Chispas en la hoguera

domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 7: La ceremonia de cacería

Nota de la autora ~> Siento que haya distinto tamaño de letra entre los diálogos y la narración, pero me es imposible cambiarlo, no sé cómo hacerlo T^T Espero que no os resulte muy incómodo para leer. Si queréis pongo la letra más grande para que esté con el mismo tamaño (?)


Un día antes...

Dio un paso hacia un lado para evitar que un cráter en el suelo le incinerara la pierna.
Suspiró, pasándose una mano por la frente para quitar el sudor. En ese maldito lugar siempre hacía demasiado calor y alguien como él, cuyo poder su fundamentaba en el agua, estaba más que incómodo. Después de tantos años, seguía sin acostumbrarse.
Bueno, no faltaba mucho. Pronto podría salir de allí.
Miró hacia los lados.
Nadie.
¿Nadie? Oh, pero si allí siempre había alguien...o algo...
Observó mejor y vio los cientos de pares de ojos amarillos escrutándolo atentamente en la oscuridad, clavando en él sus diminutas pupilas negras. Arqueó una ceja y con un ademán de su mano derecha un látigo de agua los golpeó, empapándolos y haciéndolos chillar y salir corriendo o volando, según el tipo de extremidades que tuvieran.
Abrió una celda de metal negro y se quedó fuera, observando. Allí estaba la chaqueta que le había prestado a ella para taparla cuando le habían destrozado el vestido. Giró la cara, mordiéndose el labio inferior. Cada día que pasaba era un infierno, llevaba tanto tiempo esperando encontrarsela de nuevo y ni siquiera lo recordaba. Un simple: <<Tu cara me suena de algo...>>
Pero no. Nada. ¡Nada! Era tan frustrante.
Quitó esas ideas de su mente de inmediato. Ya había perdido demasiado tiempo en tonterías, habían quedado allí y ni rastro de la mujer.
Esperó pacientemente durante un tiempo, no supo cuál, pues en el Inframundo nunca sabías qué hora era, hasta que apareció.

—Viniste.—susurró.

Tenía el pelo rubio ceniza lleno de canas, no por la edad, si no por el gasto de energía que había hecho en los últimos meses. Sus ojos casi ciegos eran grises como la niebla y a pesar de no estar capacitados para ver el mundo real, si lo estaban para ver el mundo de los espíritus. Aquel era un mundo que existía en la nada, un lugar donde el pasado y el futuro eran uno solo.
Sus ropas desgastadas parecían mantas blancas que cubrían su diminuto cuerpo, esquelético.
Alguna vez debía haber sido una mujer.

—Prometí que lo haría. Tenemos poco tiempo, Norian está interrogando a un humano.—dijo Gales mirando a los lados para asegurarse de que nadie los espiaba.
—Un humano que pronto morirá.

Gales hizo una mueca de disgusto.

—En estos momentos el único destino que me importa es el mío. Dijiste que podrías sacarme de aquí.

El Elementar del Agua estaba tranquilo, sabía que nadie podía oírlos. Había creado una capa transparente de agua por cada esquina, por lo que el pasillo de celdas en el que se encontraban estaba insonorizado.

—Antes debes escucharme.—la voz del Oráculo era apenas un murmullo, se podía percibir su fragilidad—Mi poder se agota, ya casi no recibo predicciones del mundo de los espíritus y los demonios han robado mi Revelador. Me temo que pronto...pronto moriré.

Gales frunció los labios y desvió la mirada. Sabía perfectamente esto desde hacía tiempo. Llevaban demasiado torturándola y ningún ser humano podría resistir mucho más.

—Sin embargo, haré un último acto antes de fallecer. Un acto que podría cambiar el destino de los acontecimientos futuros.—lentamente fue caminando hacia una pared y se apoyó en ella. Parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento—Tengo una hija.

Eso último dejó al hombre sin palabras.

—¿Una hija?
—Sí. Mi poder no perecerá conmigo, puedes tenerlo por seguro. Hay un medallón que se encuentra siempre a su lado y es allí donde he depositado lo que quedaba de mi don.—lo dijo con tranquilidad, esperando su reacción.

Gales avanzó hacia ella a trompicones, cogiéndola por los hombros y sacudiéndola.

—¿¡Estás loca!? ¡¿Has metido aún más poder en esa cosa?! ¡¡¡La estás poniendo en peligro a ella!!!

El Oráculo se apartó con el semblante impasible.

—Y si no lo hago, nos pondría en peligro a todos.—clavó en él sus ojos grises—Eres inteligente, sabes que hay que poner el futuro del Submundo entero por encima del de una sola persona.
—No si es esa persona. Vendí mi vida para protegerla y ahora la expones a semejante peligro.—le devolvió la mirada, iracundo—Si le pasa algo...
—Por eso mismo te he de pedir un favor. Protégela.
—Menuda estupidez, siempre lo he hecho.

La adivina suspiró.

—Me refiero a mi hija.
—¿Por qué debería hacerlo?—preguntó Gales.

Pero fue otra voz distinta la que respondió.

—Porque si no no podrás salir de aquí.—siseó Cown, el demonio de cabello blanco.

Gales miró incrédulo al Oráculo.

—¿Qué hace él aquí?
—Te ayudará a salir.
—¿Has confiado en un demonio? Después de todo lo que has pasado, te creía un poco más astuta.

Cown llevaba una armadura con una serpiente negra y roja dibujada. Era el nuevo escudo del Infierno, el nuevo estandarte de Norian y sus tropas.

—Este es un demonio del tiempo, bien lo sabes. Él puede ver el mundo de los espíritus.—contestó el Oráculo, como si eso lo explicara todo. De pronto, cayó al suelo.—Salid de aquí...rápido. Me queda poco tiempo...he gastado toda mi energía en un último conjuro.
—¡Espera! ¿Cómo podré encontrar a tu hija?—preguntó Gales, sosteniéndola con una mirada desesperada.

Por primera vez en mucho tiempo, la mujer sonrió.

—Busca a quién deseas buscar, es allí donde estará.

Dicho esto, las comisuras de sus labios fueron descendiendo hasta echarse hacia abajo y sus párpados cayeron sigilosos, al mismo tiempo que su corazón se detenía.

—Apresúrate.—dijo Cown.

Gales se incorporó con rapidez, algo molesto por la respuesta indirecta y enigmática de la adivina, pero sin poder odiarla teniéndola ahí, muerta y totalmente inmóvil.
Deshizo con cuidado los campos de agua que había creado y se movieron deprisa, avanzando por el Inframundo en silencio, conocedores de que todos los ojos debían estar ya puestos en ellos.
Un cráter escupió lava de repente y Cown lo empujó hasta empotrarlo contra una pared.
Le hizo una seña para que se mantuviera callado y ambos miraron al interior de una estancia de roca. Gales tragó saliva al ver quién estaba dentro.
En esos momentos, Norian preguntaba con total calma a un hombre de avanzada edad dónde se encontraban unas criaturas voladoras.
El hombre, muerto de miedo, solo era capaz de negar con la cabeza y tartamudear. Tenía la piel muy morena y los ojos oscuros. Por sus ropas ligeras y de colores claros podías ver que provenía de las tierras desérticas.

Nigrum Draco Volans...¿seguro que no lo conoces?—preguntaba el Demonio Supremo paseando delante del preso.

A su lado, dos serpientes, una negra y roja y otra verde lo seguían sigilosamente.

—N-no...
—Está bien.—una garra apareció en su brazo. Clavó sus eléctricos ojos azules en él y el hombre empezó a chillar—Tranquilo, no te dolerá mucho.

Con una alargada uña oscura hizo un corte fino a lo largo de su brazo, creando una línea de sangre casi imperceptible. El hombre capturado dejó de temblar y suspiró aliviado.

—Lamentablemente, esto sí.—Norian le dedicó una fugaz sonrisa y justo por donde había cortado, agarró la piel y tiró de ella hacia abajo de repente, arrancándole la piel del brazo a tiras. Su cara se ensombreció—Lo siguiente serán tus entrañas. Nigrum Draco Volans. Espero que ahora recuerdes algo más.

No siguieron mirando.
Cown volvió a coger de la camisa a Gales y lo arrastró hasta llegar a la gran puerta que daba a la salida del Inframundo.
Ambos contuvieron la respiración.

—No lo entiendo.

El demonio de pelo incoloro lo miró con cierta indiferencia.

—¿Por qué me ayudas? Sabes que no puedo encontrar la mitad de tu alma restante...no puedo concederte la libertad.

El hombre rubio lo miró sin comprender, excitado por la posibilidad de poder salir de allí después de once años encerrado.
Cown sonrió con una mirada misteriosa.

—Digamos que mi recompensa llegará a largo plazo.

Colocó una mano encima de la gigantesca puerta y esta fue abriéndose poco a poco.



                                                                             ***


El entrenamiento de ese día había sido incluso peor que el anterior.
El general Walter se había empeñado en que debían probar su fuerza antes de pasar a las armas, por lo que empezaron a organizar peleas de dos.
María aún estaba algo traumatizada por sus pesadillas y no peleaba tan bien como siempre, pero eso no fue excusa para que machacara a los seis chicos que decidieron batirse contra ella.
Scarlett estaba muerta de envidia.
Ninguno quería pelear contra ella porque la consideraban inferior y una pérdida de tiempo, así que el propio general tuvo que elegir a sus oponentes.
El primero fue un chico delgaducho sin mucho garbo al que casi consigue derrotar. Las risas cuando la tiró al suelo de una sencilla maniobra fueron espléndidas. Al menos servía de entretenimiento. A pesar de poder disfrutar del honor de ser el payaso de las clases, Scarlett comenzaba a sentirse un poco alicaída. Septimus Walter era un especialista en herir mental y físicamente a todos sus alumnos, pero parecía disfrutar en especial torturando a la novata. Ella recibía las pullas en silencio, sin quejarse, pues tampoco serviría de nada, mas en el fondo deseaba meterle todas sus muñequeras pesadas por lugares innombrables.
Ese día en especial se sintió terriblemente estúpida cuando Julian hizo una increíble demostración de su poder, lanzando a diez robustos muchachos a la vez por los aires sin tan siquiera despeinarse. Cuando se corrió la voz de que había un Elementar entre ellos, todos empezaron a mirarlo con ojos de admiración. A Julian le gustaba que le trataran con respeto, pero acabó enfadándose con uno de ellos y gritando que no era el único Elementar en el campo.
Scarlett quiso estrangularlo.
Todos se agruparon a su alrededor muertos de curiosidad para ver qué elemento podía controlar y ella respondió muerta de vergüenza. Oh, sí, fue maravilloso ver como hasta el hijo del general, ese muchacho de pelo negro tan antipático sonreía emocionado y se acercaba.
Claro, fue maravilloso hasta que les dijo que no podía controlar el fuego a su antojo.
<<¿Ni una chispita?>> rogó un chico alto con cara de zorro.
Ella se disculpó y negó con la cabeza.
Todos empezaron a susurrar entre ellos, de vez en cuando dejando escapar una risita y mirándola con ojos llenos de burla.
Scarlett apretó los puños e intentó ignorarlos hasta el final del entrenamiento.

Al principio intentó calmar a María con sus sueños, decirle que no pasaría nada de eso, que solo había tenido una mala noche...hasta que se cansó de que le dijera constantemente que Kira iba a morir y que ella iba a ser azotada y torturada.
Aquel día el castillo era un constante torbellino de movimiento.
No había nadie que no estuviera ocupado y en los pasillos siempre había gente corriendo como si la vida dependiera de ello. Cuanto más preguntaba qué sucedía, más se alarmaban, pero no respondían.
Solo Julian quiso responderle.

—¡La ceremonia de cacería!—dijo con una gran sonrisa.

Scarlett quedó atónita ante su alegría, pero se acostumbró y sonrió también. Si era algo que hacía feliz a Julian no podía ser malo.

—Este año la harán en total secreto...¡hoy mismo! Solo pueden ir los nobles, por lo que pensé que no me dejarían asistir, pero al parecer sí que podremos. El príncipe Rickard nos ha invitado personalmente, con la petición de que dejemos al híb...Guardián estúpido aquí.—parecía estar a punto de explotar de alegría—Ah...en realidad creo que solo iremos tú, yo y Chelsea.
—¿Por qué no vienen los otros?—preguntó Scarlett, apartándose para dejar pasar a un criado.
—No tiene importancia.

Dáranir apareció por detrás de Julian con aire malhumorado.

—Por supuesto que la tiene, DuFrain.

Julian puso los ojos en blanco.

—Scarlett, no creo que debas ir a la cacería. No te gustará.—dijo el capitán de los Guardianes con tono paternal.
—Bueno...es cierto que no me gusta ver como matan animales, pero...tengo que adaptarme a las costumbres algún día, ¿verdad?—ella sonrió levemente.

Dáranir le echó una mirada furiosa a Julian.

—¡Por la Diosa! ¡Si vas a hablarle de la ceremonia de cacería deberías contárselo todo!—cerró un libro que sostenía en la mano de golpe—¡Luego no quiero que me vengas llorando! ¡Qué barbaridad! ¡Animales, dice! ¡Animales!

Scarlett no tuvo tiempo para preguntar qué quería decir, porque un lacayo bajito y algo rechoncho entró en la sala para hacer un anuncio con su vozarrón.

—¡Los invitados a la ceremonia de cacería diríjanse a la entrada norte del castillo!
—¡Nos vamos!—dijo Julian con entusiasmo, agarrándola del brazo y arrastrándola.

Al llegar a la entrada vieron que los esperaban unas veinte personas subidas a sus respectivos caballos. Phuria, su yegua, ya estaba preparada y un siervo la sujetaba. Siguió aguantándola hasta que ella montó.
Solo reconoció al príncipe, al general Walter, Chelsea y Larissa.
¿Qué hacía ella allí? Frunció el ceño y giró la cara cuando pasó a su lado.
Muy en el fondo, admitió que la echaba de menos.

—¡En marcha!—gritó el príncipe, liderando la comitiva.

El camino hasta el bosque donde se celebraría la cacería era corto y Scarlett fue entre Julian y Chelsea todo el tiempo. Sabía que no le iba a gustar ver como cazaban, siempre había sido una defensora de los animales, pero estaba en otro mundo y había pasado demasiado tiempo, tenía que acostumbrarse. Cogió aire y sonrió.
De vez en cuando el príncipe se giraba a echarles un vistazo, mas cuando se encontraba con la mirada de la pelirroja giraba la cara rápidamente.
El resto de participantes en la ceremonia estaban muy animados y charlaban entre risas. De vez en cuando alguien sacaba una botella de vino de las bolsas que llevaban cargando sus caballos y comenzaban a beber, riendo cada vez más. Scarlett rechazó la bebida que le ofrecieron intentando ser educada, pero Julian aceptó, para sorpresa de ella y se unió a la celebración.
Chelsea se mantenía seria como siempre y también rechazaba el vino. Al ver que la estaba observando, apremió su montura para que se acercara a ella.

—Dáranir me pidió que te cuidara.—susurró en su oído.

Scarlett arqueó una ceja.

—¿Hay algún peligro? ¿Y por qué necesito escolta?
—Porque no estás acostumbrada a ver lo que vas a ver hoy.

Dicho esto volvió a ponerse en su lugar, vigilándola de lejos.

<<¿Lo que voy a ver hoy?>>

Al llegar a un claro del bosque el príncipe levantó una mano para indicar que debían parar ahí. A su lado había dos jaulas de hierro vacías, una grande y otra pequeña. Los hombres sacaron sus arcos y flechas de los carcaj y bajaron de los caballos. Se notaba que estaban emocionados.
Scarlett no sabía con seguridad qué iban a cazar, pero se imaginaba la escena como alguien disparando a ciervos o conejos.
El príncipe bajó con elegancia y aceptó el arco que le entregaba uno de sus súbditos.
Dio un grito y todos comenzaron a correr.
Se suponía que los que no cazaban debían quedarse allí para presenciarlo y luego ver las piezas obtenidas, o eso le había contado Julian de camino al bosque.
Estuvieron esperando un rato, no muy largo, hasta que una figura pasó corriendo cerca de sus narices, atravesando los árboles con rapidez y soltando pequeños chillidos con cada paso.

—¡Bien! ¡Hemos podido ver uno!—gritó Julian.
—¿Qué era eso?—preguntó Scarlett, curiosa y un poco asustada.
—Uhm...no estoy seguro, no pude verlo muy bien.

A lo lejos, un ruido entre los árboles hizo que giraran la cabeza a la vez. Una sombra pequeña venía corriendo directa hacia ellos, haciendo ruiditos extraños.
Al correr a esa velocidad sin ver a donde iba, acabó chocando de pleno con Scarlett.
Ambos cayeron al suelo por el impacto.

—¿Qué demo...?—no llegó a terminar la frase, porque delante de ella había un niño de orejitas puntiagudas que la miraba totalmente aterrorizado.
¡Eris sa lambora! ¡Eneade, eneade!—gritó, protegiéndose la cabeza con las manos y apartándose.

Julian iba a ponerse a gritar para alertar a los demás, cuando Scarlett comenzó a entenderlo todo y le tapó la boca con una mano, mientras que con la otra aguantaba al chiquillo.

—¿¡Qué está pasando!? ¡No los llames! ¿Van a hacerle daño?—lo miró desesperada.
—¿Qué haces, Scarlett? ¡Se va a escapar si no! ¡Estropearíamos la cacería!—se quejó Julian, cruzándose de brazos como si intentara ser paciente.

Ella dio un paso hacia atrás, protegiendo al niño con sus dos manos y abrazándolo con fuerza, a pesar de que lo único que quisiera este fuera escapar.

—La ceremonia de cacería...todo esto...toda esta celebración...—lo miró sin poder creérselo—¿es para matar entes?
—Pues claro.—dijo él encogiéndose de hombros.
—¿¡Pues claro!?—cuando Julian intentó agarrar al pequeño elfo por una pierna Scarlett lo apartó bruscamente—¡No lo toques! ¿Estáis locos?
—Cálmate, Scarlett. Vamos, no te enfadarás por esta tontería, ¿verdad?

A continuación ni siquiera le dio tiempo a responder, se puso a gritar para avisar a los cazadores.

—¡No!—lo miró furiosa—¡Sois todos unos monstruos!

Salió corriendo con el niño en brazos a través del bosque. Ya no veía por donde estaba caminando, solo sabía que tenía que salir de allí cuanto antes y poner a los entes a salvo. Quizá la otra figura que habían visto fuera otro elfo.
El pequeño se rebelaba a estar entre sus brazos, deseoso de escapar, pero Scarlett lo apretaba contra su cuerpo para que no se fuera. Frenó de golpe y lo dejó en el suelo, cuando pensó que estaban lo suficientemente lejos como para que no los atraparan.

—No quiero hacerte daño.—dijo, intentando calmarlo.
¿¡Vere es ma teena!? ¿¡Vere!? ¡¡¡TEENA!!!—chilló, echándose a llorar.

Scarlett comenzó a desesperarse, no podía entender su idioma y no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo.
Volvió a cogerlo en brazos y siguió corriendo hacia ningún lugar concreto. El bosque tenía que terminarse en algún momento.
El diminuto elfo agarraba su cabello castaño con fuerza, como si fuera lo único a lo que podía aferrarse, hasta que vio algo y sonrió entre lágrimas, extendiendo los brazos hacia aquella dirección.

—¿Qué? ¿Qué pasa?—preguntó Scarlett, haciéndole caso y yendo hacia allí.
¡Teena!

La muchacha pelirroja cogió aire y avanzó hacia la figura, que salió no muy convencida de un arbusto con actitud amenazante. Era una elfa de melena castaña y muy rizada.

¡Teena!—repitió el niño.
¡Aliko!—contestó la ente, corriendo hacia él y arrebatándoselo de los brazos a Scarlett.
—¿Eres su madre?—preguntó con cierta timidez.

La elfa la observó durante unos instantes en silencio, y luego, muy despacio, contestó en un torpe lenguaje común.

—Sí. ¿Tú cazadora?
—¡No! Quiero ayudaros...—por primera vez los miró mejor y se dio cuenta de que estaban completamente desnudos. La madre se sonrojó y giró la cara—No debes avergonzarte.

Scarlett empezó a quitarse la ropa. Primero las botas, luego el chaleco, la capa, los guantes, la camisa...se quitó todo hasta quedar solo con la ropa interior y le entregó todo a la pareja de elfos.
La ente se quedó mirando incrédula lo que le estaba entregando.

—¿Por qué?—preguntó y de repente, las lágrimas cayeron por sus mejillas.

Scarlett se las limpió con cuidado.

—No hay tiempo. ¡Tenéis que iros!
—Da igual donde ir. Cazadores encontrar. Siempre.—tanto la madre como el hijo empezaron a sollozar demasiado fuerte.—Aliko morir si yo no...proteger...
—¡Nadie va a morir hoy!—dijo una voz nueva, colocándoles aprisa las ropas a los entes y subiendo al niño a un caballo que había aparecido de la nada.—Volvemos a vernos, pequitas.

Una chica de melena negra y ojos azules le guiñó un ojo.

—¡Anya! Menos mal que estás aquí, ¿cómo...? ¿cómo lo supiste? Se suponía que la cacería sería secreta.

Anya se rascó el mentón mientras ajustaba unas cuerdas de cuero para que el niño no se cayera. Antes de subir a la madre, sonrió a Scarlett.

—¿Sabes? Dicen que los híbridos tienen un oído por encima de la media.
—¿Él está aquí?—preguntó, mirando hacia todas partes.
—¡Cuidado!

Una flecha voló a toda velocidad por el aire y Scarlett se agachó una milésima de segundo antes de que se le clavara en la frente.

—Por poco me...—se giró y tuvo que taparse la boca para no soltar un grito.

La flecha había dado en el blanco, justo en el estómago de la mujer elfa, perforándolo y creando un reguero de sangre que chorreaba hasta caer en la hierba. El pequeño elfo se quedó petrificado, sin decir ni una palabra. Tenía los ojos llorosos y como platos. Empezó a temblar y las convulsiones revolvieron su cuerpo.

—¡Maldición!—Anya subió a toda prisa al caballo tirando el cadáver sin contemplaciones y lo espoleó, haciendo que girara y saliera al galope tendido en la dirección contraria al disparo.

Scarlett reaccionó y arrastró el cuerpo muerto hasta unos matorrales. No iba a permitir que lo encontraran, era lo único que podía hacer por esa mujer.
El corazón le latía a mil en el pecho, tanto, que de un momento a otro podría estallarle.
Cuando una rama se rompió en la copa de un árbol se giró asustada y puso las manos por delante de su cara, en un ademán protector. Una cosa oscura y suave cayó del cielo, justo encima de ella.
Su primera reacción fue pensar que la habían capturado, pero luego se dio cuenta de que no era una presa, si no una espectadora, y le dio tanto asco que tuvo ganas de vomitar.
Sus brazos consiguieron encontrar dos huecos por donde meterse y al fin alzó la cabeza y pudo volver a ver todo con claridad.
Llevaba puesta una gabardina negra.

—Parece ser que no está todo perdido, ¿eh, pelirroja?—dijo una voz desde arriba.
—¿Kira?

El medio demonio bajó de un salto hasta ponerse enfrente de Scarlett. Sin mirarla directamente le recolocó el abrigo y ató el cinturón de la gabardina ajustándolo a su cintura.

—Admito que no me lo esperaba.—la miró con aprobación y se arrodilló, dándole la espalda—Al fin y al cabo, siempre supe que no eras como ellos.

Scarlett comprendió lentamente que le estaba dejando que se subiera en su espalda. Intentó dar un paso, pero sentía que las piernas no paraban de temblarle, así que se rindió y subió, pasándole los brazos por el cuello para agarrarse.

—Tú...los salvaste...avisaste a Anya...—dijo Scarlett contra su nuca. Kira olía a tierra y fuego, se sentía cálida si estaba cerca de él, segura, protegida.
—Te equivocas. Yo simplemente informé a Anya de que cierta cacería se celebraría hoy...el resto lo hizo ella solita.—no lo podía ver, pero sabía que estaba sonriendo—Me tengo prohibido hacer más de una buena acción por día, así que tendrás que pagarme.
—Gracias.—susurró Scarlett, agarrándose con fuerza y cerrando los ojos.
—¿Recuerdas lo que te dije hace casi un año? ¿Lo de que cuando abrieras los ojos te asustarías porque verías la verdadera crueldad del Submundo?

Scarlett asintió.

—¿Los has abierto ya?

Volvió a asentir. 

jueves, 10 de mayo de 2012

Capítulo 6: ¿Sueño o premonición?

Nota de la autora ~> ¡Buenas noches/días/tardes! (Ahora es por la noche jeje) Aquí os traigo el Capítulo 6, que llevo tooodo el día escribiendo y espero que os guste. No oséis decir que es corto o os mandaré a Norian para que os haga pedacitos. (Es broma >:3) 
Sé que echaréis en falta a Kira en este capítulo, creo que es el primero en el que no sale. Aún así, creo que Julian necesitaba tener el protagonismo esta vez, este capítulo es para él y María, casi todo. 
¡Gaby os ama, lectores/as! 


No hacía falta caminar mucho para llegar al palacio, que estaba situado en medio de la ciudad. El reino de Regardezt estaba constituido por siete grandes ciudades y otras tantas villas, campos y bosques. De los cuatro, era el tercero más grande.
Mientras subían las interminables escaleras de granito, Julian procuraba no mirar a Scarlett.
Después de lo que había dicho antes se sentía el ser más estúpido del mundo, incluso por debajo de la escoria del híbrido. Ella, por su parte, lo miraba de reojo de vez en cuando y sonreía, como si no hubiera pasado nada o, en el caso de que hubiera pasado, no fuera nada malo.
Sentía que se le encogía un poco el corazón cada vez que le sonreía, pero se mantenía serio y subía las escaleras hasta llegar a la puerta del palacio, una construcción grande y menos elegante que la de Ozirian, creada para ser defendida de un posible asedio, no para que fuera bonita.
Nada más cruzar las puertas del palacio, ambos se encontraron con un montón de hombres y ancianos corriendo alrededor de una persona, que despotricaba contra ellos e intentaba hacerlos a un lado. Soltó una orden en tono autoritario y todos se apartaron al momento.

—¡Sois realmente cansinos!—bufaba, sacudiendo las manos por encima de su cabeza como si rezara al cielo para que se esfumaran.

Julian se puso tenso al verlo y acercó su boca al oído de Scarlett, susurrándole.

—Ahora ten cuidado. Es el príncipe Rickard, el heredero. Sé respetuosa.

El príncipe se deshizo de sus consejeros y avanzó hacia ellos, arqueando una ceja al verlos. Tenía el pelo en una media melena, lacio y castaño oscuro y los ojos negros. Tendría los mismos años que ellos, quizá alguno más. Parecía enfadado, como si se estuviera controlando para no sermonearlos.
Julian hizo de inmediato una reverencia y le dirigió a Scarlett una mirada asesina para que hiciera lo mismo. Ella soltó una exclamación ahogada y lo imitó.
El príncipe los miró con aprobación.

—Veo que alguien no ha olvidado que soy el futuro rey.—suspiró y se revolvió el pelo en un ademán un tanto vanidoso—¿Quiénes sois?
—Yo soy Julian DuFrain, Alteza. Y ella es Scarlett Chevalier. Venimos con el resto.—contestó Julian con un tono tranquilo y educado.

Scarlett abrió la boca sorprendida al ver lo bien que trataba Julian al príncipe.

—Bien. Vuestras pertenencias ya se encuentran en vuestros aposentos, que veréis más tarde. Os informo de que tendréis un mes de entrenamiento intensivo, aunque dudo que podáis hacer aquí las pruebas si vuestro rey no os da más tiempo.—por la manera en que pronunció vuestro rey se notaba que había resentimiento entre los dos reinos—Geneviev ya está en el patio con el general Walter, ha querido empezar incluso antes de que llegaran el resto de aspirantes. Vuestro capitán y el imbécil insolente están en la biblioteca. ¿Acaso no vinisteis para eso? ¿A buscar información...sobre demonios?

El príncipe dijo la última palabra con un tono ligeramente burlón y suspiró, volviéndose a revolver el pelo. Julian tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco. Vio como Scarlett apretaba los puños y se preparaba a contestar mordazmente, pero la taladró con la mirada y esta se calló.
Ambos sabían a quién se refería con el imbécil insolente.
<<¿Qué ha hecho el híbrido ahora?>> pensó Julian, haciendo nota mental de descuartizarlo algún día.
El Elementar del Viento notó como Scarlett se ponía nerviosa al oír hablar de las pruebas. Él, que llevaba casi desde que nació preparándose para ellas, estaba de lo más relajado, igual que seguramente lo estaría María. Además, Julian contaba con poder controlar su don a la perfección. Sin embargo, Scarlett...no había podido usar su fuego de nuevo desde el día que salieron del Infierno...ni una chispa.
Esperaron sentados en un gran salón de piedra hasta que llegó la criada que los guiaría hasta la biblioteca. Scarlett puso cara de querer vomitar al verla.
Julian no pudo evitar girar la cabeza; seguía impresionándolo su belleza.

Lidia Jowell sonrió radiante, hizo una pequeña reverencia con la cabeza a modo de saludo y les pidió que la acompañaran. Se recogió el pelo hacia un lado mientras andaba, dejando al descubierto su nuca y el Elementar sintió un escalofrío. Miró a Scarlett esperando que esta no se diera cuenta y vio que parecía enferma. Al menos, de eso tenía cara. Observaba a Lidia, que caminaba por delante de ellos, con cierto rencor y algo de tristeza. Julian se preguntó por qué. Su guía siempre le había parecido una chica encantadora, trabajadora y sobre todo muy...
<<No>> se dijo <<No, yo ya sé a quién quiero y esa no es Lidia Jowell>>
Scarlett lo pilló mirándola y le dirigió una mirada de reproche.

—Subiendo estas escaleras a la derecha está la biblioteca. Espero que disfrutéis vuestra estancia aquí, para cualquier cosa llamadme, por favor.—después de decirles eso, sus ojos se desviaron hacia Scarlett—Suerte en las pruebas. Os estaré observando...

Julian no entendió por qué ponía tanto énfasis en las últimas frases, mas lo dejó pasar por alto.

—Vamos—apremió a la muchacha.

Según subían las escaleras el Elementar se ponía más nervioso. Desde aquella noche en el baile, que parecía haber ocurrido hace mil años, veía a su compañera de una forma distinta.
Ya estaban llegando a la puerta cuando él la detuvo agarrándola de la mano.
Scarlett se giró con una mirada curiosa.

—¿Qué ocurre?—preguntó la chica
—Scarlett, tú...—las palabras se le atragantaban en la boca, tragó saliva. Sabía perfectamente que tenía la cara ardiendo y bajó la mirada—Tú...¿me quieres?

Ella, para su sorpresa, no se sonrojó ni agachó la cabeza. Lo miró a los ojos con una sonrisa ladeada y asintió lentamente. Fue una de las pocas veces en las que Julian DuFrain sonrió de corazón. Se puso una mano en la nuca, mirando a otro lado, avergonzado.

—Y puede ser que no te guste Lidia porque estás...¿celosa?—sabía que estaba yendo muy lejos, pero se moría de ganas de preguntarlo.

Scarlett puso los ojos en blanco.

—¿Por qué debería estar celosa de ella?—la miró; parecía que le dolía hablar de ese tema—No creo que tú permitas que rompa nuestra amistad.

Julian cogió aire, algo confuso.
<<¿Nuestra amistad? ¿Me habrá entendido mal?>>

—Lo sé, pero...bueno...¿ni un poco?
—¿Acaso quieres que lo esté?
—¡Bueno, no, pero...!—Julian frunció el ceño y le lanzó una mirada de acusación—Ya sabes, con esa vampira...Vanessa...te pusiste tan...furiosa...

Scarlett puso los brazos en jarras, exasperada.

—¡Intentó matarme! ¿Debería haber mantenido la compostura?
—Ya...seguro que solo fue porque intentó matarte...—bufó Julian.

De repente, la pelirroja puso cara de entenderlo todo y suspiró, bajando los brazos.

—¿Te das cuenta de que siempre eres tú el que lo mete a él en la conversación?—preguntó con delicadeza.
—Es que parece que solo pienses en eso cuando estás conmigo.
—¡Julian!—se quejó ella—¡No soy así! Cuando estoy contigo solo pienso en ti, no en Kira.

El Elementar dio un paso hacia atrás, incómodo por lo que acababa de decirle la muchacha, pero luchando por no sonreír complacido.

—Pues prométeme que nunca me dejarás.—susurró Julian, acariciándole levemente la mejilla.
—Nunca.—respondió ella, asintiendo y agarrándole la mano. Parecía haber perdido toda la vergüenza que siempre tuvo y eso, por algún motivo, inquietó a Julian—Eres como mi mejor amigo, jamás te abandonaría.

Él apartó la mano rápidamente y subió lo que quedaban de escaleras.

—¿Siempre seré tu mejor amigo?—preguntó el Elementar antes de abrir la puerta.
—Siempre.—contestó Scarlett, como si para ella fuera algo maravilloso.

Julian notó como algo se desgarraba en su interior, pero se forzó a sonreír y mantuvo la puerta abierta para que ella pasara.

—Mejor eso que nada...



                                                                          ***



Lo bueno de las bibliotecas del Submundo era que te dejaban comer.
Según el sol eran las tres de la tarde y se moría de hambre. Por suerte, unos criados les trajeron comida y pudieron saciar su apetito.
Después de pasar dos horas rebuscando entre libros y estanterías, no se podía decir que no habían encontrado nada, aunque eso sí, ni una palabra de demonios.
Por ejemplo, Scarlett había aprendido que había cinco dioses en el Submundo (cosa que ya sabía) y que cada uno había creado un elemento: Ignis, dios del fuego, Unda, diosa de las aguas, Petram, dios de la tierra y Caeli, dios del aire. La que reinaba sobre estos cuatro era Potentia, la más antigua y la más poderosa. Ella había creado el Submundo y junto con un astro sagrado, había dado a luz a los otros dioses. Era la Madre Creadora.
Se decía que fueron ellos los que le prestaron parte de su poder a los Elementar.
En casi todos los libros se hablaba sobre como los humanos conquistaron el Submundo y fundaron los cuatro reinos y lo peligrosos que podían ser los entes. Scarlett se interesó en especial por un mapa en el que aparecían unas tierras gigantescas y desconocidas sin ningún nombre o marca, alejadas de los cuatro reinos. Le preguntó a Dáranir y Julian por ellas, pero solo la advirtieron de que nunca debía entrar en ellas. Eran las llamadas Tierras Prohibidas. Eso, por supuesto, solo aumentó su curiosidad.

Al acabar esas dos horas bajó con Julian al patio. Estaba muy nerviosa: iba a conocer a quién le impartiría sus clases de entrenamiento y al resto de aspirantes a Guardianes. Sabía de sobra que no eran ni la mitad de novatos que ella, quien que solo sabía manejar medianamente bien una espada gracias a las pocas clases que tuvo con Chelsea. Su poder tampoco la podría ayudar mucho, porque no podía utilizarlo. Se podía notar la tensión de su cuerpo a kilómetros. Julian no intentó tranquilizarla, lo que hizo que recordara algo que le había comentado Chelsea hacía ya mucho tiempo.

<<Cuando vas a hacer las pruebas de admisión...todo cambia. Las personas se vuelven individuales, solo piensan en sí mismos. Tú tienes que decidir si harás lo mismo o no. Te será muy útil hacer aliados en los entrenamientos, así quizá algunos intenten ayudarte en las pruebas. A pesar de que las hagas con Julian y María, no creas que por conocerlos te será más fácil. Ellos buscarán a los mejores, saben lo que deben hacer, y si tú no estás entre ellos, acabarán contigo.>>

Suspiró y se mantuvo alejada de él. No podía depender de alguien para siempre, eso era algo que debía hacer sola. Salieron por una entrada abierta al sol de la tarde.
El patio era un terreno al aire libre, rodeado de muros de hosca piedra y con arena lisa y de poco volumen en el suelo. En realidad, el sitio era enorme. Había algunos bancos colocados alrededor de él, pero ningún arma, lo que extrañó a Scarlett, pero a la vez la alivió.
En el centro del patio se encontraba un hombre que debía rondar los cincuenta años, de pelo rubio con bastantes canas, expresión fría y ojos pálidos, con una armadura gris y una capa roja colgando de esta, en la que se veía una corona de oro atravesada por dos flechas haciendo una cruz sobre un campo plateado; el emblema de Ozirian.
Los cuatro emblemas de las casas eran similares y a la vez distintos.
El de Arkiria era una corona de plata atravesada por una rosa roja que la rodeaba como si fuera una serpiente sobre un campo negro. El de Narendil una corona de piedra que estaba en llamas bajo un campo esmeralda. Y el de Regardezt una corona de bronce atravesada por dos espadas que se cruzaban bajo un campo blanco.
Alrededor de aquel hombre había unos cuarenta chicos, fuertes y robustos, esperando a que llegaran. Scarlett se sintió incómoda con todas las miradas centradas en ellos, no sabía si llegaban tarde o si era por otra cosa. Sintió un rayo de esperanza al ver a la pequeña y adorable María entre tantos hombres y corrió hacia ella, situándose a su lado. María sonrió y le guiñó un ojo.
El hombre con la armadura las miró con desaprobación y procedió a hablar.

—Como espero que todos sepáis, soy el general Septimus Walter y me encargaré de entrenaros hasta que seáis lo suficientemente buenos como para llegar a la primera prueba de admisión. Que quede claro: me da igual cuál es vuestra familia, procedencia, el dinero que tengáis o lo que sea. No trataré mejor a las mujeres ni seré más compasivo con ellas, trataré a todos por igual, ¿entendido?—les lanzó una mirada cargada de frialdad a Scarlett y María.

Un muchacho enorme, todo músculos, de ojos oscuros dio un paso adelante y preguntó con voz grave:

—¿Por qué no hay armas? ¿No se supone que tenemos que entrenarnos para el combate?

El general Walter se giró hacia él y debió lanzarle una mirada de las suyas, porque calló al momento.

—Bien, el primer idiota que pregunta. Ya estabais tardando.—volvió a girarse—Hoy no pienso dejar que pongáis una de vuestras mugrientas manos sobre las armas. Sois unos críos indisciplinados; se os da una espada y a los cinco minutos faltan ojos y brazos por doquier. Algo que tenéis que aprender como Guardianes es a seguir las normas. Si llegáis a pasar todas las pruebas finales, cosa que dudo, os asignarán a una Casa y a un capitán, al que tendréis que obedecer. El capitán puede echaros cuando le plazca, así que cuidad vuestra lengua. Pero no os preocupéis, estaréis entretenidos. Quiero que todos vosotros cojáis dos muñequeras  de esa caja de madera de la esquina y os las pongáis. Luego, saldréis por la puerta a fuera, corriendo y seguiréis las flechas que os marcarán el recorrido. Tenéis una hora para terminarlo. Quien lo consiga, podrá descansar durante cinco minutos, los que no...bueno, no sé ni porque seguirán aquí, ya que esto es lo más fácil que encontraréis en mis lecciones.

Scarlett se revolvió en el sitio hasta que el general Walter gritó que por qué seguían parados y todos salieron hacia la caja de madera a buscar sus respectivas muñequeras.
La muchacha pelirroja se puso la suya y sintió como el brazo le caía de pronto, como un peso muerto. Aquellas cintas pesaban muchísimo. Un chico de pelo negro le dio un codazo para apartarla del medio y poder pasar a coger la suya. Ella se mordió la lengua para no decirle nada y se escabulló entre toda esa gente en busca de María. Vio como salía la primera, corriendo a toda velocidad hacia el bosque y como, por detrás, un grupo de muchachos se reían comentando lo estúpida que parecía. Scarlett frunció el ceño y salió corriendo detrás de ella, a un ritmo más normal para no cansarse antes de tiempo.
Por el suelo tenían marcadas flechas y a veces también en los árboles, dibujadas con pintura blanca.
Hacía mucho sol, aunque no demasiado calor y estaba cómoda con sus pantalones y el chaleco de cuero por encima de la camisa blanca de manga larga.
Scarlett veía como muchos de los chicos la adelantaban, algunos ni se dignaban a mirarla, otros le echaban un vistazo y se reían. Se sintió imbécil, pero siguió corriendo. Era algo que le había llamado la atención: María y ella eran las únicas chicas.
Pasados los primeros veinte minutos sintió como las piernas empezaban a resentirse. Cada vez hacía más calor y empezó a sudar. Debía ser una de las últimas, porque también vio como Julian la adelantaba. Detrás de ella solo quedaban tres chicos delgaduchos con aspecto frágil.
Pasaron otros veinte minutos.
Cogió aire por la boca, lo que fue mala idea, porque tenía la garganta reseca y solo consiguió que el aire le cayera helado en ella.
Quería parar, necesitaba parar. Se preguntó como estaría María en esos instantes. ¿Ella también se encontraría muerta de cansancio?
El terreno no era liso, todo lo contrario. Raíces, troncos caídos, trampas para animales que evitar, arroyos...
El tiempo continuó pasando.
Debían quedar unos tres minutos y las flechas continuaban apareciendo por todas partes. No podía parar, pero ya no veía a nadie por delante ni por detrás de ella. Sabía que no era la última, quedaban esos tres chicos escuálidos, que ya había perdido de vista.
Divisó las torres más altas del castillo de lejos y apretó los puños.
<<¡Maldita sea! ¡No se dirá de mí que soy la peor Guardiana de la historia!>>
Ignoró el dolor y evitó pensar en las agujetas que sin duda tendría después de la carrera, cogió aire de nuevo y apremió a sus piernas a seguir el ritmo. Avanzó más rápido. Y más. Y más.
Corría a toda velocidad casi sin ver el camino, por lo que de repente chocó con una raíz escondida y cayó de cara contra un charco de barro. Se levantó rápidamente, limpiándose la cara al mismo tiempo que corría. Ahora era más pesada que antes, el barro le había empapado la ropa y era algo más que cargar. También resbalaba más, pero no importaba, tenía que seguir corriendo.
Sonrió de oreja a oreja al ver que las flechas se terminaron.
Corrió con las fuerzas que le quedaban y llegó derrapando hasta la entrada del patio, donde todos estaban ya entrenando en otras cosas.
María estaba rodeada de un grupo de chicos que la observaban con cierta sorpresa y admiración, menos por el chico de pelo negro que solo despotricaba.

—¡Que sea rápida no significa nada!—gritaba.
—Bueno...significa que es más rápida que tú, Strone...—reía otro de los muchachos.
—Cierra la boca.

Vaya. Al parecer María había llegado la primera en la carrera. Era sorprendente, pero Scarlett siempre supo que ella era muy fuerte. Le sonrió y la chica rubia agitó la mano para saludarla y fue hacia ella. La miró de arriba a abajo, horrorizada.

—Por los Dioses...¿qué te ha pasado?
—Uhm...digamos que me caí—suspiró ella.
—Digamos que has llegado después del tiempo establecido—dijo una voz dura detrás de ellas. Se giraron y ahí estaba el general Walter, traspasándolas con sus ojos pálidos.

María frunció el ceño.

—Solo por un poco.
—No creo haberte dado vela en este entierro, Geneviev.—respondió él—Largo. Y tú, Chevalier, espero que no seas tan patéticamente débil como para no aguantar tu castigo.

Scarlett estuvo haciendo flexiones durante la siguiente hora.


                                                                        ***


Al llegar la noche, estaba más cansada que nunca.
Entró a toda prisa en su habitación, que estaba en la torre del ala este y se quedó petrificada nada más hacerlo. María estaba en el pequeño balcón que había en la ventana, mirando por ella.
La habitación era una gran sala con dos camas enormes separadas por un pasillo. Había cuatro estanterías, un escritorio, dos sillas, cuadros y velas encendidas por todas partes. Quizá hubiera incienso encendido en alguna parte, porque a eso olía.
Scarlett caminó hasta María, que ya tenía un camisón amarillo claro puesto y miró por la ventana como estaba haciendo su amiga.

—Aquí no se ven tan bien las estrellas como en casa—comentó María con aire soñador—Pero la habitación es preciosa, ¿verdad?
—Sin duda—asintió Scarlett, observando la luna azul que brillaba en el cielo—Hoy has quedado de primera, es genial.

María se puso tensa y suspiró.

—Creo que el general Walter se pasó contigo, te excluyó totalmente del grupo como castigo por haber pasado del límite de tiempo...¡Uff! ¡Era la primera vez que entrenabas! ¿Qué se esperaba? ¿Que lo hicieras todo a la perfección?

Scarlett sonrió agradeciéndole su amabilidad.

—Bueno, supongo que esperaba algo más de mí...y la verdad, yo también. Fui un poco patética, ¿no?—rió—No, no respondas.
—No fuiste patética para nada—mintió María. Luego se revolvió como si sintiera un escalofrío y corrió hacia su cama, dando un saltito y metiéndose en ella—¿Te importa que me vaya a dormir ya?
—Claro que no—respondió Scarlett, rebuscando en los cajones de su armario hasta dar con un camisón verde.—Creo que las dos necesitamos descansar, mañana toca más entrenamiento. Me pregunto cuando usaremos las armas...no se me puede dar peor que esto.
—De todos modos, no te dejaría tocar un arma, crío indisciplinado—susurró María con voz ronca, imitando al general.

Scarlett soltó una carcajada y se metió en su cama, tapándose hasta la nariz.
Pronto las dos cayeron en un sueño muy, muy, muy profundo.
Y era en esos momentos...cuando el mundo real y el no real se confundían...fundiéndose en uno solo...

Ya sabes lo que pasará si dices algo de esto. Tú te has cavado tu propia tumba, debiste pensar las cosas antes de hacerlas.

Los latigazos caían como una lluvia en su espalda.

¡ZAS! ¡ZASSSS! ¡ZAS!

Gritos desgarradores invadían el aire. Gritos de una mujer.

No permitiré...no permitiré...que les hagas...¡daño!—gritaba una muchacha y antes del próximo latigazo agarró el látigo con la mano, cortándose la palma también y se levantó, chorreando sangre por su espalda.

El hombre se liberó de su mano y le propinó otro latigazo en la cara, dejándole una línea roja en la mejilla.
Un nuevo latigazo en su espalda. La visión cambió, ahora lo veía desde otro punto de vista. Podía ver la espalda de la chica, llena de cortes, chorreando el líquido rojo. Y después vio su cara.

<<¡Scarlett! ¡NO! ¡Deja en paz a Scarlett! ¡SCARLETT!>>

Pero ya no estaba allí.

Ahora se encontraba en una casa totalmente desconocida, una cabaña en medio de un bosque.
En la habitación había una chica llorando y un chico consolándola.
La muchacha pelirroja intentaba a duras penas no llorar, pero era imposible no oír sus sollozos.

¡Es que fui tan estúpida, Julian...! C-cómo...cómo no lo vi antes...

Julian dijo algo que María no comprendió y luego besó a Scarlett. Esta le devolvió el beso entre lágrimas y de repente, lo abrazó.
La puerta de la habitación se abrió.

Vaya. No sé por qué pero me lo esperaba—siseó una voz, claramente molesta.

Luego, dio un portazo y la escena cambió de nuevo.

<<¿Qué demonios es esto...? ¿Estoy soñando?>>

Ahora se veía a sí misma, atada a una silla y amordazada.
Una mujer de ojos azules paseaba por delante de ella, sonriendo y de vez en cuando, mostrando sus colmillos. La reconocía. El vampiro sacó del todo sus colmillos y alzó la cabeza, dispuesta a morderla.

 ¡FUSHH!

Todo pasó muy rápido.
Vio a alguien gritar y convertirse en cenizas.
Un muchacho rubio esperando en un caballo blanco a que una chica bajara por una cuerda hecha de sábanas hasta él.
Una horca rodeada de cadáveres de soldados y gente que había ido a presenciarla.
Unos ojos azules eléctricos escrutando desde la oscuridad.
El sonido de los cascos de caballos, cada vez más cerca, cada vez más fuerte. Y justo a continuación, la visión de aldeas en llamas, casas por los aires a causa de huracanes, un tsunami arrasando una ciudad entera...y seis jinetes de capas negras presenciándolo todo desde la oscuridad de la noche.

Entonces todo se paró.
Un precipicio.
Mucha gente.
Gente luchando, sangrando, gritando, corriendo.
Alguien cayendo por el precipicio después de que su corazón fuera atravesado por una lanza.
Mucha sangre. Muchos gritos, demasiados.
Antes de que se perdiera para siempre, pudo ver su rostro y reconocerlo.

—¡Noooooo!—gritó, saltando de la cama como un resorte. Se tocó la cara, estaba sudando. Miró a su alrededor asustada y notó que Scarlett dormía plácidamente en su cama.—¡Scarlett!

Corrió hacia ella presa del pánico y le levantó el camisón sin previo aviso, mirando su espalda para asegurarse. No había nada. No había nada...
Scarlett se levantó asustada y al ver a María suspiró y quiso volver a darse la vuelta para seguir durmiendo, pero María la zarandeó hasta que le prestó atención.

—¡Scarlett! ¡Scarlett, escúchame! ¡He tenido un sueño! ¡QUE ME ESCUCHES TE DIGO! ¡¡¡HE TENIDO UN SUEÑO, POR LOS DIOSES, UN SUEÑO!!!
—Sí, sí, tranquila, lo sé...son esas cosas que se tienen cuando una duerme...
—¡Este no era un sueño cualquiera! ¡Era muy real! ¡Creo que he visto cosas que van a suceder en el futuro y todas son horribles! ¡¡¡Es tan horrible que te besabas con Julian!!!

Scarlett arqueó una ceja y se incorporó.

—A ver, habla despacio. ¿Por qué crees que sucederán en el futuro?
—No...¡no lo sé! Solo sé que vi cosas espantosas y que sé que son reales. ¡Van a ocurrir! ¡Tienes que creerme! No entiendo por qué...solo sé que es así.
—Pero...no tiene ningún sentido...María, tranquila. Para de temblar. Solo era una pesadilla.
—Es que...hubo algo...algo que...oh, Scarlett, no puede ser cierto...

Scarlett le hizo un hueco en su cama y la abrazó.

—Cuéntame, ¿qué es eso tan horrible que no puede ser cierto? ¿qué es lo que viste?

María se apechugó contra ella, muerta de miedo y lo dijo:

—Vi morir a Kira.