A partir de hoy y esta semana que viene estoy LLENA de exámenes. Pero LLENA. Así que no voy a avanzar nada con CDF o los nuevos capítulos de EUG, pero el viernes será mi último examen
PD: OMG ya estoy volviendo a hacer lo de separar con (***) 4734683 escenas. ¿Os molesta? ¿Preferiríais una narración más continua? ¿Os perdéis? ¿O os gusta así? ¡¡Ahhh!!
¡Disfrutad del capítulo mis queridos/as Submundianos/as!♥
Resumen de qué pasó anteriormente por si os perdisteis: Kira recibió un mensaje de los rebeldes diciéndole que tienen a Gales en el campamento y que debe ir hasta allá al anochecer. // María se disculpó con Scarlett por su enfado en el teatro y le dijo que el príncipe era "su última oportunidad", luego hubo el encontronazo con Walter Junior donde Julian la ayudó y la dejó "al cargo" de Scarlett. // Chelsea insistió a Dáranir para que vaya a hablar con el rey.
A
Kira comenzaban a preocuparle las espantosas medidas de seguridad que
ofrecía el castillo. Había conseguido salir con Ecoh dando la
simple excusa a los guardias de que iba a comprar más heno para los
caballos de sus señores. No es que fuera malo que dejaran libertad a
los criados y mozos de cuadra, pero, en serio, ¿quién iba a buscar
paja a las once de la noche? Humanos...
Desmontó
a las puertas del campamento de la Alianza. Ecoh resopló
plácidamente y siguió los pasos de su jinete mientras las puertas
les eran abiertas por un vigía en su turno de noche. Kira le hizo un
gesto de agradecimiento, pero fue ignorado. Ya estaba acostumbrado al
trato frío por parte de algunos rebeldes, era lógico que muchos no
confiaran en él sabiendo qué era. Otros, sin embargo, lo recibieron
con los brazos abiertos. Dos niños corrieron a su encuentro y se le
echaron encima sin previo aviso, intentando tirarlo al suelo. El
caballo bufó molesto por el comportamiento de los muchachos, pero
Kira soltó una carcajada y siguió caminando, burlándose de sus
vanos intentos por derrumbarlo. Alguna que otra madre se había
despertado con el ruido y salían de las cabañas para saber qué
ocurría, mas al ver al híbrido volvían a la cama rodando los ojos.
En
lo alto de un árbol, Yven, el líder de los rebeldes refugiados en
Regardezt, le hizo un gesto a modo de saludo desde la puerta de su
casa. Kira se quitó a los dos niños de encima, que se protestaron
por la falta de atención y fue hacia las escaleras del árbol,
prometiéndoles una pelea con ellos al amanecer si se iban a dormir.
Hubo más protestas. Estas fueron acalladas por una mirada severa de
Yven.
—Llegas
tarde.
—Llego
más que puntual, viejo bastardo. Más que puntual. No quería llamar
la atención, así que Ecoh tuvo que moderarse.
—¿Kira?
Una
tercera voz interrumpió sus cordiales saludos. Kira echó un vistazo
hacia el interior de la cabaña y no pudo evitar quedarse pasmado. Un
hombre robusto y un palmo más alto que él lo miraba con una mezcla
de impaciencia y alegría. Le costó unos segundos darse cuenta de
que era Gales.
—¿Me
quieres decir qué diablos te daban de comer en el Infierno?—preguntó
con tono molesto, aunque por su sonrisa se podía entrever que la
situación le resultaba cómica.
El
hombre rubio sonrió y se encogió de hombros. También parecía
encontrar divertido poder mirarlo desde arriba.
—Me
has visto en el fuego, no sé de qué te sorprendes. Tú sigues igual
que siempre.
—La
belleza no se esfuma así como así, créeme, lo he intentado
todo.—bromeó Kira y acto seguido le dio un abrazo rápido al
joven, seguido de unas palmadas en la espalda.—Esperaba que
estuvieras furioso conmigo, la verdad.
El
semblante de Gales se volvió serio.
—He
oído que pretendes traer a Scarlett aquí.—Kira arqueó una ceja y
miró a Yven con recelo. No tenía que habérselo contado tan pronto.
Supo lo que vendría a continuación: se opondría.—No puedes.
Si
fuera cualquier otro habría sonreído y le habría
dejado claro que hay muy pocas cosas que Kira Mccarty no pueda hacer
cuando se lo propone, pero era Gales, así que en vez de eso le
colocó una mano en el hombro y dirigió la vista hacia el interior
de la cabaña para darle a entender que debían hablar en privado.
Yven no puso ninguna pega y se quedó fuera, cerrando la puerta tras
de sí.
La
cabaña del jefe era la más grande y mejor posicionada, justo en
medio del campamento. Llenó dos copas enormes de cerveza y le tendió
una al rubio. Kira esperó a que este diera un sorbo y fingió hacer
lo mismo, solo que humedeció los labios en la espuma y no bebió.
Sería más fácil hacerle entrar en razón si estaba ebrio.
—He
sido bastante grosero.—dijo Gales de pronto. Kira lo miró
interrogante—Ni siquiera te he dado las gracias por lo que has
hecho todos estos años. Has cumplido tu promesa, te estoy muy
agradecido.
—Oh,
eso...—Kira hizo un gesto con la mano quitándole importancia, pero
en sus ojos había un brillo calculador—Deja de pensar que estas en
deuda conmigo, no me debes nada.
—Me
salvaste la vida.
—Sabes
que no lo hice por ti.—iban a entrar en un tema que los ponía
incómodos a los dos y ninguno quería llegar hasta ahí.
Gales
tosió y dio otro sorbo a su bebida para poder cambiar de tema.
—Amigo,
no voy a meterme en opinar si una rebelión es correcta o no. He
pasado tanto tiempo fuera de mi hogar que ya ni sé que principios
morales rigen este mundo. Poco sé ya de moralidad, pues de donde
vengo no hay ninguna.—acariciaba la copa haciendo círculos de
forma repetitiva, como si estuviera cansado o aburrido—Lo qué sí
sé con certeza es que un levantamiento implica poner vidas en
peligro. Y no estoy dispuesto a arriesgar la de Scarlett, ni,
sinceramente, la mía. La única obligación que siento es la de
cuidarla y recuperar todos estos años perdidos.
—Y
no es menos lo que te aseguro. Creo que he cumplido con mi parte
hasta ahora. ¿Querías que estuviese a salvo? Lo estuvo. ¿Querías
que te mantuviera informado? Lo hice. ¿Quieres volver a verla? La
verás. No te estoy vendiendo la piel del lobo antes de cazarlo, ya
he demostrado que soy de fiar.
—Menos
cuando Cown la secuestró, la llevó hasta el Inframundo, la
torturaron y la tiraron a un río de lava...
La
ironía que destilaba el comentario encrispó los nervios de Kira,
pero no contestó al momento. La copa ya estaba medio vacía.
—Técnicamente,
eso no fue mi culpa. Si la seguridad de Ozirian es penosa, insultemos
al rey, no al demonio encerrado que no supo de ello hasta que la
zorra bífida de Heline vino a contárselo. Las cosas claras: nadie
se esperaba que apareciese un maldito demonio superior de la nada en
medio de un baile real.
—Sabías
que Heline andaba suelta por el Submundo. Tienes poder de persuasión
suficiente para convencer a cualquiera de que te dejen asistir a un
baile, Kira.—quiso replicar, pero Gales lo cortó, entre hipidos.
La cerveza ya vacía.—La...la dejaste ir sola...con unos Guardianes
de...de simple escolta.
—Simple
escolta, huh.—Kira no sabía si debía hacerlo, pero tenía que
desviar el tema para que dejase de culparlo y pudiera aceptar su
plan.—Se fue con un Elementar. Creí que sería suficiente escolta,
pero, ¿sabes qué? Tienes razón. Ese tipo es un completo inútil.
Eso
llamó la atención de Gales. Kira lo percibió.
—¿No
lo recuerdas en el Inframundo? Julian DuFrain, Elementar del Viento.
—Pasó
todo muy rápido...estaba lejos...
—Pues
estoy completamente seguro de que te encantaría conocerlo—cualquier
Elementar siente curiosidad por los otros—Oh...y se me olvidaba, me
ha mandado algunas indirectas que me hacen sospechar de su atracción
por cierta pelirroja...y con indirectas me refiero a decirme que la
ama y que luchará por ella. ¿No es todo un romántico? Buen
partido, también...¿Para cuándo apuestas que sería la boda?
¿Verano, o ya mismo, en primavera?
No
le gustaba seguir ese camino. Manipular a Gales no era su plan
predilecto, pero había que hacerse lo que había que hacerse, de la
manera que fuese. Reunir a los tres Elementar conocidos. Parecía
sencillo, pero le estaban dando muchos problemas. Gales ya había
llegado a la rebelión, mas quería marcharse y se negaba a que
Scarlett entrara. Julian sería el más fácil de los tres: era tan
previsible que con ponerle un cebo caería.
De
pronto, Gales se levantó, haciendo caer la silla hacia atrás y con
la mandíbula apretada. Kira cruzó los brazos, sin una expresión
concreta en el rostro, esperando por su respuesta.
—Boda.—fue
la única palabra que salió de sus apretados labios.
—Eso
dije, sí.
—Boda.
—Grande
y magnífica. Con tulipanes a montones.
Kira
se preguntó durante unos instantes si Gales se desmayaría. No
ocurrió. En cambio, la siguiente media hora fue un monólogo
enfurecido casi a gritos de un bastante borracho Elementar
despotricando contra “ese pretencioso y poco honorable DuFrain de
dudosas intenciones”. Kira calló, asintió y justo cuando parecía
que se había calmado, dio el golpe final a su pequeña (pero no del
todo falsa) manipulación.
—Pues
debes saber que también él vendrá a este mismo campamento. Antes o
después que Scarlett, pero acabarán llegando los dos.—dijo con
tono comprensivo, como compadeciéndose de Gales—Sabes que yo te
apoyo, y si tú me dices que no quieres a Scarlett inmiscuida en
esto, te haré caso, pero...están tan enamorados, tienen un vínculo
tan fuerte...oh, amigo, ni yo ni los Dioses seríamos capaces de
separarlos.
—Ella...enamorada...
—Yo
siempre les digo que hacen una pareja terrible.
—Kira...
Entre
tanto le había vuelto a llenar la copa y ya volvía a estar casi
vacía.
—¿Sí?
—Sobre
lo de quedarme aquí...solo durante un tiempo....lo pensaré. Pero si
las cosas se ponen demasiado peligrosas, me voy y la llevaré
conmigo.
La
negociación había concluido. Kira sintió algo de culpabilidad
mientras veía a Gales salir de la cabaña tambaleándose y dándole
la noticia al jefe. Se le pasaría pronto, esperaba, pues las
mentiras para conseguir sus objetivos siempre habían sido el método
más fiable. Sentado allá arriba, entre las ramas de los árboles
con la brisa nocturna revolviendo las hebras oscuras de su cabello,
se preguntó si también tendría que engañar a la Elementar del
Fuego. Confiar en ella se estaba volviendo una costumbre, algo de lo
que no estaba orgulloso. Era cierto que había otras personas que
conocían su verdadera naturaleza, el monstruo oculto bajo la máscara
humana, pero nadie que no la temiera. Desde aquel día hacía ya
varios meses, cuando su autocontrol decayó y se transformó enfrente
de Scarlett, Kira no había sabido decir si la muchacha era demasiado
ignorante como para tenerle miedo o demasiado inteligente como para
mostrarlo. Quizá una mezcla de ambas.
—Ya
es hora de que vuelvas al castillo o sospecharán.
La
profunda voz femenina no lo sorprendió: la había olido subiendo la
escalera y sentándose a su lado a contemplar el campamento desde la
altura del árbol. Le echó un vistazo con el rabillo del ojo. Esa
salerosa mujer de ojos y cabello negros como pluma de cuervo, con un
moño de rizos ensortijados hecho con las prisas de alguien que no
tiene tiempo para esmerarse en atavíos. Tan severa a veces, tan
cariñosa otras. Y tan aguda siempre, una de las mejores brujas que
había conocido, en todos los sentidos. La conocía desde hacía
años, había sido una especie de figura materna para él incluso a
sabiendas de que era mucho más joven, pero...¿confiaba en ella?
—No
seas aguafiestas, Cidy.—de repente, se acordó de que tenía algo
que decirle—He estado pensando en eso que me comentaste aquel día
en la torre...
—¿Cuándo
te comenté que podría haber algún hechicero a tu
alrededor?—entrecerró los ojos con aire pensativo—Sí...recuerdo
esa energía ancestral.
—Creo
que no es un hechicero, sino un Oráculo.—sentenció Kira.
Cidy
soltó un bufido de incredulidad. Los hechiceros respetaban a los
Oráculos casi como a Dioses, así que la posibilidad de tener a uno
pululando por un castillo humano sin ningún motivo no era fácil de
creer.
—Hay
muy pocos Oráculos, chico, y cada uno está en su templo, en las
esquinas más recónditas del Submundo. La energía que yo sentí
provenía de tus cercanías, en otras palabras, del castillo y sus
alrededores.
Kira
enarcó una ceja, incrédulo por la falta de información de la
bruja.
—¿No
sabías que el Oráculo de Trisania ha muerto?
—¿Qué
diantres estás diciendo?
—Esto
sí que es bueno—sin contenerse más, soltó una carcajada. Cidy lo
apuñaló con la mirada—Fue capturada y llevada al Inframundo,
aunque no la querían a ella, sino al Revelador. Hay un demonio con
ciertos poderes sobre el tiempo presente que sabe cómo utilizarlo,
así se mantienen informados. Tenían que mantener al Oráculo viva
para que la bola adivina siguiera funcionando, pero con su muerte...
—El
Revelador debería haber dejado de funcionar.—terminó Cidy.
—Y
no lo hizo. A partir de aquí son todo teorías, mas creo que las
posibilidades solo son dos: o bien nació un elegido en el momento en
el que el Oráculo murió, como ocurre con los Elementar, o bien
tenía descendencia y los poderes se le transfirieron.
La
bruja negó con la cabeza, con el ceño cada vez más fruncido.
Demasiada información repentina que asimilar.
—No,
el Oráculo de Trisania no tuvo hijos. Si no recuerdo mal, no era
apta para dar a luz. Hubo un parto, hace ya bastantes años, pero su
bebé murió nada más nacer. Hubo una gran polémica, pues esto
suponía la extinción de los Oráculos de Trisania tras su muerte.
Lo cual ha ocurrido...por los Dioses...
Kira
tenía muchas dudas al respecto, sin embargo, optó por guardar
silencio y despedirse de Cidy con la nueva información que había
recogido. Cuanto más supiera él y menos los demás, mejor. Fue a
despedirse de Gales también, pero lo encontró durmiendo en una
pequeña choza a ras de suelo. Qué poco aguante tenía.
Recogió
a Ecoh y lo llevó caminando de las riendas hasta la entrada, para
intercambiar unas últimas palabras con Yven, el jefe del campamento.
La conversación fue breve, Kira le dio a entender que tardaría un
poco más de lo normal en volver a aparecer por allí, pero que
cuando volviera, traería consigo compañía. Ambos se entendieron.
El híbrido también le aconsejó que dejase a su aire a Gales, pues
llevaba mucho tiempo conviviendo con demonios y necesitaba volver a
acostumbrarse a la compañía humana y ente.
Sin
más dilación, subió a su montura y las murallas de salida se
abrieron, dejando pasar a caballo y jinete, rumbo al castillo de
Regardezt.
***
Varias
horas antes...
Scarlett
y María seguían en la habitación de Chelsea, la pelirroja sentada
en una butaca de piel y la otra muchacha de pie, acariciando con
cariño los dibujos esparcidos por el escritorio. La segunda al mando
de la Casa Gris era tan buena artista como guerrera, aunque mantenía
su pequeño entretenimiento en secreto para no arruinar su reputación
estricta y formal.
—Aún
tengo una historia que contarte, ¿verdad?—dijo María dejando a un lado los dibujos.
—Sí...—Scarlett
dudó—Pero no tienes que hacerlo si no quieres.
María
bufó con los brazos en jarras y una sonrisa en los labios que no
encajaba con su posición.
—Venga,
dónde está tu espíritu fisgón. Yo ya te habría extirpado detalle
a detalle sin piedad.—fue bajando el tono de voz, pero no se sentó,
sino que comenzó a dar vueltas por el cuarto—Te dije que el
príncipe era mi última oportunidad. Me refería a que es la única
oportunidad que tengo de casarme con alguien de mi elección.
—¿Casarte?—por
mucho que intentó ocultarlo, la alarma se notó en la voz de
Scarlett.
—Tengo
quince años, en verano cumpliré los dieciséis. Es la edad
perfecta, ya sabes, antes de que se oxide la mercancía...—hizo una
mueca de sorna—Mis padres han estado buscándome marido casi desde
que nací, es más, estuve comprometida entre mis dos y cuatro años,
pero murió por causas naturales. Y aún duró bastante, teniendo en
cuenta que llegó a los sesenta...
Scarlett
no pudo evitar hacer un gesto de repulsión ante la perspectiva de
una niña prometida con un anciano. María lo vio y se encogió de
hombros.
—A mi familia no le valía cualquiera. Cuando eres un Geneviev necesitas mantener tu estatus social y tu riqueza a todo coste. Pero según fui creciendo me empecé a dar cuenta de las cosas, de como iba a acabar y de que no sería feliz. Lo acepté. Tampoco podía hacer otra cosa, ni quería decepcionarlos.—sonrió, mas la sonrisa no le llegó a los ojos—Puedo parecer algo impulsiva a veces, pero mi familia lo es todo para mí. Aún así...bueno, me habían leído demasiadas fábulas de príncipes y princesas como para rendirme tan pronto. Y un día, conocí a un príncipe. Uno de verdad, quiero decir.
«Yo
no era más que una cría de aquella, él ya un joven apuesto y muy
amable. Habíamos sido invitados a una recepción en el palacio de
Ozirian, era mi primera fiesta y estaba entusiasmada. Lo vi entrar
junto a su padre, el rey Richard, mientras todos hacían reverencias
según pasaban, yo incluida. Recuerdo que era muy guapo, nadie
debería ser tan atractivo a esa edad. No me mires así, hablo en
serio. Estaba muy
aburrida, rodeada de adultos, sin niños con los que jugar ni nada
interesante que hacer. De aquella aún no había conocido a Julian,
él llegaría casi un año después y Mark se había quedado en casa.
No podía moverme de allí y mis padres no tenían intenciones de
irse temprano, estaban disfrutando de la fiesta, incluso salieron a
bailar cuando la orquesta empezó a tocar, ya bien entrada la tarde.
Me acuerdo de querer pedirle a mi padre que me sacase a bailar, pero
me dijeron que esas cosas solo en casa, que fuera era de mala
educación. Me quedé dormida en un sillón cuando empezó a hacerse
de noche pero nadie se dio cuenta al principio. Debían de estar algo
ebrios todos a esas alturas porque cuando llegaron los carruajes,
todos los invitados -incluidos mis padres- se subieron a ellos y
volvieron a casa con ganas de reposar después de tanta verbena.
Cuando
me desperté me llevé un susto de muerte. Estaba sola, en un enorme
salón oscuro a altas horas de la noche. No sé exactamente por qué,
pero lo primero que pensé fue que mis padres me odiaban y que nunca
los volvería a ver. Fui corriendo hacia la puerta del gran salón,
pero estaba cerrada con llave. La habitación estaba demasiado oscura
y mi imaginación me empezaba a jugar malas pasadas con las sombras y
los ruidos nocturnos...así que me puse a llorar. Nunca he estado tan
asustada como ese día, fue horrible. ¿Adivinas quién vino a mi
rescate? El príncipe en persona. Abrió las puertas y sin pensar le
lancé los brazos al cuello gimoteando. Ahora lo pienso y deseo que
me trague la tierra cada vez que lo veo, sin embargo en ese momento
no veía a un príncipe, solo a un salvador que me iba a ayudar a
escapar de la oscuridad. Fue muy atento conmigo, ni siquiera llamó a
los criados para que se ocupasen de mí, sino que se quedó a mi lado
hasta que se me pasó el susto y me dijo que todo saldría bien. Él
y el rey iban a volver a Regardezt en esos momentos y me dijo que me
dejarían en casa de camino a su tierra. Ahí fue cuando caí en la
cuenta de que estaba hablando con el príncipe de un reino más allá
del Muro. El rey Richard también fue muy amable, no tuvo ningún
problema con la petición de su hijo y me llevaron hasta mi casa. Un
lacayo me acompañó hasta la entrada y Mark salió a recogerme.
Cuando me giré para darles las gracias, el príncipe Rickard me
sonrió y ahí decidí que no me molestaría en absoluto ser
princesa.
Años después hice un trato con mis padres: tengo hasta mi decimosexto cumpleaños para conseguir que el príncipe me proponga matrimonio. Si llega ese día y no lo he logrado, volverán a buscarme un marido de su elección. Les ha llevado años aceptar mi propuesta, supongo que no creen que pueda conseguirlo y por eso accedieron con un tiempo límite»
María había ignorado la parte de irresponsabilidad paternal en su pequeño
relato, como si no le diera importancia. Esto sorprendió a Scarlett.
—Nunca me esperaría que el príncipe Rickard tuviese ese lado amable.
Sonrió, porque nunca se habría imaginado a María siendo rescatada y fue una imagen demasiado tierna como para no hacerlo.
La
muchacha asintió con ojos brillantes.
—Pero aún así, la realeza solo se casa con la realeza...
La
sonrisa en la cara de María se apagó.
—Lo
sé.—un segundo después, ya volvía a esta radiante—Eso no quita
que haya esperanza. Piénsalo, ¿con quién más podría prometerse
en la Corte? Nirelia está prometida con Dáranir, y su hermana
pequeña y la hija de la reina Vitorea son niñas. No hay más
princesas casaderas. Además, dejando a un lado la costumbre de
entremezclar solo sangre azul con sangre azul, los matrimonios entre
la realeza se basan en mantener unidos los Cuatro Reinos. Yo soy la
única heredera de una Casa Fundadora de Ozirian y él un príncipe
de Regardezt. Es perfecto.
Scarlett
no interrumpió a María hasta ese momento, pues aunque no quería
bajarle los ánimos, si necesitaba advertirla.
—Precisamente
el hecho de que tú seas de Ozirian y él de Regardezt podría ser lo
que complique las cosas...
—Voy
un paso por delante de ti—María le guiñó un ojo, realmente
estaba entusiasmada con la idea—Un enlace es lo que hace falta para
sellar la paz. Sé que ahora mismo hay mucha tensión entre los dos
reinos y que las acusaciones que hemos oído últimamente han sido
terribles...pero son rumores, solo eso. El rey Tulio jamás atacaría
Regardezt, sobre todo teniendo en cuenta con quien está prometida su
hija...
Scarlett
arqueó una ceja sin entender la última parte.
—¿Con
quien está prometida su hija...?
De
improviso, Chelsea entró sin llamar en la habitación y las dos
jóvenes tuvieron que pausar su charla. La guerrera estaba sin lugar
a dudas de buen humor por algún motivo. Su expresión era la de
siempre, severa e imperturbable, mas se veía a la lengua que estaba
contenta.
—Bajad
al patio de entrenamiento. Kira quiere veros, Julian ya está allí.
Tiene información de vuestros Salvatores
para la segunda prueba.
—¡Al
fin!—suspiró María con regocijo—No nos prestaron ninguna ayuda
con la primera, llegué a pensar que no teníamos ninguno.
Sin
perder más tiempo, ambas salieron del cuarto, ansiosas por las
nuevas que les darían y la perspectiva de tener Salvatores
ayudándolas en el anonimato.
***
Mientras
tanto, en la sala de reuniones del Consejo Real, el rey Richard
jugaba nervioso con los anillos de sus dedos. Siempre había sido un
hombre robusto, pero elegante, con el porte de un rey en todos los
sentidos. Aún con la constitución de un luchador, iba vestido con
pulcritud e igualmente acicalado. Las hebras de grueso cabello
azabache se hundían bajo el peso de la corona de plata.
A
la hora acordada, el invitado que esperaba entró en la sala e hizo
una reverencia.
—Majestad.—dijo
a modo de saludo.
El
rey se levantó y los dos pares de ojos verde oliva se cruzaron en
una guerra de miradas. Tras una cruenta lucha, el monarca perdió.
—Vuelvo
a repetirte que cuando estemos a solas me llames Padre, Dáranir.
El
capitán negó con la cabeza y fue a ocupar un sitio alejado de la
cabecera -el puesto que correspondía al rey- desde donde continuó
taladrándolo con la mirada.
—Sería
muy informal por mi parte. Y no nos podemos permitir nada fuera del
reglamento, ¿verdad, Majestad?
Richard frunció el entrecejo, no contento con su respuesta.
—Cierto.—aseguró.