Chispas en la hoguera

domingo, 5 de octubre de 2014

Capítulo 20: Ruedan cabezas

Nota de la autora: Creo que este capítulo me ha quedado muy corto. En realidad tenía pensando juntarlo con la prueba de Scarlett, pero prefiero separarlos para que se note que son dos turnos distintos. No sé, manías mías, me gusta más así. Siempre pienso que hago que todo pase demasiado rápido, pero es que no me gusta enrollarme TwT
El siguiente espero que sea el doble de largo. 
Aunque sea cortito, vuestras opiniones y comentarios siempre son muy bien recibidos, gracias por estar ahí tras la pantalla leyendo n_n ♥
PD: 05/10/2014 aún no lo he repasado para corregir. Lo haré mañana seguramente. Disculpad los errores o incoherencias que podáis encontrar.




Los botes de los doce participantes se dirigieron hasta el centro del lago con lentitud y precaución. No querían acercarse mucho unos a otros, pero la cercanía les proporcionaba seguridad.
Julian y María mantenían las distancias. Era una prueba individual y no querían estorbarse mutuamente.
Los Guardianes, el público y los jueces esperaban ansiosos, inquietos en sus asientos, a que algo ocurriera.
Pasaron al menos cinco minutos antes de que una pequeña onda comenzara a formarse en la superficie del agua.
Los nobles, los más alejados del lago, no podían percibir ese pequeño detalle, y los plebeyos solo veían como la inquietud crecía entre los botes.
Pero ellos, los aspirantes, entendieron no sin cierto temor que algo comenzaba a moverse en las profundidades.
Les habían procurado la misión de cortar una cabeza, así que todos tenían más o menos una idea parecida sobre qué se estaba despertando allá abajo: un monstruo, una bestia, un animal al que cazar y decapitar. ¿Pero cuál? Para esa pregunta cada uno imaginaba su propia respuesta.
Algunos, como Julian, descubrirían en breves instantes que sus predicciones eran correctas, y otros, como María, esperarían expectantes y con más curiosidad que temor, lo que se avecinaba.
Y lo que se avecinaba no llegó con rapidez, sino lentamente.
Tras las ondas llegaron los ruidos. Gruñidos guturales de los que quedaba un terrible eco en el aire.
Tardó un poco más en llegar el primer golpe. Un bote se balanceó con brusquedad y los que estaban a su alrededor jurarían notar como algo rozaba la madera. Algo grande.
Ni María ni Julian lo percibieron, hasta que una enorme ola subió amenazante unos metros al este. Había salido de la nada, y todos habían estado demasiado pendientes de lo que golpeó el bote como para fijarse en la causa de la ola.
Todos los Guardianes miraron hacia la zona, agarrando sus armas. La gente se estaba impacientando, pero la prueba parecía especialmente diseñada para poner sus nervios a flor de piel antes de la acción.
Y entonces, sin previo aviso, una cabeza del tamaño de una persona adulta salió de las aguas y partió en dos el bote más cercano de un mordisco. El desgraciado Guardián que se encontraba dentro cayó al agua, espada en mano, y se giró para contemplar horrorizado la visión del monstruo.
Era un gigantesco reptil de al menos nueve metros, y eso sin contar la parte que estaría bajo el agua. Tenía la piel en una mezcla de color pardo y verde, y el vientre amarillento. Un par de ojos dorados escrutaron al aspirante que nadaba, o más bien flotaba, en círculos intentando no darle la espalda a su enemigo. Una, dos y hasta tres serpientes salieron también de las profundidades, como si la primera hubiera dado la señal de que podían empezar la cacería.
El muchacho levantó su arma con fiereza y nadó hasta el monstruo que lo atacó, pero al ver el resplandor de la espada, la serpiente abrió las fauces mostrando dos hileras de dientes afilados como cuchillas y una lengua larga y viperina.
Las ocho serpientes que faltaban por salir, aparecieron entonces atraídas por el movimiento y el olor a miedo que desprendían los Guardianes.
En el momento en que esto ocurrió, todos parecieron olvidarse del único participante que ya no tenía bote. No obstante, Julian aún tenía sus ojos puestos en él y diciéndose a sí mismo que su único objetivo era acabar la prueba rápido, abrió el saco que ofrecían como objeto. Cogiendo un puñado de los polvos morados, los esparció en el aire, bien alto.
Acto seguido, con un giro de muñeca, transformó la ligera brisa primaveral en una cuchilla de aire. De pie y fijando la vista en su objetivo, Julian ordenó con otro movimiento de mano que la cuchilla fuera hasta la serpiente que estaba a instantes de devorar al muchacho. La cuchilla de viento y polvos viajó a la velocidad del relámpago y atravesó el cuello del monstruo de forma limpia. El reptil no tuvo tiempo a mostrar signos de entender qué sucedía, pues su cabeza se deslizó sobre su cuello sangrante y antes de que cayera a lago, el Elementar del Viento la atrajo hacia sí flotando.
La zona donde había proporcionado el corte se fue tiñendo más y más morada, cambiando hasta el mismo color de la sangre. Tal cual pareciera que estaba pudriéndose allí mismo.
El cadáver decapitado se hundió y fue directo al fondo del lago. El chico, que había sido salvado de una muerte segura, miró a Julian con gratitud y recelo. Julian no perdió el tiempo mirándolo, sino que se giró en redondo, ya con la cabeza reposando en el suelo de su bote y produjo un impulso en la parte trasera de este, que lo obligó a moverse sin utilizar los remos.
Habiendo sido el primero en conseguir la cabeza, el público aplaudió, silbó y gritó. No su nombre, sino su título.
“¡Elementar! ¡El Elementar del Viento lo ha conseguido! ¡La primera victoria es para el Elementar del Viento!”
Las alabanzas también llegaron a oídos de aquellos que no eran tan rápidos como Julian. Strone Walter, que remaba tan velozmente como le permitían sus brazos, huía de uno de los reptiles y cambió su rumbo para interponerse entre Julian y la orilla. Y con él, fue el monstruo que lo perseguía.
Julian chasqueó la lengua, molesto por tener que lidiar con estúpidas rivalidades. Walter hijo estaba rompiendo las normas al intentar entorpecerlo, pero tampoco era demostrable, así que el Elementar también varió su rumbo y lo esquivó. Jamás podría haber hecho aquel tipo de maniobra forzada con unos simples remos y por eso no los había utilizado.
La serpiente dio un golpe de cola que pasó rozando el bote de Strone. Poco después, Julian llegó sano y salvo a tierra, dejando atrás la fiera lucha entre humanos y serpientes. La ovación fue atronadora. Hicieron falta siete soldados para poder cargar con la cabeza. Julian dejó que la cogieran y en cuanto encontró a Scarlett, fue directo hacia ella. Sin embargo, dos soldados lo detuvieron a medio camino.
— ¿Qué ocurre? —preguntó molesto.
—No podéis hablar con los que faltan por participar, mi señor.
A sabiendas de que de poco serviría discutir, se rindió y saludó a Scarlett desde su posición. Ella le devolvió un energético saludo. Restringidos de poder verse, ambos esperaron a que finalizara el primer turno de la prueba desde sus sitios y centraron su atención en María.

Para María las cosas no estaban resultando tan fáciles como para Julian.
A pesar de que las serpientes parecían centrarse únicamente en un objetivo, el lago se encontraba en caos y a veces las dentelladas y latigazos erraban de presa. De los doce botes que había al principio, solo quedaban siete. Muchos de los aspirantes a Guardián habían muerto, bien devorados por los monstruos o ahogados en el lago. Otros, aún sin bote, se esforzaban por sobrevivir y devolver los ataques, aunque era sabido que en el agua, eran presa fácil para las serpientes acuáticas.
María repelía como podía a su reptil gigante, habiendo acertado con la hoja del bardiche repetidas veces, pero solo causándole heridas menores. El monstruo estaba en peor estado que ella, quien solo tenía algunas contusiones sin importancia de un cabezazo especialmente fuerte que la había arrojado contra una esquina del bote, y por poco, tirado al agua.
El cuello era ancho, y dudaba pudiera arrancarle la cabeza de un solo tajo. Lo había intentado múltiples veces, y aunque había tenido puntería, sus escamas eran gruesas y duras y el continuo movimiento del animal no permitía que la hoja profundizase lo suficiente.
«Podría intentar montarla…pero aunque consiguiera cortarle la cabeza, esta caería y se hundiría… ¿¡Qué hago!?»
Había cogido la cuerda porque siempre había tenido un don para domar a las fieras. Existían fieras que no podía domar, como el león de la primera prueba o las propias serpientes gigantes, pero nada que no pudiera montar.
Se exprimió la mente, buscando una idea que le permitiera conseguir la cabeza y llegar a la orilla. Miró hacia la orilla. Lo primero que vio fue a Scarlett, con las manos juntas sobre su corazón y la vista fija en ella. Un poco más a la derecha, Julian también la observaba sentado en la tierra húmeda. Buscó a Dáranir y Chelsea entre los Guardianes pero para su sorpresa, encontró dos rostros muy familiares: los de sus padres.
Esto la distrajo por completo y recibió una embestida brutal en el pecho, que la tiró al agua y la hundió. Las gélidas aguas despertaron sus sentidos y la adrenalina subió a su límite, haciéndola nadar con pura desesperación en busca de aire y luz. Su mano alcanzó la madera y se agarró a ella como un niño con miedo a su madre. La serpiente quiso aprovechar para volver a golpear, pero el ataque solo le sirvió de ayuda a María para apoyarse en su hocico y volver a entrar en el bote.
Calada hasta los huesos y sin tener un respiro, el monstruo volvió a la carga. Ella agarró la cuerda y el bardiche y cuando bajó la cabeza para dar un mordisco, María saltó y subió encima. El bote se rompió en la boca de la serpiente como quien destruye un trozo de queso. La serpiente, en un primer momento, pensó que había devorado a María entre las astillas y los maderos, y no percibió su presencia. María aprovechó para pasarle la cuerda por el cuello y atar ambos extremos en un nudo irrompible. Había ideado un plan.
La serpiente pronto la olió y empezó a sacudirse para echarla abajo. María, sosteniendo con firmeza la cuerda y con las piernas abiertas una a cada lado del cuello de la bestia, movió la cuerda para obligarla a moverse. Sin embargo la serpiente no siguió el plan que María había imaginado. En vez de nadar, se sumergió.
De nuevo en contacto con un frío que quemaba la piel, María tiró hacia arriba de la cuerda, pero la poca fuerza que tenía bajo el agua no amedrentó a la serpiente, que solo buceó más y más hondo.
A la muchacha comenzaba costarle respirar. Estaban aproximándose al fondo del lago y notaba sus últimos alientos escapando de sus pulmones.
 Fue entonces cuando los vio. Pálidos, hundidos, sin expresión en el rostro e inmóviles.
«Cadáveres»
Cuerpos inertes de los Guardianes que habían sido derrotados por monstruos como el que la estaba llevando a la muerte a ella. Eso la despertó.
Dejó atrás la desesperación y el miedo. María Geneviev no iba a ser vencida por un estúpido monstruo acuático. Sus amigos, su familia, su Casa…contaban con ella. Apretó tanto la empuñadura del bardiche que los nudillos se le pusieron blancos. Solo podía sentir furia y orgullo.
Rabiosa, pero certera, apuntó a las branquias de la serpiente y las apuñaló. Si no podía respirar en el agua, tendría que salir a la tierra.
En efecto, el animal se revotó y paró en seco, haciéndola chocar contra su hocico. María se alejó de la boca, pero en cuanto vio que empezaba a ascender, se apresuró a agarrarse de nuevo a la cuerda. Subía a gran velocidad, mucho más de lo que ella podría haberlo hecho y se alegró, pues mantenía a duras penas el conocimiento. La garganta le ardía por falta de aire.
Mientras ella subía, vio como otro futuro Guardián era hundido y agitaba las extremidades de forma inútil. Una garra le perforó el abdomen y un montón de burbujas salieron de su boca en un grito mudo. María apretó los puños, deseando poder ayudarlo. Pero sabía que ella nada podía hacer, aún si intentaba ayudarlo, perdería la consciencia antes de llegar hasta él. Giró la cara y cuando ya veía que no aguantaría más, la bestia salió, con ella en su cuello, a la superficie.
Bestia y humana respiraron aliviadas.
No le duró mucho el alivio a María cuando vio que aún estaban demasiado alejadas de la orilla. Solo veía una última opción posible.
—Veamos cómo cazas...
Antes de pensárselo dos veces y arrepentirse, María saltó al agua esta vez por voluntad propia y nada más tocarla, se puso a nadar hacia la orilla.
Alguna gente entre el público se levantó y varios jueces, entre ellos el príncipe, centraron su atención en ella. Si salía del lago sin la cabeza sería descalificada.
La serpiente vio sus movimientos y dio comienzo la persecución.
El bardiche pesaba y las ropas mojadas otro tanto. La fatiga y las magulladuras no ayudaban. María no tenía mucho a su favor, tan solo coraje y esperanza.
Por suerte o intervención de los dioses a su favor, ella jamás lo sabría, otra de las serpientes chocó con la que le estaba dando caza. Esto provocó unos segundos de confusión en el monstruo, que le dieron una pequeña ventaja a María.
Ya estaba cerca de la orilla cuando la alcanzó. María cogió la cuerda que aún llevaba atada alrededor del cuello y usando la poca fuerza que le quedaba en los brazos, se propulsó hacia arriba, para montarla una vez más. No esperó. Levantó el bardiche y la hoja cayó como la de una guillotina, atravesando piel, carne y hueso. El monstruo soltó un alarido de dolor que le hizo querer taparse los oídos, pero podía perder la ocasión. Volvió a levantar el arma y volvió a hacerla caer, así una y otra vez. Cuando la cabeza tan solo colgaba de un trozo de piel, la serpiente se sacudió iracunda y malherida y María patinó sobre la resbalosa piel. El bardiche cayó al agua.

En tierra, Julian fruncía el ceño de manera casi dolorosa. Scarlett sentía que el corazón le iba a estallar en cualquier momento. Dáranir observaba a su Guardiana con preocupación. Chelsea se mantenía seria, con una expresión indescifrable. Y en un árbol, un poco más lejos, Kira sonreía.

María ni pensó en recoger el arma. El cuerpo aún seguía moviéndose como si no hubiera perdido energías y no podía arriesgarse. Recuperando el equilibrio, se deslizó por el cuello agarrada a la cuerda y se dejó caer tan solo sujeta por esta. El peso de su caída hizo que la cuerda cortase el pellejo de piel que sostenía la cabeza.
Cayó en el agua poco profunda de la orilla y María tras ella. El cuerpo del animal se movió cerca, buscando sin resultados a su verdugo.
Dos soldados se acercaron cuando María salió por completo del agua empujando lentamente la cabeza de la serpiente y la ayudaron.
Gran parte de la plebe silbaba y aplaudía, aunque algunos, también nobles, se mantenían callados. Las victorias de una mujer no eran bien recibidas por todo el público.
Solo pudieron acercarse a ella aquellos que habían acabado la prueba. Los jueces se mantenían impasibles, pero María pudo ver la cara de total orgullo de su capitán, Dáranir, mirándolos a ella y a Julian. Luego miró a sus padres. No podía saber qué estaban pensando, pues solo aplaudían con educación. Algo se le removió en el estómago y volvió a mirar a Dáranir. Incluso se había levantado para vitorearlos. Otros capitanes de otras Casas le daban palmadas en el hombro, felicitándolo por sus vencedores. Julian se situó al lado de María y le pasó una toalla de lana por los hombros. María se arropó con ella y se escurrió la coleta.
—Buen trabajo. —fue lo único que le dijo el Elementar, pero no con la rudeza habitual.
María asintió sin muchas ganas. En su mente seguía viendo los cadáveres y a aquel muchacho hundiéndose para siempre. De pronto dejó de ver el rostro del muchacho y este quedó reemplazado por el de Scarlett.
— ¡Julian! —gritó, agarrándolo de la manga. — ¡No podemos dejar a Scarlett competir!
—Yo también estoy preocupado, pero es su decis…
María lo soltó. Él no había visto los muertos. No podía entender lo que había significado para ella.
 Temblando, echó un vistazo hacia Scarlett, quien empujaba un bote recién traído hacia el agua. Si ella había estado cerca de la muerte… ¿qué le ocurriría a Scarlett?
—Olvidas que es una Elementar. El dios Ignis la protege. —dijo Julian.
— ¡En un lago! —dijo María con ironía—¡El dios del fuego la protege en un lago! ¡Qué consuelo! ¿Dónde quedó tu instinto protector, Julian…?
Julian suspiró sin mirarla.
—No se ha ido a ninguna parte. Pero ahora mismo, de nada nos sirve. Prefiero darle mi fe, que mi angustia.
María se sentó, abatida y sin perder de vista a la pelirroja.
—Ahora mismo estoy escasa de fe…
Julian se sentó a su lado, dejando un espacio entre ellos.
—Tú eres la optimista, María…no puedes dejarme todo el trabajo a mí en momentos como este.
María lo miró de reojo. Se le notaba nervioso e intranquilo, pero se esforzaba por parecer sereno.
— ¿Creíste que iba a conseguirlo o que iba a fallar?
Los ojos castaños de Julian parecían sinceros cuando respondieron.
—Si hubieras fallado…habría estado decepcionado.
María agachó la cabeza para ocultar su cara de alivio. Era la forma que Julian tenía de decir que nunca había dudado de ella. ¿Acaso no era eso lo que le había dado fuerzas cuando más lo necesitaba? Saber que sus seres queridos creían en ella y que estarían ahí para recibirla cuando volviera. Si eso era lo que le había dado fuerza…también podría darle fuerza a Scarlett.
— ¿Quién más lo ha conseguido en nuestro turno?
Julian señaló hacia atrás. Tres chicos, entre ellos Strone Walter, hablaban  y miraban a sus compañeros de equipo entrar en el lago.
—Walter hijo y Pammond DeBlanc, el heredero del duque DeBlanc, han pasado la prueba.
— ¿Y quién es el otro chico?
—No recuerdo su nombre, Kai...Kei…algo así. Se rindió y salió, así que está descalificado.
María se sintió algo reconfortada. Siempre había pensado que era mejor morir a rendirse, pero…tras ver todos aquellos cadáveres, estaba agradecida de que el tal Kai… o Kei, hubiera decidido huir. No era la opción que ella habría elegido, de eso estaba segura, y aún así, consideraba que el chico tenía valor. Quizá sería peor en su caso enfrentarse a la humillación y el destierro que le ofrecería su familia. Una imagen clara como el día de Mark cruzó sus pensamientos. Ojalá hubiera estado allí. Ojalá la hubiera visto ganar. ¿Se sentiría orgulloso? ¿Le sonreiría y abrazaría, y la elevaría en el aire como si fuera una pluma? El dolor que sintió al imaginar esto fue agridulce.
Esta vez fue Julian quien la miró de reojo.
Y lo entendió. Entendió qué estaba pensando, cómo se sentía y el dolor por el que estaba pasando. No sabía muy bien qué hacer. Precisamente porque él entendía ese dolor, sabía que unas palabras no iban a solucionarlo y que nada de lo que hiciera se lo devolvería. Había camuflado la muerte de su mejor amigo con ira, pero en el fondo, sabía que solo lo hacía porque era más fácil que lidiar con el dolor.
No sabía qué decir ni qué hacer, así que no dijo ni hizo nada. Solo permaneció sentado a su lado, en silencio, esperando que de alguna forma entendiera que la apoyaba sin palabras.
Poco después, María apoyó la cabeza en sus rodillas y asintió.
Ninguno de los dos dijo nada, pero de alguna forma…los dos lo entendieron.

—Vas a conseguirlo. —le dijo María al aire, esperando que llegara a Scarlett.

sábado, 12 de julio de 2014

Capítulo 19: Entrando en aguas oscuras

Había llegado la noche anterior al día de la prueba.
Los Guardianes de la Casa Gris cenaban en uno de los comedores pequeños del castillo. Dáranir en la cabecera, Chelsea a su derecha y Julian a su izquierda. María comía con mala cara un plato de verduras revueltas sentada al lado de Chelsea, y Scarlett, junto al Elementar, le iba quitando estas del plato sin que los demás se diesen cuenta.
...y tenéis que recordar que la prueba no es mortal en el sentido de que otros aspirantes a Guardián no os pueden matar, pero aún así puede...
Chelsea—dijo Dáranir alzando las cejas con una sonrisa—No los pongamos más nerviosos. Ya saben todo lo que tienen que saber. Ahora sería mejor que se olvidasen de la prueba hasta mañana.
Chelsea frunció el entrecejo algo frustrada, pero no continuó.
Scarlett y María suspiraron con alivio. Llevaban aguantando discursos de la segunda al mando todo el día, parecía más nerviosa que ellas. María iba a pasarle sigilosamente más verduras al plato de la pelirroja, pero el estruendo que hizo Julian al cerrar un monumental libro que se caía a trozos la sobresaltó. Era el único que no había probado bocado, estaba inmerso en lo que sin duda era una lectura difícil.
Pasó un minuto mirando la portada del libro en silencio, lo volvió a abrir y cinco minutos después lo cerró de nuevo enfadado.
¿Has encontrado algo?—dijo Scarlett manifestando lo que todos querían preguntar.
Sí.
Todos se miraron entre sí. Esperaban una negativa que explicara su enfado.
¿Y...?—lo incitó María.
Esta biblioteca no nos servirá de nada. Ni esta ni ninguna en los Cuatro Reinos.
No me sorprende.—dijo Dáranir. Todos se giraron a mirarlo—En un principio pensé que encontraríamos algo aquí. Pero cuando ya llevábamos varias semanas buscando, abandoné esa esperanza. Si seguimos en Regardezt es por vuestras pruebas, tendríamos que venir sí o sí.
Julian apartó el libro a un lado y comenzó a comer.
Bueno, pues en cuanto acabemos tenemos que irnos de aquí. La única advertencia útil me sugería buscar en libros escritos por entes. Todo lo que recolectaron los humanos es información falsa o inexacta y la cantidad es ridícula.—dijo entre bocado y bocado.
Tiene sentido, los entes fueron los que se enfrentaron a los demonios en la Guerra entre Mundos—dijo Dáranir—Los humanos apenas tenían autoridad en aquella época.
¿Crees que el rey Tulio nos dará rienda suelta para continuar buscando?—preguntó Chelsea a Dáranir.
El capitán se rascó la barba pensativo.
No estoy muy seguro, pero creo que se ablandará si nuestros pequeños aspirantes ganan las pruebas.—al ver como se tensaban, rió—¡Sin presiones!
Vamos a ganar.—dijo María convencida.
De eso no hay duda.—cooperó Julian con una mirada confiada.
Scarlett asintió algo cabizbaja.
También quería hacerte una petición, Dáranir.—dijo Julian.
Adelante.
El Elementar cogió aire y habló, sin mirar a Scarlett ni a María.
No quiero que el híbrido nos acompañe si conseguimos permiso para investigar a los demonios con los entes.
¿Qué? ¡Y eso por...!
Espera, María.—Dáranir se cruzó de brazos y se recostó en el respaldo de la silla—Entiendo tu posición y tus dudas, pero yo he puesto mi confianza en ese muchacho y me gustaría que tú lo hicieras también.
Julian encaró a su capitán.
Confías en él porque no sabes qué es.
¿Qué te hace pensar eso?
Julian y Scarlett lo miraron sorprendidos.
¿Lo...sabes?—dijo Julian sin poder llegar a creérselo.
Sé todo lo necesario sobre las personas que viven bajo mi protección, sí.
Scarlett empezaba a ponerse nerviosa. Cada vez ese era un tema que salía más a menudo y aunque Julian ya lo sabía, la forma enigmática en la que estaba hablando Dáranir no le gustaba nada. María y Chelsea se revolvían inquietas en sus asientos, perdidas en la conversación, pero sin interrumpir.
Julian se levantó súbitamente.
¿Desde cuándo lo sabes? ¿Y por qué no has hecho nada?
Le temblaban las manos, cerradas en puños. Parecía estar conteniéndose con todas sus fuerzas.
Dáranir seguía tranquilo, pero también se levantó, dispuesto a irse.
Voy a dar por finalizada esta conversación por el momento.—Julian iba a interrumpir, pero el capitán le hizo un gesto para que se sentase. Estaba calmado, aunque serio.—Nunca has dudado de mis decisiones, Julian. No empieces ahora.
Dicho esto, se marchó del comedor. Nada más cerrarse las puertas, María comenzó a atosigar con preguntas a Julian. Este la ignoró y fue el siguiente en irse, dirigiendo una mirada sin un significado muy claro hacia Scarlett.
Será mejor que os vayáis a dormir.—les dijo Chelsea, llamando a una sirvienta para que recogiera sus platos.
¡Pero Chelsea! ¿No te molesta? ¿De qué estaban hablando?
¿No has escuchado a tu capitán, María?—la reprendió—Se ha acabado la conversación.
¡Pero...!
Chelsea les lanzó una mirada homicida. Scarlett se levantó y cogió a María de la mano. Sabía que estaba enfadada porque Dáranir no la había hecho partícipe del secreto.
Vamos, María.—le pidió—Estoy cansada.
María refunfuñó un rato, pero le hizo caso y la siguió hasta la habitación. En cuanto entraron, se cambiaron de ropa y se pusieron el camisón. Scarlett, que soportaba mal el frío, se puso una bata ligera por encima y cerró las ventanas. María, ya en cama, bostezó y le preguntó a la pelirroja:
¿Tú sabes de qué hablaban?
Scarlett, que no quería mentir a María, pero tampoco traicionar el secreto de Kira, optó por contar una verdad que se podía interpretar de diferentes maneras.
No sé a qué se refería Dáranir...me ha sorprendido tanto como a los demás.
Sí...pero yo creo que Kira oculta algo.
Scarlett se giró sorprendida al escuchar esto y se sentó a los pies de la cama de su amiga.
¿Por qué dices eso?
A veces actúa raro...y dice cosas como si él supiera mucho más que nosotros. Y me creyó cuando le hablé de las cosas que veo. Y...—se calló, decidiendo guardarse lo del puerto de Dunkan para ella.—Ganó a Chelsea en combate.
Scarlett rió.
¿Ganar a Chelsea significa que oculta algo?
Nadie gana a Chelsea.
No te preocupes por eso.—Scarlett sonrió levemente al recordar una de sus conversaciones anteriores con el medio demonio.—Estoy segura de que si oculta algo, tarde o temprano nos lo contará. ¡Durmamos! ¡Mañana es el gran día!
María iba a contestar justo cuando Scarlett le dio un apretón de ánimo en la mano y su mente se puso en blanco. Fue muy repentino, vio un rostro ya conocido de otras ocasiones como aquella. Tan rápido como vino, la visión se fue.
¿Ha pasado algo?—dijo Scarlett.—¿Otra...?
María asintió.
Scarlett se acercó a ella con inquietud.
¿Estás bien?
Era el hombre rubio. Lo he visto antes.
¿Hacía algo malo?
No, no.—aseguró María. Ya empezaba a acostumbrarse a esa sensación.—Me parece que es bueno. Duerme tranquila, no ha sido una visión preocupante.
Quizá deberíamos contárselo a Dáranir y al resto...
María, contenta de tener una visión que no se basara en sangre y gritos, se arropó con las mantas.
Si Dáranir puede tener sus secretos, yo puedo tener los míos.
Como desees.—aceptó Scarlett.
Aún así y a sabiendas de que debería ir a dormir temprano para estar descansada al día siguiente, Scarlett no podía conciliar el sueño. Dio vueltas en la cama incómoda y preocupada, hasta que escuchó unos suaves toques en la puerta. Siempre dejaban un par de fanales encendidos, así que se puso la bata por los hombros, cogió uno y abrió la puerta. Delante de ella estaba Julian, en ropa del día a día. No se había ido a dormir aún.
Se quedaron unos segundos incómodos mirándose el uno al otro. Scarlett esperando a que él dijese algo y él sin decir nada. Al final, fue ella quien rompió la tensión.
¿Quieres...quieres pasar?—le invitó tímidamente.
Julian asomó la cabeza y entró con pasos inseguros. Se le notaba nervioso por estar allí. Nada más entrar, señaló la cama de María y Scarlett susurró:
Está dormida. Mejor vayamos a la terraza.
Abrieron las puertas del balcón y las cerraron tras de sí con cuidado de no hacer ruido. Scarlett corrió las cortinas para que la luz de Líada y Níada no despertara a María y se asomó a mirar los jardines. Julian se situó a su lado, ambos mirando al cielo.
Scarlett sonrió nostálgica.
Hace mucho tiempo que no me paro a mirar las lunas...antes lo hacía todas las noches.
Antes...—murmuró Julian—¿En la granja?
La muchacha asintió.
¿Quieres hablar sobre lo de la cena?
No.—se apresuró a decir Julian.
Bien. Yo tampoco.
Pasaron un rato en reposado silencio hasta que Julian volvió a tomar la palabra.
Mañana...por favor, tened cuidado.
Scarlett lo miró de reojo. Tenía el semblante cubierto de muecas de preocupación. No pudo evitar sonreír ante su angustia.
Cuidaré de María. Aunque lo más seguro es que sea ella la que acabe cuidando de mí.—dijo con una pequeña carcajada.
Julian frunció el ceño.
No pareces asustada como en la primera prueba.
Oh, lo estoy. Y nerviosa. Pero...después de salir a la arena, veo las cosas desde una nueva perspectiva.—echó un vistazo hacia atrás, aún sabiendo que las cortinas le tapaban la visión de la joven durmiendo—María lleva un gran peso sobre sus hombros, tiene que ganar como sea, por su familia. Llevo meses y meses conviviendo con Guardianes, intentando entender qué significa y qué conlleva ser uno de ellos y no obstante, hasta que no salí ahí fuera a luchar por ser una más, no me sentí parte de nada.
Julian puso su mano sobre la de ella y le dio un ligero apretón.
Eres parte de algo. Una de nosotros.
Scarlett se sacó el medallón de plata y se lo puso en las manos al Elementar. Julian lo acarició con las yemas de los dedos, rozando las iniciales “S.C.”
Y una vez fui parte de otra familia, una de sangre.—lo miró con ojos amables—Les debo todo, y si soy la última Chevalier con vida, quiero hacer honor a aquellos que murieron. Eran...éramos una familia fundadora, así que yo debería ser el último Guardián.
Ese es un pensamiento muy honorable. No conocí nunca a ningún Chevalier, pero no todas las familias fundadoras son iguales. Quizá ellos no te hubieran obligado a ser miembro de la Guardia.—Julian le hizo una seña para que se girase. Le apartó el pelo hacia un lado y colocó el medallón de nuevo sobre la piel bronceada de Scarlett.—Me gustaría que fueses lo que quieras ser.
Quiero cambiar las cosas, estoy segura de que la situación actual del Submundo podría mejorar mucho.
Entonces deberías entrar en la política, ¿no crees?
No.—dijo Scarlett con tono firme—Quiero hacer algo para cambiar las cosas desde abajo, no desde arriba.
Julian arqueó una ceja.
Has pasado de ideas honorables a ideas peligrosas.
Scarlett notó que Julian se tensaba con ese tema y fue a abrir las cortinas.
Ahora sí que deberíamos irnos a la cama. Es tarde.
Espera.
Fue hacia ella desde atrás y posó sus labios en su mejilla. Le dio un beso corto y rápido, pero fue suficiente para que la parte donde la había besado empezase a arder. Scarlett posó su mano en la mejilla, sorprendida pero contenta.
¿Y...y eso?
Julian abrió las puertas algo torpe y contestó sin mirarla a la cara.
Para desearte suerte.—dijo con voz temblorosa.
Scarlett se sentía algo avergonzada, pero ver a Julian siendo aún más tímido que ella le hizo gracia y dejó escapar una corta risotada. El Elementar la miró cabreado y salió a prisas de la habitación.

A la mañana siguiente, Scarlett se despertó sobresaltada a una hora terriblemente temprana por culpa del ruido. Levantó la cabeza de entre las sábanas y vio a María en el suelo, con la ropa de noche revuelta y los ojos desorbitados. Llegó a la conclusión de que se había caído de la cama por un sueño e intentó seguir durmiendo. Para su desgracia, en pocos segundos la muchacha rubia ya estaba a los pies de su lecho, sacudiéndola para que se levantase. Scarlett gruñó en bajo, miró en dirección a la ventana para comprobar que apenas entraba luz y gruñó más fuerte.
¿Qué pasa?
¿No lo has notado?
¿Te refieres a que todavía no ha salido el sol? Lo he notado.
María continuó zarandeándola.
¿De verdad no lo has notado?
¿El qué?
¡Los temblores!
¿Cómo?
¡Por eso me caí de la cama!
¿Qué temblores?
A Scarlett le costaba procesar la información a esas horas de la mañana (o más bien noche) y María parecía cada vez más frustrada. Rindiéndose con su amiga, salió al pasillo para comprobar si alguien estaba reaccionando como ella. Estaba desierto.
Scarlett, a quien se le empezaba a pasar el sueño, se acercó a ella estirándose.
María, debió ser un sueño. Vuelve a la cama, aún nos quedan unas horas para la prueba.
Algo en las palabras de Scarlett hizo que María se calmase, o al menos, entendiese algo de lo que no se había dado cuenta hasta el momento.
Un sueño, un sueño, un sueño...
Negándose a volver a dormir, se puso a caminar de un extremo a otro de la habitación y entre paseo y paseo Scarlett volvió a quedarse dormida.
No por mucho tiempo.
Un par de horas más tarde, María volvió a despertarla, esta vez completamente vestida con su uniforme a medida confeccionado en concreto para las pruebas y una coleta alta que le apartaba hasta el último mechón de pelo de la cara. Era un uniforme bonito, poco parecido al práctico uniforme negro de la Guardia. Este nuevo era de un cálido color granate, de dos piezas, superior e inferior y botines marrones de cuero. Tenía la apariencia de ser muy ligero y cómodo, aunque sin duda también actuaría como armadura. Llevaba bordada una corona de oro atravesada por dos flechas, formando estas una cruz dentro de la propia corona: el emblema de Ozirian.
Scarlett quedó obnubilada ante la figura tan distinguida y respetable que le parecía María en esos momentos. María lo notó y sonrió con petulancia.
Cortesía de uno de mis Salvatores.
Scarlett se preguntó si habrían dejado algo para ella también. Rápidamente apartó esa idea de su mente, pues tampoco había demostrado lo suficiente en la primera prueba y las flechas de fuego ya eran más de lo que se habría esperado.
Decidió ponerse la misma ropa que le habían prestado para la primera prueba: botas altas de cuero curtido, pantalones blancos ligeros y un corpiño ceñido que no dejaba huecos al aire libre donde exponer la piel.
Bajaron juntas a desayunar y ya en el comedor se reunieron con el resto del grupo. Solo faltaba Dáranir y, por supuesto, Kira, quien tenía prohibida la entrada a palacio por haber ofendido al príncipe nada más llegar al castillo. Scarlett aún se seguía preguntando qué diantres le habría hecho, pero Kira no soltaba palabra.
Julian tenía el mismo uniforme que María y cuando ambos se encontraron se miraron de arriba a abajo entre ellos, luego a sí mismos. Pusieron exactamente la misma cara de asco y se cruzaron de brazos. Scarlett sonrió divertida por la escena y le puso a cada uno una mano en el hombro.
¿Seguro que somos María y yo las que vamos en equipo?—preguntó con sorna.
Seguro.—volvieron a hablar a la vez.
Scarlett rió más alto. Aquella pareja jamás dejaba de sorprenderla.
Comieron bajo un ambiente de nerviosismo, pero de buen humor. Estaban bastante tranquilos, incluida la misma Scarlett. Chelsea le echaba miraditas de vez en cuando para comprobar que no entrase en pánico como la última vez, pero no pasó nada.
Salieron a la entrada del castillo, donde algunos participantes también se estaban marchando. Dáranir estaba subido a lomos de su caballo y Kira sujetaba a Phuria y a otros dos. Julian cogió al suyo por las riendas y lo apartó del híbrido.
¿Preparadas?—preguntó Kira ayudando a subir a María.
Será un juego de niños.—respondió esta. Puso al trote a su montura y cuando alcanzó la de Julian, se giró y gritó a Kira—¡Espero que estés animándonos a mí y a Scarlett cuando ganemos!
Kira hizo un gesto para ayudar a Scarlett, pero esta quiso subir sola. Una vez arriba, intercambiaron miradas.
¿Y tú?
Scarlett rió, quizá de una forma más histérica de la que pretendía.
Pásame las flechas, por favor.
Kira le tendió el carcaj con las Sagittae Ignis.
Si pierdes...—Scarlett arqueó una ceja y Kira sonrió benevolente—Y no digo que vaya a ser el caso...recuerda que siempre podríamos irnos y continuar nuestra búsqueda y captura de Norian a nuestra manera. Sin tanto protocolo.
Qué alentador.—dijo Scarlett sonriendo.
Solo era para que lo supieses.—se encogió de hombros—Tú y yo a la caza de mi hermano. ¿No te resulta tentador?
Scarlett lo miró fijamente durante unos instantes. Desde que se había unido a la Casa Gris ni siquiera se le había pasado por la cabeza que le negaran ser Guardiana. Y si no era Guardiana, sin familia a la que volver, ni tierras ni posesiones...¿qué haría? De repente sintió la urgente necesidad de saber con certeza si estaba hablando en serio o no.
¿Te puedo...tomar la palabra?—dijo con dudas.
Kira alzó la mirada ante el tono suplicante y formal de la muchacha. Sintió algo extraño removerse por su estómago, un pinchazo casi doloroso, pero que dejó un sabor dulce. No quería entusiasmarse demasiado pronto, mas estaba casi seguro. Los ojos de Scarlett eran demasiado sinceros y si se confiaba podría haber llegado a afirmar que lo necesitaba. Y hacía mucho tiempo que nadie lo necesitaba.
Se arrodilló en el suelo sobre una rodilla y puso el puño cerrado sobre su pecho, justo encima del corazón.
Jamás te faltará cobijo y aliado mientras esté con vida.
Scarlett nunca había visto a Kira hablando tan seriamente. Parecía demasiado cumplidor para ser real. Algunos curiosos comenzaban a mirarlos y Scarlett le pidió que se levantara.
Tampoco a ti.
Tenía una sensación rara. Notaba que las palabras de Kira eran sinceras, pero algo no encajaba del todo. Conocía a Kira. Sabía que eran amigos, que confiaba (o eso esperaba Scarlett) en ella y que le tenía aprecio en algún sentido, pero también sabía que el híbrido no era alguien que fuese a dedicar su vida a proteger y ayudar a nadie. Y sin embargo...Scarlett recordó como la salvó de los lobos cuando se conocieron, y luego, casualmente, de los cadáveres andantes...incluso había ido con el resto al Inframundo por rescatarla. La manera en la que había hecho apenas hacía unos segundos la promesa de ser su aliado mientras estuviera con vida...lo había dicho como si fuera su deber.
Se despidió de él y apuró a Phuria.
Por el camino hablaron poco, la tensión empezaba a incrementarse. Fue un trayecto más o menos silencioso en el que recorrieron un camino serpenteante rodeados de la suave brisa del viento primaveral. Eran una pequeña comitiva, algo dispersa, pero aún así se cruzaron con Strone Walter. Este los adelantó sin prestarles atención.
Tras una hora de apacible viaje, vieron en la lejanía cómo el camino se terminaba al llegar a un gigantesco lago de aguas oscuras. Alrededor del lago, la plebe, el grupo más amplio, se arrejuntaba gritando y riendo, mientras que tras ellos los nobles se sentaban en unos escenarios de madera que los elevaban un poco del suelo, lo suficiente para estar por encima de las cabezas de la gente de a pie. No eran unas gradas imponentes como las vistas en el Coliseo, pero tenían asientos y una buena visibilidad. La más grande estaba ocupada por los jueces, delante, y la realeza, detrás.
Según se iban acercando, Scarlett distinguió a la reina Vitorea, espléndida y distinguida, sentada y con su hija al lado. El príncipe Rickard y el capitán de la guardia real de Regardezt, Sheen Lubert, también estaban sentados, observando a los aspirantes llegar. El único en pie era el sacerdote Azam, un anciano delgado, de cabello ya teñido por la nieve y facciones afables. Al contrario que el resto de los presentes en su tribuna, vestía humildemente, tan solo una sencilla túnica verde de lana atada con una cuerda y sandalias. Era poco común ver así a un miembro que ocupara un alto cargo en el sacerdocio y posiblemente por eso fuera elegido como juez. Se notaba a leguas que no era alguien que se dejase guiar por el dinero y la avaricia.
Scarlett, Julian y María bajaron de los caballos y Kira, en su papel de mozo de cuadra, se los llevó, guiñándoles un ojo a las chicas antes de desaparecer con los animales. Nada más poner pie en tierra, se fijaron en el terreno. Ya los habían avisado de ante mano así que el lago no les sorprendió en absoluto. Y siempre era mejor un lago que el océano, porque los entes de agua dulce eran, en su mayoría, más pacíficos que los de agua salada.
En la orilla del lago había seis botes, cada uno equipado con sus dos remos. Al lado de cada uno había los mismos objetos: una cuerda gruesa, un arco y flechas, una espada corta, un bardiche y una bolsita transparente con unos polvos en su interior.
El grupo de aspirantes se reunió delante de la tarima de los jueces esperando instrucciones. Scarlett buscó con la mirada a sus conocidos. Vio a Dáranir y a Chelsea en una de las tarimas junto a otros Guardianes. Iba a buscar a Kira cuando se topó la mirada feroz de una hermosísima mujer rubia entre la nobleza. Larissa la saludó con una sonrisa. Scarlett, que no se sentía capaz de girarle la cara, hizo un gesto de reconocimiento con la mano. Y cuando ya creía que sería imposible encontrar a Kira entre la plebe, lo vio subido a un cedro. Sentado en unas de sus ramas, Scarlett no podía distinguir su expresión, pero habría jurado que estaba sonriendo ante la sorpresa de ella por su inesperado asiento privado. Scarlett recordó que había cumplido su promesa de estar en la segunda prueba y le dirigió una mirada de gratitud que seguramente no podía ver desde allá.
La multitud enmudeció cuando Azam levantó la mano en señal de tomar la palabra.
Sed bienvenidos una vez más a las Pruebas Guardianas. Comenzasteis siendo cuarenta fuertes aspirantes, pero las diferencias entre vosotros fueron notables cuando solo veinticuatro pasaron hasta llegar a hoy. Me gustaría deciros que todos los presentes pasaréis a la tercera y última prueba, sin embargo, la experiencia me dice que no será así. Antes de nada, y puesto que no soy partidario de la violencia, os repito lo que sin duda ya os han comunicado: esta no es la prueba mortal. Lamentablemente, esto no indica que no se pueda perder la vida. Aunque esta prueba tiene un encanto especial: no solo está terminantemente prohibida la muerte de un aspirante a manos de otro, sino que no podréis atacaros ni entorpeceros entre vosotros. Quien no haga caso a esta norma será expulsado sin más dilación, de la prueba y de la posibilidad de unirse a la Guardia.—el anciano sacerdote tomó aliento.—Dicho esto, tomará mi relevo el príncipe Rickard para explicaros vuestra tarea con detalle.
Azam se sentó y Rickard se puso en pie.
En vuestra segunda prueba no habrá tiempo límite. Tenéis todo el que preciséis. El terreno de la prueba es el lago, no podéis salir hasta que hayáis completado la misión. Si lo hacéis, seréis descalificados. Podéis usar esos botes,—dijo, señalando a la orilla donde estaban situados—uno por cada equipo en turnos de uno. Vosotros elegís quién va antes y quién va después. Cuando los primeros acaben su prueba, será el turno del miembro restante del equipo. Hay unos objetos determinados al lado de los botes. Pues bien, podéis escoger cada uno dos de ellos o llevar un arma u otro objeto personal, tan solo en el caso de que os lo hayan proporcionado vuestros Salvatores.
Scarlett apretó con fuerza el carcaj de las flechas de fuego. Lo tenía claro.
Vuestro objetivo es obtener un trofeo: una cabeza.—los participantes se miraron confusos entre sí—Lo entenderéis en cuanto empiece la prueba. Conseguid la cabeza, entonces, y solo entonces, salid del lago. Sobre el orden del equipo, os puedo asegurar que tanto la primera como la segunda posición tienen sus ventajas e inconvenientes. Si el bote que usó el primero resulta dañado o destruido, será reemplazado con otro, de eso no debéis preocuparos. Os daremos diez minutos para que cada equipo vaya a un bote y decidáis los objetos que queréis y el orden de participación. Buena suerte a todos y que la diosa Unda esté con vosotros en el lago.
En cuanto acabó de hablar la muchedumbre se volvió ensordecedora. Julian se acercó a las chicas para desearles suerte.
No me gusta que los Salvatores me hayan dado tanta ventaja.—comentó algo molesto.—Es injusto.
Pagan con oro a la Corte y pueden ayudar a sus favoritos. Claro que no es justo.—dijo María encogiéndose de hombros—Pero, ¿qué importa? Ibas a ganar de todas formas.
Lo sé.
¡Sé humilde!—protestó María, aunque ella era igual.
Es una pérdida de tiempo negarlo. Voy a ganar y tú también, si no haces muchas tonterías.
Y Scarlett también.—dijo María dándole un codazo cariñoso.—Por cierto, si no te importa, prefiero ir yo de primera.
Julian asintió.
Sí, será mejor.
¿Estás segura? Si voy yo primero podrás ver cuál es la prueba y te será más sencillo luego.—dijo Scarlett.
Por eso mismo. Seamos prácticas: tengo menos años, pero más experiencia, más fuerza y más habilidad. ¡Eh! No pongas esas cara—dijo riendo—Estoy siendo objetiva. Llevo con una espada en la mano y un arco en la otra desde que salí del vientre de mi madre. Tú hace dos días ordeñabas vacas y limpiabas cuadras. En unos años la Elementar del Fuego me dará mil vueltas, seguro, pero ahora es mejor que vaya yo primero.
Scarlett accedió sin poder discutir la explicación lógica de María y se dispusieron a elegir los objetos. Julian también se marchó, aunque siguió mirando con preocupación a Scarlett desde su posición. Scarlett, sin darse cuenta de esto, eligió la espada corta. María la miró sin entender por qué cogía la espada y no el arco teniendo ya las flechas, pero Scarlett sonrió misteriosa y dijo que ya se lo explicaría más tarde. María cogió la cuerda y el bardiche.
Pasados los diez minutos, los primeros participantes de cada equipo entraron en los botes y ayudados por los otros miembros, fueron llevando el bote hasta que rozó las aguas del lago. Scarlett y María se sonrieron la una a la otra y la chiquilla comenzó a remar junto a los demás, adentrándose en el oscuro fluir del lago. 



Nota de la autora ~> ¡Capítulo dedicado a Lorena! (LMDreamer) ¡Muchas felicidades, gracias por todo el apoyo y el cariño que siempre aportas! ♥ || Líada y Níada son los nombres de las dos lunas del Submundo. Si estáis leyendo la renovación de El último Guardián, veréis dentro de unos capítulos que se habla de ellas. || Bardiche es un arma medieval, una especie de mezcla entre una lanza y un hacha. 


Esto es un bardiche o berdiche