Chispas en la hoguera

martes, 24 de julio de 2012

Capítulo 9: La llamada del Fuego

Nota de la autora ~> ¡Buenas! Tengo una cuestión para vosotros, los lectores: ¿Os molesta que haya tantos puntos de vista diferentes? En este capítulo, por ejemplo, hay unos 5. ¿Es aburrido/incordio? 
Sería muy útil si me lo decís, gracias <3
¡Disfrutad del capítulo! Muchas/os de vosotras/os esperábais este momento ;)


La aldea estaba desierta.
Justo a la mitad, a la vista de cualquiera que pasara por allí, colocado estratégicamente, una enorme pila de cadáveres expulsaba el humo que había quedado de la hoguera en la noche.
La patrulla recorrió cada rincón del lugar buscando supervivientes, pero no había nadie.
Todos muertos.
Chelsea paseaba alrededor de la montaña de aldeanos inertes, con el ceño fruncido, metida en sus pensamientos más profundos. De repente, paró en seco y miró a su alrededor.
¿Dónde está Scarlett?
Kira echó una mirada significativa hacia la entrada del pueblo.
Vomitando, supongo. Parece que los bandidos que atacaron la aldea se divirtieron demasiado anoche...
Bandidos...lo dudo.—dijo Chelsea pasándose una mano por los ojos, cansada. Empezó a dictar las órdenes a los Guardianes—Marchémonos ya. No hemos encontrado nada importante y es imposible enterrar esos cuerpos, están a medio incinerar.
Un Guardián alzó la mano de repente, pegando un grito de alerta.
¡Capitana Monger, he encontrado algo!—fue corriendo hacia ella portando un yelmo bastante abollado en la mano.—Lo reconozco...
Chelsea se lo quitó con un ademán brusco y maldijo bien alto.
Es un casco de Ozirian.
A Kira casi le da un ataque de risa.
<<Sabía que esa zorra de Heline dejaría alguna pista falsa>>
Suspiró apartándose los mechones rebeldes de pelo azabache que se le metían en los ojos y se escabulló sigilosamente, volviendo a la entrada de la aldea.
Había un pequeño muro construido con troncos y cuerdas, una pequeña defensa que de poco les sirvió en su momento. Detrás de él estaba Scarlett, en cuclillas. Se abrazaba las rodillas con fuerza.
Kira se preguntó si habría estado vomitando.
¿Estás llorando?—al no recibir respuesta, volvió a suspirar y se agachó a su lado—Vamos, hay que ver el lado positi...
¿Lado positivo?—murmuró con la cabeza entre las piernas. Antes de que Kira pudiera asentir y responder con lo primero que se le ocurriera, Scarlett levantó la cara de golpe y lo agarró con ferocidad por el cuello de la camisa—¡¿Se cuelan un montón de demonios en una aldea desprotegida, matando a todos sus habitantes mientras que los Guardianes estábamos en el castillo durmiendo tranquilamente y tú me dices que vea el lado positivo?!
Kira nunca la había visto tan enfadada. Dejó que lo sacudiera un par de veces más y escuchó pacientemente una interminable auto reprimenda a sí misma sobre por qué nadie se dio cuenta y por qué ella no pudo hacer nada para detenerlo. Scarlett se llamó idiota, luego se lo llamó a Kira y luego le gritó echa una furia a un pobre Guardián que venía a avisarla de que tenían que irse.
Al hombre casi le dio un infarto, pero los dos alcanzaron a escuchar lo más importante: el descubrimiento del yelmo de Ozirian.
De vuelta al castillo, Kira y Scarlett se situaron al final de la fila, para poder hablar con tranquilidad.
Pelirroja, sé que estás enfadada y es normal. Yo también lo estoy. Pero no podemos decirles quién atacó la aldea porque...
¡Pues no sé por qué! Te juro que cuando encuentre a esa cosa la mato. ¿Cómo se pueden tener tan pocos escrúpulos? ¿Viste los muertos? ¡Había un montón de niños! Fue una carnicería...¡La voy a matar!—Scarlett casi echaba chispas por los ojos.
No hables de matar tan a la ligera.—aconsejó Kira—No es tan fácil como parece. Además, estás hablando de Heline, no de un cualquiera. Ya te lo dije, no podemos decir la verdad por ahora, ella solo está jugando con nosotros. Chelsea y Dáranir ya lo saben y son las máximas autoridades en nuestro grupo cercano.
Scarlett asintió con el ceño fruncido.
Quizá tengas razón...aunque sigo odiando a ese maldito demonio...no te ofendas—Kira alzó una ceja y sonrió levemente—Sabemos que la mujer era Heline, pero los Guardianes hablaron de seis jinetes. ¿Alguna idea de quiénes son? ¿Demonios inferiores?
Heline nunca ejecutaría una misión tan importante con diablillos así. Me temo que son enemigos más peligrosos.—súbitamente, el híbrido soltó las riendas y se llevó las manos a la cabeza, dolorido.
¿Kira? ¿Estás bien?
Sin embargo, ya no la escuchaba.
<<¿Comenzamos la recolección de al...? No. El comienzo de la...Este lugar. De almas. Este lugar. Comenzamos la recolecc...No. El comienzo de la...Comienzo. La recolección de almas>>
Sus ojos eléctricos se abrieron de par en par y tuvo que sujetarse a la silla para no caerse.
Scarlett lo miraba preocupada.
¿...Kira?
Le devolvió la mirada, mas aguardó en silencio. Por dentro, estaba teniendo una batalla consigo mismo. El idioma demoniaco que quedaba de conversaciones pasadas siempre dejaba rastro y cualquier demonio podía percibir al menos la esencia de lo que quedaba.
Apartó la mirada de la Guardiana y espoleó al caballo, cansado.
Era tal y como había temido: Los Jinetes habían vuelto.


                                                                                 ***


Gales desembarcó en el puerto de Dunkan, una ciudad situada al sur de Regardezt.
Se despidió de los mercenarios, que le regalaron un sable robado el cuál agradeció.
En el fondo eran buena gente.
No tenía ni idea de por dónde comenzar a buscar, así que decidió comenzar a andar y preocuparse por eso más tarde. Lo más probable era que ella estuviera en Arkiria, al fin y al cabo, había nacido allí, igual que Gales.
Notaba muchas miradas posadas en él. Siempre que esto pasaba se subía el cuello de la ropa lo más que podía, para ocultar una cicatriz que no existía.
Porque a pesar de haber escapado de su prisión, seguía sintiendo cadenas invisibles en sus muñecas.
Era el lazo de una oscura serpiente...de la que no podría escapar.
Cerró los ojos un segundo, en un pestañeo y lo vio. Norian lo observaba con fijeza, serio, con los ojos azules clavándosele como cuchillas e hiriéndolo. Su mirada hacía daño. El segundo pasó y volvió a abrirlos.
Cuando un hombre pasó enfrente con su carromato lleno de paja, tirado por dos mulas, se apresuró a seguirlo.
¡Disculpad! ¿Podéis llevarme?
El aldeano, ya de avanzada edad, sonrió enseñando los pocos dientes que le quedaban y se echó a un lado, haciéndole sitio.
¿A dónde te diriges, hijo?


                                                                             ***


Jugaba coqueta con un rizo rubio mientras pateaba el suelo con el tacón de su zapato.
Se puso la mano sobre los ojos para ver con el sol y bufó. Ese maldito brujo de pacotilla llegaba con una hora de retraso y se le estaba agotando la paciencia.
Justo cuando iba a marcharse de una vez por todas, una pequeña mano le tiró del vestido con timidez y Larissa se giró, molesta.
¿S-señora? M-mi compañero ha...ha...
¿Quieres escupirlo de una vez?—los enanos siempre habían sido un verdadero incordio. Diminutos, barbudos, hoscos y borrachos. Mas el que tenía delante parecía todo lo contrario: estaba calvo y no paraba de tartamudear—¿Sabe lo feo que es hacer esperar a una dama?
Señora...ha m-muerto.—susurró el hombrecillo.
A Larissa se le escapó un jadeo de sorpresa. Sintió su cuerpo desfallecer y tuvo que apoyarse en la columna más cercana para no caerse.
Fulminó con la mirada al enano.
Pues más vale que te largues de aquí si no quieres correr su suerte.—no reaccionó, así que le dio un empujón muy poco elegante—¡He dicho que largo!
Solo cuando el tartamudo se hubo marchado y pudo relajarse (si es que eso era posible en semejante situación) con su soledad, empezó a subir muy despacio las sedosas mangas de su vestido color rubí. No despegó de su piel la mirada. Una piel antaño rosácea, pálida o quizá con un bonito tono melocotón. Ya no lo recordaba. Ahora tenía una tonalidad verdosa.
Por el momento eran los dos brazos al completo, pero...¿qué sería después?
Necesitaba la pócima con premura, sin ella estaba perdida.
Larissa lo sabía, por eso cuando agarró un mechón de pelo para quitarse los nervios y vio que lo que agarraba no era un trozo de cabello de oro, si no verde, tuvo que morderse la lengua para no soltar un grito de rabia y frustración.
¡Precisaba un mago, no había tiempo! ¿Pero quién? Estaba en Regardezt, reino de humanos, sin poderes, sin entes, sin magia.
¿O quizá no...?
Soltó su castigada lengua, chasqueándola con satisfacción.
Recordaba haber oído que ese tal Julian DuFrain era un aprendiz de brujo. Le serviría.
Un pensamiento fugaz pasó por su mente:
<<No lo hagas. A Scarlett no le gustaría, es su amigo>> imploraba la voz de su conciencia.
<<Scarlett me odia. ¿Qué más da el nivel de odio?>> respondía la ninfa escondida en su interior.
<<¡Pero tú no la odias! ¡Erais amigas!>>
<<Tienes razón, érais amigas. Eso quedó en el pasado, Scarlett se encargó de dejártelo muy claro. Conoces la ley del Submundo: o matas o te matan. O comes o te comen. Para sobrevivir tienes que pensar primero en ti misma.>>
<<¡Tú no eres así, Larissa!>>
Pero Larissa ya había tomado una decisión. Si podía proteger a Scarlett desde la distancia, no importaba que los añicos que quedaban de su amistad se perdieran para siempre. Sería como había sido siempre: ella las protegería a ambas. Aunque fuera a costa de otros.
Un ruido la alertó, haciendo que su mirada cayera hacia el patio. El general Walter y...Julian. Qué interesante.
Sonrió con una pizca de maldad, apoyando la barbilla en la mano y se quedó observando a su próxima presa.

 
                                                                            ***


María corrió como alma que lleva el diablo cuando vio que entraban por el portón la compañía que había ido a investigar la masacre de la aldea.
Estaba ansiosa por contarle a Scarlett el sueño (más bien pesadilla) que había tenido, porque esa vez tendría que creerla a toda costa. Aunque solo fuera una sensación, María pensaba que las cosas que soñaban no eran simples productos de su inconsciente imaginación, si no que tenían un significado oculto detrás.
Sin darle tiempo a penas a bajarse de su yegua palomina, María placó a la pelirroja y la estrujó en una mezcla de empujón y abrazo.
Scarlett no rió como ella esperaba, parecía enojada por algo. Fue entonces cuando la muchacha le cogió de la mano para llevarla lejos de allí y contarle con pelos y señales su sueño. Sin embargo, no pudo. Ya que al primer contacto de las dos palmas desnudas, un calambre le recorrió el brazo y sus ojos se pusieron en blanco.
La visión (así las llamaba ella) debió durar el tiempo que se tarda en pestañear tres veces, porque María pudo ver pocas cosas, fugaces y sin sentido.
Fueron tres imágenes las que se proyectaron en su cabeza.
Primero, una gigantesca serpiente muerta.
Segundo, una niña de cabello rojo subida a la espalda de alguien.
Y tercero, un hombre joven, con el cabello dorado y los ojos verdes.
¿María? ¿Pasa algo?—preguntó Scarlett, sacudiéndola con suavidad por los hombros—¡Hoy todos os quedáis embobados!
María salió de su trance y la miró a los ojos, temblando. Apartó su mano de un manotazo, asustada de lo que acababa de ver. Pues podía comprender que los sueños solo eran sueños, pero, ¿qué diablos había sido eso?
Antes de irse, echó una última mirada a Kira de soslayo y pudo percibir que de alguna forma, él sabía muchas más cosas de las que decía.


                                                                              ***


Scarlett metió a Phuria en los establos y le dio su heno correspondiente, la cepilló y dejó un aviso para que el herrero le cambiara las herraduras.
Habían llegado de vuelta al castillo a media tarde y los entrenamientos habían concluido. Sabía que el general se encargaría de echarle una buena bronca cuando mañana volvieran a verse las caras, pero mientras tanto disfrutaba de su día libre.
Aunque hubiera preferido un entrenamiento con Septimus Walter antes que ver los restos de la masacre. Kira tenía razón, claro, no podían decir nada o los tomarían por locos. Al fin y al cabo, nadie los creyó cuando avisaron de lo que se estaba cociendo en el Inframundo...
<<Heline está jugando con nosotros>>
Sí...eso le había dicho el híbrido. De pronto se sentía más furiosa que nunca. Si Heline quería jugar, iba a ver que ella también sabía. Aunque para eso necesitaría mucha más práctica. Ya manejaba medianamente la espada y el arco, pero ni la mitad de bien que cualquiera de los otros aprendices de Guardián y en cuerpo a cuerpo todos la superaban, incluso María.
La pequeña María era sorprendente luchando, sin duda la mejor de todo el grupo. Y no solo luchando, si no que era rápida, ágil y buena en el manejo de las armas. Scarlett pensó qué pasaría si una de las pruebas fuera contra una araña gigante y no pudo evitar sonreír ante sus tontas ocurrencias.
¡Chevalier!
Oh, no. Reconocía esa voz.
Te estaba esperando. Como veo que te has saltado mi clase a la ligera, te he preparado una sesión especial para ti solita.—el general Walter estaba en medio del patio. Sus labios eran una fina línea recta, ese hombre nunca sonreía.
Lo siento, señor, estuve con la patrulla de la aldea.—intentó excusarse.
Me da igual dónde estuvieras, nadie se salta mis clases así como así. He notado que tienes ciertos problemas con el cuerpo a cuerpo, así que necesitas potenciar esa parte.
Scarlett no pudo evitar alzar los ojos al cielo y suspirar.
¿Voy a luchar contra vos, señor?—preguntó, esperando que la respuesta fuera un sí. A decir verdad, tenía ganas de desahogarse, a pesar de que sabía que sería ella la que acabaría en el suelo.
El general hizo un gesto, señalando a su derecha.
No—Scarlett se quedó mirando a la persona que señalaba, compungida.—Me pareció lo más justo, ya que sois iguales.
Se lo imaginaba. Le dolía tener que luchar constantemente contra él, pero se lo imaginaba.
Julian le lanzó una mirada de culpabilidad que ella aceptó como una disculpa y asintió muy despacio, para que nadie más los entendiera.
Adelante, comenzad. Por cierto, está permitido el uso de vuestro elemento.—Septimus se fue a sentar en un banco, observándonos fijamente son sus ojos rasgados.
Cogió mucho aire y lo expulsó. Tenía que poner la mente en blanco o la derrotaría en menos que canta un gallo, lo cual era más que probable de todas a todas. Pero si Chelsea podía ganar al Elementar del Viento sin ningún poder, ¿por qué no ella?
<<Porque Chelsea es una guerrera experimentada y madura y tú solo eres una novata sin potencial, idiota>> como sus pensamientos parecían querer ir en contra de ella misma, los dejó a un lado.
Recibió los primeros golpes físicos de Julian bien, defendiéndose e intentando no perder terreno. Sabía que el chico le estaba haciendo un favor y no usaba su elemento para que todo fuera más justo, pero en algún momento tendría que hacerlo. La pelea continuó y Scarlett incluso llegó a propinar unos buenos golpes, empezando a ganarle terreno y echarlo hacia atrás.
DuFrain, ni si te ocurra perder a propósito—amenazó el general desde el banco.
Julian frunció el entrecejo y asintió. La brisa se arremolinó a su alrededor, dejándole claro a Scarlett que era en ese momento cuando comenzaba la verdadera lucha.
El Elementar no era muy bueno peleando con su propio cuerpo, pero en control del aire era el mejor. Con un elegante giro de muñeca, mandó un tremendo soplo hacia la Guardiana, que voló unos cuantos metros hacia atrás y cayó sobre su espalda. Lentamente, se levantó dolorida y corrió hacia Julian, el cual le lanzó otro gran soplo, pero Scarlett ya lo tenía previsto y se echó hacia la izquierda de un salto, esquivándolo. Sonrió satisfecha y siguió evitando ser tocada por su viento, aproximándose más a él hasta el punto en el que casi podría cogerle por el brazo y tirarlo a la tierra con una sencilla maniobra de la que sería incapaz de defenderse.
Julian, sin embargo, extendió los brazos y el aire se volvió loco. Ya no era una fuerte brisa, si no casi un huracán. Venía de todas partes, por lo cual era imposible de esquivar. Frenó en seco y fijó bien los pies en el suelo, pero a pesar de todas las medidas que tomó, el viento fue más fuerte que ella y la volvió a empujar brutalmente, esta vez incluso más lejos.
Creo que ya basta—gruñó Julian, haciendo ademán de ir a ayudarla. Scarlett estaba hiperventilando, con la mano sobre la zona baja de la espalda, donde había llevado el golpe más fuerte y echa unos zorros—Está muy cansada y es desigualdad de condiciones, en mi opinión.
Sí...en tu opinión. Y yo no la he pedido, DuFrain—concluyó el general Walter, arqueando las cejas. Las arrugas se amontonaron en su frente—Acaba con ella.
¿Y si me niego?—preguntó el Elementar, con el semblante serio.
Entonces olvídate de ser un Guardián jamás.
<<No puede negarse>> comprendió Scarlett, dolida. Podía soportar un último golpe, por Julian podría hacerlo.
Este se giró, observándola con una mirada mezcla de la resignación y culpa.
El viento volvió a danzar para él y Scarlett salió despedida por los aires, chocando contra una de las columnas tan enormes que adornaban el patio de entranamiento. Sintió como si se le rompieran todos los huesos del cuerpo, mas sabía que solo era su imaginación a causa del dolor. Mañana tendría muchos moratones, pero nada más.
No era capaz ni de levantarse, así que se quedó allí mientras veía como el general hacia un gesto de negación cuando Julian iba a ayudarla. El muchacho le dio la espalda, con la cabeza gacha, apesadumbrado.
Por este motivo no debería haber mujeres Guardianas—la miró con desprecio, como si estuviera asqueado—Y mucho menos campesinas que se creen nobles. Los Chevalier son una dinastía extinguida, es imposible que algo como tú sea parte de tan honorable familia.
Enfadada.
Furiosa.
Ardiendo.
Hirviendo.
Así era como se sentía Scarlett. No había lugar para la pena, solo notaba el lugar que ocupaba el odio en su interior. Quiso golpearlo hasta que le pidiera perdón.
Violenta.
Ya no le importaba, quería ser agresiva por una vez. Estaba tirada, herida y humillada. En el exterior. Porque en su interior algo la llamaba desesperado, una cosa, una sensación que dormía desde hacía muchos años. La sangre le hervía, deseosa de salir.
Una deshonra para...
¡¡¡CÁLLATE!!!
Scarlett dio un puñetazo con ambos puños al suelo, dejando que su rabia contenida saliera como alma que lleva el diablo, rápido, sin restricciones, libre. Cuando sus puños tocaron el suelo con el ímpetu de esa soberana y misteriosa fuerza, la arena ardió. El fuego, impasible y veloz, corrió como un rayo en línea recta, desde el foco de donde había salido, las manos de Scarlett, hasta el banco donde se sentaba el general Walter.
En un abrir y cerrar de ojos, el banco estaba en llamas y parte de la capa del hombre también.
Julian la miró con la boca abierta, intentando encontrar las palabras. Cuando el general apagó su ropa y el incendio se fue controlando poco a poco, mientras que la arena volvía a restaurar su color dorado, dejando un rastro de cenizas por donde antes había llamaradas, Julian sonrió.
La Elementar del Fuego—susurró.