Chispas en la hoguera

sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 14: La primera prueba


Nota de la autora ~> ¡HA LLEGADO LA PRIMERA PRUEBA! Este es un capítulo con mucha acción pero también con mucho sentimiento, en especial al final. Quiero dedicárselo a Sarah, porque era la que más ansiosa estaba por que llegase la prueba y bueno...por ciertas cosas Juliett que suceden en este capítulo. ¡Disfruta, Sarah!
*La Mayor Santa Anya: Las iglesias son denominadas Mayor o Menor.
Aviso que el capítulo es larguillo. ¡Besos!




Nunca se había visto tal magnitud de gente reunida en un mismo lugar.
El Coliseo parecía poder llegar a acoger a por lo menos todos los habitantes de dos de los cuatro reinos y las gradas estaban inundadas por una muchedumbre de hombres y mujeres gritando, levantándose, aplaudiendo y riendo, felices de ver su esperado espectáculo.
Cuanto más cerca de la arena se estuviera, mejor sería la visualización, así que en los puestos más altos se situaban las gentes de menos clase social, la mayoría campesinos a los que sus señores les habían otorgado el permiso de asistir o artesanos, entre los cuales se encontraban zapateros, herreros, sastres...
En los asientos del medio, estaban los otorgadores de beneficios, como comerciantes, mercaderes o banqueros y la baja nobleza, sobre todo condes y marqueses con sus respectivas familias.
Ya próximos al terreno, estaban los de la alta nobleza: duques, parientes de las familias reales, damas de compañía de las reinas, consejeros reales, predicadores supremos de la fe a los Dioses...
Justo en el medio de estas primeras gradas, estaban dos agrupaciones de asientos privilegiados que se separaban del resto. El primero era para los reyes y reinas y el segundo para los jueces. Estos últimos siempre eran cuatro, tantos como reinos: un rey o una reina, un príncipe o una princesa (en el caso de que fuera hija de la regente de Narendil o Arkiria, ya que si no fuera así no se permitiría que una mujer ocupara el puesto), el capitán de la guardia del reino en donde se celebraran las pruebas y un sacerdote.
Ese año los elegidos como jueces habían sido la reina Vitorea de Arkiria, el príncipe Rickard de Regardezt, el capitán Sheen Lubert y el clérigo Azam de la Mayor Santa Anya, proveniente de Narendil.
Cuando los diez equipos pasaron las puertas y el último de ellos se arrodilló ante los soberanos como saludo, los ojos de la reina jueza se juntaron con los de Scarlett hasta que esta apartó la mirada. El bullicio que creaban los espectadores se acalló cuando el rey Richard de Regardezt se puso en pie para tomar la palabra.
Quiero daros a todos la bienvenida a las Pruebas Guardianas. Este año se me ha otorgado el honor de ser el anfitrión elegido y tanto yo como todo el reino nos sentidos enormemente agradecidos por poder teneros aquí, a nuestros futuros protectores, a los cuáles me dirijo ahora—el monarca procedió a dejar de hablar hacia el público y enfocó su vista en ellos. Tenía unos gestos severos y serios, pero aportaba confianza y ánimo a los que serían probados—Habéis oído muchas cosas acerca de estas pruebas, incluso puede que estuvierais presentes en algunas, no obstante, permitidme un pequeño consejo: los desafíos varían con cada generación, así que no os guiéis por habladurías y rumores varios, solo un limitado grupo de personas sabe con certeza qué encontraréis y en qué momento. Ahora cedo la palabra al consejero real, que os explicará con más detalle la primera etapa de vuestro recorrido. Que la Diosa os ampare.
Los jóvenes, expectantes en la arena y petrificados como estatuas, escuchaban con una atención casi devota, rectos y con la cabeza erguida, como soldados esperando órdenes. Entonces el consejero, un hombre viejo y encorvado, tomó la palabra.
Como os habréis fijado, rodeando las arenas del Coliseo se encuentran siete puertas. Habéis entrado por una de ellas, la más grande, que ahora permanece cerrada, mas las que os deben importar en este momento son las seis restantes—mientras hablaba, los muchachos volteaban la cabeza para mirar a su alrededor y ver que, efectivamente, estaban rodeados por entradas, más que puertas, con una ligera forma redonda de las que se podía ver que salían unos barrotes en la parte superior, quizá un mecanismo para cerrarlas rápidamente—El modo de ganar esta prueba es sencillo: el equipo debe pasar por una de esas puertas, cualquiera. Sin embargo, atención ahora. Es obligatorio que todos los miembros del equipo, sin excepción alguna, crucen la puerta, ya que si no, se contará como fallida para el grupo entero. Bien. Por si no lo habíais notado, hay seis puertas, sí, pero...diez equipos. Cuando un equipo al completo logra pasar la línea que separa la arena de la puerta elegida, esta se cerrará, por lo tanto será imposible para los otros participantes intentar pasar por ahí. Puesto que no habrá tiempo, la prueba finaliza cuando seis equipos consiguen cruzar al otro lado. Los cuatro restantes que queden en la arena, serán eliminados y no podrán pasar a la siguiente fase.
La primera prueba no será mortal, así que cualquiera que cause la muerte a alguno de sus contrincantes, será expulsado para siempre y jamás podrá entrar en la Guardia, siendo, por supuesto, arrestado de por vida, excepto determinados casos puntuales, como accidentes, en los que serán los jueces quienes decidan la inocencia o culpabilidad del acusado. Tenéis a vuestra disposición, colgadas en las paredes aleatoriamente y esparcidas por el suelo, armas con las que defenderos de los otros concursantes...y de cualquier otra circunstancia que pueda surgir.
Al toque del cuerno, comenzará la prueba.
Buena suerte y que los Dioses os amparen.
Antes de que el buen señor acabara de explicarse, el público volvió a rugir de nuevo, emocionado y ansioso por ver el espectáculo. En cambio, los Guardianes parecían nerviosos.
¿A qué se ha referido con “cualquier otra circunstancia que pueda surgir”?—preguntó Scarlett a Julian en susurros.
Este se encogió de hombros, visiblemente tenso.
Ni idea. Oye, escúchame bien: nada más empezar, quiero que corras lo más deprisa que puedas hacia la puerta que tenemos detrás, ¿entendido? Nosotros iremos detrás de ti por si a alguien se le ocurre atacar o por el contrario, tenemos la puerta libre—ni si quiera la miraba, parecía absorto paseando la vista de un lado a otro, buscando algo.
Scarlett elevó ambas cejas, algo sorprendida.
Así no podré ayudaros, además, creo que es mejor que vayamos todos juntos. Pero tienes razón...¿cómo es posible que algunos equipos vayan a tener las puertas libres por pura coincidencia y otros no? ¡No sabemos qué están pensando el resto y sería injusto!
Julian le lanzó una mirada de reprimenda que decía “No terquees y haz lo que te digo”
La moza tiene razón, DuFrain—apuntó su otro compañero, Ruber—Esto es muy raro.
Callaos los dos ya, esto está a punto de empezar.
De repente, les llegó el grave sonido que solo se podría identificar como la llamada de un cuerno de Regardezt. Lejos de perder tiempo, los participantes echaron a correr como poseídos hacia una puerta concreta. Scarlett decidió hacer caso a Julian y corrió hacia la entrada que tenían detrás, con una distancia considerable de por medio. A pesar de lo que el chico hubiera planeado, María corrió a su lado y si no fuera por la velocidad que llevaban, juraría que le había guiñado un ojo. Ruber se había quedado algo atrás para ir a recoger una maza tirada en el suelo y Julian las seguía sin quitarles la vista de encima.
Por desgracia para ellos, otro equipo se dirigía al mismo sitio.
Uno de los cuatro jóvenes enormes que los perseguían, cargado con una lanza, fue a por Ruber, quien recibió el ataque sin mucha sorpresa, conteniéndolo con facilidad. Los dos tenían una constitución física parecida, altos y corpulentos, así que sería un combate igualado.
Otros dos avanzaron hacia la puerta, intentando ganarles terreno a María y Scarlett, pero estas iban adelantadas, por lo que decidieron arremeter contra ellas. Para que no se tuvieran que parar a pelear y así retrasarse, Julian hizo un ademán ascendente con la mano, como si estuviera ordenándole a algo invisible que se levantase y acto seguido, un pequeño remolino barrió la arena de la zona, echando hacia atrás a los muchachos y cegándolos.
Ya les quedaba poco para llegar a la puerta, cuando escucharon un horrible rugido. María y Julian siguieron corriendo, pero Scarlett vio de reojo como un gigantesco tigre salía de una de las puertas a las que iba a entrar un equipo sin contrincante alguno para frenarlos. El animal era un coloso, no un tigre normal y corriente, por muy poco comunes que fueran ya de por sí.
¡María!—oyó gritar a Julian.
La pelirroja volvió a girar la cabeza, alarmada pensando que habían atacado a su amiga, cuando tuvo que reprimir un grito de sorpresa al ver que tenía el pie del chico que había quedado del otro equipo a escasos centímetros de su cara, en lo que iba a ser una dolorosa patada si María no la hubiera frenado con su muñeca, ahora algo enrojecida e hinchada por la parada. Entonces comprendió que Julian había gritado para avisar a la rubia de que parase el golpe que debería haberle llegado a ella. María agarró con las dos manos el tobillo del joven y lo lanzó por los aires, haciendo que cayera con un horrible ruido pocos metros más allá.
Iban a llegar por fin a la puerta, cuando de ella salió un gruñido que no deparaba nada bueno.
León...—dijo Scarlett en susurros.
¿Qué?—preguntó Julian, el cual por fin las había alcanzado. Ruber se había quedado algo atrás, aún luchando.
¡León!—repitió, esta vez gritando.
Sin esperar a que Julian lo comprendiera, agarró su mano y tiró de él. Este pareció entender la indirecta y corrió primero a su lado, mas después quiso tomar la delantera y guiarle él a ella.
El león iba a salir sí o sí, así que María había salido por patas también, para ir a ayudar a Ruber.
Julian la arrastró hasta una esquina de la arena, empujándola con vehemencia hacia una roca negra que serviría como escudo. Se tomó un momento para tomarla suavemente del rostro y obligarla a mirarlo a los ojos.
Volveré cuando tengamos una puerta libre. No te muevas hasta que vuelva a buscarte. Si viene alguien, grita y vendré corriendo a por ti, ¿vale?—parecía ansioso por que lo entendiera.
¡No puedo quedarme esperando sin más!—replicó Scarlett, más ansiosa aún—Somos un equipo, trabajemos juntos...
Julian simuló pensárselo un rato, hasta que finalmente negó con la cabeza.
<<¿Eso significa que no me ve como parte del equipo?>> se preguntó Scarlett con tristeza. Una tristeza que se disolvió en un segundo cuando vislumbró a un chico que blandía la empuñadura de una espada con la intención de propinarle un golpe en la espalda al Elementar.
Scarlett supo que no era momento para pensar en la mejor estrategia, así que hizo lo primero que se le ocurrió y arremetió contra él sin portar arma ninguna, solo con su propia fuerza y su deseo de proteger a Julian. El impulso los tiró a los dos al suelo y empezaron a forcejear para conseguir la espada. El chico la agarró de forma salvaje de la mandíbula y recogió el arma, sin embargo, Scarlett le mordió con todas sus ganas y este no pudo hacer más que soltarla y reaccionar por instinto, dejándola caer de nuevo. Ella aprovechó el momento para agarrarla y sin más miramientos, le estampó la hoja por la parte plana en el vientre, haciendo que el joven se encogiera de dolor, cayendo para retorcerse.
Julian la miraba bastante asombrado por la repentina muestra de ferocidad hasta que recobró la compostura y le obligó a agacharse tras la roca otra vez.
Quédate aquí—fue lo único que dijo antes de lanzarse contra otro equipo en solitario.
¡De nada!—le gritó Scarlett con rabia, apretando los puños.
Un poco más lejos, vio a Ruber salir vencedor de una pequeña pelea y encaminarse hacia una puerta libre, por la que antes de entrar, buscó al resto del equipo con la mirada, mas no encontró a ninguno a la vista. Dio dos pasos más y la prueba terminó para él. Había entrado.
Desde su posición podía ver todo con una buena perspectiva, así que también observó como Julian había encontrado a Ruber y volvía para buscarla.
Algunas puertas se cerraron de golpe. Debían haber conseguido entrar la mitad de los grupos ya.
Un grupo la había descubierto y se dirigían hacia ella sin buenas intenciones, así que Scarlett empezó a ponerse nerviosa. No tenía para defenderse más que una espada mellada y valor, un valor que parecía haberse disipado y que necesitaba volver a encontrar.
De repente, lo recordó. Sabía que podía recuperar fuerzas si veía algo de apoyo entre todo ese público que solo quería sangre y espectáculo. Buscó desesperada unos ojos azules como la tormenta entre las multitudes, pues sabía que solo necesitaba una sonrisa de lobo para infundirle las agallas que ahora mismo sentía tan perdidas.
Buscó, buscó y rebuscó, pero por más que encontró caras conocidas, ninguna era la de Kira.
<<Debe estar ahí. Me prometió que vendría>> se dijo, convencida.
Antes de que la atacaran, decidió levantarse pensando que aunque no lo viera, estaba en alguna parte, y salió del escondite, atacando a sus cuatro adversarios.
Cual fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con el hijo del general Walter, Strone.
El muchacho de ojos oscuros sonrió saboreando el momento y por un instante, Scarlett tuvo la esperanza de que les diría a sus compañeros que quería luchar él solo, mas no fue así.
Los golpes de los cuatro se presentaron rápido, todos ellos portando armas. A la muchacha le fue difícil contener la presión del grupo, pero hizo lo que pudo y a pesar de ir perdiendo terreno, los filos de las armas enemigas no consiguieron tocarle un pelo. Sabía que no debía dejar que vieran su miedo, así que aunque las piernas le temblaran y su corazón latiera desbocado, se mordió los labios y al recibir el primer golpe de un helado filo en el brazo, no gritó, si no que lo ignoró y arremetió contra el líder, Strone, que se apartó en el acto. Sin embargo, no se libró de un corte poco profundo en la mejilla que dejaría una interesante cicatriz.
Tú...—dijo Walter hijo, tocándose la carne cortada para descubrir que, en verdad, sangraba—Sucia plebeya...
Scarlett iba a responder, y no precisamente cómo lo haría una señorita, cuando la tierra empezó a temblar ante la carrera de una descomunal bestia de melenas doradas que se balanceaban con el viento: el león que había salido de la primera puerta.
El grupo de Strone se disipó al ver al animal y Scarlett intentó huir también, pues aunque en esos momentos se sintiera osada, no era tan tonta como para enfrentarse a semejante fiera ella sola.
Julian, bastante más lejos, vio a dónde se dirigía el león y distinguió su presa: una chica de cabellera roja. Él no podía ayudarla estando a tanta distancia, no obstante, vio como María casi había cruzado la puerta, así que, sabiendo que gritar de nada serviría, se metió los dedos entre los labios y emitió un largo silbido que ambos habían aprendido de pequeños gracias a Mark.
Se deshizo de unos contrincantes que lo estaban molestando y rezó porque María lo hubiera escuchado y reconocido.
En el momento en el que la pequeña chiquilla oyó la señal, frenó en seco y buscó a Julian con la mirada. Este se la devolvió y sin decirse nada más, María lo entendió todo.
Se forzó a sí misma hasta sus propios límites, hasta que sus piernas dolieron y sin si quiera mirar, recogió unas extensas cadenas rotas del suelo. Scarlett había conseguido darse un poco de ventaja respecto a su enorme perseguidor, pero la iba a alcanzar de un momento a otro.
María tuvo que pegar un salto para encaramarse a la cola del león de lo alto que este era y ni la notó, demasiado ocupado persiguiendo a su presa.
Escaló por su pelaje sin encontrar más oponente que la rapidez con la que se movía el animal y las turbulencias que eso suponía al estar justo sobre él. Necesitaba las dos manos para aguantar las cadenas y si no era ya una tarea ardua de por sí con ellas como apoyo...solo le quedaba confiar en su sentido del equilibrio.
Al estar de pie encima del grueso cuello del león, se dejó caer para sentarse como si fuera un simple caballo y lanzó las cadenas, sin soltarlas por los extremos, a modo de riendas. Cuando estas se hubieron cernido alrededor del pescuezo, las acortó con precisión, hasta que por fin la bestia notó su presencia y paró en seco, dándole tiempo a Scarlett de escapar y casi lanzando a la chiquilla que tenía encima al suelo. María se mantuvo firme subida encima y cerró sus dedos sobre las cadenas, sin poder evitar que una leve sonrisa de emoción asomara a sus labios.
El público se dio cuenta poco a poco de lo que pretendía hacer y estallaron en aplausos y gritos de euforia, levantándose y literalmente, volviéndose locos.
María, que en esos momentos debía parecer la más loca de todos, hizo una imitación de reverencia hacia las gradas, hasta les lanzó un beso, justo antes de que tres cosas pasaran a la vez.
La primera, sonó la cerradura de la cuarta puerta cerrándose. Solo quedaban dos salidas.
La segunda, vio a Scarlett detenerse, en vez de seguir corriendo hacia su puerta, para ayudar a Julian.
Y la tercera, el león comenzó a enfadarse.
Al principio se limitó a correr, lo cual no fue una gran ofensiva, pues por mucha velocidad que cogiera, su amazona se mantenía sobre él sin inmutarse. Al ver que esto no funcionaba, el animal se enfureció todavía más y elaboró otro tipo de técnica para liberarse.
Emprendió un endiablado galope pegándose cada vez más a las esquinas del Coliseo. Las gentes se encaramaron para poder tener una mejor visibilidad y vieron como el gran león empotraba su propio lomo contra una pared de piedra, aplastando a María.
Hubo unos cuantos gritos de horror que se disiparon al tiempo que la fiera era sacada a la fuerza de la pared con un fuerte tirón en el cuello, lo que la obligó a hacerse a un lado y apartarse.
Una desastrosa y dolorida rubita volvió al juego sangrando por la boca y la nariz, pero viva y con las suficientes fuerzas como para sacarse una flecha del carcaj que tenía colgado al hombro y clavársela en un costado al león. Este dio un bote al notar el dolor y volvió a salir corriendo, esta vez buscando una salida al ver que no era capaz de acabar con quien lo montaba.
La primera que encontró fue justamente la puerta donde ya estaba Ruber, esperándolos.
María elaboró una sonrisa llena de sangre un tanto grimosa pero cargada de alegría y se dejó llevar, preparada para saltar cuando ambos, bestia y humana, entraran.
Delante de ellos pudo ver a Julian, que luchaba contra uno de los últimos contrincantes y Scarlett, que quería hacerlo también, mas era echada hacia atrás constantemente por el Elementar del Viento, quien se empeñaba en apartarla de la pelea y protegerla.
María tuvo una repentina idea e hizo de nuevo la señal que les había enseñado Mark en su infancia, consiguiendo atraer la atención de Julian el tiempo suficiente para que supiera lo que pretendía hacer.
Cuando el león paso por donde se encontraban la pelirroja y el muchacho, María estiró su brazo con el carcaj ya sin flechas en la mano. Julian se agarró a eso y Scarlett se agarró a Julian.
Impulsados con un soplo de viento, subieron los dos sobre el coloso dorado.
Los espectadores parecían estar disfrutando más que nunca y apenas se podían entender entre ellos con los gritos que pegaban.
¿Cómo vamos a frenar?—preguntó Scarlett, rodeando a Julian por la cintura para no caerse.
No vamos a frenar—respondió María, riendo y escupiendo sangre a la vez.
¡Ahí está la puerta!—dijo Julian, señalando enfrente de ellos.
Scarlett buscó entre las gradas de nuevo, sin encontrar a quien quería y abrazó más fuerte a Julian, pensando que todo acabaría pronto.
De improviso, una flecha zumbó en el aire y se clavó en la pierna de Scarlett, perforando la piel y sacándole un grito agudo de dolor. Junto a la flecha había pegada una cuerda y la muchacha fue separada violentamente de Julian, que intentó cogerla de las manos, tarde.
La flecha, disparada desde una ballesta, la obligó a girar en el aire y un horroroso chasquido de algo rompiéndose rasgó el aire, salpicando de sangre la arena.
Scarlett, con la pierna atravesada, aterrizó en el suelo con un golpe sordo, mareada y sin apenas poder levantarse, con la piel ardiéndole. Alzó la cabeza para ver quién la había atacado de un modo tan preciso como cruel y se encontró justo con la persona que esperaba: Strone Walter.
El resto de su equipo ya había cruzado una de las dos puertas restantes y él podría hacer lo mismo, pero algo lo retenía allí con una estúpida sonrisa victoriosa.
Levántate, mujer. Tengo un regalo que devolverte—anunció, señalándose la mejilla.
Scarlett, que hacía su mejor esfuerzo por no perder la consciencia del dolor, buscó las fuerzas de donde no las había para erguirse y sorprendentemente, lo consiguió. No sabía la extraña razón que le impulsó a hacerlo, sin embargo, quiso desafiarlo.
S-si quieres...—murmuró, intentando no caerse—te hago otra a juego c-con esa...
Aprovechó el descuido de Strone al sorprenderse para alzar la hoja de su espada y propinar el golpe más fuerte que pudo, consiguiendo tan solo una ligera herida en su pierna, lo suficientemente dolorosa como para que soltara un chillido. Scarlett frunció el ceño, enfadada por no haber conseguido nada más.
Cómo voy a disfrutar haciendo esto...—murmuró el muchacho.
Alzó el puño y antes de perder el sentido por el golpe, Scarlett echó un último vistazo a las gradas y vio que la promesa se había roto. Ella caía y él no había estado allí.
Walter hijo le cruzó la cara con un puñetazo que le giró la cabeza y la tiró al suelo, en un pequeño charco de sangre que se había creado por la herida de su pierna.
Yo también voy a disfrutar haciendo esto.
El chico se giró para ver quién había hablado y recibió un puñetazo tan fuerte y con tanta rabia como el que él había dado. Notó un dolor que ascendía de su nariz al cerebro y se le emborronó la vista.
Si Scarlett hubiera estado consciente, habría visto como Julian la cogía en brazos y caminaba con ella apretada contra su pecho, hacia la puerta donde los esperaban María y Ruber.
Hemos ganado—susurró Julian contra su pelo.


                                                                             ***


El Consejo parecía estar más empeñado que nunca en no terminar la reunión. Kira ya había informado de que su misión había tenido un éxito a medias, pues aún desconocía el paradero del libro y no quería pasar ni un segundo más ahí. Tampoco podía largarse sin más, en la Alianza había ciertas normas que hasta él tenía que cumplir si no quería ser echado a la calle.
Caronte, uno de los centauros más venerados de la región, era conocido por alargarse en sus explicaciones, siempre llenas de enigmas y divagaciones.
Se pasó las manos por el pelo, una manía que había cogido en los últimos meses y suspiró imperceptiblemente, esperando que el anciano acabara su charla. Sintió como una presencia humana se le acercaba por atrás, pero la ignoró.
¿Por qué tan nervioso?—inquirió Anya.
Kira compuso una sonrisa lobuna, sin molestarse en mirarla.
Tu presencia me pone así, no puedo evitarlo.
Mentiroso.
Por obra de un milagro, el centauro acabó su charla. El híbrido se irguió, dio la vuelta y se encaminó hacia su montura, aliviado de haber terminado la tediosa reunión.
Te has vuelto impaciente, medio demonio—comentó Caronte, clavándole sus ojos de caballo.
Sí, impaciente. Y testarudo—repitió otro centauro.
Bueno—dijo Kira, girándose y mirándolos de reojo por encima de su hombro—Mientras no me vuelva más sanguinario creo que podréis soportarlo.
Caronte suspiró, como decepcionado.
Si vieras el futuro...quitarías sangre del presente.
Kira asintió sin darle mucha importancia las habladurías del viejo y subió ágilmente a Ecoh, sin apenas un ruido. El corcel negro abrió los ojos al notar el peso de su jinete encima y al escuchar las palabras que este le susurró al oído, emprendió el viaje de vuelta a galope tendido.
Desde Arkiria a Regardezt había un largo camino, pero con Ecoh era mucho más rápido y sencillo. Pasar por el Muro podría ser un problema, a no ser que ya estuviera recuperado (que lo estaba) y pudiera desaparecer y volver a aparecer al otro lado.
No tuvo problema para pasar con la teletransportación, aunque acabó algo cansado. Ese maldito hechizo consumía mucha energía.
Llegó al castillo al atardecer, apenas frenó a Ecoh bajó del caballo con él todavía en marcha. Esperaba que las pruebas aún no hubieran finalizado y tenía el corazón en un puño.
¿Habéis visto a Scarlett Chevalier?—preguntó a una criada.
¿Chevalier? ¡Oh, sí, mirad, sale ahora mismo!
Kira levantó la cabeza y su mirada se cruzó con la de ella. Sus ojos verdes se clavaron en los suyos transmitiéndole demasiadas cosas a la vez. Desconcertado, se acercó con una sonrisa que no recibió de vuelta.
María y Julian iban a su lado, cada uno de ellos con una mano entrelazada con las suyas, los tres juntos. La más pequeña reía feliz, diciendo algo para molestar al Elementar, el cual caía en la trampa y se enfadaba. Scarlett era la única que parecía ajena a todo eso, no había agachado la mirada, seguía fija en él, frunciendo el ceño. Pasó a su lado sin decir palabra y Kira esperó a que se soltara y fuera a hablar con él, a pedirle explicaciones, a...a cualquier cosa. Cualquier cosa sería mejor que su silencio.
¡Pelirroja!—dijo, agarrándola con suavidad del brazo.
Scarlett se tensó.
¿Estabas allí?—preguntó.
Kira quedó confundido, no esperaba una pregunta tan directa. De pronto se fijó mejor en ella: tenía la pierna muy herida, tan solo con unas vendas mal puestas y cortes recientes por todas partes. Quiso preguntarle qué había pasado exactamente, pero sintió que debía responderle primero.
No—volvió a intentar hacer que se girase y Julian soltó un bufido de indignación—No pude venir a tiempo...llegaré la próxima vez.
¿Qué ocurrió?—dijo Scarlett, girando tan solo la vista, lo suficiente para que Kira viera que aún tenía esperanza en que él le diera una buena excusa.
En ese momento, también se dio cuenta de que no podía excusarse. La Alianza era un secreto absoluto que no podía revelarle aún. Lo echarían y entonces todos los planes se arruinarían.
Sin embargo, quería contarle la verdad. Se moría por hacerlo. Estaba harto de las mentiras.
¿Y bien?—lo apresuró Julian.
Kira fue el primero en bajar la mirada esa vez. Apretó los puños y cuando volvió a levantarla, tenía una leve sonrisa y se encogía de hombros.
Lo siento. En realidad lo olvidé.
Yo no—susurró Scarlett, justo antes de soltarse de María y Julian e irse sola.
El Elementar miró con decepción como se marchaba y fue tras ella, antes parándose a decirle una última cosa.
¿Sabes qué es lo más gracioso de todo esto?
Sorpréndeme.
Pensé que era molesto que estuviera todo el tiempo buscándote entre los espectadores, pero...cuando llegó el momento de luchar y ni si quiera estabas allí como apoyo, se sintió realmente bien poder protegerla por una vez sin ti de por medio—estaba siendo tan sincero que hasta él mismo parecía sorprendido. El joven Guardián sonrió y soltó un suspiro, para luego encararlo, orgulloso—Espero que sigas siendo un cobarde, porque voy a pelear por ella. No te deprimas, te quedan el resto de mujeres del Submundo para ti.
¿Qué demonios...?—María también estaba con la boca abierta—Julian...¿a ti...Scarlett...de verdad?
Julian respondió a su compañera pero sin dejar de mirar al medio demonio a los ojos.
Sí. Estoy enamorado de Scarlett.