquello hace meses ya.
Scarlett sonrió, soltando el vestido.
Claro que se acordaba.
—Fueron los días anteriores a mi cumpleaños.
Kira los fue colocando, y, al llegar el día siete, me llevó a un campo lleno de
ellos. Fue muy divertido.
Julian se levantó y le entregó la flor.
Scarlett iba a agradecérselo cuando vio su rostro aflijido.
—¿Julian? ¿Qué ocurre?
—No fue Kira, Scarlett. Fui yo.
—Pero él dijo…
Nada. Scarlett no completó la frase.
Kira no había afirmado que fuese él, aunque tampoco lo había desmentido.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Rabia del momento? ¿Orgullo de
después? ¿Vergüenza? Ya ni yo mismo lo sé.
—¡Lo siento! —dijo Scarlett de súbito,
casi gritando.
Julian la increpó a bajar la voz.
—Es una estupidez. Yo tenía que haber
dicho algo, y no lo hice. Me quedé callado tantas veces…demasiadas. Tendría que
haber ido tras de ti en el baile, pero cuando lo hice ya era tarde. Y las pocas
veces que debí haberme callado, hablé de más. Dije muchas cosas hirientes, y
ridículas. ¿Morir tú en lugar de Mark? La de noches que he pasado en vela
pensando lo estúpido que fui por soltar esa barbaridad, no importa lo dolido
que estuviese.—Traer de vuelta aquellos recuerdos estaba haciendo mella en
Julian y la fuerza en su voz fue disipándose—. Incluso obedecí las órdenes del
general Walter y te…herí. Dioses, Scarlett, lo siento tanto. Siento todo lo que
te he hecho.
Scarlett sujetó las manos de Julian
entre las suyas y les dio un ligero apretón. Estaba temblando. Scarlett
acarició sus manos, tranquilizándolo. Era tan vulnerable. Más grande que ella,
más fuerte y poderoso y con tanto odio acumulado en su interior…y, sin embargo,
tan vulnerable como un niño. Le apartó el flequillo de los ojos.
—Y yo te perdono, Julian. Te perdono
por todo.
—Muchas veces pensé que acabarías
odiándome.
Scarlett se sentó en el bordillo de piedra
y dejó al chico apoyar la cabeza en sus manos. Le acarició el cabello con sumo
cuidado, como si fuera una muñeca de porcelana a punto de romperse. Nunca había
visto esa parte de Julian, y aunque le asustaba no poder hacer nada para ayudarlo,
era reconfortante ver un lado tan humano en él. Era fácil imaginar cómo habría
sido el ahora un joven hombre en su infancia: un niño serio, orgulloso y
llorón.
—Pase lo que pase, Julian, y hagas lo
que hagas—dijo en una voz dócil—, nunca podré odiarte.
—Ya basta—dijo él, incorporándose y
sentándose a su lado, aunque un poco alejado—. Estoy a punto de ser descortés
contigo de nuevo, y no quiero.
Scarlett se ruborizó, comprendiendo el
significado en sus palabras.
Scarlett dejó de respirar durante unos
segundos. Esta vez fue Julian quien aferró sus manos.
—Me gustaría hacer esto de una forma
más oficial, pedirle permiso a tus padres y…
Los ojos de la muchacha se abrieron
como platos.
—¡J-Julian no estoy preparada! —el
joven pestañeó, perplejo—¡No puedo casarme!
Julian puso los ojos en blanco ante su
pánico.
—No me refería a eso. Querría pedirles
a tus padres su permiso para cortejarte, Scarlett. Aunque si prefieres que nos
saltemos el protocolo…
Era tan inusual en él hacer bromas que
Scarlett se lo tomó en serio en un principio, lo que suscitó otro suspiro por
parte de Julian.
—Si me lo permites, no podría concebir
mayor deseo que el de intentar ganarme tus afectos—el tono formal y la mirada
intensa de Julian eran más de lo que podía tolerar, pero tampoco se veía capaz
de apartar los ojos de los suyos—. No sé cuáles son tus sentimientos, mas saber
que no me odias es suficiente por ahora. Si aceptas que te corteje, intentaré
demostrarte que puedo ser merecedor de ti. Dudo que me hayas amado hasta ahora,
quizá sentido estima. Quizás ha sido porque nunca hasta el día de hoy había
sido sincero contigo y ahora que sabes cómo te veo, espero que tú también me
veas desde una nueva perspectiva.
Scarlett bajó los párpados.
—Todo esto es nuevo para mí. Por
supuesto que te tengo en muy alta estima y el beso me gustó. Pero he vivido
apartada del resto del mundo la mitad de mi vida y nadie se había interesado
por mí hasta ahora, así que esto es muy repentino, y tengo miedo.
—No tienes por qué estar asustada. No
voy a volver a besarte de improviso, o algo por el estilo.
Scarlett sacudió la cabeza.
—Tengo miedo de hacerte daño.
—¿Estás enamorada de otro?
—No.
El alivio recorrió las facciones del
Elementar.
—Entonces tengo tantas posibilidades
como cualquiera. Esperaré por ti hasta que me rechaces o me aceptes. Si me
rechazas, lo más seguro es que me hagas daño. Probablemente me partirás el
corazón. Pero prefiero eso mil veces a que estés conmigo por compasión. Si no
te desagrado, Scarlett Chevalier, pido tu permiso para cortejarte.
Julian no dijo nada más. Esperaba una
respuesta. Scarlett, con el corazón en un puño y un nudo en el estómago, se la
dio.
***
Dazia, la capital de Regardezt, donde se
encontraba la corte real, era una ciudad limpia y en orden, siendo el orgullo
de todo el reino. Al ser un reino humano había mucha más libertad que en
Ozirian o Arkiria, y se notaba en el ambiente en general. A pesar de todo, la
ciudad más militar de los Cuatro Reinos no carecía de sus escondrijos oscuros en
la clandestinidad donde trabajaban diversos negocios. El más popular y
lucrativo de ellos era el mismo que en cualquier otro lugar: la prostitución.
Kira no estaba muy seguro de por qué se
encontraba en esa misma calle en ese preciso momento. La única certeza era que
una voluminosa mujer bañada en litros de perfume barato lo incitaba a entrar a
su local. Así que entró.
Era un antro de mala muerte, una
calidad muy inferior a lo que estaba acostumbrado, y lo más seguro, con unos
precios poco equivalentes con la calidad del servicio. Pero le dio igual. Nada
más dar un paso dentro del burdel, un grupo de variopintas mujeres se acercaron
y empezaron a atosigarlo a preguntas.
—Hola, guapo. ¿Te apetece ir arriba
conmigo?
—Soy la más experimentada, mejor
vámonos nosotros solos a un rincón…
—Pero yo la más solicitada. Ah, déjame
quitarte el abrigo…
Un hombre ataviado con pieles de zorro
se acercó a ellos y espantó a las cortesanas.
—Discúlpalas muchacho, por aquí no
suelen pasar jóvenes bien parecidos. ¿Buscas algo en concreto?
La pregunta lo molestó. Tenía una mera
idea de lo que buscaba y no lo encontraría en aquel cuchitril. Sacó una bolsa
llena de monedas de bronce y la arrojó al dueño del local. Este la abrió y
empezó a contar moneda por moneda. Sonrió con avaricia y lo invitó a pasar a un
recinto apartado. Allí había más mujeres, pero ninguna se acercó sin ser
pedida. Aunque las miradas lascivas no faltaron. Fue entonces cuando la vio. No
tendría más de dieciséis años y se sentaba al fondo, intentando pasar
desapercibida.
Kira la señaló.
—¿Oh, ella? Es una nueva, ya sabes,
inexperta y asustadiza, aunque es bonita. Por la cantidad que has pagado yo te
recomendaría a Clotilde o Ferena, son lo mejor de la casa.
Dos prostitutas lo saludaron desde unos
tronos decorativos. Estaban disfrazadas como reinas, con coronas de papel de
oro sobre sus cabezas. Eran hermosas, demasiado para pertenecer a un lugar como
aquel, pero Kira se había empeñado en tener a la novata.
El dueño se encogió de hombros.
—De acuerdo, el cliente siempre tiene
la razón. ¡Oye, tú, ven aquí! ¡Tienes trabajo!
La chica se acercó con lentitud y
cabizbaja. No era muy tentadora, pero eso no importaba.
Lo guió hasta una habitación vacía en
el piso superior, tan podrida y cochambrosa como el resto del sitio. A través
de las paredes se escuchaban los gritos, gemidos y golpes de las habitaciones
contiguas. La chica se sentó en la cama y empezó a desvestirse.
—Espera.
Kira se sentó tras ella, lo cual la
puso tensa. Con lentitud, le desató las largas trenzas en las que tenía
recogido el pelo. La melena cayó por su espalda y acarició la piel de Kira.
Continuó desvistiéndola mientras ella le daba la espalda. Pero estaba demasiado
tensa, demasiado rígida. Así ni siquiera él iba a disfrutar nada.
—Relájate.
Le dio un beso en la nuca, apenas
rozándola. No se relajaba. Kira suspiró y puso sus manos sobre sus caderas,
notando como ella se contenía para no dar un brinco. Empezó a hacerle
cosquillas, en las caderas, bajo las axilas, en el abdomen. La cortesana rompió
a reír a la fuerza y empezó a revolverse, pero la tensión fue desapareciendo de
su cuerpo. Cuando la vio más tranquila, la dejó en paz.
—¿Mejor?
Ella asintió, con restos de una risita
nerviosa en los labios.
—Eres un hombre extraño.
—Anda, ven aquí.
Kira puso su mejor sonrisa de lobo y la
atrajo hacia sí. Abrazó su cintura y sintió como ella, instintivamente, se
pegaba a su torso. Atacó su cuello con una serie de besos y mordiscos suaves y
poco a poco fue escurriendo su mano derecha entre sus piernas. No tenía ganas
de andar con muchos preámbulos, pero si la chica volvía a ponerse nerviosa se
arruinaría todo. Lo malo: la entrepierna le iba a estallar.
La prostituta quiso girarse y
desabrocharle la camisa, pero él la sujetó por las muñecas y la obligó a darse
la vuelta.
—No te gires.
Ella asintió y esperó mientras él se quitaba
las prendas negras. La próxima vez que lo sintió detrás de ella fue muy
diferente. Se sorprendió durante unos instantes, pero pronto se acompasó a su
ritmo. Al principio, Kira se cuidaba de ser suave y considerado. Sin embargo,
según pasaban los minutos, se iba olvidando de con quién estaba realmente y
dejaba volar su imaginación. Empezó a acelerar y a hundirse más en el cuerpo de
la chica, hasta que esta empezó a gemir. Eso lo devolvió a la realidad de con
quién se estaba acostando.
—No…hagas…ruido.
Ella volvió a asentir y se mordió el
labio. Kira hundió la cara en el cabello de la mujer mientras imaginaba una
situación muy distinta. Imaginó las caras y sonidos que haría, sus mejillas
sonrosadas y ojos implorantes dirigidos solo hacia él. A pesar de llevar ya un
buen rato, esa imagen mental volvió a excitarlo.
Cuando por fin cortesana y cliente se
separaron, ambos estaban exhaustos. Kira le entregó cinco monedas de plata. La
prostituta por poco las tiró al suelo, asombrada ante tal cantidad de dinero.
—Esto es para ti, no para tu jefe, ¿de
acuerdo?
Ella balbuceó una respuesta incoherente
y las recogió con sumo cuidado. Kira se vistió sin perder el tiempo y se
dispuso a salir.
—¿Por qué me elegiste a mí? —preguntó
la muchacha.
Kira se detuvo en la puerta.
—Tu pelo.
La prostituta acarició su melena rojiza
y vio por la ventana como el extravagante cliente montaba sobre un caballo
negro y se alejaba del establecimiento.
«Qué raro» pensó, «parece que vaya en
dirección al castillo».